Arturo Caballero Medina
La orquesta del Siniestro Total
He dedicado los últimos post a las reacciones en contra de la CVR. (José A. Godoy comenta en su blog la carta que el general Donayre envió a La Razón felicitándola por su labor a favor de las Fuerzas Armadas, la cual es verdaderamente vergonzosa. Gonzalo Gamio también trató el tema de la CVR y las críticas suscitadas recientemente contra el informe y los ex comisionados). La semana que pasó Giampietri, Ántero Florez-Aráoz, Edwin Donayre, Rafael Rey y Cipriani han jugado en pared y al unísono para dejar sentir sus desavenencias respecto al Informe Final de la CVR. Pero no fueron los únicos; como ya nos tienen acostumbrados Uri Ben Schmuel (La Razón), Aldo Mariátegui (Correo) y Rafael Romero (Expreso) fungieron de cajas de resonancia de los desaciertos de aquellos personajes. (Después de la patinada de la ministra de Justicia parece que ahora cualquier individuo grato al gobierno puede ser honorable a pesar que tenga un pasado vinculado a la etapa más oscura que haya vivido nuestro país. Los Wolfenson practican el periodismo ad hoc que el fujimorismo añora: complaciente, tendencioso, agresivo, sumiso y manipulador. Se nota que al general Donayre no le interesa esto en absoluto porque se presta al juego).
El fin de fiesta lo dio la barra brava del fujimorismo con Patricia Vásquez Bocanegra de “espontánea” manifestante que siempre porta su cartel del Chino por si acaso haya por ahí alguna manifestación de la CVR. Sin embargo, el APRA no podía estar ausente: Mulder y Cabanillas hicieron lo suyo. Esta última denunció que la editorial Norma publicó de contrabando contenidos ideológicos inadecuados para los escolares que desconocen lo que el Perú vivió durante las dos décadas de violencia terrorista, de las cuales cinco años correspondieron al APRA.
Yo era el Rey de este lugar
Anteanoche Rafael Rey dio una explicación —quizá para él muy didáctica— acerca de los errores de la CVR en torno a la cifra oficial de víctimas. Considera que es un error equiparar las víctimas de las Fuerzas Armadas con las de los terroristas, deslizando la idea que aquellas son también responsabilidad de los terroristas por provocar intencionalmente una reacción violenta. Rey se da cuenta más de 20 años después que la estrategia de Sendero Luminoso fue provocar que las Fuerzas Armadas rompieran la institucionalidad democrática mediante el genocidio, algo que la clase política no evitó al confiar a los comandos político-militares el pleno control de las zonas de emergencia. (Al respecto, hoy miércoles en el marco del juicio a Fujimori, el coronel argentino en retiro José Luis García brindó una brillante exposición acerca de las limitaciones de las Fuerzas Armadas y la zozobra que puede experimentar una sociedad que abdica el control político ante los militares). Además, Rey sostuvo que los crímenes cometidos por las Fuerzas Armadas poseen el atenuante de las circunstancias que enmarcaron la violencia: los soldados actuaron bajo una fuerte presión psicológica lo que derivó en ciertos excesos, que no justifica pero que atenúan la culpabilidad. Frente a la pregunta de Cecilia Valenzuela acerca de qué hacemos para reconciliarnos toda vez que no podemos negar lo que ocurrió, Rey contestó sin mayor desparpajo: “perdonarnos, como lo hicieron en España”.
Ciertamente, muchos de los combatientes contra el terrorismo lucharon en desigualdad de condiciones ya sea porque se enfrentaron a un enemigo desconocido que recurría a la guerra no convencional o porque, y es lo más grave, el Estado y la clase política los abandonaron a su suerte. El Estado tiene una gran deuda no solo con las víctimas sino también con los militares a quienes confirió el control político en las zonas de emergencia. El informe de la CVR consigna las condiciones adversas que los soldados tenían que afrontar en espacios agrestes sin contar con los pertrechos necesarios para la supervivencia. Soccos, Putis, Accomarcca, La Cantuta y Barrios Altos no fueron exabruptos de tres o cuatro oficiales y subalternos que enloquecieron de momento para ajustar cuentas por el compañero caído en combate; no son como diría Ántero Flórez “golondrinas que no hacen un verano”. (Estas golondrinas tienen las alas teñidas de sangre señor ministro). Rafael Rey aun piensa como los curas del poblado de Kíllac en Aves sin nido: las víctimas de la violencia deben resignarse al dolor y el alivio lo encontrarán en el perdón.
De los terroristas debíamos esperar lo peor; ellos declararon la guerra a todos los que no pensáramos como ellos. No obstante, los crímenes de los militares de ninguna manera deben quedar impunes bajo la consigna del perdón y el olvido sin justicia. Si en España recientemente están abriéndose las heridas de la dictadura franquista es porque todos desean saber qué paso con sus familiares y amigos, y no porque tengan una pasión enfermiza por el sufrimiento. (Recomiendo la lectura de El fundamentalismo democrático de Juan Luis Cebrián quien comenta el costo político y social que significa hasta hoy para los españoles olvidar los sucesos del franquismo).
¡Qué siniestra que es nuestra derecha!
Un general que felicita a un diario fujimorista; un ministro que equipara cientos de muertos con eventuales golondrinas veraniegas; otro ministro chien de garde del cardenal; un cardenal que nada dijo cuando debía hacerlo; y un vicepresidente que acató órdenes superiores cuando era militar y que luego se retractó porque su superior es nuevamente su presidente nos muestran lo siniestra que es nuestra derecha peruana.
La orquesta del Siniestro Total
He dedicado los últimos post a las reacciones en contra de la CVR. (José A. Godoy comenta en su blog la carta que el general Donayre envió a La Razón felicitándola por su labor a favor de las Fuerzas Armadas, la cual es verdaderamente vergonzosa. Gonzalo Gamio también trató el tema de la CVR y las críticas suscitadas recientemente contra el informe y los ex comisionados). La semana que pasó Giampietri, Ántero Florez-Aráoz, Edwin Donayre, Rafael Rey y Cipriani han jugado en pared y al unísono para dejar sentir sus desavenencias respecto al Informe Final de la CVR. Pero no fueron los únicos; como ya nos tienen acostumbrados Uri Ben Schmuel (La Razón), Aldo Mariátegui (Correo) y Rafael Romero (Expreso) fungieron de cajas de resonancia de los desaciertos de aquellos personajes. (Después de la patinada de la ministra de Justicia parece que ahora cualquier individuo grato al gobierno puede ser honorable a pesar que tenga un pasado vinculado a la etapa más oscura que haya vivido nuestro país. Los Wolfenson practican el periodismo ad hoc que el fujimorismo añora: complaciente, tendencioso, agresivo, sumiso y manipulador. Se nota que al general Donayre no le interesa esto en absoluto porque se presta al juego).
El fin de fiesta lo dio la barra brava del fujimorismo con Patricia Vásquez Bocanegra de “espontánea” manifestante que siempre porta su cartel del Chino por si acaso haya por ahí alguna manifestación de la CVR. Sin embargo, el APRA no podía estar ausente: Mulder y Cabanillas hicieron lo suyo. Esta última denunció que la editorial Norma publicó de contrabando contenidos ideológicos inadecuados para los escolares que desconocen lo que el Perú vivió durante las dos décadas de violencia terrorista, de las cuales cinco años correspondieron al APRA.
Yo era el Rey de este lugar
Anteanoche Rafael Rey dio una explicación —quizá para él muy didáctica— acerca de los errores de la CVR en torno a la cifra oficial de víctimas. Considera que es un error equiparar las víctimas de las Fuerzas Armadas con las de los terroristas, deslizando la idea que aquellas son también responsabilidad de los terroristas por provocar intencionalmente una reacción violenta. Rey se da cuenta más de 20 años después que la estrategia de Sendero Luminoso fue provocar que las Fuerzas Armadas rompieran la institucionalidad democrática mediante el genocidio, algo que la clase política no evitó al confiar a los comandos político-militares el pleno control de las zonas de emergencia. (Al respecto, hoy miércoles en el marco del juicio a Fujimori, el coronel argentino en retiro José Luis García brindó una brillante exposición acerca de las limitaciones de las Fuerzas Armadas y la zozobra que puede experimentar una sociedad que abdica el control político ante los militares). Además, Rey sostuvo que los crímenes cometidos por las Fuerzas Armadas poseen el atenuante de las circunstancias que enmarcaron la violencia: los soldados actuaron bajo una fuerte presión psicológica lo que derivó en ciertos excesos, que no justifica pero que atenúan la culpabilidad. Frente a la pregunta de Cecilia Valenzuela acerca de qué hacemos para reconciliarnos toda vez que no podemos negar lo que ocurrió, Rey contestó sin mayor desparpajo: “perdonarnos, como lo hicieron en España”.
Ciertamente, muchos de los combatientes contra el terrorismo lucharon en desigualdad de condiciones ya sea porque se enfrentaron a un enemigo desconocido que recurría a la guerra no convencional o porque, y es lo más grave, el Estado y la clase política los abandonaron a su suerte. El Estado tiene una gran deuda no solo con las víctimas sino también con los militares a quienes confirió el control político en las zonas de emergencia. El informe de la CVR consigna las condiciones adversas que los soldados tenían que afrontar en espacios agrestes sin contar con los pertrechos necesarios para la supervivencia. Soccos, Putis, Accomarcca, La Cantuta y Barrios Altos no fueron exabruptos de tres o cuatro oficiales y subalternos que enloquecieron de momento para ajustar cuentas por el compañero caído en combate; no son como diría Ántero Flórez “golondrinas que no hacen un verano”. (Estas golondrinas tienen las alas teñidas de sangre señor ministro). Rafael Rey aun piensa como los curas del poblado de Kíllac en Aves sin nido: las víctimas de la violencia deben resignarse al dolor y el alivio lo encontrarán en el perdón.
De los terroristas debíamos esperar lo peor; ellos declararon la guerra a todos los que no pensáramos como ellos. No obstante, los crímenes de los militares de ninguna manera deben quedar impunes bajo la consigna del perdón y el olvido sin justicia. Si en España recientemente están abriéndose las heridas de la dictadura franquista es porque todos desean saber qué paso con sus familiares y amigos, y no porque tengan una pasión enfermiza por el sufrimiento. (Recomiendo la lectura de El fundamentalismo democrático de Juan Luis Cebrián quien comenta el costo político y social que significa hasta hoy para los españoles olvidar los sucesos del franquismo).
¡Qué siniestra que es nuestra derecha!
Un general que felicita a un diario fujimorista; un ministro que equipara cientos de muertos con eventuales golondrinas veraniegas; otro ministro chien de garde del cardenal; un cardenal que nada dijo cuando debía hacerlo; y un vicepresidente que acató órdenes superiores cuando era militar y que luego se retractó porque su superior es nuevamente su presidente nos muestran lo siniestra que es nuestra derecha peruana.