viernes, marzo 28, 2008

El Tíbet, China y nuestro presidente olímpico

Arturo Caballero Medina
acaballerom@pucp.edu.pe

Un poco de historia

Desde que en 1952 las tropas comunistas chinas invadieran el Tíbet, la persecución religiosa, las protestas contra el régimen de Pekín y la violenta represión contra los manifestantes tibetanos han sido frecuentes cada cierto tiempo. Las aspiraciones de dominio chino sobre el Tíbet son históricas. Luego de que China lograra su unificación bajo la dinastía Qing (manchú), invadió el Tíbet en 1720 con el fin de expulsar a los mongoles; a cambio de lo cual, el gobierno tibetano liderado por el Dalai-Lama de aquella época, permitió la instalación de una guarnición militar china en su territorio. Años después en 1792, los manchúes volvieron a intervenir en Tíbet esta vez para ayudar a derrotar a los gurjas nepaleses —cuyos descendedientes fueron reclutados en 1982 por las fuerzas armadas británicas para el conflicto de Las Malvinas, en virtud de sus cualidades para la lucha cuerpo a cuerpo. Gran Bretaña y China mantuvieron un diferendo a principios del siglo XX sobre la soberanía del Tíbet que concluyó a favor de China.

El dominio de la China imperial sobre el Tíbet se vio alterado por la invasión japonesa en Manchuria. Entre 1910 y 1950, Tíbet mantuvo su independencia hasta que las tropas chinas tomaron el control de la región en octubre de ese año. India, que también administró la región fronteriza del Tíbet, reconoció la soberanía china y transfirió al nuevo gobierno la administración de las redes de servicios y comunicaciones. En 1956 hubo levantamientos guerrilleros anticomunistas en el Tíbet occidental; pero el alzamiento mas importante ocurrió en marzo de 1959 el cual tuvo un saldo de 87 000 muertos.

A partir de 1965, se oficializó la soberanía China sobre el Tíbet y paralelamente, se intensificó la persecución religiosa durante la Revolución Cultural. La represión se atenuó un poco en las décadas posteriores, aunque las protestas por la independencia del Tíbet —que posee el status de región autónoma— se repitieron en 1987 y 1993. El actual Dalai Lama, preside en la India el gobierno tibetano en el exilio, pero no es reconocido como interlocutor válido por el gobierno chino; es más, lo acusan de ser quien azuza los alzamientos.

La “china histérica”

Los ojos del mundo están dirigidos a China desde hace algunas décadas. El milagro del crecimiento económico chino —a costa del medio ambiente y de la extrema pobreza que impera en el campo— es la carta de presentación del gobierno comunista a la que desea sacarle lustre con los Juegos Olímpicos. Por lo que informan las agencias internacionales, las visitas de periodistas extranjeros son guiadas y no se permite a la prensa extranjera llegar al Tíbet, actitud comprensible en tanto no se quiere que nada empañe su presentación ante el mundo.

China siempre ha ignorado el respeto por los derechos humanos. Human Rights Watch, la supervisora mundial de estos derechos, anualmente informa acerca de lo que ocurre en China en materia de derechos humanos y da cuenta de torturas a disidentes, tráfico de órganos y como se sabe, pena de muerte. La tradición autoritaria china no es patrimonio de los comunistas sino que tiene larga data y es parte de su historia, plagada de guerras y secesiones internas en búsqueda de la unificación.








El presidente olímpico

Todo esto se sabe, es conocido por cualquier persona medianamente informada a través de los medios o interesada en el acontecer internacional. No es necesario ser un analista internacional para darse cuenta que en China se violan los derechos humanos. Por ello, sorprende (¿debería?) que el presidente García haya declarado en China que el Perú rechaza el separatismo del Tíbet y las protestas que atentan contra los Juegos Olímpicos. En su afán de apresurar un acercamiento económico con el gigante asiático, nuestro presidente perdió la serenidad que debe primar en un jefe de estado cuando opina sobre asuntos de otro país.

En contraste, el presidente francés Nicolás Sarkozy evalúa la posibilidad de boicotear los juegos si es que China no detiene la represión —claro que esto debemos entenderlo en el contexto francés actual donde la izquierda acaba de ganar la mayor parte de las elecciones municipales, por lo que Sarkozy pareciera querer congraciarse con las causas progresistas. Michelle Bachelet, por su parte, deplora la violencia con que se reprime a los tibetanos pero, más cauta, reconoce la soberanía china sobre el Tíbet. El Vaticano también ha conminado al gobierno chino a que dialogue con el Dalai Lama. En este panorama, creo que el Perú es el primer país que se alinea totalmente con el gobierno chino avalando la represión y eliminando el diálogo.

García, presidente y líder del Partido Aprista, ha experimentado una metamorfosis económica saludable en ciertos aspectos pero desconcertante si revisamos sus “perros del hortelano” que lo sitúan en el extremo del neoliberalismo más radical; pero también en lo que respecta a los derechos humanos: recordemos que mientras en todo el mundo la tendencia es abolir la pena de muerte, nuestro presidente encabezó una campaña para que el legislativo evaluara la posibilidad de reimplantarla. Seguramente, la insensata propuesta del presidente regional de Puno lo llevó a censurar el supuesto separatismo del Tíbet (ya que no pretenden independizarse sino lograr mayores libertades religiosas).

El APRA, partido al que le correspondería representar a la socialdemocracia peruana, va perdiendo mediante su actual líder, aquellas características que lo identificaban con la lucha antiimperialista y la defensa de los valores democráticos. Nuestro presidente olímpico apoya al gobierno chino en su proceder sobre el Tíbet y mira hacia otro lado cuando de derechos humanos se trata. Y aunque nuestra distinguida ministra Mercedes Araoz ensaye una interpretación de lo que quiso decir el presidente en China, debemos corregirla: la violencia en el Tíbet no ha sido reprimida de manera proporcional, es decir, no es proporcional el enfrentamiento entre un grupo de monjes budistas descalzos frente a las fuerzas del orden provistas de armas de fuego. No es proporcional 30 policías heridos frente a más de 100 muertos (¿o acaso la ministra cree en las versiones propaladas por la televisión china?); por ello sorprende que nuestro presidente defienda ardorosamente causas ajenas (ofrecerse a llevar la antorcha olímpica no hubiera sido tan polémico, y tal vez, contribuía a establecer vínculos interculturales más estrechos entre China y Perú. ¿Se imaginan a Alan García trotando a lo largo de la muralla china?)

En fin, esperemos que nuestro presidente olímpico en otra oportunidad no ponga los intereses económicos por encima de los principios éticos que rigen a las naciones libres y que por fin haya olvidado aquella nefasta sentencia que hiciera suya hace algunos años: “la verdad descansa en los hechos y no en los principios”.

sábado, marzo 15, 2008

Eje temático en Primero Sueño de Sor Juana Inés de la Cruz


Henry César Rivas Sucari
Universidad Nacional Mayor de San Marcos



No me acuerdo haber escrito por mi gusto

sino un papelillo que llaman El sueño

Sor Juana Inés de la Cruz

  1. Palabras Preliminares

Hay en la literatura hispanoamericana una tradición poética que rebasa las fronteras de lo que Mariátegui llama etapa colonial, es decir, el proceso de una auténtica literatura, madura, singular, original. Hay también excepciones mayores en las que la poesía de las colonias se sitúa de igual a igual (algo no muy frecuente) a competir en el siglo XVII, siglo del Renacimiento y del Barroquismo, con los grandes nombres de la metrópoli española: Calderón, Góngora. Y lo extraordinario de esta circunstancia es el que nuestra poetisa estudiada se convierte no solo en ideario de la intelectualidad de la época, sino, de todas las épocas.

La literatura creada por Sor Juana Inés de la Cruz es considerada la más alta en tres siglos de la Nueva España. Hay que considerar que Sor Juana vivió en un tiempo que no era adecuado para que una mujer extendiera su vocación por el estudio; pero no solo es esa exquisitez la de Sor Juana la que nos sorprende, sino que precisamente ése fuera el móvil que acrecentara su esfuerzo por la comprensión y el entendimiento del mundo.

El producto de toda esta situación: un arte depurado y perfecto. El poema Primero Sueño, puede considerarse su obra más alta y estar al lado de las de Góngora(Al que supuestamente imitó) y Calderón. Además debemos entender el impulso de la creación poética: Entenderlo todo, conocerlo todo, por medio de lo objetivo y lo subjetivo, de los ojos y la fantasía, del cuerpo y el alma. Una grandiosa pieza que exige a sus lectores una destreza sobre el conocimiento cultural de esa época, vale decir la filosofía, la literatura, además de la ciencia.

En el presente trabajo, trataremos de abordar algunos puntos, como propuesta para el debate y la reflexión, para el mejor entendimiento del poema Primero sueño, por lo que basaremos nuestra aproximación interpretativa en los estudios teóricos que han desarrollado sobre este poema, Octavio Paz, Georgina Sabat, Antonio Alatorre, Jorge Checa, quienes han desarrollado trabajos sobre distintos temas como la mitología, el feminismo, las alegorías, el estilo barroco, entre otros. Y nos apoyaremos en el análisis textual entendiendo al texto como un tejido de textos, voces, como lo entiende muy bien José E. Martínez Fernández[1] ”Como estudioso de la poesía contemporánea no he dejado de observar su intensa intertertextualidad, explícita o difusa, que integra en el tejido textual otras voces que hacen del texto un cuerpo abierto, tarea a veces de una abundante copia de citas… que el estudio de la intertextualidad en la poesía española es capaz de ofrecer pautas de investigación, de evidenciar distintos objetivos poéticos, caracterizar épocas, momentos…ésta es la razón de mi trabajo: explicarme a mí mismo—y, si es posible, a los demás—la razón de la profusa e intensa intertextualidad de la poesía española contemporánea”.

Notamos en la inquietud de Martínez Fernández una metodología de estudio amplia; sin embargo, creemos que ese estudio, nos puede servir también para hurgar en la poesía de Sor Juana Inés de la Cruz y su época.

La época de Sor Juana está marcada por la religión y la tradición, ahí las rupturas se pagan, en el siglo XVII la reforma española abomina lo científico y moderno, pero no puede hacer mucho para que esto cobre notoriedad y atención en el nuevo mundo. El intertexto que hallamos en Sor Juana es riquísimo, casi todo el conocimiento de su tiempo; leer su obra es acercarse a su época y su cultura. Nosotros adentraremos nuestro estudio en algunos tópicos que nos parecen importantes, por ejemplo el carácter del narrador en la poesía, personal o impersonal, la estructuración, el sueño como material de amor engañoso y el carácter científico del poema Primero Sueño.

1. Sor Juana Inés de la Cruz y su tiempo.

Juana Ramírez de Asbaje nacida según Calleja el 12 de noviembre de 1651[2] en una casa de campo en San Miguel de Neplanta. Esta finca estaba situada cerca de Amecameca, entre los volcanes Popocatepetl e Iztlacihuatl, al sureste de la capital. Su padre fue el español: Pedro Manuel de Asbaje y Vargas Machuca, probablemente de origen vasco y su madre la criolla doña Isabel Ramírez de Santillana. En los documentos del convento donde Sor Juana profesó y vivió, siempre dice ser “hija legítima”de sus padres; sin embargo su madre no estuvo casada y en su testamento se declara”mujer de estado soltera”. La madre de Sor Juana debió haber tenido un carácter independiente e individualista, pues teniendo libertad económica, dirigiendo ella misma su alquería, proporcionó el modelo a seguir que varias de sus hijas tomaron.

Sor Juana tuvo una vocación precoz de mujer intelectual y erudita y también, hay que decirlo una extraña combinación de sometimiento e independencia. El sometimiento al servir en una congregación religiosa y la independencia del conocimiento, tan cara para la época y además desde su posición de mujer, es decir una doble exclusión.

A los tres años aprendió a leer, luego a escribir y se ponía castigos rudos sino podía cumplir las metas de aprendizaje que se había fijado. La frustración de poder ir a la universidad, puesto que era inaudito e imposible tuvo que resignarse con ser autodidacta, agotando así los libros de la biblioteca de su abuelo materno en la cercana Hacienda de Panoayán, por muchos castigos y represiones que recibiera. A los ocho años había producido una loa eucarística, según nos dice su biógrafo Calleja. Al poco tiempo, su madre la mandó a la capital a la casa de unos parientes.

Los marqueses de Mancera, en la corte virreinal captaron muy pronto estimación por la niña rara erudita. El virrey comentaría el extraordinario talento a sus amigos ilustrados y a someterla al examen de cuarenta personajes conocidos por su erudición en distintos campos. Se puede apuntar este hecho como la graduación de Sor Juana, su reconocimiento como fenómeno raro de mujer intelectual en el mundo de aquella época.

Sor Juana decidirá luego unirse al aristocrático convento de las Carmelitas. Es decir, no se dejó seducir por el mundo de la corte prefiriendo un espacio más cómodo para su vocación de estudio. A su alrededor ve a su hermana casada y abandonada por su marido; amigas, compañeras, más o menos sometidas a esposos a sus padres y hermanos; sin otra ocupación permitida ni reconocida que el imperio de la devoción a los maridos y a la crianza de los hijos.

Parece que Sor Juana no concilió sus costumbres con esta orden y precipitó su salida a los tres meses, pero esta vida conventual le permitía todavía algunos atractivos como dialogar con los hombres ilustrados de la época y frecuentar todavía el palacio.

La poetisa dedicó a la marquesa, Condesa de Paredes varios versos y es ella la que a su retorno a Madrid publicará Inundación de castálida (1689), primera edición de parte de sus obras.

La fama de Sor Juana crecía en la Nueva España y en la Península a la par que sus problemas, en un mundo donde la ciencia ye le estudio no se concebía si no estaban representados por un ser masculino.

Sor Juana cultivó todos los géneros, todos los metros. Evidencia influencia de Lope de Vega, Quevedo, Gracián, Góngora; así como Trillo y Figueroa, Salazar y Torres, Jacinto Polo. Entre sus obras tenemos la ya mencionada Inundación castálida (Madrid 1689). Las ediciones sucesivas de este libro cambiaron el título por Poemas. En total este primer tomo se editó nueve veces en España. El tomo dos bajo el título de Segundo volumen (Sevilla 1692), cambiado luego al de Segundo Tomo y más tarde a Obras Poéticas. El tercer tomo se publicó bajo el título de Fama y Obras póstumas (Madrid, 1700). Sus Villancicos, (1676 a 1679). En teatro escribió Loas, Autos sacramentales, comedias. Estas se publican en Madrid dentro del Tomo II (Sevilla 1692). La Respuesta a Sor Filotea (Crisis sobre un sermón, Carta Atenagórica, Tomo II, Sevilla 1692). La única edición moderna completa es la de A. Méndez Plancarte en cuatro tomos, México 1951-1957.

En 1682, el que había sido su confesor, el padre Antonio Núñez de Miranda, quien la guió antes espiritualmente antes de entrar de monja, le instaba a abandonar toda escritura no ligada a estrictos cánones religiosos. La ruptura de parte de la monja con su confesor se manifiesta en tono muy firme en lagarta del padre Núñez (“Carta de Monterrey”,1681 o 1682). El dilema de Sor Juana es que era mujer escritora y monja creyente en una sola persona. El misógino arzobispo de México, Francisco de Aguilar y Seijas, quien nunca aprobó la actitud de estudiosa de Sor Juana intervino en la venta de los bienes de ésta, de sus libros, para las limosnas para pobres.

Sor Juana no era mística ni monja que creyera en éxtasis, ni abogaba por una oración de tipo sobrenatural; su fe religiosa recogía las razones humanas, morales y filosóficas que buscaba el ser humano en su acercamiento a Dios.

Sor Juana se dedicó a hacer penitencia con la misma energía que antes utilizaba para defender su vocación por el estudio. Sor Juana se dedicó a cuidar a sus hermanas enfermas cuando ene. Convento de San Jerónimo entró “una epidemia tan pestilencial, que de diez religiosas que enfermaban, apenas convalecía una. Era muy contagiosa la enfermedad” (Véase a Glantz, UNAM, 1995, pp.93-98). Juana Inés la contrajo, y aunque, según Calleja, “el rigor de la enfermedad, que bastó a quitarle la vida, no la pudo causar la turbación más leve en le entendimiento”. La Décima Musa murió el 17 de abril de 1695.

2. Primero Sueño, una aproximación interpretativa

El título de Primero Sueño, su poema más ambicioso, está saturado de polisemia. “Sueño” puede tener varias acepciones. Octavio Paz diferencia cinco sentidos en la palabra: “sueño como dormir; sueño como ensoñación no mentirosa sino como visión; sueño como nombre de esa misma visión; y sueño como ambición, deseo o ilusión no realizada”[3].

2.1. Pluralismo semántico en el sueño

Esto nos recuerda el pluralismo semántico de las Soledades de Góngora, ya que soledad en este texto tampoco presenta un significado único. Sueño evoca entonces órdenes diversos o signos de experiencia, pero esta imprecisión se ve retratada en el poema, por la dificultad de saber, de conocer, de tener una explicación sobre todos los fenómenos que nos rodean. Otra influencia que podemos colegir según Octavio Paz[4] es: Del Somnium de Kepler; Iter exstaticum de Kircher. Estos poemas pertenecen a la tradición hermética tan en boga en el renacimiento y en el barroco. Según Paz esas indicaciones le muestran ataca cabos para darse cuenta que la visión hermética de la que es parte la visión del alma liberada en el sueño de las cadenas corporales, llegó a Sor Juana a través de Kircher y subsidiariamente de los tratados de la mitología de Cartario ( P. 477).

A lo que concluye que Primero Sueño debe leerse no como el relato de un éxtasis real, sino como la alegoría de una experiencia que no puede encerrarse o en le espacio de una noche…la noche del poema es una noche ejemplar, una noche de noches” (p. 481).

Para Margo Glantz[5] los textos anteriores a primero Sueño que bordean el tema y que cita Paz, carecen de lo que Sor Juana muestra: Individualidad. Así ene. Caso de Kircher; Teodidacto es guiado por Cosmiel; en la Divina Comedia, Dante es guiado por Virgilio; y en el Corpus hermético Hermes por Pimandro. En este tipo de textos siempre es necesaria la presencia de un ser divino para el viaje sobrenatural.

En Primero Sueño se rompe esa regla. El alma, independizada del cuerpo recorre los espacios supralunares sin ningún guía.

Paz cree que El Primero Sueño anticipa unote los grandes poemas de finales del siglo XIX, Un coup de dés nabolira pasle hazard de Stephane Mallarmé.

El texto nos propone que le fracaso en esta aventura de conocerlo todo se explica por la riqueza y variedad del universo. Octavio Paz nos dice que el poema nos sugiere nociones de infinitud y descentramiento asociadas a imágenes cósmicas mucho más inquietantes. (502-503). Así el tema de Primero sueño será: “la representación de la aventura fallida del alma se equipara a la victoria irremediable de las energías centrífugas que nunca dejan de infiltrarse en el texto”. [6]

  1. Apuntes finales

El poema Primero Sueño representa la búsqueda del conocimiento total que gobierna el mundo, y asimismo la frustración de esta búsqueda; pero no el fracaso, pues en la búsqueda está el deleite y el arte.

En la composición de los elementos constitutivos de esa visión del mundo; además de mitología y filosofía clásica, están también el amor como símbolo de libertad; la ciencia como herramienta de conocimiento y el carácter personal en la voz narradora de Primero Sueño.

La influencia que recibió Sor Juana para la composición del poema es múltiple; le debe tanto a fuentes literarias clásicas como a filósofos y científicos.

El amor de Sor Juana por el conocimiento, en una época en que la mujer desempeña un rol menor, y la soberbia personalidad de esta mujer que fue admirada en su tiempo y dio muestra que para la libertad no debe existir ningún tipo de exclusión. [7]

BIBLIOGRAFÍA

ALATORRE, Antonio

1991 Lectura del Primero Sueño. Homenaje Internacional a Sor Juana Inés de la Cruz. Sara Poot Herrera (ed.). México: El Colegio de México.

CALLEJA, Diego

1995 “Biografía de Sor Juana Inés de la Cruz” En Sor Juana Inés de la Cruz. Fama y obras póstumas. México: UNAM.

CHANG-RODRÍGUEZ, Raquel y Margo GLANTZ

2002 “Sor Juana: Los materiales afectos y el sueño” En Historia de la literatura mexicana. Vol. 2. La cultura letrada en la Nueva España del siglo XVII. México: Siglo XXI.

CHECA, Jorge

1996 “Los caracteres del estrago: Babel en Primero Sueño” En Mujer y cultura en la colonia hispanoamericana. Mabel Moraña (ed.) Pittsburg: Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana.

DE LA CRUZ, Sor Juana Inés

1995 Obras completas. México: Fondo de Cultura Económica.

MARTÍNEZ FERNÁNDEZ, José Enrique.

2001 La intertextualidad literaria. Barcelona: Cátedra.

MARTÍNEZ SAN MIGUEL, Yolanda

1999 Saberes Americanos, subalternidad y epistemología en los escritos de Sor Juana. Pittsburg: Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana,

MORAÑA Mabel

1997 “Sor Juana y sus otros. Núñez de Miranda o el amor del censor”. En Sor Juana Inés de la Cruz y sus contemporáneos. Margo Glantz (ed.) México.

SABAT, Georgina

1976 El sueño de Sor Juana Inés de la Cruz. Traducción literaria y originalidad. Londres: Támesis.

PAZ, Octavio

1982 Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe Barcelona: Seix Barral.



[1] José Enrique Martínez Fernández. La Intertextualidad Literaria . Ediciones Cátedra. S. A. 2001.

[2] “Conservamos la fecha de 1651 porque el hecho de haberse encontrado un acta bautismal de 1648 de una niña,”hija de iglesia”, a quien se le puso por nombre Inés y cuyos padres eran dos hermanos de la madre de la madre de Sor Juana, no es suficiente para cambiar la fecha que la misma Sor Juana le daría al padre Calleja. No sabemos si Sor Juana adoptaría el nombre de Inés al hacerse monja o si lo tenía de sgundo al bautizarse. Lo cierto es que no solo usó, ni ella ni su madre (al referirse a ella), antes de entrar en el convento.” Historia de la literatura hispanoamericana. Tomo I. Época colonial. Luis Iñigo Madrigal. °Ed. Madrid: Cátedra, 1992. Pág. 275-293.

[3] Octavio Paz. Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe Barcelona: Seix Barral, 1982. Pág. 485.

[4] Octavio Paz. Sor Juana Inés de la cruz o las trampas de la fe. Barcelona, Seix Barral, 1982. Pág. 469.

[5] Raquel Chang-Rodríguez. Margo Glantz. Historia de la literatura mexicana .Vol. 2. La cultura letrada en la Nueva España del siglo XVII. Ed. Siglo XXI. 2002. Pág. 672. “Sor Juana: Los materiales afectos y el sueño”

[6] Jorge Checa. “Los caracteres del estrago: Babel en Primero Sueño”. Mujer y cultura en la colonia hispanoamericana. Mabel Moraña, Ed. Pittsburg: Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana, 1996. Pág. 257.

[7]


Transición política y recuperación pública

Gonzalo Gamio Gehri
Pontificia Universidad Católica del Perú

La recuperación pública de la memoria constituye una tarea política fundamental, perteneciente a lo que los politólogos llaman procesos de justicia transicional. Este concepto alude a los proyectos de reconstrucción institucional que deciden afrontar las sociedades que han padecido regímenes dictatoriales o períodos largos de violencia interna. El esclarecimiento de la tragedia vivida, la asignación de responsabilidades a los que perpetraron o avalaron crímenes contra la vida y la libertad, la reparación de las víctimas constituyen condiciones ético – políticas necesarias para la puesta en marcha de una genuina transición democrática. Una sociedad que ha recuperado la vigencia de la legalidad tiene que comprometerse con la tarea de generar las políticas sociales y las reformas institucionales que impidan que las situaciones de conflicto armado o la suspensión del orden constitucional puedan reproducirse. Como puede apreciarse, la política que se plantea en contextos transicionales no es “corriente”, pues introduce la discontinuidad en el curso de la discusión y el diseño de la política pública: plantea la revisión de la historia y promueve la acción judicial sobre los casos en los que se han lesionado tanto los derechos básicos de los ciudadanos como los principios del propio Estado de Derecho.

Es cierto que la puesta en marcha del proyecto de justicia transicional es una opción que una sociedad asume en la persona de sus ciudadanos y autoridades. No todos los países que han afrontado transiciones democráticas han conformado comisiones de la verdad o han procesado a quienes han delinquido desde el poder. España es el caso más conocido. Transcurridos cuarenta años desde la Guerra Civil y muerto Franco, las fuerzas políticas que acordaron el retorno al régimen constitucional consideraron conveniente no hurgar en el pasado para sancionar los crímenes de guerra. En diversos países de Latinoamérica se han aprobado desde el poder ‘leyes de punto final’ —e incluso medidas de amnistía—

que archivaron investigaciones judiciales y dejaron cerradas las fosas comunes. No han faltado autoridades políticas y religiosas que han abogado por “no reabrir viejas heridas”, y dejar las cosas como están. Debo decir que no creo que estas ‘políticas de silencio’ hayan conseguido ahogar el anhelo de memoria que experimentan las víctimas, aquellas personas que aun quieren saber qué pasó con sus familiares desaparecidos, aquellos que no encontrarán la paz a menos que sus verdugos puedan ser castigados con todo el peso de la ley. Considero que este anhelo de memoria no sólo está presente en las víctimas directas de la violencia y la exclusión; un sector importante de la ciudadanía todavía invoca la reconstrucción de esa historia trágica. Por ejemplo, son tantos los libros y películas que en España se han producido para narrar bajo diversas perspectivas la dictadura franquista y la Guerra Civil que cuesta creer que a los ciudadanos españoles les es suficiente voltear la página para construir una sociedad estable y civilizada. Allí donde el sistema político y el Estado han preferido el olvido como condición para la transición, comienzan a abrirse espacios sociales diversos para el trabajo del recuerdo.

El mayor adversario de la memoria de la violencia no es el olvido. Paul Ricoeur y Tzvetan Todorov han afirmado con agudeza que la memoria es un proceso selectivo, que procura distinguir qué recuerdos son relevantes para el ejercicio de la justicia, en contraste con aquellas imágenes del pasado que pueden ser finalmente olvidadas por los miembros de la comunidad[1]. Recordar tiene sentido desde un punto de vista ético – político cuando el ejercicio de la rememoración se pone al servicio de la construcción del presente. La alétheia – el des-cubrimiento de aquello que permanecía oculto o intencionalmente reprimido – está vinculada al discernimiento práctico. Ambos autores nos han recordado la descripción borgiana de Funes el memorioso, aquel inquietante personaje incapaz de olvidar. El auténtico enemigo de la memoria es su supresión o control bajo la forma de una historia oficial. Se trata de una historia que se construye “desde arriba” por encargo de las autoridades en ejercicio el poder o de sectores influyentes en la sociedad. Una historia en la que los crímenes de lesa humanidad no figuran como hechos relevantes, que merecería la pena que fuesen conocidos por los ciudadanos. Una historia que prescinde de la mirada y la voz de las víctimas. Una historia sin desaparecidos ni fosas comunes.

Es un hecho conocido que los regímenes totalitarios se han esforzado por escribir historias de esta clase, compuestas a imagen y semejanza de la voluntad de sus dirigentes. Hemos visto las fotos de Stalin alteradas para que no figure a su lado un antiguo camarada “caído en desgracia”, sabemos de las declaraciones de los generales nazis que negaban en su momento la existencia de los campos de concentración. El control del pasado basado en el recurso a la represión o la fuerza constituye un poderoso instrumento contra la justicia. En nuestro medio, cuando la CVR reveló que – según las proyecciones estadísticas que manejaba – la cifra de muertos y desaparecidos ascendía a 69,280 personas, diversos actores políticos y periodistas insistieron en afirmar que la Comisión había inflado aquel número, dado que hasta aquel momento, las cifras que las instancias del gobierno consideraban no superaban la mitad de esa cantidad. Hasta hace muy poco, uno de los temas recurrentes en la campaña mediática en contra de la CVR ha sido el cuestionamiento de la cifra de muertos y desaparecidos. Incluso un congresista conservador – hoy miembro del Consejo de Ministros – llegó a exigir que, si la Comisión pretendía que dicha cifra fuese creíble, debía adjuntar una lista con los nombres y el DNI de las víctimas. En un país en donde casi dos millones de personas son indocumentados, ya sea porque el Estado no llega a los lugares que habitan o porque se carece de dinero para tramitar el DNI, tales declaraciones ponen de manifiesto la absoluta ignorancia de su autor, o su evidente cinismo. Hoy ese mismo político tradicionalista - que lamentablemente actúa como brazo político del sector más medievalizado de la Iglesia - muestra nuevamente su insensibilidad moral bautizando un Pisco como "7.9", en alusión directa al terremoto que destruyó parte del Departamento de Ica. Uno se pregunta seriamente si quienes suscriben esta posición consideran que sería menos escandaloso el hecho que la cifra de muertos y desaparecidos ascendiese a 35 mil personas. Lo que queda claro es que el desafío de los defensores de los Derechos Humanos ya no consiste solamente en demostrar que miles de personas fueron sometidos a tortura o asesinados, sino que nacieron alguna vez, formaron una familia, tuvieron una vida.

La composición de una “historia oficial” constituye una evidente usurpación de la potestad de los ciudadanos de reconstruir la memoria histórica. La recuperación de la memoria es una tarea pública, vinculada no solamente al reconocimiento de la injusticia y al descubrimiento de la verdad acerca de la violencia sufrida; también constituye un elemento fundamental en la construcción de las identidades colectivas[2]. Lo que somos como comunidad política es en parte lo que hemos hecho con nuestras instituciones y con nuestros conciudadanos (y lo que hemos dejado que suceda con ellos). El trabajo de la memoria puede convertirse a menudo en una operación dolorosa, puesto que puede re-velar aquello que pudimos hacer – desde el lugar que ocupábamos en la sociedad – para evitar que otros conciudadanos sufrieran violencia o exclusión. Cuando el propósito de la recuperación de la memoria es la reparación de la injusticia, la primera voz que debe ser escuchada es la de la víctima. Se trata de generar espacios de comunicación en los que la víctima pueda relatar lo que vivió y denunciar a sus agresores. Paul Ricoeur ha señalado que lo que el testimonio de una víctima quiere dejar en claro es ”aquello existió”: no se trata de una ficción creada por sectores sociales y políticos deseosos de poder. El daño sufrido ha dejado una huella que puede ser percibida, y esa imagen del pasado vivido – presente como huella – puede convertirse en objeto de una narración[3].

Ricoeur señala asimismo que con la aseveración aquello existió – corazón del relato de la víctima – el agente quiere decir fundamentalmente son tres cosas: primero, “yo estuve allí”. En ese sentido, el relato pretende verdad, en el sentido lato de fidelidad con la experiencia vivida. En segunda instancia, a través del testimonio la víctima esta formulación se torna imperativa, nos dice “créeme”, invoca que su interlocutor – en el caso de las comisiones de la verdad, la ciudadanía, la opinión pública – se fíe de su palabra, confíe en la veracidad del relato, y asuma la disposición a ponerse en su lugar. Finalmente, nos exhorta a contrastar su testimonio con el de otros: “si no me crees, pregúntale a otros”. La palabra de otros puede dar fe de lo que realmente la víctima ha tenido que afrontar. Lo que se busca es que el relato pueda ser corroborado o confrontado por el testimonio de otras víctimas, por testigos oculares, o incluso por la propia palabra de los perpetradores. Como es sabido, la CVR llegó a recabar casi 17 mil testimonios, visitando zonas andinas y selváticas a las que no llegaban las dependencias del Estado, para entrevistar a campesinos y comuneros que no habían sido acogidos por las autoridades civiles y militares cuando habían intentado denunciar la pérdida de sus familiares, o el abuso o la desidia de quienes ejercían funciones de Estado y prefirieron mirar a otro lado cuando se vulneraban sus derechos fundamentales.

Escuchar y contrastar el testimonio de las víctimas constituyen las primeras acciones conducentes a la restitución de su condición de ciudadano, proceso que se cumple con la sanción de los culpables, con la reparación de la víctima, y con la construcción de una historia más amplia que contribuya a esclarecer el proceso de violencia vivido. Dar prioridad a la perspectiva de las víctimas en el discernimiento cívico de la memoria reincorpora a quienes han sufrido en los escenarios de la esfera pública, el “espacio de aparición” de lo distintivamente humano según el juicio de Hannah Arendt[4]. La víctima comparte y confronta su testimonio con quienes pueden reconocerse a sí mismos en su historia y asumir la defensa de sus derechos. Mientras las “historias oficiales” condenan a las víctimas a la invisibilidad y a la insignificancia social y política, la recuperación pública de la memoria procura devolverles al lugar que les corresponde en la comunidad como personas y ciudadanos. El entramado hermenéutico de testimonios e interpretaciones de las experiencias de la violencia - que es en sí mismo valioso para la reflexión y la acción política – tiene que insertarse en una narrativa mayor, la del proceso histórico del conflicto armado vivido, que pretende hacer explícitas las posibles causas y las secuelas de aquella época de terror y represión.

Tampoco esta narrativa mayor deja de ser una urdimbre de interpretaciones. El Informe Final de la CVR no pretende constituirse en la “explicación última” del proceso de violencia interna. Esto es necesario señalarlo, dado que muchos de sus objetores “académicos” – en su mayoría periodistas formados en canteras tradicionalistas – han sugerido que los Comisionados han elaborado un documento diseñado desde el paradigma de una presuntamente incuestionada “objetividad científica”. El Informe Final constituye una investigación multidisciplinaria que ofrece a la sociedad peruana –en sus propias palabras – “un relato fidedigno, éticamente articulado, científicamente respaldado, contrastado intersubjetivamente, hilvanado en términos narrativos, afectivamente concernido y perfectible, sobre lo ocurrido en el país en los veinte años considerados por su mandato”[5]. Es en este sentido que el texto pretende ‘verdad’. El Informe fue presentado a la ciudadanía y a los poderes del Estado para ser estudiado, discutido y reformulado, si cabe hacerlo. Podríamos decir que el documento más que pronunciar la ‘palabra final’ sobre la tragedia que describe y examina, pretende en todo caso pronunciar una ‘palabra primera’ en el contexto del diálogo público que tendríamos que generar acerca de lo que sucedió con nuestros compatriotas, muchas veces con la complicidad de nuestro silencio o de nuestra indiferencia. Es preciso señalar que el debate sobre el Informe Final sigue pendiente, pues sólo algunas instituciones de la sociedad civil – algunas universidades, ciertas comunidades religiosas – han asumido esta tarea. Ante el silencio mayoritario de nuestra autodenominada “clase política”, corresponde a los propios ciudadanos – los primeros actores políticos en una democracia – poner en marcha el trabajo público de la memoria.



[1] Cfr. Todorov, Tzvetan Los abusos de la memoria Barcelona, Paidós 2000; Ricoeur, Paul “El olvido en el horizonte de la prescripción” en: Academia Universal de las Culturas ¿Por Qué recordar? Barcelona, Granica 2002 pp. 73 -80.

[2] Garretón, Manuel A. “Reparación y construcción de la memoria histórica” en: Cuellar Martínez, Roberto y otros Democracia y derechos humanos en el Perú: del reconocimiento a la acción Lima, PUCP 2005 pp. 35 -38.

[3] Ricoeur, Paul “Definición de la memoria desde un punto de vista filosófico” en: Academia Universal de las Culturas ¿Por Qué recordar? Op.cit., p. 26.

[4] Cfr. Arendt, Hannah La condición humana Madrid, Séix Barral 1976 p. 262.

[5] CVR, Informe Final de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación Tomo I, Lima UNMSM – PUCP 2004 p. 56.



Significado del romanticismo en el Perú

Jorge Monteza Arredondo
Universidad Nacional de San Agustín

I. El Romanticismo europeo

El romanticismo es una de las literaturas más amplias y ricas del mundo y por eso mismo, compleja; sobre todo en su definición. Que el nacimiento oficial del romanticismo se da en Alemania a fines del siglo XVIII hasta mediados del XIX, y que surge en oposición la neoclasicismo enalteciendo los sentimientos de libertad y pasión, y célebres nombres como, Schlegel, Novalis, Víctor Hugo, Goethe lo representan, es cosa consabida, y nada nos dicen de su ser como ideario o corriente.

Los sentimientos románticos tenían contacto con tantos otros sentimientos, y había tanta filosofía, ciencia y política y a la par, paganismo y cristianismo en lo romántico, que era cada vez más difícil identificarlo. Hubo un momento en el mundo que todo era romántico, y entonces se llegó a la conclusión de que lo romántico, por definir tanto, no definía nada. Los críticos confesaron que no sabían lo qué era. ¿Qué en común podrían tener Hölderlin, que era romántico, con Espronceda, que también lo era?

Como se observará es difícil atribuir al romanticismo una unidad intencional o significativa; es más, pareciera que su naturaleza se opone a esos intentos de codificación. No es posible reconocerlo por la ideología ni por la unidad intencional sino sólo por su carácter, predominantemente apasionado, “lo romántico no se delata por la forma exterior, sino por la interior, o sea por el movimiento (…) por la entrega sin disculpas y sin reservas al volcán interior, al Sturm und Drang [tormenta y pasión] del espíritu” (Cirlot 1949:350)

Enrique de Gandia (1946) ha buscado en los orígenes del romanticismo aquello que lo defina, el crítico argentino sostiene que lo romántico se da con los elementos de los antiguos romances, pero romance no en el significado del latín que se refiere al nombre de la lengua, sino en el sentido popular: historia, relato, que en actualidad equivaldría a lo novelesco, sin embargo estos elementos no son en sí mismo románticos sino hasta que sean expresados en un estilo y gesto románticos, de no ser así estos elementos –amor, muerte, heroísmo- podrían ser clásicos, realistas, naturalistas, etc. Y para de Gandia esto del gesto romántico no es otra cosa que el carácter de las antiguas novelas de caballería, “En otras palabras lo romántico es lo que tiene un viejo gesto Español (...) que se habría formado en su historia. Durante ocho siglos España se halló en lucha contra los moros. Esta cruzada creó en ellos, antes que en ningún otro país, el sentido de lo nacional y del nacionalismo” (Ibit, 24). Es decir, en España lo romántico era una realidad histórica, los hombres vivían diariamente lo novelesco, y en ese sentido afirma De Gandia que hay un romanticismo histórico vivido y un romanticismo literario, de evocación.

No ha de ser una novedad que el sentido de lo romántico en la actualidad ha devenido devaluado y semánticamente también está maltratado, hoy hay dos acepciones distintas, en terrenos distintos, de lo romántico, que desgraciadamente suelen confundirse: lo romántico que define un ismo, un estilo literario y artístico, con características forjadas y definidas –más forjadas que definidas- por las plumas de los estudios y críticos, por lo tanto su definición es académica. Y otro, derivado los bordes significativos del anterior, es decir de lo que superficialmente significa; esta segunda acepción se ubica en el terreno de lo cotidiano, por lo tanto su significación es variada y ambigua, puede referirse a lo iluso o idealista, así como se refiere al que está enamorado o también a lo que no es práctico. Y por un efecto bumerán este sentido ya ultrajado ha regresado a su original y le ha dado en la cabeza, desestabilizándolo.

Si en Europa el romanticismo fue considerado como el florecimiento de fin de época, de evocación de las grandes revoluciones y de tiempos pretéritos, en franca rebeldía con el presente y el orden social –de hegemonía burguesa– imperante. En el Perú no fue así, como es sabido, aquí el romanticismo surge tardíamente (1840), cuando el fervor ver la patria liberada estaba apagándose, quizá porque prontamente después de 1821 (declaración de la independencia) la gran mayoría de los peruanos no se sentía liberado ni independiente. Mientras aquí aparecía el romanticismo, en Europa llegaba a su fin.

II. Lo Romántico, Mariano Melgar

En nuestra literatura Mariano Melgar está considerado como el precursor del romanticismo y, además, por José Carlos Mariátegui, como “el primer momento peruano de esta literatura” (1981:267), lo que equivaldría a sostener que la literatura peruana nace romántica y además arequipeña. Melgar es por excelencia un romántico, y no sólo de obra sino también en vida, la suya fue una vida novelesca con gesto romántico en el sentido que De Gandia refiere: Melgar fue el poeta y joven patriota que murió heroicamente en el campo de batalla buscando ver la patria liberada. Amante apasionado que se rebeló contra todo lo que se opusiera a su amor, a su amor imposible y que abandonó una prominente carrera en el sacerdocio y luego en la jurisprudencia por delirios de amor, y buscó sus remedios volcando su pasión a la patria para defenderla y liberarla, pero sobre todo escribió poesía amorosa, y patriota. El preclaro e intelectual precoz había tomado la cruz, la espada y la pluma antes de morir prematuramente por esos ideales; así como el caballero medieval cuyo lema de vida era defender tres cosas sobre todas las cosas: mi Dios, mi patria y mi dama por las que se vivía y también se moría. De ese espíritu, como sostiene De Gandia, proviene el romanticismo, es decir a lo que él llama el romanticismo vivido. Pero De Gandia no observa que esa actitud, ese espíritu no puede ser considerado un ismo, corriente o escuela, porque un ismo se refiere más bien, a un determinado estilo que predomina en una época, con una tendencia del pensamiento y la cultura de manera colectiva, o sea, es esa actitud o espíritu refractado en una manifestación cultural como el arte y la literatura (en forma colectiva). Es decir, lo caballeros medievales eran auténticos románticos, pero ellos no formaban una corriente que podamos llamar romanticismo -aunque la vida del caballero era romántica- porque sus andanzas no se expresaba en un producto literario de estilo romántico; las novelas de caballería, llenas de hazañas fabulosas son más maravillosas que románticas. Así como tampoco podemos llamar representante del romanticismo a Melgar -aunque sus poemas sean románticos-, porque esa expresión no era colectiva. Así, a Melgar o su obra se ha dado en llamarlos pre-romanticismo, lo cual por supuesto tampoco es un ismo, sino sólo un distintivo temporal. Sin embargo, el significado y valor de Melgar radican en esa actitud romántica y en su signo de precursor.

Suele ocurrir, y es normal en la literatura, que una gran obra provoque en el lector conocer al autor, y con esto los pormenores de su vida, es un natural pero siempre secundario deseo. En el caso de Melgar fue al revés. Fue su vida o mejor dicho su muerte, el término de una vida intensa, que incentivó en la época la lectura de su poesía. Hacia 1827 se publica Carta a Silvia, desde entonces abundaron las publicaciones en revistas, periódicos y antologías con bastante buena acogida, al parecer más por saber qué y cómo escribía el héroe. En 1865, Manuel Moscoso Melgar –sobrino de Mariano– presenta el libro Poesías de Don Mariano Melgar; el motivo, según el propio Manuel Moscoso, recordar el cincuentenario del fusilamiento del poeta (Poesía completa, M.M., 1997). El libro, considerado por la crítica como la edición oficial de la poesía melgariana, aparece con una biografía del poeta, también la primera biografía, Y es que en Melgar fue más determinante el elemento prosaico que el lírico en el sentido que el influjo histórico e incluso mítico, en suma eso novelesco de su vida más que su obra poética –admitámoslo-, le forjó su sitial en la literatura peruana. En general, la crítica no fue muy generosa con su poesía hasta el famoso ensayo de José Carlos Mariátegui que encuentra en los yaravíes de Melgar la primera manifestación de una literatura auténticamente mestiza. Y después de Mariátegui, esto ha sido reafirmado repetidas veces por la crítica, sin olvidar que Mariátegui se estaba refiriendo a un valor histórico de los yaravíes, puesto el proyecto de Mariátegui más que rescatarlos literariamente, era el de construir una nación y tomó lo que más auténticamente mestizo le pareció.
Ciertamente no se puede negar el carácter precursor de Melgar. Para Luis Alberto Sánchez —de acuerdo con Mariátegui en que los yaravíes son la primera expresión mestiza literaria en el Perú—, Melgar es el primer poeta republicano y romántico del Perú, pero además, dice L. A. Sánchez, que con Melgar aparece por primera vez en nuestra literatura la mujer: “Antes de Melgar, es decir, antes de Silvia ¿cuál fue el nombre que recogiera la historia literaria…? (…) El primero en nombrar al objeto de sus ensueños con un nombre real, aunque siempre artificioso, fue Melgar” (1981: 756). Por otro lado Jorge Cornejo Polar observó que el tema de la naturaleza, propio del romanticismo, aparece también por primera vez en al poesía de Melgar.

Bueno, digamos que en toda historia literaria no faltan escritores que tiene un lugar que no se justifica con el valor intrínseco de la obra, es el caso de la poesía de Melgar, cuyo sitial radica más bien en su carácter inaugural, que no es pequeña cosa sino un punto indispensable en todo proceso literario. Pero mejor defensa hace el mismo Luis Alberto Sánchez. “Si se insiste en menospreciar al poeta (Melgar) por imperfecto, se comete craso error. Cualquiera fuese su torpeza expresiva, le salva su valentía temática. Él rompe las trabas coloniales. Exalta a la mujer. Se entrega a la patria” (1981: 766)

III. El romanticismo en el Perú

Si bien, como sostiene Cirlot (1949), no es posible reconocer el romanticismo por la ideología ni por la unidad intencional, sino sólo por su carácter, no por su forma exterior sino por la interior, y aunque algunos críticos han llegado ha dudar la existencia del romanticismo en el Perú –y este ensayo observa la duda–. No se puede negar el carácter y tema románticos que se ha experimentado en las letras peruanas con la obra de Mariano Melgar, pero como ya se mencionó esta experiencia está fuera de constituirse en un ismo por dos razones; una cronológica, que no era determinante; y otra es que Melgar fue una isla en la inclinación temática de su obra, no tuvo seguidores inmediatos, y esta sí era determinante.

José Miguel Oviedo ha dicho del romanticismo peruano que fue “tardío y endeble: casi todo lo que produjo, en el campo de la poesía, el drama y la novela bien pueden permanecer olvidado, sin que perdamos mayor cosa, a excepción de Ricardo Palma” (1997:117), que sin duda es la mejor expresión literaria de esta época que llamamos romanticismo y sin embargo Palma es el que menos se parece y se ajusta al romanticismo.

Y es que el nuestro no sólo fue tardío sino también pasivo y hasta incoherente. Los románticos peruanos repitieron temas y formas de los maestros franceses y españoles, naturalmente con algunas predilecciones temática, al decir de Jorge Cornejo Polar “Desolación, soledad, incomprensión, desengaño y muerte aparecen constantemente. Este sistema expresivo es especialmente visible en al poesía de inspiración intimista, confesional, amatoria, que es, por cierto la que predominó en el romanticismo peruano” (1980:33); por supuesto esta imitación pasiva no implicaba el nivel.

Mientras que el carácter del romanticismo en Europa estuvo marcado por una actitud de rebeldía y retorno al pasado. Fundían el ímpetu literario con el credo político. “Cuando la burguesía ocupó el lugar dominante en al sociedad, y cuando su vida no se exaltaba ya con el fuego de la lucha emancipadora, entonces el arte nuevo no tuvo otra tarea que idealizar la negación del orden burgués de la vida. El arte romántico fue, precisamente esta idealización” (Plejanov, en L. A. Sánchez. 1981: 928) Mientras que Europa el romanticismo se rebelaba contra el modo de vida burgués, aquí los escritores románticos representaban el orden burgués produciendo un romanticismo de alcoba. “En La bohemia de mi tiempo Palma insiste en el generoso mecenazgo público y en la rapidez con la que alcanzaron posiciones privilegiadas en la diplomacia, la política, la administración del Estado” (En Cornejo Polar. 31). Ciertamente nuestra realidad es diferente a la europea, y tiene que serlo, pero la opción temática y actitud de nuestro romanticismo parece un tanto incomprensible e incoherente entre la relación de lo que le tocó vivir y el carácter del romanticismo. Aunque ya Alejandro Losada ha observado esta situación y arguye que nuestra generación romántica estuvo determinada por una ambigua relación simultánea con la modernidad europea y un público nacional tradicional” que pretendía. “ponerse a tono con la época pero manteniendo al mismo tiempo una estructura social y un comportamiento coloniales” (En Cornejo Polar: 31). En esta época se perdió las posibilidades que había abierto Mariano Melgar, y que tanta falta hacía, principalmente en la incorporación de elementos y formas culturales indígenas a la literatura culta. Si Melgar con su carácter precursor pagó su derecho de piso en la historia de la literatura, cabría preguntarse si los escritores románticos, excepto Palma y tal vez Salaverry, merecen ser salvos; es cosa que todavía hay que pensar. Este es un período fracturado y no sólo cronológica, sino, lo que es más grave, culturalmente debido a que no hubo una continuidad en la búsqueda de un mestizaje cultural en la literatura, que por derecho y definición esa exploración le tocaba al romanticismo y así su rasgo particular estaría ajustado y en coherencia con nuestra realidad cultural. Es por eso que no alcanzamos en rigor a un romanticismo peruano sino sólo a lo romántico en el Perú.


Bibliografía

CORNEJO POLAR, Antonio
1980 Historia de la literatura en el Perú Republicano. En SILVA SANTISTEBAN, Fernando (dir.) Historia del Perú. Tomo VIII: Perú republicano y procesos e instituciones. Lima: J. Mejía Baca, pp.11-188.

CIRLOT, Juan Eduardo
1949 Diccionario de los Ismos. Barcelona/Buenos Aires: Argos.

DE GANDIA, Enrique
1946 Orígenes del romanticismo. Buenos Aires: Atalaya.

MARIÁTEGUI, José Carlos
1981 7 Ensayos de la interpretación de la realidad peruana. Lima: Amauta.

OVIEDO, José Miguel
1997 Historia de la literatura hispanoamericana. Madrid: Alianza.

SÁNCHEZ, Luis Alberto
1981 La literatura peruana. Tomo III. Lima: Juan Mejía Baca.

El análisis del discurso según Van Dijk y los estudios de la comunicación

Omer Silva-Villena
Universidad de La Frontera, Temuco-Chile

1. Introducción

Este trabajo tiene como principal objetivo completar en una visión sintética las ideas de van Dijk en relación a la "cultura", "etnicidad", "género", "tipos de análisis de discurso" y la "emergencia" de otras disciplinas relevantes. A la luz de las fuentes consultadas, como referencias, queda claro que gran parte de los estudios sobre "análisis del discurso" (AD) ocurren en una o más de las áreas descritas en el trabajo anterior: forma, significado, interacción y cognición. Sin embargo, se aprecia que el "contexto" juega un rol fundamental en la descripción y explicación de los textos escritos y orales. A pesar de que no existe una teoría del "contexto", el concepto es utilizado por diversos expertos en una variada amplitud de significados. En la línea de enfoque de van Dijk se puede definir como "la estructura que involucra todas las propiedades o atributos de la situación social que son relevantes en la producción y comprensión del discurso"; así los rasgos del contexto no sólo pueden influir en el discurso (escrito y oral) sino que es posible lo contrario: puede modificar las características del contexto; tal como pueden distinguirse estructuras locales y globales en el discurso, lo mismo puede darse con referencia al contexto. Entre las primeras se ubican el "ambiente" (tiempo, ubicación, circunstancias, etc.) los "participantes" y sus "roles socio-comunicativos" (locutor, amigo, presidente, etc.), intenciones, metas o propósitos. El contexto global se hace evidente o relevante en la identificación del desarrollo o proceso del discurso en acciones de las organizaciones o instituciones conocidas como "procedimientos" (legislaciones, juicio, educación, reportaje o informes). Del mismo modo el contexto global se manifiesta cuando los participantes se involucran en interacciones como miembros de un grupo, clase o institución social (mujeres - hombres; "winka"- mapuche; anciano-joven; jefe-empleado; el proceso educativo; el parlamento, la Corte, o la Policía).


Pues bien, al asumir un enfoque contextual del discurso involucramos muchos aspectos de la sociedad y su cultura.
Por ejemplo, el uso pronominal que tenemos en nuestra lengua como el Español "tu-Ud" como formas de cortesía presupone siempre que, como usuarios de esta lengua, conocemos la naturaleza, de algún modo, del otro en la interacción social. Por otro lado, la variación en el léxico implica igualmente que como hablantes podemos tener opciones diferentes o "ideologías", por ejemplo, "terrorista" frente a "luchador por la libertad" o "viejo" versus "adulto mayor". Los actos de habla como las ordenes o imperativos presuponen siempre diferencias de poder y autoridad. Van Dijk (l992) es concluyente cuando plantea que en todos los niveles del discurso podemos encontrar las "huellas del contexto" en las que las características sociales de los participantes juegan un rol fundamental o vital tales como "género", "clase", "etnicidad", "edad"," origen" , y "posición" u otras formas de pertenencia grupal. Además, sostiene que los contextos sociales no siempre son estáticos y que, como usuarios de una lengua, obedecemos pasivamente a las estructura de grupo, sociedad o cultura; así el discurso y los usuarios tienen una relación dialéctica en el contexto. Es decir, además de estar sujetos a los límites sociales del contexto contribuimos también a construir o cambiar ese contexto; podemos comprometer negociaciones flexibles como función de las exigencias contextuales junto con los límites generales de la cultura y la sociedad; al mismo tiempo que obedecemos al poder del grupo también lo "desafiamos" pues las normas sociales y sus reglas pueden ser cambiadas de un modo creativo donde se puede dar origen a un orden social nuevo.

2. Género

En relación a este aspecto se plantea que como varones, de un modo abierto y a veces no tanto, nos comprometemos en formas verbales "sexistas" con y acerca del sexo opuesto, atributos que prevalecen en un grupo social. De esta forma contribuimos a " reproducir" un sistema de desigualdad de géneros al ejercer un control de aquellos aspectos del contexto a expensas de participantes femeninos en el tópico, estilos, turnos, etc. en todo tipo de eventos comunicativos (Montgomery l976; Giles l979; Salkie l995).
Sobresalen en este ámbito los estudios de West, Lazar, y Kramarae quienes han desarrollado el AD en este interesante ámbito.

3. La etnicidad

Las ideas relacionadas con el punto anterior son válidas en cuanto a la etnicidad. Aunque no se define el concepto, implica el discurso y la comunicación intra e intercultural. Se menciona la situación en los EE.UU. donde la historia de la esclavitud y la segregación racial o el racismo continuo han creado las condiciones propicias del discurso típicas de las comunidades Afro-americanas en ese país . De esta manera, los grupos étnicos o raciales han sido capaces de desarrollar formas de hablar específicas dando origen a una influencia y adaptación mutua y generando al mismo tiempo problemas de comunicación y comprensión intercultural. A nivel de sociedad global estas relaciones interculturales o interétnicas pueden tomar la forma de "dominancia" al entrar en una forma de reproducción de etnocentrismo y racismo a través de la utilización de un discurso "prejuiciado" o "discriminatorio" sobre una minora étnica o racial o de cualquier emigrante. Sobresalen en esta línea los estudios del mismo van Dijk junto con S. Ting-Toomey y D. Troutman sobre cultura, etnicidad y racismo (Giles l979; Saville-Troike l982; Stubbs l993).

4. La cultura

Lo sintetizado en los puntos o aspectos anteriores sobre el AD adquieren validez también en el ámbito de la cultura. Ello por cuanto las distintas formas del discurso han sido testigos de las variaciones sociales entre los actores sociales como en los grupos; esto significa que el discurso es influido por las características de los cambios culturales. Así, "narrar", "cumplir una orden", expresar cortesía", o "cambiar de tema", por citar ejemplos, se pueden hacer de modos diferentes dependiendo de los valores, normas, relaciones sociales, o instituciones y la forma que adoptan o tienen determinados contextos socio-culturales. Ocurre que en el contacto intercultural las diferencias discursivas pueden aceptarse de un modo tolerante y cooperativo o dar origen a incomprensiones o conflictos traducidos en formas de dominación, exclusión u opresión (Stubbs 1993) hacia los de menos poder. De aquí que el estudio y análisis de la comunicación intra e intercultural sea un campo de acción importante para el AD multidisciplinario. En este terreno las ideas de van Dijk han sido desarrolladas por C. Goddard y A. Wierzbicka en relación a lo que ellos denominan la "interculturalidad del discurso".

5. Análisis del discurso social

Es la dimensión donde encontramos el AD relacionado con las nociones de cultura y sociedad. Para van Dijk, es justamente el ámbito donde debieran culminar los estudios de AD. A pesar de ser un marco complejo, podemos aquí, como investigadores, trascender el mero análisis de las combinaciones "discursivas" de la oraciones, la coherencia", los "actos de habla", y los "turnos conversacionales" o los simples "cambios de tópico". Si bien es cierto que muchas de las propiedades de estas estructuras y estrategias poseen cierta autonomía y son libres de contexto, ellas interactúan con muchas de las propiedades de los contextos locales y sociales anteriormente bosquejados. Además, van Dijk plantea que si queremos explicar lo que es el "discurso", resulta insuficiente analizar sus estructuras internas, las acciones que se logran, o las operaciones mentales (procesos cognitivos) que ocurren en el uso del lenguaje. En este sentido es necesario dar cuenta que el discurso como acción social ocurre en un marco de comprensión, comunicación e interacción que a su vez son partes de estructuras y procesos socio-culturales más amplios. De esta manera, por ejemplo, las destrezas narrativas pueden ser constitutivas de una cultura colectiva o las habilidades de argumentación en el Parlamento pueden ser inherentes a los ambientes legislativos, o cómo el "discurso educacional" (Stubbs,l993) pueda definir la educación como proceso social, etc. Sobre esta base, se puede plantear la idea de que, mediante propiedades especificas del habla acerca de inmigrantes o de los "pueblos indígenas", se pueda contribuir a una forma de reproducción de "prácticas racistas". Por otra parte, siempre en la línea de van Dijk, la desigualdad de los "géneros" puede también manifestarse y confirmarse por el discurso "machista" desafiado a su vez por otro "feminista". El abuso del poder político puede involucrar a la manipulación y legitimación de la propaganda como tipos o funciones de una "comunicación discursiva" que cualquier oposición política puede de igual forma realizar. En síntesis, lo que puede aparecer como mero discurso local, en muchos casos, se instituye como procesos y estructuras complejas a un nivel más global de la sociedad.
Estas formas de AD no son simples; requieren de un estudio más integrado en todos los niveles o dimensiones vistos hasta aquí; así las relaciones entre discurso y estructuras sociales resultan a menudo ser indirectos y altamente complicados de abordar. Retomando, a modo de ejemplo, lo que decíamos en párrafos precedentes sobre el o los "usos pronominales" (pronominalización) éstos necesitan relacionarse con la estructura de la oración, el significado, la interacción, modelos mentales, la identidad y las creencias compartidas, antes de relacionarlos con las diferencias de poder entre los miembros de un grupo o estructuras y rutinas institucionales. No cabe duda que al ámbito del AD es, en consecuencia, inter o multi disciplinario; ello queda claro al entrar al campo social del AD que tiende a orientarse hacia un "campo aplicado" sobre todo si intentamos llevar este tipo de análisis al terreno de la "educación", los "medios", la "política", el "derecho", y tantos otros campos donde el discurso adopta diversas formas y usos. Esta línea específica de desarrollo del AD la encontramos en los trabajos de Britt-Louise Gunarsson quien en forma detallada nos da cuenta de lo que ocurre desde la llamada "lingüística aplicada" a la conformación del marco de un "análisis de discurso aplicado" enfocado hacia los "ambientes educativos", "ambientes legales y burocráticos", "ambientes médico- social", "ambientes laborales" ,y los "ambientes científicos o académicos" (De Beaugrande l993).

6. El ad crítico: (o análisis crítico del discurso)

A pesar de que podamos involucrarnos activa o pasivamente en los aspectos sociales del AD y de un modo también lejano o desinteresado siempre tendremos en frente de nuestro trabajo las normas dominantes que requiere todo trabajo intelectual o académico con el fin de ser "objetivo". Igualmente nos comprometemos en los temas y/o fenómenos a estudiar. Como tal debemos asumir una posición más cuestionadora de la realidad circundante, principalmente cuando se trata de cómo los discursos orales y escritos reproducen el abuso de poder, la dominación o la desigualdad social. A esto es lo que van Dijk denomina "AD crítico" cuyo exponente explicita siempre su posición social y política; asumir una posición con el fin de descubrir, desmitificar y, al mismo tiempo, "desafiar" una posición o dominación mediante un análisis crítico del discurso opuesto. Así, en lugar de centrarse en la disciplina y sus teorías o paradigmas lo hace en la relevancia de una situación problemática o crucial . El trabajo de un analista crítico está orientado por un "problema" más que por un marco teórico; su análisis, su descripción de un fenómeno como la formulación de una teoría juegan un rol en la medida que permita una mejor comprensión crítica de la "desigualdad social" basada en, por ejemplo, origen, género, clase, religión, lengua, u otro criterio que pueda definir las diferencias humanas. Su fin último no ser puramente científico, sino también político y social, es decir, con tendencia al "cambio". Es justamente en este sentido que la orientación social se transforma en "crítica". Quienes se mueven en esta senda ven el AD como una tarea moral y política con responsabilidad académica.
Finalmente, debemos dejar en claro que, para van Dijk, el AD o el "discurso" mismo es una parte inherente de la sociedad y participa prácticamente en todas las "injusticias" de la sociedad como en la lucha contra ellas. Un analista crítico del discurso , además de tener en cuenta el vínculo entre discurso y estructura social apunta a ser un "agente de cambio", solidario con las necesidades que promueven tal cambio. En esta línea de trabajo sobresalen las contribuciones de N. Fairclough y R. Wodak en temas tales como "lenguaje y poder", "el discurso de los medios", y los "trastornos del discurso".

7. Tipos de análisis del discurso

Hasta aquí hemos presentado una introducción elemental, aunque densa, de las estructuras, niveles y dimensiones del discurso y sus enfoques. Ahora, en una breve visión retrospectiva, consideraremos el marco resultante en términos más generales al examinar aquellos principios básicos que orientan el quehacer en AD donde se distinguen tipos, estilos y modos de realizar el análisis.
El que más prevalece o ha prevalecido es el trabajo sobre "análisis textual" que trata con las estructuras más abstractas del discurso escrito como un objeto fijo en la perspectiva de la "lingüística". El otro es el relacionado con el "estudio del habla" (discurso oral) que se centra en aquellos aspectos más dinámicos de la interacción espontánea en la perspectivas de las "ciencias sociales".
A pesar de las diferencias de enfoques, ambos están comprometidos con el descubrimiento de "ordenes", "reglas", y "regularidades" en el trabajo de análisis de "estrategias" y "estructuras"; tienen una orientación descriptiva y su tendencia es a ignorar contextos mayores como por ejemplo lo "cognitivo" y lo "social".
De la misma forma también existe la distinción entre estudios más "formales" o abstractos como en la inteligencia artificial y gramática, y estudios más "concretos" de textos reales o formas de habla en contextos específicos o socio-históricos, es decir, de la formas reales en que los usuarios de una lengua se manejan como "actores sociales", hablando, significando, y haciendo cosas con palabras.
En la literatura consultada, resaltan las orientaciones de tipo teórico y descriptivo y los aplicados y críticos con un fuerte‚ énfasis en lo social, el último. También se puede distinguir una diferencia en los "estilos" o diseños de investigación; aquí se sitúan los estudios "empíricos" que trabajan con información concreta o corpus, y los de orientación "filosófica" que son más bien especulativos y utilizan formas impresionísticas para referirse al discurso.
Otro criterio de diferenciación de enfoques se basa en tipos de discurso en cuanto a "género". Aquí las preferencias apuntan hacia las conversaciones, las noticias, la publicidad, la narrativa, la argumentación, el discurso político, entre otros. Ahora bien, cada uno de estos enfoques ha desarrollado sus propios conceptos, métodos y técnicas de análisis; una integración de los mismos pueden circular en forma paralela a la variación y especialización interdisciplinaria van Dijk distingue tres: a) los que se centran en el discurso mismo o en la estructura, b) los que consideran el discurso como comunicación en el ámbito de la "cognición", y c) aquellos que se centran en la estructura socio-cultural. Todos conforman una trilogía (discurso, cognición, sociedad) la que se vislumbra como el ámbito propicio para es establecimiento de una empresa multidisciplinaria en el AD. Sea cual fuere el punto por donde podamos ingresar a este triángulo descubriremos que no se necesitan de los otros lados o aspectos; cualquier exclusión, entonces, década de los años 60 el interés emergió simultáneamente tanto en el campo de las "humanidades" como en el de las "ciencias sociales". Ya, como discurso escrito y oral, venía siendo abordado o tratado en el análisis literario, la historia, la comunicación de masas, y desde la Grecia Antigua en la retórica o como las propiedades de "hablar en público". Por ser el AD un campo interdisciplinario nos referiremos en forma resumida a las principales disciplinas que lo abordan y tratan:
** Etnografía. Surge a mediado de los años 69 como una interdisciplina sistemática y explícita para abordar el AD; fue justamente en el campo antropológico donde se levanta un escenario con un primer "informe etnográfico" de los llamados "eventos comunicativos" (formas de hablar") en los contexto culturales. Se planteó que los hablantes de una lengua no sólo conocen las reglas o principios que estructuran una lengua como sistema gramatical sino también, como miembros de una cultura, son poseedores de una "competencia comunicativa" (saber qué decir y cuándo) (Silva, l988) más amplia; que comparten un conocimiento cultural de reglas sobre cómo hablar correcta y apropiadamente en situaciones, por ejemplo, "cómo advertir", "cómo contar un cuento", o "cómo entrar/salir de una disputa o debate"(Saville-Troike, l982).
** Estructuralismo y Semiótica. Surge como el llamado de Formalistas y otros especialistas Rusos en los años 20 y 30. El primero ofrece un marco más amplio para el estudio de la "narrativa", los "mitos", "literatura", y "cine" y otras prácticas semióticas en Francia desde donde se proyectaron influencias en diversos sentidos y latitudes. Por ejemplo, el análisis estructuralista de textos y/o narrativas en el estudio de los "medios" (Tobin,l990). La crítica que siempre aparece en estos enfoque es la de no dar cuenta de los procesos cognitivos, la interacción social, y las estructuras sociales.
** Gramática del Discurso. Más allá de la corriente Generativista en Lingüística, algunos lingüistas se han dado cuenta que el estudio de la lengua significaba, más que describir un sistema sintáctico, sobre la base de oraciones aisladas de contexto , comenzar a pensar en términos de "texto" o, como lo denomina van Dijk, la gramática de discurso centrado especialmente en las relaciones semántica y funcionales entre las oraciones. En otras palabras, cómo un texto es coherente y cómo se distribuye la información en el mismo. Hasta ese momento, el enfoque estructuralista o semiótico en el AD no consideraba el uso real de la lengua o la "dimensión social del discurso". De esta manera, y como una forma de enriquecer el campo del AD, los aportes provenientes de la "psicolingüística" y de la "psicología cognitiva" se han hecho relevantes al considerar el estudio de lo que ocurre en el "procesamiento" de la información verbal en textos orales y escritos.
** La Sociolingüística y la Pragmática. Al mismo tiempo que emergen los intereses por la estructura del discurso lo hacen también la sociolingüística y la pragmática como nuevas orientaciones en el campo de las ciencias del lenguaje. Parte de estos esfuerzos se centran en la "naturaleza discursiva del uso del lenguaje", "los actos de habla", y la "interacción verbal" al no sentirse una satisfacción con las cuentas formales de la estructura del discurso en un contexto socio-cultural (Salkie,l995; Leech,l996).
** La Etnometodología. Surge a fines de los 60 como un enfoque "micro-sociológico" interesado en el campo de la "interacción diaria" especialmente en lo referente al análisis de conversaciones en la "vida cotidiana"; reciben una atención preferente los "cambio de turno" o alternancias del diálogo como también qué tipo de interacción social se logra al expresarse de una determinada forma. Estos estudios ejercen gran influencia en la conformación del "análisis conversacional". Se observan escasos vínculos con los estudios lingüísticos formales y cognitivos al tiempo que se mantuvo cierta distancia de las formas "macro-sociológicas" clásicas al dar cuenta de una estructura social (Giles, l979; Stubbs, l993).
** La Psicología Cognitiva. Junto con la Psicología Educacional e inspirada por las complejidades del "aprendizaje humano" y/o "la adquisición del conocimiento" (fundamentos epistemológicos) (Audi, l998) en el inicio de los 70 surge una corriente de investigación en el estudio o rol que desempeñan los "procesos mentales" (atención, memoria, percepción, concentración, solución de problemas, etc.) en el proceso de comprensión de "textos" y en un marco que posteriormente conocemos como "ciencia cognitiva". Este desarrollo ocurre en estrecha cooperación con los avances de la "simulación" de computadores en la comprensión así como el rol del conocimiento en el ámbito de la "inteligencia artificial" que en su conjunto integra, enriqueciendo, las perspectivas de la "Lingüística Textual" (Green, l989; Turner, l996).
** La Psicología Social y la "Psicología Discursiva". La primera entra al campo del AD solamente en la década de los 80 a pesar de que en sus áreas de acción se habían tratado temas relevantes como los "procesos de socialización" y la "atribución". En Gran Bretaña algunos psicólogos sociales desde una relevancia obvia en la interacción social y la construcción de representaciones sociales" desarrollan su propio enfoque conocido como "psicología discursiva". Desde una posición cognitiva, e inspirados por los principios de la etnometodología, se centran en el estudio de la interacción como "fenómeno psicológico" para abordar la "comprensión", la "explicación", la "formación de opiniones e ideologías" (Giles, l979).
** Los Estudios de la Comunicación. En forma de algún modo lenta, en la década de los 70 y 80 las diversas ramas interesadas por el estudio de la "comunicación humana" sintieron que el AD ampliaba su domino de acción, por ejemplo, la estructura de los mensajes en los medios de comunicación masivos, la comunicación interpersonal, intercultural, y empresarial. Se puede afirmar que tanto el estudio de la comunicación humana así como el AD, en conjunto, pueden contribuir a una mayor integración de ambos enfoques ampliando el campo de una "teoría de la comunicación humana" (Brown, l994).
** Otras disciplinas. Lo planteado hasta aquí es válido para otras disciplinas que puedan emerger en el AD centrados en la humanidades y ciencias sociales. Por ejemplo, el estudio de las interacciones verbales en la administración de justicia (Corte o Tribunales) ya han atraído el interés en los llamados "estudios legales" en sociología y la psicología social. Por otra parte, los historiadores se interesan por la naturaleza textual de sus fuentes y de los aspectos narrativos de la historiografía; es el caso de la "teología" con el estudio de la Biblia o de otros textos sagrados. Podemos decir también que, por ahora, de la gama de disciplinas interesadas en el AD, la "ciencia política" es la que parece estar ausente en forma más sistemática; no se necesita argumentar mucho para darse cuenta que es justamente éste uno de los campos en que el discursos oral y escrito constituye un elemento central en todo proceso político (Leech, l996).

8. ¿Diversidad o integración?

A pesar de la riqueza de enfoques interdisciplinarios para abordar el AD, van Dijk lo plantea como opciones válidas conducentes a la unificación de los esfuerzos o al inicio y desarrollo de caminos propios. Lo positivo, como sea que fuere, es que los esfuerzos así expuestos producen una constante renovación teórica interesante por el hecho de que inicialmente, como hemos visto, el AD ha tenido lugar en los límites de disciplinas ya establecidas. Más que tender a la diversidad, el punto es y ser la emergencia de una empresa unificada. Por ejemplo, es lo que hemos venido percibiendo entre la lingüítica textual y la psicología cognitiva; otro tanto se da entre la micro-sociología, la sociolingüística, y la etnografía. Sin embargo, también se observan dominios dispares o aislados como lo son, hasta el momento, la estilística, la retórica y los estudios sobre "argumentación" (Audi, l998). Igualmente permanecen algo separados los dominios entre "mente" e "interacción"; ello lo vemos reflejado en los estudios de la "coherencia" la que fue primero tratada en los textos escritos y desde allí al análisis conversacional; las estrategias de interacción en la llamada "habla situada" fueron ignorados en el estudios de los "textos". Por otra parte, nociones fundamentales como el "significado" han sido tratadas de maneras diferentes en la semántica formal, psicología cognitiva, sociología, y la etnografía de las interacciones.
El mismo van Dijk visualiza que también han ocurrido "formas de fragmentación" lamentables en los puntos o lugares en que se inició el AD con trayectorias más o menos típicas como ha sido el caso de aquellos esfuerzos estructuralistas y post-estructuralistas en Francia y su contraparte inglesa especialmente en orientaciones literarias y filosóficas. En la tradición Hispánica el rumbo ha sido el trazado por la influencia Francesa. Afortunadamente, en la últimas décadas se han podido apreciar muchos intentos de integración. Por el lado psicológico la ciencia cognitiva suministra un marco unificado de integración e inspiración mutua en aspectos lingüísticos, cognitivos, neurológicos, y filosóficos (Turner, l996). Desde la perspectiva socio- cultural el interés por la "interacción social situada" ha favorecido el intercambio desde la pragmática, sociolingüística, sociología, y etnografía.
Es igualmente relevante destacar que han surgido algunos puntos de vistas como para plantear que no es posible una división entre cognición e interacción, sociedad y cultura favoreciendo el desarrollo de la "antropología cognitiva" con la noción de "cognición social" como el fundamento base en el AD tanto en su dimensión socio-cultural como cognitiva.
En síntesis, se puede afirmar que el AD define un dominio de estudio que por si mismo ha promovido una influencia interdisciplinaria, por ende, una integración más que división. Se trata de que nos podamos centrar, en el futuro, en un AD como disciplina autónoma. Para ello no ser exclusividad referirse en detalle a una estructura o gramática textual, o a la cognición, interacción, estructura social, etc. sino como aspectos de un compromiso científico complejo que explique y describa el "discurso" humano como comunicación (Brown, 1994).

9. Los principios en la acción del ad

No es suficiente explicar las propiedades del discurso así como sus dominios correspondientes. Hasta aquí hemos ampliado la visión o campo tratada en el trabajo anterior. Como toda disciplina o área de conocimiento el AD se orienta por algunos principios que es necesario de tener en consideración sobre todo cuando diseñamos algún tipo de investigación en el campo. van Dijk plantea que debemos tener en cuenta un cierto número de normas con el objeto de realizar un trabajo interdisciplinario objetivo y académico. A pesar de que los mismos puedan provocar reacciones críticas en el campo investigativo, ellos están sujetos a cambios. Veamos los más relevantes:
Lo escrito y lo oral en su entorno natural. Significa que cualquier estudio de AD debe tener como centro un material de trabajo que refleje realmente lo que ocurre en la interacción. Se deben evitar ejemplos inventados o construidos en favor de datos reales o "corpus". Los datos no pueden "editarse" o someterlos a un proceso de "sanitización" sino estudiados tal como son recogidos en la realidad o contexto social.
El contexto: el discurso debe ser estudiado preferentemente como constituyente de su situación local, global, socio-cultural. De muchas maneras los discursos orales y escritos indican, reflejan o señalan su pertenencia contextual. Así las estructuras contextuales se deben observar y analizar en detalle y también como posibles consecuencias del discurso: ambiente, participantes, roles comunicativos, metas, conocimiento relevante, normas y valores, o estructuras institucionales u organizacionales, etc.
El discurso como expresión oral. Mientras la mayoría de los trabajos iniciales de Ad se centraron en textos escritos (literatura, medios), la tendencia ahora es al cambio . Se trata de trabajar con interacciones verbales reales en conversaciones o diálogos formales e informales . El habla es considerada como la forma básica y primordial del discurso.
El discurso como práctica de los miembros de una sociedad. Tanto el discurso oral y escrito son formas de prácticas sociales en contextos socio-culturales; no sólo somos usuarios de una lengua sino también somos parte o miembros de un grupo, institución o cultura. Mediante el uso de la lengua, entre otros, desempeñamos roles, afirmamos o negamos, estamos de acuerdo o desacuerdo, pedimos o damos información, adquirimos conocimiento e, incluso, dice van Dijk, somos capaces de "desafiar" una estructura social, política o institucional.
Las categorías de los miembros. Desde las prácticas en "análisis conversacional" siempre se ha mantenido la idea de que no debemos imponer nociones preconcebidas o categorías desde la perspectiva del investigador. Se tienen que respetar las formas sobre cómo los integrantes o miembros de un grupo social interpretan, orientan y categorizan los atributos o propiedades del mundo social, sus conductas y el discurso mismo. Sobre esta base se deben formular las teorías que en forma sistemática y/o explícita den cuenta del discurso como práctica social.
La secuencialidad. Se refiere al hecho de que el discurso se realiza en un sentido lineal o secuencial tanto en su producción como en comprensión. Esto es válido en lo oral y escrito e implica que en todo sus niveles (oraciones, proposiciones, actos) se deben enunciar e interpretar de acuerdo a la información precedente que es lo que ocurre en la así llamada "coherencia". Ello involucra cierta "funcionalidad": los elementos últimos se relacionan con los anteriores. Como usuarios de la lengua operamos así mental e interactivamente (modo en línea o "on-line"). Así nos damos la oportunidad de re-interpretar o corregir información o contenido.
La constructividad. Los discursos también son constructivos en el sentido que las unidades constitutivas se pueden usar, comprender, y analizar "funcionalmente" como partes de un todo, creando estructuras jerárquicas en la forma, significado e interacción.
Niveles y dimensiones. Los analistas del discurso tienen siempre la tendencia a descomponer sus trabajo en niveles y cómo se relacionan estos niveles. Como usuarios de la lengua los manejamos como un conjunto (sonidos, significados, o acciones).
Significado y función. El investigador siempre está tras el o los significado(s) . Formular preguntas como: ¿Qué significa esto aquí? ¿Cuál es el sentido en este contexto? Este principio tiene implicancias funcionales y explicativas ¿Por qué se dice aquí?
La reglas. Se postula que el discurso también está gobernado por reglas. Tanto el discurso oral como escrito se debe analizar como manifestación o expresión de reglas gramaticales, textuales, comunicativas o interaccionales compartidas socialmente. También interesa al analista descubrir cómo se quebrantan, se ignoran o se cambian tales reglas y qué funciones discursivas presentan tales perturbaciones.
Estrategias. Los usuarios de una lengua conocen y aplican estrategias mentales e interactivas en el proceso de producción y comprensión efectiva para lograr una efectividad en la realización del discurso (expresión de la intensionalidad) y su impacto en la conducta de un destinatario . Es como en el ajedrez donde para ganar o perder aplicamos técnicas, movimientos especiales, etc.
La cognición social. Es fundamental aunque sea menos reconocida en algunos enfoque o tendencias. Se trata de los procesos mentales y representaciones del mundo que expresamos en lo oral o escrito. No podríamos entender el significado, coherencia, acción, etc. sin considerar lo que ocurre en la mente de los usuarios de la lengua en la realización de las interacciones. También juegan un rol fundamental en al AD los recuerdos o experiencias personales (modelos), las representaciones socio-culturales compartidas (conocimientos, actitudes, ideologías, valores, normas) que tenemos como usuarios de una lengua o como miembros de un grupo; la cognición es la "interface" entre el discurso y la sociedad.

Palabras finales

En estos dos trabajos se ha presentado el pensamiento de van Dijk en relación a los estudios sobre análisis del discurso como una manera de divulgar, en el ámbito académico, este importante conocimiento. Mirada su teoría, retrospectivamente, se aprecia un recorrido largo donde destacan, podríamos decir, los estudios lingüísticos de la "pronominalización", la "coherencia semántica", la observación de los "turnos conversacionales", y la "comprensión textual". Sin duda, en este camino se han involucrado más de una disciplina con enfoques algunos más sofisticados que otros. Casi en el término del milenio, el AD está cumpliendo la mayoría de edad; su interdisciplinareidad garantiza, por tanto, renovaciones continuas, e inspiraciones que apuntan en la actualidad hacia los campos del Derecho, Ciencia Política, y la Comunicación Humana. EL AD se mueve desde un nivel macro-social a otro micro-social y viceversa entregándonos un enfoque bien fundado y crítico para el estudio de problemáticas sociales, el poder, y la desigualdad. Por otro lado, está tomando, dice van Dijk, su propio lugar en las Humanidades y Ciencias Sociales entregándonos visiones o perspectivas de los fenómenos sociales y mentales que, posiblemente, otras disciplinas lo hacen tangencialmente. Debe tenerse en cuenta que el AD no es un método aplicable al diseño de investigaciones psicológicas, sociológicas, antropológicas o socio-política. Postula a ser una disciplina autónoma. Específicamente, en el ámbito de la "psicolingüística" el AD plantea que el uso de la lengua y la manifestación del pensamiento se manifiestan en lo que van Dijk denomina " interacción social discursiva". En este sentido, habría que agregar que no son muchas las especialidades del saber humano capaces de ofrecer oportunidades válidas para entender cómo los hablantes usan una lengua, piensan, e interactúan "reproduciendo" de esta manera su pertenencia grupal, y socio-cultural; ello desde el diálogo cotidiano a la formalidad del discurso científico, o desde lo cotidiano a la rigidez del discurso pedagógico en el aula, etc. El camino de la ciencia del lenguaje en las décadas venideras será textual, discursivo, comunicativo, crítico e interdisciplinario.

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