jueves, marzo 17, 2011

PPK: ¿un candidato no tradicional?



Por Carlos Arturo Caballero

El fenómeno PPK ha generado un verdadero tsunami en el ciberespacio. Los medios señalan que es el candidato favorito de los cibernautas en las redes sociales donde aparentemente arrasa con sus contendores, pues obtendría mucho más aceptación de lo que revelan las encuestadoras. Prueba de ello es la nada despreciable legión de entusiastas y espontáneos cibernautas que no dudan en reenviar el artículo que Jaime De Althaus escribiera sobre el candidato de la Alianza por el Progreso. En este momento, podríamos afirmar que De Althaus es el columnista más leído a través del reenvío de correos electrónicos y redes sociales. Esta es la maquinaria publicitaria más efectiva para la campaña de PPK: la difusión de una apretada, pero sucinta y persuasiva semblanza del candidato en mención. Su notable ascenso en las encuestas se lo debe, en parte, al amigable artículo de De Althaus, ya que su contenido es tan claro y distante de complejidades teóricas que cualquier lector sentiría que su candidato palidece ante la impresionante trayectoria y cualidades de PPK.

Una primera lectura del fenómeno PPK es que, posiblemente, Internet sea el espacio en el que se decidan las batallas políticas en el futuro y no solo un complemento publicitario. A diferencia de las décadas anteriores, cada vez es mayor la cantidad de ciudadanos que posee acceso a tecnologías masivas de información que antes solo estaban al alcance de una determinada élite socioeconómica. No obstante, no habría que ser tan optimistas al respecto, pues aún falta mucho por recorrer para que el ciberespacio se constituya en un espacio decisivo de deliberación política, ya que el porcentaje de la población que se informa sobre temas políticos a través de la red es ínfimo en comparación a lo que obtienen de la televisión, la radio y la prensa escrita. A pesar de ello, el impacto de la campaña de PPK por este medio viene sentando un precedente que no se debe ignorar: la espontánea adhesión de una parte de la ciudadanía que, mediante la red, comparte y apoya una opción política sin ánimo partidista o militante, sino exclusivamente basada en la confianza depositada en una imagen prediseñada por un periodista de opinión. El problema que encuentro aquí es la poca o nula disposición al examen riguroso de dicha imagen, puesto que no se repara en el hecho que no solo se necesita un profesional calificado como primer mandatario de una nación, sino también a un individuo comprometido con temas como derechos humanos y lucha anticorrupción.

Acerca de lo manifestado por Jaime De Althaus, tengo que decir que la simplificación de su análisis sobre PPK logra persuadir, pero abusando de gruesas omisiones y reducciones imperdonables. Desde el inicio anuncia que considera a PPK un candidato no tradicional. ¿Puede serlo alguien que ha ejercido altos cargos dentro el Ejecutivo y cuya participación en la elaboración de ciertas leyes que exoneraban de tributos a empresas mineras y petroleras extranjeras resulta poco menos que indignante? ¿Lo es alguien que cuando fue ministro de Economía durante el gobierno de Toledo declarase que cambiar reglas y contratos es una idea propia de gente de los Andes, un lugar en el que no se puede pensar con claridad por los escasos niveles de oxígeno? ¿Cómo podemos calificar a un candidato que se une al coro de voces que buscan tumbar a Alejandro Toledo no con ideas sino con agravios y burlas y que hace unos meses intentó asustar a la opinión pública señalando que un eventual triunfo de Susana Villarán ahuyentaría las inversiones extranjeras? ¿De quién es operador PPK: de los intereses nacionales o de los transnacionales, de la agenda una derecha liberal en lo económico, pero conservadora en lo político? Hasta aquí me queda claro que PPK comparte algunas actitudes de los políticos tradicionales.

Descalificar su candidatura en virtud de la posición económica, de su trayectoria como funcionario, de su doble nacionalidad sería actuar con mezquindad. En lo personal, me parece que es el candidato que profesionalmente y como tecnócrata supera ampliamente al resto de sus contendores; sin embargo, ese no es problema. Lo sustancial es saber cuánto está dispuesto a reformar en la política económica, tributaria, laboral. Asimismo, conocer cuál es su postura respecto a temas de derechos humanos, el indulto a Fujimori, los procesos anticorrupción y el seguimiento a las recomendaciones de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, matrimonio homosexual y legalización del aborto por mencionar solo algunos temas. (De hecho su alianza con el PPC dificulta, desde mi punto de vista, cualquier apertura hacia una flexibilización en materia de derechos sexuales y culturales, debido al denodado conservadurismo de este partido). Mi objeción a la semblanza de De Althaus es que construye y reafirma una imagen de PPK netamente economicista, de manera que sugiere que todos los problemas del Perú se reducen a cuestiones del mercado, de oferta y demanda, de inversión o de profesionales calificados. Esto es importante, muy importante, pero no es lo único.

La presencia de PPK como ministro de Estado sirvió para garantizar la estabilidad de las inversiones de conglomerados transnacionales que vieron y perciben en él a alguien que tiende puentes entre el Estado y el empresariado. ¿Estará dispuesto a renegociar el impuesto a las sobreganacias de las empresas mineras o siquiera a mencionarlo? ¿Será partícipe de un referéndum para evaluar la privatización de las empresas administradoras del agua o simplemente lo decretará?

De mi parte solo tengo más dudas que certezas sobre la candidatura de PPK. La única seguridad que poseo es que no se trata de un candidato no tradicional, sino de un tecnócrata eficiente y exitoso que ha sabido mantener un perfil bajo cuando se ha requerido y en cuyo haber político solo falta la presidencia de la República, la cual es una actitud, por decir lo menos, muy tradicional.

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