viernes, julio 28, 2006

VEINTE CUENTOS EXTRAÑOS Y UNA NOVELA SUICIDA

De Sarko Medina Hinojosa

PRÓLOGO

Hay escritores que buscan incesantemente por medio de una vida bohemia el camino a la creación. Hay muchos que leen cantidades monumentales de textos y sin embargo no se encuentran como escritores; pero hay otros, los de otra raza, cuya vida cotidiana transcurre entre la literatura y la vida y éstas se entremezclan de tal modo que existe un punto donde ya no podemos distinguir qué tanto es vida y que tanto es literatura.

Así conocimos los náufragos a Sarko Medina, de una manera real maravillosa, pues antes de tenerlo enfrente ya conocíamos su arte, esas crónicas urbanas en el Diario Noticias, donde compartíamos el espacio cultural; pero aún trabajando juntos nunca nos habíamos visto, pues los horarios de entregas de nuestros trabajos escritos eran distintos; pero Sarko ya estaba en las conversaciones de nuestro clan literario donde comentábamos cada aparición de sus crónicas.

Allí la única que había visto a este nuevo escritor era Susan Calderón Torres, la correctora oficial del Diario y náufraga honoraria. El encuentro se dio en la presentación de un libro y de la conversación nació junto con la admiración una gran amistad.

Así llegaron a nuestras manos estos Veinte cuentos extraños y una novela suicida cuyo eje temático deambula entre la problemática urbana, los excluidos y la crónica policial. Hay que añadir el ingrediente fantástico en algunos de sus relatos y la innovación estilística en la novela, compuesta con elementos de la post modernidad como el Internet, el chat, la escritura oral ( o la fabulación de la escritura oral en todo caso).

Hay una contemplación periodística en los personajes protagonistas de las historias de Sarko Medina, la contemplación desde el punto de vista del cronista policial. La crónica, recordemos, llega a nuestra patria con los conquistadores y era un género histórico más que literario que trataba de representar la realidad fantástica vista por los primeros conquistadores y pobladores europeos sobre esta tierra; pero la crónica siempre ha estado en la ojeriza de los historiadores, porque siendo el elemento oficial del siglo XVI y XVII principalmente para informar sobre los sucesos en las tierras ganadas, se prendían de las hipérboles, in median res, anacolutos y demás elementos de la escritura oral, es decir, de la fabulación y la creación de un relato.

Los cronistas escribían novelas primitivas que se llamaban crónicas. Hoy llamamos crónicas a esas narraciones que nos cuentan desde un punto de vista particular, una perspectiva personal de un hecho grave que en nuestra sociedad decanta a lo trágico, miserable, sórdido.

El mundo imposible de la modernidad, la enajenación del ser humano, la decadencia de la moral; ésos son los elementos en los cuales se mueve como pez en el agua Sarko Medina, a la sociedad y su tragedia cotidiana, los compadritos, las prostitutas, los delincuentes; con los que nutre a veces en primera persona sus historias truculentas, a veces irónicas y hasta sumamente tristes, y citadinas.

Entre las narraciones que nos llaman poderosamente la atención está Las mujeres que esperan. En esta narración encontramos una constante en las narraciones de todo el libro, el sujeto marginal, excluido; en este caso la mujer, doblemente excluida por la sociedad machista y por su situación económica. Las mujeres que esperan se hallan desperdigadas por la ciudad, el pueblo, el caserío, pero todas ellas comparten el lugar común al costado de la plaza mayor. Allí se reúnen en las tardes a tejer mitones de colores para las manos de sus hombres. Todas conversan de una manera especial, con susurros para poder escuchar la voz del que se fue cuando las llame por su nombre y venga corriendo a su encuentro. Encontramos una alegoría en esta narración a la Penélope de Ulises, la mujer que teje y desteje con la esperanza de volverse a encontrar con el ser amado; pero en este caso no son ni reinas ni damas de alcurnia, son simples mujeres de pueblos, caseríos, gente sencilla humilde que contempla el tiempo con la esperanza de encontrarse con el amado que las abandonó o que les prometió algo. Hay también un elemento que nos devuelve al presente, el paraíso norteamericano, que aparece desdibujado y desmitificado. Las mujeres esperan, caminan por la ciudad sin sombras que las sigan, puesto que la suya se fue detrás de los esclavos de plátanos estadounidenses, en las guerras sin sentido estadounidenses, de ese maldito país que se lleva a nuestros hombres para que se traguen el insulto de ser sudacas de mierda!!

En Los funerales del Tuti vuelve el tema de los excluidos, pero en este caso los excluidos son los marginales lumpen de la ciudad, cuyo destino no puede ser otro más que el fatal sin que ni siquiera la religión encarnada por Dios pueda cambiar ese destino fatal con el que han nacido. ¡Por qué el Tuti ha muerto, carajo! Y bien muerto cuando la china Sonia lo encontró sentadito en la puerta del comedor todo callao nomás. Y más muerto cuando lo taparon con periódicos, cuando el fiscal ordenó levantarlo, más cuando lo examinaron los médicos, e infinitamente muerto cuando lo recogimos de la morgue toda la mancha de drogadictos, tías y reducidores de la Calle del Desengaño que, juntando de sol en sol, logramos arrancarlo del estatus de NN para devolverle un nombre olvidado: Lucas Somocurcio Delfinsi.

Quizás el cuento más logrado sea Los deseos contrarios, donde el sujeto marginal adquiere la conciencia y esperanza que el hecho de ser un perdedor se reduce a su actitud y a una especie de conjuro maldito; pero ni aún así, ni descubriendo su propia predilección hacia la fatalidad puede escapar de ese destino. Porque si de algo estaba completamente seguro era que si pensaba-¡cualquier cosa que pensara!-lo opuesto iba a resultar...¡Maldita la mala hora de mis deseos!, se dijo.

El Falo Perdido no puede transcurrir sino entre carcajadas, el falo adquiere una personificación y auténtica odisea antes de regresar a su cuerpo original como un todo. Hay un conflicto en el personaje Napoleón Bejarano: qué vale más en un hombre: El falo o el hombre y en ese conflicto existencial sucederá la separación. De tanto dejar su aliento sanguinolento en las calles, los perros trataron de comerse al falo. Éste se defendió mediante salivazos certeros de las reservas de semen de su escroto vencido, según se comprobó después al encontrarse los cadáveres de algunos canes...



En Redecorter observamos la influencia de Borges y el tiempo, el género fantástico no ha sido muy frecuentado por escritores peruanos. El retroceso cronológico lo observamos también en Viaje a la semilla de Alejo Carpentier. La muerte como símbolo de comienzo y fin, el sujeto consigue su libertad por medio de la muerte en un retroceso hasta su infancia donde desaparece y libera su alma después de una vida caótica y llena de crímenes.

Hay también una temática fantástica cristiana, destaca en esta concepción al adaptación de la Biblia Job y la apuesta. Donde moderniza la tradición hebrea a nuestros tiempos y nos conduce a la duda y la ironía de un Dios débil, tentado por el demonio y un sujeto con fe ciega y paciencia ante el dolor y los avatares funestos de la vida.


La novela suicida debe leerse con una intención distinta y sin remilgos ante los cambios e innovaciones formales que el narrador utiliza para lograr la mimesis de la sociedad en su argumento.

El resultado es positivo, un nuevo lector, un lector post moderno necesita también de un nuevo narrador, un narrador que le ofrezca nuevas posibilidades estéticas, en este caso, el narrador simula la oralidad escrita que debemos definir como una fabulación de esta, es decir, una simulación de oralidad en el texto. La escritura en Internet nos plantea esa situación, con una atrofia del lenguaje propia de la mediatez del texto. El chat, el correo electrónico no pasan por la etapa reflexiva de la escritura, sino más bien utilizan lo mediático de la oralidad, donde por su apresuramiento y cotidianeidad no se reflexiona, se obtiene entonces un tipo de discurso distinto, directo, fresco, a veces incomprensible, pero que forma parte ya de la revolución del lenguaje que estamos viviendo solo como una etapa inicial.

E incluso el epígrafe sacado de un grupo de rock, rebelde y con concepciones subterráneas nos adentra a la tragedia del mundo moderno que encuentra en Martín, el protagonista, su simbolización y banalización. El suicidio se presenta como una puerta de escape en ese túnel horroroso y vacío que es la vida moderna. El amor, la música, el entorno lleno de amigos igual de frustrados y las drogas. Un ejemplo de esta escritura post moderna es el Poema escrito mientras el veneno hacía efecto.

Así Sarko Medina se inscribe en nuestras páginas literarias, siguiendo el rompimiento de la tradición y dejando un hito para el descubrimiento de un nuevo tipo de lectura , que sea solo el comienzo de una fructífera carrera.

Henry César Rivas Sucari

Revista Náufrago

Sobre Los ríos profundos y el neoindigenismo

Carlos Arturo Caballero (*)
Pontificia Universidad Católica del Perú.

Establecer los límites precisos entre corrientes y generaciones literarias es una tarea que a veces pretende clasificar lo inclasificable o, en el mejor de los casos, brindar una información de manera didáctica y organizada a la comunidad literaria (profesores, investigadores, estudiantes).

En el caso del neoindigenismo, investigadores como Tomás G. Escajadillo y Ricardo González Vigil, han establecido las características del neoindigenismo en el marco del proceso del indigenismo peruano y del “boom” latinoamericano, con la finalidad de explicar la inclusión de José María Arguedas dentro de la nueva narrativa latinoamericana. Esta pretensión resulta acertada en tanto las características del neoindigenismo atribuidas a Los ríos profundos (1958), aproximan a esta novela a la nueva narrativa latinoamericana, opinión que puede encontrar múltiples resistencias de parte de los defensores de la tradición, que consideran que la obra de Arguedas y Ciro Alegría pertenecen a la fase final de la narrativa regionalista latinoamericana conformada en su primera fase por Rómulo Gallegos, José Eustasio Rivera, Ricardo Güiraldes y Jorge Icaza entre otros.

Para definir adecuadamente el neoindigenismo es preciso, primeramente, situarlo dentro del proceso del indigenismo peruano. Tomás G. Escajadillo distingue diversas etapas del indigenismo: a) Indianismo, dentro del cual se encuentran Clorinda Matto de Turner con Aves sin nido (1889) y Narciso Aréstegui autor de El padre Horán, tipificados como indianismo romántico-idealista; a su vez, Abraham Valdelomar y Ventura García Calderón se ubican dentro de la vertiente del indianismo modernista. En ambos casos, el indianismo consiste en una visión pintoresca, folklórica, idealizada del indio, quien se convierte en una figura decorativa del paisaje, en un elemento exótico. Si bien la visión romántico-idealista de Clorinda Matto da cuenta de los abusos y de la postración del indio, asume que el problema indígena se resolverá con la llegada de la modernidad, del progreso y la educación a la sierra. El blanco occidental es presentado como el encargado de llevar la civilización al mundo barbárico de Killac. Resulta para ello indispensable que el indio abandone su cultura primitiva (mitos, leyendas, pensamiento mágico-religioso) para que se integre a la civilización; esto porque para el positivismo (sistema filosófico predominante en Europa a fines del siglo XIX, del cual Clorinda Matto se nutre), la ciencia, el progreso y la modernidad son incompatibles con el pensamiento mítico-mágico-religioso. La visión modernista percibió al indio como un símbolo del pasado glorioso de una nación que en la actualidad no es conciente de su realidad y que se ha degradado[1].

En segundo lugar tenemos, b) Indigenismo puro, que consiste en la crítica y denuncia social de los problemas que aquejan al indio. Dichos cuestionamientos aspiran a la objetividad y al retrato fidedigno de esa realidad nefasta al indio. Para Mariátegui el problema del indio es netamente de carácter económico (el problema de la propiedad de la tierra), no sólo la educación o la religión. Según Tomás G. Escajadillo, los Cuentos andinos (1920) de Enrique López Albújar iniciaron esta tendencia.

En la fase terminal de este proceso está, c) Neoindigenismo, con Arguedas y Los ríos profundos y algunos narradores de la generación del 50 como Carlos Eduardo Zavaleta (Los Ingar), Eleodoro Vargas Vicuña (Nahuin), y Ciro Alegría (El mundo es ancho y ajeno).

Sintetizando las características esenciales del neoindigenismo tenemos: a) vinculación con una nueva narrativa, sobre todo la que se asocia al realismo maravilloso. Este concepto, cuya definición puede resultar problemática, es preciso delimitarlo, en el sentido que debe ser asociado a Los ríos profundos. El realismo maravilloso viene a ser la exageración de la realidad, la exposición de hechos paradójicos, sobrenaturales, que para los personajes de la ficción son total y absolutamente cotidianos; no así para el lector que es ajeno a esa experiencia “maravillosa”. La contemplación del zumbayllu —trompo, que para un niño occidental le es tan familiar como cualquier juego de su edad— provoca en los niños del colegio internado de Abancay, gran curiosidad y admiración, congregándolos a todos incluso a Ernesto. El zumbayllu es humanizado y mitificado por Ernesto:

“Una sombra gris aureolaba su cabeza giradora . . . Y su agudo canto brotaba de esa faja oscura. Eran los ojos del trompo, los cuatro ojos grandes que se hundían . . .” (Arguedas 1995, 241-242). “El canto del zumbayllu se internaba en el oído, avivaba en la memoria la imagen de los ríos . . .” (1995, 243).

El zumbayllu tiene ojos, cabeza y además canta y baila. De todos los pasajes de Los ríos profundos donde se hace mención a piedras, árboles y ríos que hablan (Apurímac significa “dios hablador”), la escena de la llegada del zumbayllu al colegio me parece la más cautivadora para ejemplificar la presencia del realismo maravilloso en esta novela.

Cabe resaltar que esta variante del realismo maravilloso de Arguedas se distingue de la mostrada por algunos escritores del “boom” (tales como Rulfo, García Márquez, Carpentier, Cortázar entre otros) en que estos últimos la realidad objetiva se distancia de la realidad narrada por la exposición de un hecho inverosímil, inaudito, que el lector reconoce como tal, pero que acepta en aras de la efectivida del relato, es decir, para que la historia haga efecto en el lector. En cambio, en Arguedas lo objetivo y lo subjetivo forman una continuidad; la realidad objetiva no se distancia de lo narrado. El animismo andino es mágico, mítico y religioso precisamente porque en un mismo nivel se integran el lenguaje y la realidad: armonía con la naturaleza, espíritu solidario con el prójimo, amor a los animales. Los objetos no son inertes, tienen vida, y es que para el occidental que “cosifica” al indio condenándolo al silencio y al abandono de su comunidad con la naturaleza, no tiene sentido que “los ríos o las piedras hablen”.

Por otro lado el neoindigenismo se orienta hacia b) el lirismo, lo cual aproxima a Los ríos profundos hacia la novela poemática, siguiendo la línea de La casa de cartón (1928) de Martín Adán, salvando las distancias específicas entre ambos textos. En la novela de Arguedas se insertan cantos quechuas, estribillos y poemas que rompen el molde clásico de la narración en prosa. Recurso a un evidente intertexto a la manera de Jorge Luis Borges o Julio Cortázar, pero con características particulares. El lugar común entre Los ríos profundos y las novelas del “boom” latinoamericano es la lectura fragmentada de estos textos insertados (experimentación mucho más notable en El zorro de arriba y el zorro de abajo, cuya lectura fragmentada es parte de toda la estructura de la novela).

El neoindigenismo debe entenderse como una superación del indigenismo ortodoxo en cuanto a la técnica narrativa, el acercamiento a la prosa poética, la inserción de lo real maravilloso, (características desarrolladas por Tomás G. Escajadillo y ampliadas por Ricardo González Vigil) y, a mi modo de ver del cambio de escenario en el cual se situaba tradicionalmente al indio, campo-gamonal-indio, por la ciudad industrial, capitalista, que atrapa al indígena dentro del consumo (uno de los temas tratados en la novela póstuma de Arguedas, El zorro de arriba y el zorro de abajo [1971]). Dentro de esta perspectiva, es acertado incluir a Los ríos profundos como novela neoindigenista, con la implicancia de considerar a su autor de manera justificada, como integrante de la nueva narrativa latinoamericana, inclusión que tardíamente muchos críticos han terminado por aceptar. Finalmente, una consecuencia que me parece importante tener en cuenta es que la inserción de Los ríos profundos como novela neoindigenista y la comprensión de las características del neoindigenismo, abren la posibilidad de considerar a novelas más recientes como Lituma en los Andes (1993), Historia de Mayta (1984) de Mario Vargas Llosa o País de Jauja de Edgardo Rivera Martínez, dentro del neoindigenismo.

Bibliografía

Arguedas, José María. Los ríos profundos. Ed. de Ricardo González Vigil. Madrid: Cátedra, 1995.
CORNEJO POLAR, Antonio. Literatura y sociedad en el Perú: La novela indigenista. Lima: Lasontay, 1980.
Matto de Turner, Clorinda. Aves sin nido. 1889. Lima: Peisa, 1990.
Mariátegui, José Carlos. Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana. 1928. Lima: Orbis Ventures, 2005.
* Licenciado en Literatura y Lingüística por la Universidad Nacional de San Agustín. Actualmente cursa la Maestría en Literatura Hispanoamericana en la Pontificia Universidad Católica del Perú donde también ejerce la docencia en Estudios Generales Letras.
[1] Léanse los poemas de José Santos Chocano, “Las punas”, “Otra vez será”, “Quién sabe” e incluso en parte, “Blasón”. La constante es la imagen derrotada, resignada, melancólica y conformista del indio; y un paisaje desolado de los andes que pareciera ha influido en el temperamento apocado del indio. Determinismo científico muy común a fines del siglo XIX y principios del siglo XX, momento en el que las ciencias formales y exactas buscaban una interpretación “real” y “positiva” del mundo, influyendo en las ciencias humanas que pretendían explicar sus particulares objetos de estudio a la manera de la Química, Física, Biología y Matemática. La psicología del indio, según esta concepción, estaría determinada por la geografía de la sierra.