domingo, mayo 26, 2013

MARXISMOS LITERARIOS



Publicado en Critica.cl. Revista Latinoamericana de Ensayo. 20-05-2013 

Aunque Marx y Engels son más conocidos por sus obras políticas y económicas —ya que ambos estaban más ocupados en asuntos de política y economía, que en formular una teoría estética— sus escritos contienen abundantes referencias literarias. En la introducción a los Grundisse, Marx recurre al arte para ejemplificar la compleja relación entre base y superestructura, la cual no es simétrica ni unívoca, pues no siempre el arte está determinado por la lucha de clases o la economía sino que posee sus propias reglas de evolución. Por el contrario, la literatura podría dar cuenta de procesos revolucionarios contrarios a los modos de producción económica dominantes, inclusive de la mano es escritores cuya posición de clase no sea proletaria. Que Marx acudiera con frecuencia a la literatura para ejemplificar sus categorías de análisis se explica porque era un denodado lector de Goethe, Shakespeare y Balzac, el teatro griego y la novela folletinesca inglesa, además de ser muy exigente con su propio estilo de escritura. En Marxismo y crítica literaria, Terry Eagleton (Salford, Inglaterra, 1943) explora las principales cuestiones del pensamiento marxista acerca de la literatura en relación a la historia, la forma y el contenido, el compromiso del escritor y el autor como productor, para lo cual revisa no solo a Marx sino a los más destacados teóricos marxistas que hayan reflexionado sobre la creación literaria.

Desde la primera edición inglesa de 1976, dos acontecimientos han marcado un giro en el desarrollo del marxismo dentro de las ciencias sociales y las humanidades. Por un lado, el ascenso del neoliberalismo durante los ochenta y noventa, liderado por los gobiernos de Ronald Reagan y Margaret Thatcher; y por otro, el desmoronamiento de la Unión Soviética y la caída del muro de Berlín. En este contexto, el marxismo fue desestimado como teoría para interpretar o cambiar la realidad, pues sus detractores concluyeron que la realidad misma había demostrado su fracaso. Sin embargo, si partimos de que cuando menos se discute una ideología es cuando está más activa, entonces la globalización de la crisis financiera evidencia que el capitalismo neoliberal está en crisis. En el ámbito de la crítica literaria, el marxismo sobrevivió, aunque no sin dificultades ni desplazamientos, en los Cultural Studies, pero entre 1980 y el presente, una amplia variedad de enfoques teóricos alineados dentro del giro posmoderno, prescindieron de categorías de análisis marxista como base, superestructura, lucha de clases, ideología por considerarlas obsoletas, concentrando sus esfuerzos en las reivindicaciones de las minorías culturales (género, etnia, nacionalidad, religión, lengua, etc.). Como afirmara Frederic Jameson, el multiculturalismo terminó haciéndole el juego al capitalismo avanzado fragmentando la lucha política en lugar de fortalecer un frente en el que, pese a las diferencias particulares de cada lucha, sea la lucha contra el capital lo que articule las diversas luchas a nivel global.

Recientemente, editorial Paidos Argentina ha lanzado una nueva edición de este clásico de Eagleton, que surgió a partir de las notas elaboradas para un curso introductorio sobre teoría literaria marxista. Su interés por el marxismo tuvo lugar bajo el magisterio de Raymond Williams, quien llevó adelante una relectura crítica de la obra de Marx a fin de enriquecerlo con el aporte de otras teorías, apartándolo del determinismo económico y aplicándolo al estudio de la cultura de masas. La literatura inglesa, los estudios culturales y el psicoanálisis constituyen los principales intereses académicos de Terry Eagleton como crítico literario y de la cultura. 

La crítica literaria marxista está muy distante de constituir un cuerpo homogéneo de fundamentos y pensadores. Posteriores reflexiones a las de Marx y Engels añaden, modifican o radicalizan algunas de sus afirmaciones. No obstante, la crítica marxista de la literatura tiene por finalidad explicar la obra literaria (forma, estilo y significados) y las determinaciones históricas que actúan sobre estos recursos, y explicar los aspectos formales de una obra literaria comprendiéndolos como resultados de un proceso histórico. Supone un análisis histórico, pero no se limita a ello ni a una sociología de la literatura. En última instancia, entender la literatura es para la crítica marxista entender el proceso total del cual forma parte.

Contra el sentido común que atribuye al marxismo una interpretación determinista del arte por efecto de la economía y la historia, Eagleton aclara que Marx y Engels no sostenían tal cosa, sino que entre base (modos de producción material) y superestructura (diversas formas de conciencia social) existía una relación dialéctica, donde eventualmente era posible que la superestructura determinara la base. Lo que no habría que perder de vista es que la ideología dominante en una sociedad es la de la clase dominante y que el arte no es un territorio libre de ideología. Siguiendo a Louis Althusser, Eagleton matiza la relación entre literatura e ideología: la literatura no se reduce a ser simple ideología, sino que mantiene con esta una relación compleja; por un lado, la literatura podría reflejar la ideología dominante, pero por otro podría alejarse de ella hasta el punto de hacer visible la ideología de donde proviene.

Asimismo, Eagleton halla en la crítica marxista argumentos a favor de un estudio de los aspectos formales del lenguaje literario, pero de un modo distinto al que proponían los formalistas rusos, la New Criticism o el estructuralismo. El par binario forma/contenido es tratado por la crítica marxista como una unidad más que como una dicotomía compuesta por elementos inconciliables. No es que la forma sea una dimensión menor respecto al contenido, sino que la forma literaria es ideológica. Por consiguiente, hay que prestar atención a las expresiones, formas y retórica del lenguaje no para reforzar un análisis inmanentista desde el texto (close reading), sino para examinar la forma que la ideología ha adquirido en el discurso. Para Lukács la novela como forma literaria surge en un momento histórico donde la ideología burguesa requería de una expresión literaria acorde a su visión del mundo. Sin embargo, ello no impidió que dentro del realismo aparecieran novelas que subvirtieran la ideología hegemónica mediante representaciones del decadentismo burgués, como La guerra y la paz, de Tolstoi, el ciclo de la Comedia humana de Balzac. El estructuralismo genético de otro crítico marxista como Lucien Goldmann se fija en la relación dialéctica entre el texto, la visión del mundo y la historia, es decir en explicar las condiciones históricas en las que surge una ideología y la forma que adquieren en el texto literario. 

La parte medular y más extensa es la que correspondiente al compromiso del escritor, Eagleton acude nuevamente a Marx y Engels para rebatir varios presupuestos erróneamente atribuidos a la crítica marxista del arte. Si el marxismo no conforma un todo estable y unificado de fundamentos es justamente porque no todos los pensadores marxistas consideraron idóneo que el escritor exhibiera explícitamente en su obra una militancia política revolucionaria. Es decir, que ni Marx ni Engels apoyaron el uso de la literatura, o del arte en general, como un panfleto. Eagleton anota que el propio Lenin se opuso a que la literatura proletaria sea cultivada con arreglo a un mandato político, pues lo rechazaba por artificial. Más bien, Lenin invitaba a conservar lo más valioso del artes burgués que pudiera ser empleado en nombre de la revolución. Un gran escritor reaccionario podría escribir una gran obra revolucionaria, como el caso de Tolstoi, ya que las creaciones artísticas no están plenamente determinadas por la ideología de sus autores. Trotsky también insiste en que la cultura socialista incorpore lo mejor del arte burgués. Eagleton destaca las apreciaciones de Marx y Engels en torno a la función del arte dentro de la revolución. Ambos sostenían que el arte no era de ningún modo un medio sino un fin en sí mismo, por lo cual se ubican en las antípodas de evaluar la literatura bajo prescripción política. Sin embargo, Plejánov era un convencido de que la literatura refleja la realidad y que la tarea del crítico es analizar ese reflejo. Contra la teoría del reflejo, además de Marx y Engels, también se suma Trostky, para quien la literatura en realidad deforma o refracta la realidad. De otro lado, Lukács declaraba que los escritores debían hacer algo más que reflejar la realidad y eso significaba criticar la sociedad burguesa. El realismo crítico de Lukács, que suponía un compromiso político explícito del escritor a través de su obra, fue duramente criticado por Bertolt Brecht, quien realizaba un arte teatral crítico de la sociedad burguesa, pero no empleando recursos que la reflejaran simétricamente sino reflexionado sobre la realidad misma, buscando crear un efecto de distanciamiento en el espectador, no una identificación como se desprende de la teoría del reflejo. 

La última sección del libro trata sobre la consideración de la literatura no solo como un producto estético sino también como una mercancía producida por la industria editorial, y al autor como un obrero productivo, además de artista, y del lector o espectador como consumidor. Eagleton parte el ensayo de Walter Benjamin, «El autor como productor» (1934). Para Benjamin el arte, como cualquier otra forma de reproducción, depende de ciertas técnicas de reproducción, las cuales forman parte de las fuerzas productivas disponibles y que consisten en un conjunto de relaciones sociales entre el autor y el público. Benjamin señala que el artista revolucionario es aquel que se rebela contra la hegemonía de los modos de producción desarrollando formas estéticas novedosas que obliguen a la necesaria renovación de las fuerzas de producción. Como consecuencia, se producirá un cambio en las relaciones entre artista y el público. No se trata tanto de imponer un modelo artístico revolucionario a través de los medios existentes como de revolucionar los medios mismos.

Para Brecht y Benjamin, acota Eagleton, el autor es en esencia un producto. Así, se distancian de la idea romántica de autor como creador, esa figura cuasidivina que construye su obra a partir de la nada. Esta concepción individualista de la creación basada en la inspiración dificulta comprender el influjo de la historia y los modos de producción. Igualmente, Brecht y Benjamin critican duramente la postura idealista que define la obra de arte como resultado de una armonía perdida o como prefiguración de una perfección estética porvenir. La forma artística fue el terreno más celosamente guardado por los defensores de la estética. El análisis de la forma es importante para la crítica marxista pero por motivos distintos: lo es porque es en la forma literaria donde se cristaliza la ideología. 

Además de introducirnos en la perspectiva marxista sobre la literatura, en Marxismo y crítica literaria se desmitifica varios presupuestos equivocados sobre la crítica marxista de la literatura: el determinismo histórico-económico, la subestimación del análisis formal del lenguaje, el arte como vehículo de propaganda política y la literatura como simple expresión del genio creador. Un libro que a casi cuarenta años de su primera edición nos brinda claves teóricas de gran actualidad.