domingo, diciembre 22, 2013

LA IDEA DE COMUNIDAD

¿Cuál es la pregunta actual por la “comunidad”? La idea de comunidad ha concitado la atención de diversos pensadores a través de la historia. Platón y Aristóteles indagaron sobre la sociabilidad de los hombres, es decir, en qué sentido los hombres son seres sociales y animales políticos. Para Aristóteles, el hombre es político porque es racional, lo cual inserta una ruptura dentro de la visión clásica y redefiniendo la felicidad en tanto ataraxia (ausencia de perturbación), como distanciamiento de los asuntos públicos políticos para conseguir la felicidad individual. Así, la ruptura aristotélica escindió la felicidad individual y la justicia colectiva, a diferencia del conjunto de la filosofía clásica que establecía unidad entre ética y política según lo cual no se podía lograr la felicidad en una comunidad injusta. De este modo, quedaban vinculadas la virtud privada y la pública.



En un momento en que la unidad de la Polis griega se fundamentó en la racionalidad de juzgar el bien y el mal bajo los mismos valores, el dominio del imperio macedónico, desestabilizó la idea de una comunidad organizada en torno a la ética y la política, pues ello ya no podía ser más evaluado desde los parámetros de una comunidad de individuos que compartían los mismos valores, debido a la diversidad cultural producto de su expansión imperial.

Posteriormente, tuvo lugar otra ruptura en relación al pensamiento político y el cristianismo. Siendo que Cristo fue condenado por un orden político que no aceptó la soberanía de Dios en la tierra y que consideraba al hombre virtuoso por excelencia y no pecador, en consecuencia, una pequeña comunidad cristiana entró en conflicto con una comunidad política hegemónica, donde cada una se definía como más perfecta que la otra. Fue el momento en que la unidad política del imperio romano no podía mantenerse exclusivamente bajo criterios políticos, porque lo político se tornó en un nexo débil toda vez que la comunidad cristiana en franca expansión no acudió a lo político sino a la fe, pues ese vínculo resultó más fuerte. A consecuencia de que la comunidad política condenó a muerte al hijo de Dios en la tierra, surge una visión peyorativa del poder. La política fue percibida desde la comunidad cristiana como una dificultad en el camino hacia una vida santa. El cristianismo redefinió la pregunta por la comunidad estableciendo lazos de pertenencia más estrechos entre los individuos que albergaba, donde se admitía vivir con otros en la comunidad en tanto compartieran la creencia en una salvación comunitaria representada en el cuerpo de Cristo, en la comunión. Se trataba de un ritual que ratificaba la pertenencia comunitaria.



Los modernos criticaron el clasicismo sosteniendo que el hombre no es sociable por naturaleza sino que es un ser conflictivo. Según Hobbes, lo que nos hace iguales a los hombres es la capacidad de matar a otro. El hombre en estado natural destruye la vida social. Y si el hombre es un ser que desea, la felicidad es un continuo deseo. En este panorama, el deseo infinito en un mundo finito deviene siempre en conflicto, lo que hace del conflicto algo inevitable.

También redefinieron la relación entre lo público y lo privado. La impronta del individualismo, ausente en las reflexiones de los clásicos, motivó que la “vida buena” pasa al dominio de lo privado, mientras que en el ámbito de lo público se busca garantizar la pluralidad de formas de vida. En este sentido, el orden político no debiera aspirar a lograr la felicidad del hombre, sino a garantizar la convivencia entre diferentes formas de vida, es decir, que el debate se concentra en cuál sería la mejor forma de gobierno sobre una comunidad integrada por formas de vida diversas. Sin embargo, la pregunta por la mejor forma de gobierno fue desplazada por la discusión en torno a la legitimidad del poder, en un contexto donde se tuvo la convicción como afirmara Hobbes, de que sin Estado no hay sociedad. 

En contraste, Reinhart Koselleck distingue sociedad y Estado. Mientras Hobbes diferencia al individuo y al ciudadano en tanto confiere al primero el dominio de lo privado y al segundo el dominio de lo público, Koselleck considera que la vida social es posible sin mediación política estatal, o sea, que es posible una sociabilidad sin un Estado vigilante como decía Hobbes. 

Un interés particular de Koselleck fue indagar cómo se construyó en Europa una sociedad civil que se definió como apolítica, entendiendo lo apolítico no como negación de la política sino como subsistencia de la vida social más allá o prescindiendo de la política o como la fijación de límites al poder estatal. Si como sostiene Koselleck, la noción de crítica surgió desde la sociedad civil contra el Estado, toda vez que la sociedad civil enjuicia al orden político, ello trae como consecuencia una concepción apolítica de lo social y un enorme proceso de despolitización donde el orden de lo político, de la política como poder estatal, deviene prescindible. 



Y es allí donde el liberalismo introdujo una nueva forma de entender la vida social. Ya que sin el Estado la vida social sería mejor de acuerdo a las premisas del liberalismo; y si no es posible desaparecer al Estado, al menos se lo podría reducir al mínimo. Así, la vida social se fundamentó en el individuo y ya no en el Estado. 

Émile Durkheim introdujo nuevas reflexiones sobre la idea de comunidad: el estar juntos, el origen del vínculo social, el ser con los otros; una visión crítica de la sociedad en que vivimos y la disolución de la comunidad en microgrupos; la comunidad como un ideal a realizar; y la comunidad como un concepto analítico que sirve para pensar ciertas formas sociales. 

Jacques Rancière (El desacuerdo), Giorgio Agamben, (La comunidad que viene), Roberto Espósito (Communitas), Jean-Luc Nancy (La comunidad inoperante) y Maurice Blanchot (La comunidad inconfesable) nos ofrecen en un contexto contemporáneo, renovadas aproximaciones a la idea de comunidad que, a pesar de las sustantivas diferencias que presentan, parten de una visión que no busca restituir una noción de comunidad esencial o sustancial. En este sentido, parten de las críticas a cualquier posibilidad de fundamentar la comunidad en un principio trascendente, en otras palabras, a desencializar la idea de comunidad.