domingo, marzo 16, 2014

FREUD Y LA CREACIÓN ARTÍSTICA



Según Freud, la creatividad artística era un misterio. Y si bien estimó que la esencia de la función artística era psicológicamente inaccesible, sostuvo que el psicoanálisis podría explicar el proceso creativo indagando en los condicionamientos y propósitos que subyacen  al trabajo del artista.  Freud dedicó varios ensayos a la obra de escritores, pintores y escultores, en los cuales expuso sus aproximaciones psicoanalíticas al estudio del arte. «La interpretación de los sueños» (1900), «La creación literaria y el sueño diurno» (1906), «El delirio y los sueños en la “Gradiva” de W. Jensen» (1907), «Un recuerdo de infancia de Leonardo de Vinci» (1910), «El Moisés de Miguel Ángel» (1914), «Un recuerdo de infancia en “Ficción y verdad” de Goethe» (1917) y «Dostoievski y el parricidio» (1928) reúnen las principales reflexiones freudianas sobre la creación artística.

«Un recuerdo de infancia de Leonardo de Vinci» expone, luego de explorar los primeros años de vida del genial artista y científico florentino, las claves de su enigmática personalidad. Una anécdota de la infancia de Goethe permite a Freud delimitar algunos rasgos fundamentales de la personalidad del autor de Fausto. El análisis de los personajes de Los hermanos Karamazov y de la biografía de Dostoeivski apuntan  a sustentar la existencia de rasgos neuróticos y sadomaquistas en el novelista ruso. «El delirio y los sueños en la Gradiva de Jensen» nos ofrece una metodología para el psicoanálisis de la literatura. En este ensayo, Freud analiza clínicamente al personaje descrito por el escritor Jensen en una novela titulada Gradiva, que narra la aventura de un joven arqueólogo alemán, Norbert Hanold, quien fascinado por un bajo relieve romano que representa  a una joven andando, llama a esta joven «Gradiva», la que avanza. Hanold construye sin cesar hipótesis sobre esta joven y se interesa principalmente en su modo de andar; luego bruscamente siente deseos de ir a Pompeya y cede a este impulso.

De los ensayos dedicados por Freud al proceso de creación artística, me interesa destacar algunas conclusiones. En primer lugar, la obra literaria surge en el inconsciente y casi siempre posee un origen sexual, pues Freud asumía que todo deseo obedecía a una pulsión sexual alojada en el inconsciente. Para el psicoanálisis freudiano la inspiración artística se origina en el inconsciente del artista. Freud ubicó al inconsciente en el «lado oscuro» de la mente humana, y lo representó como el depósito de nuestras pulsiones, deseos y  temores más secretos. El inconsciente, objeto de estudio del psicoanálisis, es aquel lugar del psiquismo humano que contiene las pulsiones innatas y los contenidos reprimidos por el individuo, a los que no tiene acceso su consciente. Se trata de un concepto descriptivo, estático, y a su vez, dinámico, que refiere a la existencia de fuerzas ocultas que tienen la aspiración de hacerse conscientes. Esto implica la existencia de una fuerza antagónica: la represión.

Este mecanismo de defensa del yo actúa sobre el deseo y se produce porque la satisfacción del deseo entra en conflicto con la censura social. Los contenidos reprimidos solo pueden acceder a la conciencia después de haber sufrido la deformación de la censura. Los elementos que han sido reprimidos pero nunca anulados por la censura tienden a reaparecer de manera disfrazada. A esta tendencia de las manifestaciones inconscientes de salir a la superficie se denomina «retorno de lo reprimido». El producto de esa deformación que adopta lo reprimido para hacerse presente —síntoma, sueño, símbolo, lapsus, chiste y en general cualquier producto del inconsciente— se le conoce como «formación de compromiso».

La obra literaria es una formación de compromiso situada entre dos tendencias contrapuestas: por un lado, necesidad de expresión del «ello» del escritor  y el control de su «yo» y «superyó». Freud señala que para que sea posible el retorno de lo reprimido tienen que debilitarse las defensas del inconsciente y, paralelamente, acontecer un refuerzo de la tensión pulsional. En este sentido, la literatura vendría a ser una satisfacción perversa  de los deseos inconscientes. Perversa pues no se trata de una satisfacción directa sino indirecta. Entiéndase por «perversos» aquellos elementos que no van encaminados directamente a su finalidad genital-sexual, sino que buscan placer por otros medios. Por lo tanto, están desviados de su finalidad originariamente sexual. La literatura —el arte en general— ofrece, según el modelo freudiano, una válvula de escape para estos deseos conflictivos.

En segundo lugar, Freud advirtió que la sublimación —otro de los mecanismos de defensa del yo— actúa sobre el material reprimido convirtiéndolo en cultura, es decir, en un material simbólico socialmente aceptable, donde  el arte y la ciencia son las principales manifestaciones sublimadas. La sublimación es un proceso por el cual el «yo» —regido por el «principio de realidad»— negocia los impulsos del «ello» —dominado por el «principio de placer»— que entran en conflicto con el «superyó» —que contiene las normas morales impuestas por la sociedad con el objetivo de asegurar un comportamiento correcto—  transformándolos en material inofensivo, complaciendo así a las fuerzas en conflicto. En Nuevas aportaciones al psicoanálisis, Freud definió la sublimación como «una cierta modificación de finalidad y de cambio de objeto en la cual entra en consideración nuestra evaluación social». De este modo, la sublimación ofrece una salida al dilema en que se ve envuelto el yo, agobiado entre las demandas del ello y el superyó.

Finalmente, y en relación con el punto anterior, Freud anota que los contenidos del ello se proyectan hacia el yo a través de la libido (energía de la pulsión sexual), lo cual hace posible su desexualización, es decir, que la libido se reoriente hacia actividades no sexuales. A este proceso lo denomina «narcisismo secundario», que consiste en proyectar la libido hacia objetos exteriores de naturaleza no sexual. Este repliegue de la libido sobre el creador le parece a Freud imprescindible para la realización de toda actividad artística.

El origen sexual de la creatividad artística es el punto más controversial del psicoanálisis freudiano. Freud estableció que la energía necesaria para la creación es de naturaleza erótica y que el escritor sublima sus impulsos eróticos en la escritura porque en la realidad hay algo que le impide descargar directamente esos impulsos. En resumen la frustración sexual (entiéndase la frustración por realizar cualquier deseo proveniente del inconsciente, incluso los no sexuales) conduce al artista hacia la creación. Es así que el Eros —el instinto de vida, la pulsión que conduce al sujeto de manera positiva hacia el objeto— es el tipo de energía más flexible y expansiva; por lo tanto es lógico que sea la energía erótica y no la agresiva —Tánatos, el instinto de muerte— quien proporcione el material para la creatividad en el arte.

El psicoanálisis halló en la creación literaria un espacio donde investigar porque la ficción es un producto de la conciencia del autor y de los personajes que lo habitan. De allí que Freud planteara relaciones entre la creación onírica y la creación literaria. Según el psiquiatra y escritor español Carlos Castilla del Pino, a pesar que centremos nuestra atención exclusivamente en el texto, sin tomar en cuenta el inconsciente del autor, su biografía o su comportamiento social, el sujeto sigue siendo necesariamente el «objeto» de todo psicoanálisis, aunque el texto sea el conjunto de «síndromes» que nos permite interpretar su conducta. La crítica psicoanalítica es siempre un psicoanálisis del autor. La única diferencia entre la clínica psicoanalítica y el psicoanálisis crítico de la literatura es que esta última no puede tener como objetivo el alivio del sufrimiento del sujeto.