viernes, mayo 23, 2008

Aproximación al pensamiento liberal de Mario Vargas Llosa

Debate en el CEPS

Arturo Caballero Medina
acaballerom@pucp.edu.pe

Gracias a la invitación de Gonzalo Gamio, profesor de filosofía de la PUCP, es que, desde finales del año pasado, asisto mensualmente a las reuniones del Círculo de Estudios Políticos y Sociales (CEPS) que agrupa a profesionales y estudiantes de ciencias sociales y humanidades. En un principio, las reuniones tenían lugar en la casa de algunos de los miembros; pero, a medida que se iba incrementando el número de participantes, se vio por conveniente realizarlas en la sede de Transparencia. La sesión del sábado 10 de mayo estuvo dedicada al pensamiento liberal del escritor peruano Mario Vargas Llosa en la cual tuve la oportunidad de compartir la mesa de debates con Héctor Ñaupari, ex dirigente del movimiento Libertad y notable activista del liberalismo en el Perú. (Grande fue mi sorpresa, ya que lo conocí dos años antes como poeta en La Noche de Lima y luego en una charla informal en la que debatimos acerca del feminismo).

La discusión fue clara y alturada, salpicada por momentos, con la vehemencia propia de aquellos que defienden sus ideas con la convicción estar en lo cierto. Héctor inició la primera ronda del conversatorio delimitando la noción de liberalismo, en relación a sus diversas tendencias y en contraste con el marxismo. Luego, continuó con la caracterización del pensamiento liberal de Vargas Llosa al cual calificó como “insular”, debido a sus peculiaridades, las cuales condujeron al notable escritor a sostener discrepancias no solo con adversarios conservadores de derecha, sino con aquellos liberales que, supuestamente, compartirían su postura.

Mi intervención giró en torno a los nexos entre la teoría de la novela de Vargas Llosa y su ideología política liberal. Sostuve que en el liberalismo político del autor de La ciudad y los perros tiene sus raíces en la concepción individualista del creador literario, por lo cual se deduce que el giro ideológico socialismo-liberalismo no representó una reformulación estructural de la ideología política vargallosiana, sino una reorientación de las mismas inquietudes pero hacia otro frente.

Las discrepancias afloraron, como era de esperarse, durante la ronda de comentarios y réplicas: ¿Es Vargas Llosa un liberal o un neoliberal? ¿Su noción de libertad es eurocentrista? ¿Su prestigio como novelista lo avala como analista político? ¿Fue acertado su apoyo a la guerra en Irak? ¿Qué significa que en cada vez que se halla en Israel se sienta de izquierda? ¿Por qué el movimiento Libertad se unió a Acción Popular y al PPC y cómo pudo albergar en sus filas a individuos tan reaccionarios y conservadores como Rafael Rey, Manuel D’Ornellas, Patricio Ricketts y Eduardo Calmell del Solar? El análisis de estas y otras cuestiones relativas a la posición política de Vargas Llosa sirvió como punto de entrada para discutir otros temas como el de Cuba, la situación de la izquierda en el Perú, los errores en la campaña presidencial del 90, pluralismo, relativismo cultural y tolerancia, universalidad de los derechos humanos, etc.

Héctor sindicó a la izquierda como la gran responsable de la debacle política y social en el Perú durante la década de los 80 además de cómplice del aprismo y el fujimorismo en la derrota de Vargas Llosa: en el periodo 85-90 la izquierda y el aprismo votaron juntos en el congreso a favor de la estatización de la banca y en el 90 fue la primera vez que la izquierda y el APRA votaron juntos por el mismo candidato para cerrar las filas al “enemigo común”. Lo que no previeron fue la traición de Fujimori: “fujishock” y autogolpe.

En este punto, el consenso es inevitable. La izquierda —si bien hoy no está unida, ya sea por ausencia de líderes o por su desprestigio como opción política— no deslindó posiciones con Sendero Luminoso ni con el MRTA. Pero hablar de la izquierda como un movimiento compacto y sin matices conduce al equívoco. Cierto es que los políticos de izquierda no censuraron todos de la misma manera el accionar de los movimientos terroristas. Sin embargo, como lo mencioné en el debate, en el Perú y en Latinoamérica existen dos izquierdas: la democrática y la autoritaria; la que respeta el estado de derecho y el libre mercado, y la que pretende llegar al poder por el fusil. Por otro lado, recordemos que fue la izquierda —aunque no solo ella— la que colaboró en el diseño de la Constitución del 79, de carácter humanista y social. En síntesis, la gran deuda de la izquierda peruana es recuperar su imagen progresista ante la población, tan venida a menos puesto que se le identifica solo con el violentismo. Por ello, considero que Ñaupari se equivocó al señalar a la izquierda como un todo cuando, en realidad, aglutina a tendencias en conflicto y porque olvidó a la izquierda democrática que, de alguna manera, saldó parte de su deuda con la nación a través del Informe Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación.

La tolerancia y el relativismo cultural también generaron polémica en relación al artículo en el que Vargas Llosa abordó la prohibición del velo islámico a las mujeres musulmanas en Francia. Ñaupari, en la línea de Vargas Llosa y, supongo, de la mayoría de liberales, sostuvo que ciertas prácticas culturales deben ser erradicadas si atentan contra la cultura de la libertad democrática. A propósito de esto, Vargas Llosa considera que la cultura de la libertad es una creación de Occidente y un aporte del mismo a la humanidad. En consecuencia, extenderla hacia otras sociedades siempre será beneficioso para ellas, ya que las conducirá hacia el progreso tal como sucedió en Europa y los Estados Unidos. Pero ¿debe imponerse la democracia liberal a otras sociedades solo en virtud de las ventajas que representó para las sociedades donde se originó? ¿si es racional no importa por la fuerza? Equiparar el uso del velo islámico con la castración femenina puede ser muy útil en términos pragmáticos, pero sería como confundir a un fiel devoto de la beata Melchorita con un fanático religioso quákero: en ambos casos subyace una actitud de rechazo hacia creencias distintas a la propia, pero en grados diferentes. Considero que si el liberalismo desea consolidarse no solo como una forma de gobierno o regulación económica, sino como “actitud vital” del ser humano, debe recurrir a la ética intercultural. De esta manera, podrá dialogar con el sentido común de la gente, con lo que esta piensa, siente y actúa. Para ello, será menester que el liberalismo tome en cuenta las particularidades culturales de las sociedades donde pretende afianzarse (véase el artículo “Liberalismo y ética intercultural: ¿libertad por la razón o por la fuerza?”) debido a que discurso e ideología son modelados por la cultura y el lenguaje; en otras palabras, el liberalismo debe abandonar la actitud soberbia y perdonavidas que caracteriza a buena parte de sus representantes quienes lo impregnan con un manto de suficiencia y superioridad cultural, los cuales dificultan la recepción de sus contenidos y, contrariamente, provocan mayor rechazo. Por lo tanto, Vargas Llosa sobredimensiona las posibilidades de la cultura de la libertad al estilo occidental si se obvia el hecho de que Occidente, más que una región geográfica, es un estilo de vida y la representación de una cultura a la cual le costó “sangre, sudor y lágrimas” forjar un sistema político-económico. ¿Deben correr el resto de culturas la misma suerte que Europa atravesó durante siglos solo para alinearse con ella? No. Cada cultura debe forjar su liberalismo “sin calco ni copia”.

La cuestión de la libertad no estuvo ausente. En contraste con la postura de Ñaupari, manifesté que la libertad negativa (Isaiah Berlin desarrolló este concepto en su célebre ensayo Dos conceptos sobre la libertad) —aquella que consiste en la no interferencia del otro en el ámbito de la autonomía personal, es decir, de no coacción— es incompleta mientras no tienda puentes para establecer lazos solidarios con el otro, o sea, que si el otro es solo visto como una potencial amenaza frente a mi autonomía, este ensalzamiento de la libertad negativa de parte de cierto sector del liberalismo más radical se convertirá en un obstáculo para la formación de una sociedad solidaria, ya que fomentaría el individualismo y la atomización de las relaciones sociales. Por ello, no se debe confundir autonomía con individualismo: la autonomía liberal basada en el principio de la libertad negativa no debe recaer en un simple individualismo egocéntrico sino complementarse con la solidaridad, la cooperación y la justicia social.

Al término del debate, muchas ideas quedaron en el tintero y, por cuestiones de tiempo, algunas preguntas del auditorio no fueron absueltas. Sin embargo, Héctor se comprometió a participar en cualquier otro debate sobre el liberalismo que tuviera lugar en el CEPS. Finalmente, coincidimos en que, a pesar de los exabruptos ocasionales de nuestro laureado escritor, debemos reconocer —como dijera alguna vez— que “la política no se debe separar de la moral” y ello, Vargas Llosa lo ha demostrado a lo largo de su trayectoria como “novelista, ensayista, ciudadano y político”.

miércoles, mayo 21, 2008

AREQUIPA 1821-1824: La ciudad más importante del imperio español en América

Víctor Condori
Licenciado en Historia


La ciudad de Arequipa, desde su fundación en 1540 hasta mediados del siglo XVIII, constituyó una sociedad particularmente rural, no solo por encontrarse en medio de una generosa y primaveral campiña, sino, por que sus fundamentos económicos estuvieron básicamente centrados en la agricultura. Siendo la especialidad, el cultivo de la vid; cuya materia prima fue fundamental para la producción de los afamados vinos y aguardientes. Todo un orgullo de la élite local colonial.

Tan populares bebidas se elaboraban en los fértiles valles de la región, como Vitor, Majes y Moquegua; y su comercialización, además de la Ciudad Blanca, se extendía sobre una enorme área del virreinato peruano, siendo sus principales mercados los centros urbanos y mineros del Alto Perú (hoy Bolivia). Y precisamente hacia estos importantes mercados se exportaban a finales del siglo XVIII vinos y particularmente aguardientes (90%), por un valor superior al millón de pesos anuales. No obstante lo impresionante de tal cifra, hasta mediados de dicho siglo, Arequipa no pasó de ser una ciudad de relativa importancia dentro del virreinato peruano, por debajo de Lima y el Cuzco.

El Comercio Regional

A raíz del establecimiento del llamado “Comercio Libre” (1778), dicha actividad se convirtió, por encima de la minería, en la segunda más importante de la región, después de la tradicional agricultura. Y a través de este revitalizado comercio, la ciudad vinculaba la capital del virreinato con el extenso Sur Andino (Bajo y Alto Perú). Donde además de los reconocidos y bien ponderados vinos y aguardientes, se comercializaban los llamados “efectos de Castilla”, conformados generalmente por tejidos de todo tipo, artículos de lujo, papel, hierro, medicinas, azogue y armas.

Tales “efectos”, en un gran porcentaje fueron abastecidos desde la Ciudad de los Reyes, por importantes comerciantes capitalinos, miembros del poderoso gremio conocido como “Tribunal del Consulado de Lima”; quienes mantenían fuertes vínculos con sus homólogos aunque menos poderosos, comerciantes arequipeños, como Juan Crisóstomo Goyeneche, Mateo Cossio y José Menaut.

Una nueva situación

Luego de la independencia de Chile y fundamentalmente después de la ocupación de Lima, por las fuerzas patriotas del general José de San Martín en julio de 1821, la Intendencia de Arequipa se convirtió, no solo en el eslabón más importante entre el imperio español y el último ejército realista de América del Sur, sino también, en el único centro de abastecimiento de todo el sur Andino.

Esta nueva condición, favorecida por las imprevisibles circunstancias de la guerra, trajo enormes beneficios para la ciudad, permitiendo un crecimiento de la actividad mercantil, incrementando los ingresos fiscales, mejorando el abastecimiento de mercancías importadas y generando pingues ganancias a todo un vasto sector del comercio regional. Al respecto, un gran conocedor de la economía y sociedad arequipeña de la época, John Wibel, afirmaba que:

“El enorme volumen de mercancías vendidas en Arequipa durante el periodo de emancipación y el rol de la ciudad como centro del comercio con Bolivia y el sur del Perú atrajo comerciantes extranjeros a la región durante la independencia.”

Es decir, la nueva situación de Arequipa, generó una corriente migratoria hacia la ciudad de numerosos comerciantes, no solo extranjeros, sino también, limeños e incluso peninsulares, como Lucas de la Cotera, Francisco Luciano Murrieta, Ambrosio Ibáñez y Manuel Marcó del Pont. Entre los extranjeros estuvieron: Tomas Crompton, Guillermo Hodgson, Santiago Ygualt, Samuel B. Mardon, Juan Moens, Federico Marriot, Antón Von Lotten, etc.

Siendo Inglaterra la primera potencia comercial de la época, no fue de extrañar que la mayoría de los comerciantes extranjeros fuesen súbditos de su majestad británica; y por añadidura, junto con ellos, se instalaron también en Arequipa numerosas casas comerciales, cuyos negocios e inversiones, llegaron a alcanzar la impresionante suma de tres millones de pesos, en 1824.

El puerto de Quilca


Durante este singular periodo, las mercancías importadas o “efectos de Europa”, casi en su totalidad provenían de los numerosos barcos ingleses, franceses o norteamericanos, quienes legal o clandestinamente arribaban a los puertos de la Intendencia, atraídos por la posibilidad de realizar lucrativos negocios.

Para el desembarco de estas mercancías o “efectos”, el puerto elegido fue la caleta de Quilca, ubicado a un centenar de kilómetros de la Arequipa. Pese a no contar con las condiciones materiales ni portuarias para este fin, terminó convirtiéndose, a fuerza de necesidad, en el principal puerto de la región; soportando durante estos años un intenso tráfico marítimo, por los numerosos navíos que diariamente fondeaban frente a su litoral.

Tan elevados llegaron a ser los volúmenes de mercancías desembarcadas por este improvisado puerto, que en octubre de 1822, dos vecinos de Arequipa, Buenaventura Berenguel y Gregorio Vásquez, decididos a “pescar a río revuelto”, constituyeron una compañía a fin de convertir una pobres barracas en amplios almacenes:

“Para los cargamentos que traen a su bando las embarcaciones que tocan a dicho Quilca y depositan en las bodegas ellos...”

Ingresos Aduaneros

Los inmensos beneficios económicos generados por este impensado auge comercial, se percibieron no solo en los abultados ingresos de la élite mercantil arequipeña, sino también, en las infladas arcas de la hacienda virreinal. La Caja Nacional de Hacienda de Arequipa, experimentó durante aquellos años, una multiplicación en sus ingresos por concepto de importaciones; pasando de los modestos 9,105 pesos en 1821, a los esplendidos 389,641 pesos en 1824.

Fin de la guerra

Sin embargo, como habría de suceder otras tantas veces en el futuro, esta coyuntural prosperidad también fue falaz. Pues al llegar a su fin la guerra de Independencia (1825), finalizó la bonanza comercial junto con la privilegiada posición de la ciudad de Arequipa. Lima volvió a ocupar su lugar preeminente, ahora dentro de la nueva República Peruana. Algunos poderosos comerciantes como Lucas de la Cotera o Francisco Luciano Murrieta migraron a la península, y la economía regional tuvo que reorientarse en dirección a las necesidades del mercado internacional. Algunas fortunas locales, labradas durante los años de la guerra, comenzaron a languidecer lentamente al son de las centralistas políticas económicas y los nuevos señores de la guerra: los caudillos militares.

jueves, mayo 15, 2008

Entre el alcoholismo y la locura




Acerca de la última novela de Alfredo Bryce Echenique


Henry Rivas
henryrivas2001@yahoo.es
http://henryrivassucari.blogspot.com/


La última novela de Alfredo Bryce Echenique Las obras infames de Pancho Marambio (Planeta, 2007), no articula ningún propósito innovador, no desentraña un conflicto social (como en Un mundo para Julius), no transgrede ni desmitifica mitos (como en La vida exagerada de Martín Romaña), casi ni entretiene como sus grandes historias de amor (como en No me esperen en Abril); pero tiene un mérito rescatable: explora la decadencia ubicada entre el alcoholismo y la locura.

Bryce ha hecho del tema del fracaso su patrimonio: el fracaso latinoamericano, peruano, social e inevitable. Es imposible que uno de sus personajes triunfe sin antes morir, por ejemplo. Conviene una angustia escrita con antelación; al estilo de los Edipos y los Aquiles, no pueden ni quieren escapar de su destino.

Bienvenido Salvador Buenaventura es un rico abogado peruano; su deseo quiere escapar al escrito ya para toda su genealogía, sus padres, hermanos. La fatalidad amatoria, finalmente.

Salvador explora los placeres del primer mundo con bondad de rico: un peruano cosmopolita ya educado, retirado en la cincuentena para vivir como buen burgués soltero.

Pero en realidad, Bienvenido Salvador Buenaventura—el nombre ya presenta una tautología natural— huye de Lima para encontrarse con su destino al igual que Edipo. Lima es la ciudad donde su genealogía se ha podrido y fracasado por los vapores del alcohol.

Barcelona representa la consagración a una vida positiva e impoluta; sin embargo, el paraíso le trae por las rendijas del destino a un estafador: Pancho Marambio, a quien el narrador omnisciente, con casi tanta furia como el propio Bienvenido, bautizan con una gama de significantes para un solo significado. Pancho Marambio representa lo peor de la hipocresía, el ridículo y la estafa.

Bienvenido es víctima de una transformación al estilo Dr. Jekyll y Mr. Hyde; de abogado abstemio, respetable y culto a borracho callejero que se disculpa de su lamentable estado gracias a las estafas de Pancho Marambio. Ni siquiera el amor de Mariana Zañartu, ni la estima de su coadyudante, Gérard; podrán rescatarlo de las garras del alcoholismo.

Algo que podemos destacar en esta novela corta es el lenguaje. Bryce, a pesar del argumento pobre de esta historia, no ha perdido la fuerza del humor, la ironía y el estilo personal y zigzageante que le caracteriza. Un lenguaje marcado por la transgresión del castellano hacia otras lenguas y la atribución de nuevos códigos de representación semántica en sus descripciones e intertextos culturales.

Bienvenido Salvador Buenaventura no será a lo más el hombre que escapa del alcohol y la locura; y en su designio, solo deberá abrazarse a ella hacia su destrucción.

Julio Ramón Ribeyro escribió un excelente cuento sobre la adicción al cigarrillo: "Sólo para fumadores". Bryce ha escrito una novela sobre el alcoholismo y la degradación, sobre la locura y el destino. No es un tema ajeno en su literatura; muchos de sus personajes—Pedro Balbuena, Martín Romaña, Max Gutiérrez, etc.— ya tenían ese eje temático, pero no como elemento disociador de toda la novela, sino como un adjunto a las múltiples perspectivas, posibilidades y asuntos.

lunes, mayo 05, 2008

Las ONG en salmuera

Arturo Caballero Medina
acaballero@pucp.edu.pe

La carta que Aprodeh envió al Parlamento Europeo ha causado revuelo en el entorno político nacional. Francisco Soberón les dio en la yema del gusto a Correo, Expreso, La Razón, el fujimorismo y a la derecha enceguecida e iracunda que tiene en Rafael Rey, Lourdes Alcorta y Ántero Flores-Araoz a sus más conspicuos voceros (Lourdes Flores hace tiempo que no representa a nadie en su partido, al parecer, está más cómoda como rectora de la Universidad San Ignacio de Loyola). El presidente de este ONG pro derechos humanos no ha contribuido a la integración política de los emerretistas arrepentidos sino, más bien, a la postergación indefinida del debate sobre cómo lograr dicha integración. En Centroamérica y Colombia tuvimos algunos antecedentes exitosos respecto al tema: el FMLN (Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional) depuso las armas en El Salvador y sus representantes hoy deliberan democráticamente, más allá de la discrepancia que puedan despertar sus ideas; el M-19, las AUC (Autodefensas Unidas de Colombia) y gran parte de las fuerzas paramilitares también hicieron lo mismo, salvo estas dos últimas que no contemplaron como posibilidad su integración como partidos políticos como si ocurrió con el M-19 sino simplemente su disolución.


Difícilmente ocurrirá algo similar en el Perú después de la torpe gestión de Soberón. Ahora empezará la cacería de brujas contra las ONG sin distingo pues, para sus detractores, todas ellas están cortadas por la misma tijera: son “perros del hortelano” que se oponen al progreso, son antimineras, izquierdistas, retrógradas y le hacen el juego a movimientos terroristas si es que no constituyen su brazo legal. Soberón ha reavivado la persecución contra las ONG’s de la cual pensábamos se habían resignado a abandonar tanto el Ejecutivo como la prensa vocera del fujimorismo. Como era de esperarse, el apasionamiento nubló el análisis claro; la mesura fue reemplazada por el grito pelado. Ninguna de las partes involucradas abordo la cuestión con seriedad.

Y para complicar más el panorama, Soberón apareció en los mítines gremiales por el Día del Trabajo rodeado de los dirigentes de la CGTP, el SUTEP y de los partidos de aquella izquierda autoritaria, antidemocrática, cavernaria y nada autocrítica que aun cree viables el enfrentamiento, la violencia y los paros como medio para ejercer presión y lograr la consecución de sus reclamos. Soberón no comprende que actitudes como esta son las que aprovecharán los perseguidores de las ONG’s a las cuales tienen en la mira hace tiempo. Mucha razón tiene Nicolás Lynch cuando afirmaba que la izquierda autoritaria es el tonto útil de la derecha autoritaria: típico caso de extremos que se tocan.

La facilidad con la que el canciller José Antonio García Belaúnde culpa a Aprodeh deja entrever dos cosas: primero, que esta ONG posee una red de influencias tan gravitante que puede influir en los europarlamentarios para que no incluyan al MRTA en su lista de organizaciones terroristas; y segundo, que la presencia de nuestra cancillería en Europa, en comparación con el aparato del que dispone Aprodeh (y no solo ellos sino Sendero Luminoso y el MRTA) es nula o ineficiente. El canciller con rostro compungido y adusto endilgó la total responsabilidad de la resolución del Parlamento Europeo a la carta de Aprodeh mas no hizo ninguna exposición de las acciones tomadas por la cancillería para reforzar la posición peruana. Pareciera que, a sabiendas, dejaron que aquello siguiera su curso para cerrar el cerco contra las ONG's.

De otro lado, a mal árbol se arrima Soberón si es que pretende buscar apoyo popular ya que, además de confirmar las sospechas naturales de los que cuestionan, no solo a Aprodeh, sino a todas las ONG’s, más adelante notará que los cavernarios del FOCEP, el PCP, el PS y el MNI se colgaron de los quince minutos de fama que tristemente le otorgó la infausta carta al Parlamento Europeo.

Por supuesto que Aprodeh tenía el derecho de emitir una carta como aquella; sin embargo, la irresponsabilidad de su presidente radica en que no aporta ninguna evidencia para respaldar su afirmación: que el MRTA es un movimiento desactivado desde hace ocho años porque ya no actúa como antes. Con la misma lógica se habría declarado inactivo a este movimiento terrorista antes de la toma de la embajada japonesa. ¿Acaso previo a ello hubo atentados frecuentes? El MRTA fue autor de un hecho sin precedentes en la historia del Perú del cual ni siquiera Sendero Luminoso podría jactarse. Soberón sostiene que los reportes de inteligencia que dan cuenta de la reorganización del MRTA son falsos. Bien, es decir, presentar una carta sin pruebas es, a su entender, más sólido que los reportes de inteligencia. Suponiendo que así fuera, ello tampoco le otorga validez a su postura: la supuesta falsedad o manipulación de la información de inteligencia no significa que Soberón esté en lo correcto. Por ello, debe exhibir pruebas contundentes de lo que afirma. De lo contrario, las sospechas que se ciernen sobre Aprodeh y otras ONG’s tomarán cuerpo y entonces sí lamentaremos que otras instituciones pro derechos humanos y demás, vean limitados sus esfuerzos por ayudar a aquellos que el Estado —debido a la lentitud paquidérmica de sus instituciones y a la incompetencia de los presidentes regionales— todavía no puede ayudar a elevar su nivel de vida pese a que todos los días nos enrostran cifras alentadoras.

¿Veremos a un Soberón devolviendo el espaldarazo de la CGTP y compañía? Si ello ocurriera, tengo la plena seguridad de que aquella infausta correspondencia al Parlamento Europea obedeció no a convicciones principistas sino a una estrategia fríamente calculada.

(Para mayor información acerca del tema, sugiero revisar el blog del filósofo Gonzalo Gamio www.gonzalogamio.blogspot.com y el comunicado de IDEHPUCP)