jueves, junio 11, 2009

Bagua: todos somos víctimas

Arturo Caballero

A casi una semana de la masacre ocurrida en Bagua, la opinión pública recién va comprendiendo la dimensión de esta tragedia. Y es que en nuestro país tiene que morir mucha gente y de manera absurda y cruel para que nos sintamos condolidos, al menos en parte, por el sufrimiento ajeno. No basta que un puente intransitable se derrumbe al paso de un grupo de escolares, que un bus de transporte interprovincial se incendie y mueran calcinados todos los pasajeros, que semanalmente contemplemos atónitos que muchas personas mueren absurdamente en accidentes de tránsito y que las autopistas se tiñan de sangre, de todas las sangres, sino que tenemos que contemplar cuerpos mutilados, torturados y otros tantos regados en el pavimento como si se tratara de animales. El sufrimiento de los deudos no distingue lengua, etnia o clase social: así lo atestiguan el drama de las madres de los nativos muertos durante la refriega en Bagua y de los familiares de los policías asesinados. Todo ello ante la incompetencia de este gobierno cuya clase política, como en muchas otras oportunidades y tal vez peor que nunca, no está a la altura de su investidura. Sobre todo el Presidente de la República, Alan García.

Y es que todos somos víctimas en esta tragedia. Los pobladores de la Amazonía lo fueron de la incompetencia y el abuso de este gobierno respecto al manejo de los conflictos sociales. "Nativos, indígenas, chunchos, salvajes..." así los llamamos desde la metrópoli limeña, tan cultivada, aséptica y civilizada cuando se trata de valorar todo aquello que se encuentra fuera de sus límites. Tuvieron que pasar más de cincuenta días para que los reclamos de la población amazónica, directamente involucrada e ignorada por los decretos legislativos promulgados por el Congreso, recibieran la atención de los medios de comunicación, la opinión pública y el Ejecutivo. Tuvieron que morir salvajemente asesinados más de 20 policías y aún un número indeterminado de manifestantes para que el país prestara atención a lo que acontecía en aquel rincón olvidado donde habitan, según el presidente García, ciudadanos que no son de primera clase. Tanto el Congreso como el Ejecutivo dilataron irresponsablemente la solución de un conflicto anunciado. Importó más para ellos asegurar la imposición de una ley, a todas luces, incompatible con el derecho internacional que salvaguarda la propiedad de las comunidades nativas respecto a las tierras que ocupan. Fue más importante para Alan García y sus ministros derribar cualquier tipo de resistencia social ante una medida que no fue explicada satisfactoriamente a los pobladores directamente afectados, ello bajo una malentendida concepción del principio de autoridad.

Por otra parte, la policía fue víctima de la improvisación de sus mandos superiores (sobre todo políticos) quienes los expusieron al igual que en Pómac y en Vizcatán sin ningún tipo de resguardo. Y son víctimas cotidianas del desprecio de sus superiores, es decir, de los mandos políticos que recurren a ellos para que resuelvan por la fuerza aquello que son incapaces de resolver por la razón. Desprecio que se manifiesta también en la remuneración vergonzosa que recibe un policía quien tiene que ofrecerse como vigilante de establecimientos particulares para procurarse un ingreso digno o costear el gasto de un nuevo uniforme para lucir presentable durante las cumbres internacionales o en el hecho de que quienes se llenan la boca afirmando que defienden a la policía brillen por su ausencia durante los sepelios de los policías asesinados. A Mercedes Cabanillas, Mercedes Aráoz, Rosario Fernández, Antero Florez y Alan García (no menciono a Yeude Simon porque, simplemente, no existe) - al oficialismo aprofujimontesinista de derecha en general- la muerte de los policías es tan o más rentable que dialogar y prever la violencia: ¿qué hicieron para detener la masacre de los policías una vez enterados de que estaban secuestrados?

¿Y quiénes son los victimarios? La indiferencia de un enorme sector de la sociedad que mira hacia otro lado cuando la violencia no toca a su puerta, al igual que durante el terrorismo. Luego de Tarata, el terrorismo dejó de ser un problema que amenazaba a la pobre gente de la sierra o a los estudiantes de universidades públicas para convertirse en un problema que requería de una respuesta inmediata y ejemplar. Y ahí tuvimos, pues, La Cantuta. Ni el Informe Final de la CVR ni Putis ni Los Cabitos ni Huancasancos ni Accomarca ni Barrios Altos ni 20 años de violencia terrorista del Sendero Luminoso y del MRTA y del Estado han logrado sensibilizar a la mayor parte de la opinión pública sobre lo que significa ser testigo indolente del dolor ajeno. ¿Si todo ello no fue suficiente, qué lo será realmente? ¿El descubrimiento de fosas comunes en Bagua o de cadáveres calcinados o envueltos en sacos y arrojados de los helicópteros?

Del mismo modo actuaron -y lo vienen haciendo aún- los medios alineados con el gobierno que de manera cómplice y vergonzante ignoraron, ocultaron y minimizaron durante más de un mes lo que sucedía en la selva. Fabrican realidades y maquillan el horror de esta desgracia o la exhiben descarnadamente no con ánimo de denuncia sino de un regodeo comercial e infame. Sabemos más acerca de Bagua por intermedio de agencias internacionales que por nuestras propias fuentes. Expreso, La Razón y Correo seguirán exigiendo que se aplaque por la fuerza las manifestaciones en el interior del país argumentando que lo contrario, es decir negociar, dialogar o rectificar sería una muestra de debilidad. Y a nuestro presidente le fascina demostrar que él es quien manda. Quedó muy claro en la matanza de El Frontón y en la guerra sucia contra Vargas Llosa en el 90. Ivcher precavido como el que menos, olvidó muy pronto que el fujimorismo lo persiguió y lo despojó de su canal; ahora no duda en blindarse con Lúcar (el que acusó a Paniagua de recibir dinero de Montesinos), Aldo Mariátegui (quien considera que capacidad intelectual se corresponde con el manejo de una lengua), Jaime Bayly (el que indultaría a Fujimori) y Mónica Delta (la periodista que nunca opinó y que se tragó el sapo de su jefe Schütz), todos ellos sicarios mediáticos dispuestos a lavar los trapos sucios de este régimen.


Los etnooportunistas y nacionalistas también aportaron su cuota de violencia. Actuaron irresponsablemente y quieren sacar provecho ahora. Azuzaron a los pobladores y encendieron los ánimos. Lejos de explicar los alcances y las limitaciones de los decretos, se prestaron al juego fácil de la revolución. Vieron en Pizango a un potencial Evo Morales, seguramente, o tal vez Pizango se vio a sí mismo en el espejo del presidente boliviano. Fueron los tontos útiles que sirven de coartada a la triple alianza aprofujiderechista que los necesita para convencer al país de que existe algo peor que García, Keiko y Lourdes juntos.

Sin embargo, el gran victimario es Alan García. La patada al orate fue el gran anticipo de lo que tenía preparado ante cualquier obstáculo, grande o pequeño, que le saltara al frente. Después de calificar de comechados y sinvergüenzas a los maestros, en "el perro del hortelano" nos advirtió lo que pretendía hacer con los recursos naturales: por la razón o por la fuerza había que ponerlos en valor y todo aquel que apelara a la conservación del medio ambiente u objetara la llegada de la modernidad a aquellas localidades, alegando que podría dañar la integridad de las comunidades, era un retrógrado. Luego exhortó a los empresarios a que inviertan sin temor porque un presidente podía impedir que llegue al poder alguien que no es de su agrado (lo cual ya había sido demostrado). Hoy, sin ningún empacho, dice que los pobladores de la selva no son ciudadanos de primera clase que puedan decidir qué hacer con las tierras que poseen.

Durante el "Arequipazo", el APRA apoyó abiertamente la protesta contra la privatización de EGASA y EGESUR y promovió la vacancia presidencial de Alejandro Toledo. Al final, obtuvieron la cabeza de Fernando Rospligiosi. Ahora, ni siquiera contemplan la posibilidad de defenestrar a Mercedes Cabanillas (no todos en el gabinete tienen la decencia de la ex ministra de la Mujer). Como siempre, los compañeros preferirán tragarse los sapos que les manda su líder -Mantilla sabe mucho de esto- en lugar de discrepar abiertamente.

A García y el aprofujiderechismo esta masacre les va explotar en la cara el 2011. Si el Perú se suma a la órbita chavista, se lo deberemos a ellos.


Para entender un poco más los sucesos del Baguazo
Testimonio de sobrevivientes
“El informe de inteligencia que me dan a mí no es muy detallado” - Entrevista a Mercedes Cabanillas

lunes, junio 08, 2009

Liberalismo, Neoliberalismo y Socialdemocracia

Apuntes breves para algunas distinciones y otros puntos de encuentro

La página del profesor Francisco ha sido un grato descubrimiento no solo porque compartimos la idea de que entre liberalismo y neoliberalismo existen diferencias sustanciales, sino también porque consideramos que aquellos que merecen ser llamados liberales hoy (en la acepción clásica) son los socialdemócratas. En los personal, como mencioné en varias oportunidades, veo posible conciliar lo mejor del liberalismo clásico y del socialismo dentro de una propuesta socialdemócrata que, a fin de cuentas, tiende a ser un liberalismo socialista, socioliberalismo o liberalismo de izquierda.

En anteriores artículos y comentarios, expuse diversos argumentos que sostenían la posibilidad de un liberalismo de izquierda. Al respecto, soy conciente que en el Perú esta opción político-económica no tiene arraigo en la opinión pública, debido a que está muy extendida la idea de que todo aquello que provenga de la izquierda es subversivo, terrorista, antisistema, estatista o caduco después de la caída del socialismo en 1989. No se reconocen los matices que distinguen a la izquierda democrática o a la socialdemocracia del totalitarismo comunista tipo Stalin, Mao, Pol Pot, pensamiento Gonzalo u otros similares. Prueba de ello ha sido la enorme resistencia a considerar que tal opción podría ser una alternativa a los excesos del libre mercadismo (que en realidad se está convirtiendo en la impunidad del mercado y de los inversionistas: mercado libre = mercado impune) sobre la base del desprestigio histórico de la izquierda y de los logros alcanzados por el paradigma neoliberal.

Parece difícil aceptar que una ideología por sí sola no puede dar cuenta de todos los fenómenos de la realidad y que si complementa su perspectiva con otras aproximaciones se enriquece y no se pervierte o corrompe. Tampoco pierde en originalidad ni significa una traición a sus convicciones que algún intelectual que defendió posturas extremistas en el pasado, hoy en día, se manifieste a favor del respeto de los Derechos Humanos, el Estado de Derecho y la pluralidad cultural. Ello significa que no se trata de un individuo ajeno a los cambios históricos y que no persiste en actitudes anacrónicas y que, sobre todo, posee la capacidad de rectificarse ante las evidencias. (El teórico marxista Raymond Williams manifestó que conoció mejor el marxismo tomando distancia de él y ensayando su aplicación heterodoxa en otros fenómenos de la realidad distintos a la economía, tales como la cultura de masas o la cultura popular. El resultado fueron los Estudios Culturales que, en un principio y hoy un poco menos, representaron el ala académica que cuestionaba los métodos tradicionales de investigación de las ciencias sociales).

Veamos, en primer lugar, cuáles son las diferencias entre liberalismo y neoliberalismo.


Desde una visión histórica el “liberalismo” es el movimiento que nace al final del antiguo régimen (primero en Inglaterra) que se opone a las ideologías “conservadoras del sistema previo”. Durante años, liberalismo político (aumento de los derechos individuales y de las libertades políticas) y liberalismo económico (libre mercado contrario al proteccionismo) formaron parte de un mismo movimiento que se oponía tanto a los “conservadores” como a los “marxistas” .

Pero las cosas cambiaron. Desde que apareció la socialdemocracia, la explicación anterior queda totalmente fuera de lugar. Los socialdemócratas eran liberales en el terreno político, partidarios de la democracia y de los derechos individuales, pero en economía NO eran partidarios del libre mercado absoluto, NO creían que el libre mercado pudiera autoregularse gracias a la metafórica "mano invisible" que aludió Adam Smith. Estos defendían un “intervencionismo” en la economía distinto del “intervencionismo” proteccionista, pero dentro del capitalismo (precisamente por estas diferencias rompieron con los marxistas de inspiración leninista).
De esta forma podemos definir socialdemocracia como aquella doctrina que defiende medidas de intervención en la económica desde el estado. El intervencionismo se hace para "mejorar" el capitalismo evitando los desequilibrios derivados de la libertad total de mercado; sobretodo aquellos relacionados con la concentración de capital y el aumento de la polarización. En conclusión, la socialdemocracia es un intervencionismo que se hace para lograr una redistribución de la riqueza más justa. La primera manifestación generalizada de socialdemocracia (pero no la única) es la de tipo keynesiano (desde la 2ª Guerra Mundial hasta la crisis de los 70) aunque anteriormente ya se habían aplicado estas medidas a menor escala.

Por todo ello, después de 1945, no se puede usar el término liberal para referirse sólo a los defensores del liberalismo político y económico. Ya que hay otros partidarios del liberalismo político contrarios al liberalismo económico (entre los que me incluyo). Por eso apareció la palabra “neoliberalismo”, para evitar estos errores. Mientras que el liberalismo es un concepto mixto (política-economía) neoliberalismo es un concepto únicamente económico. Por eso en esta web jamás se denigra el término “liberalismo”.

Evidentemente hay personas que sí están interesadas en mantener la confusión y siguen usando el término “liberalismo”. Primero los marxistas y demás ideologías totalitarias. Ya que de esta forma, pueden “rechazar” el aspecto político (la democracia) destacando el aspecto económico (el neoliberalismo). Igualmente los neoliberales están muy interesados en seguir llamándose a sí mismos “liberales” (no hay más que ver como llaman a sus medios de comunicación). Por la razón inversa de los anteriores; pueden “rechazar” la crítica que se hace a sus políticas económicas, desatacando el aspecto político (los que no los apoyan “son partidarios del totalitarismo”). Invito a todas las personas que creen en la democracia y que son contrarias al neoliberalismo a que no caigan en esta “trampa”. Que jamás llamen “liberal” o “liberalista” a un defensor del neoliberalismo.

Es muy fácil encontrar contradicciones entre los que se autodenominan “liberales” cuando pones de manifiesto que aquellos países donde se han aplicado con más intensidad sus “medidas neoliberales” son aquellos donde menos “libertad individual” existe. Esto se debe a que la polarización social la hace imposible. De modo que si hay que llamar liberal a alguien, deberían ser a los socialdemócratas.

De lo anterior, debe quedar claro que los liberales de fines del 19 y los socialdemócratas de mediados del 20 tenían algunos puntos de encuentro, entre ellos, el equilibrio entre libertades políticas y libertades económicas. Inmanuel Wallestein en Después del liberalismo, apunta que la clásica oposición derecha/izquierda no era tal sino más bien una tríada compuesta por conservadurismo (derecha), socialismo, marxismo, comunismo (izquierda) y liberalismo quienes se oponían por igual a los dos anteriores. Entonces, dentro de este panorama, a lo largo del siglo XX, ocurrieron algunos reacomodos que llevaron a acentuar algunos encuentros y desencuentros entre las partes de esta triada.

En la medida que los ideales liberales se extendían, los conservadores nostálgicos por el Antiguo régimen hacían algunas concesiones al lado económico del liberalismo y muy pocas al político. He ahí el antecedente del neoliberalismo: acentuación de un aspecto del liberalismo clásico (lo económico) en perjuicio del otro (el político)