miércoles, mayo 21, 2008

AREQUIPA 1821-1824: La ciudad más importante del imperio español en América

Víctor Condori
Licenciado en Historia


La ciudad de Arequipa, desde su fundación en 1540 hasta mediados del siglo XVIII, constituyó una sociedad particularmente rural, no solo por encontrarse en medio de una generosa y primaveral campiña, sino, por que sus fundamentos económicos estuvieron básicamente centrados en la agricultura. Siendo la especialidad, el cultivo de la vid; cuya materia prima fue fundamental para la producción de los afamados vinos y aguardientes. Todo un orgullo de la élite local colonial.

Tan populares bebidas se elaboraban en los fértiles valles de la región, como Vitor, Majes y Moquegua; y su comercialización, además de la Ciudad Blanca, se extendía sobre una enorme área del virreinato peruano, siendo sus principales mercados los centros urbanos y mineros del Alto Perú (hoy Bolivia). Y precisamente hacia estos importantes mercados se exportaban a finales del siglo XVIII vinos y particularmente aguardientes (90%), por un valor superior al millón de pesos anuales. No obstante lo impresionante de tal cifra, hasta mediados de dicho siglo, Arequipa no pasó de ser una ciudad de relativa importancia dentro del virreinato peruano, por debajo de Lima y el Cuzco.

El Comercio Regional

A raíz del establecimiento del llamado “Comercio Libre” (1778), dicha actividad se convirtió, por encima de la minería, en la segunda más importante de la región, después de la tradicional agricultura. Y a través de este revitalizado comercio, la ciudad vinculaba la capital del virreinato con el extenso Sur Andino (Bajo y Alto Perú). Donde además de los reconocidos y bien ponderados vinos y aguardientes, se comercializaban los llamados “efectos de Castilla”, conformados generalmente por tejidos de todo tipo, artículos de lujo, papel, hierro, medicinas, azogue y armas.

Tales “efectos”, en un gran porcentaje fueron abastecidos desde la Ciudad de los Reyes, por importantes comerciantes capitalinos, miembros del poderoso gremio conocido como “Tribunal del Consulado de Lima”; quienes mantenían fuertes vínculos con sus homólogos aunque menos poderosos, comerciantes arequipeños, como Juan Crisóstomo Goyeneche, Mateo Cossio y José Menaut.

Una nueva situación

Luego de la independencia de Chile y fundamentalmente después de la ocupación de Lima, por las fuerzas patriotas del general José de San Martín en julio de 1821, la Intendencia de Arequipa se convirtió, no solo en el eslabón más importante entre el imperio español y el último ejército realista de América del Sur, sino también, en el único centro de abastecimiento de todo el sur Andino.

Esta nueva condición, favorecida por las imprevisibles circunstancias de la guerra, trajo enormes beneficios para la ciudad, permitiendo un crecimiento de la actividad mercantil, incrementando los ingresos fiscales, mejorando el abastecimiento de mercancías importadas y generando pingues ganancias a todo un vasto sector del comercio regional. Al respecto, un gran conocedor de la economía y sociedad arequipeña de la época, John Wibel, afirmaba que:

“El enorme volumen de mercancías vendidas en Arequipa durante el periodo de emancipación y el rol de la ciudad como centro del comercio con Bolivia y el sur del Perú atrajo comerciantes extranjeros a la región durante la independencia.”

Es decir, la nueva situación de Arequipa, generó una corriente migratoria hacia la ciudad de numerosos comerciantes, no solo extranjeros, sino también, limeños e incluso peninsulares, como Lucas de la Cotera, Francisco Luciano Murrieta, Ambrosio Ibáñez y Manuel Marcó del Pont. Entre los extranjeros estuvieron: Tomas Crompton, Guillermo Hodgson, Santiago Ygualt, Samuel B. Mardon, Juan Moens, Federico Marriot, Antón Von Lotten, etc.

Siendo Inglaterra la primera potencia comercial de la época, no fue de extrañar que la mayoría de los comerciantes extranjeros fuesen súbditos de su majestad británica; y por añadidura, junto con ellos, se instalaron también en Arequipa numerosas casas comerciales, cuyos negocios e inversiones, llegaron a alcanzar la impresionante suma de tres millones de pesos, en 1824.

El puerto de Quilca


Durante este singular periodo, las mercancías importadas o “efectos de Europa”, casi en su totalidad provenían de los numerosos barcos ingleses, franceses o norteamericanos, quienes legal o clandestinamente arribaban a los puertos de la Intendencia, atraídos por la posibilidad de realizar lucrativos negocios.

Para el desembarco de estas mercancías o “efectos”, el puerto elegido fue la caleta de Quilca, ubicado a un centenar de kilómetros de la Arequipa. Pese a no contar con las condiciones materiales ni portuarias para este fin, terminó convirtiéndose, a fuerza de necesidad, en el principal puerto de la región; soportando durante estos años un intenso tráfico marítimo, por los numerosos navíos que diariamente fondeaban frente a su litoral.

Tan elevados llegaron a ser los volúmenes de mercancías desembarcadas por este improvisado puerto, que en octubre de 1822, dos vecinos de Arequipa, Buenaventura Berenguel y Gregorio Vásquez, decididos a “pescar a río revuelto”, constituyeron una compañía a fin de convertir una pobres barracas en amplios almacenes:

“Para los cargamentos que traen a su bando las embarcaciones que tocan a dicho Quilca y depositan en las bodegas ellos...”

Ingresos Aduaneros

Los inmensos beneficios económicos generados por este impensado auge comercial, se percibieron no solo en los abultados ingresos de la élite mercantil arequipeña, sino también, en las infladas arcas de la hacienda virreinal. La Caja Nacional de Hacienda de Arequipa, experimentó durante aquellos años, una multiplicación en sus ingresos por concepto de importaciones; pasando de los modestos 9,105 pesos en 1821, a los esplendidos 389,641 pesos en 1824.

Fin de la guerra

Sin embargo, como habría de suceder otras tantas veces en el futuro, esta coyuntural prosperidad también fue falaz. Pues al llegar a su fin la guerra de Independencia (1825), finalizó la bonanza comercial junto con la privilegiada posición de la ciudad de Arequipa. Lima volvió a ocupar su lugar preeminente, ahora dentro de la nueva República Peruana. Algunos poderosos comerciantes como Lucas de la Cotera o Francisco Luciano Murrieta migraron a la península, y la economía regional tuvo que reorientarse en dirección a las necesidades del mercado internacional. Algunas fortunas locales, labradas durante los años de la guerra, comenzaron a languidecer lentamente al son de las centralistas políticas económicas y los nuevos señores de la guerra: los caudillos militares.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelente artículo. No veo por qué Arequipa tiene que seguir ligada a ese aparato ocioso limeño que lo único que ha hecho con el Perú, es tragarse el trabajo de otros y luego lanzarles los pellejos. Arequipa, Moquegua, Tacna y Puno; deberían hacerse una pequeña república. Mucho más eficiente, honrada, y próspera.

Arriba la Patria Arequipa sin los ladrones e ineptos de Lima.

Fernando Rospigliosi

Charlie Caballero dijo...

Caramba "Fernando", estas con el sable desenvainado. Tomemos las cosas con pinzas: el reconocimiento de nuestras tradiciones regionales no debe ser pretexto para el separatismo. Ya varias veces AQP entro en diferencias con Puno y Moquegua y al momento de decidir la integracion regional nuestros vecinos dijeron que no pero AQP que si. Cosas extrañas. Lo mejor será que cada región tenga la suficiente autonomia para decidir sobre sus recursos pero para ello necesitamos presidentes regionales capaces y no pequeños señores feudales oportunistas como el de Ancash o el de Puno,

un abrazo

Anónimo dijo...

me parece inoportuno que nos estemos enfrentando entre nosotros los peruanos,pero a veces es mejor solo que mal acompañado;ademas aqp demostro ser productiva -economicamente estable;por lo tanto,creo que debemos de instaurar la republica de aqp,ps no seria mala la idea,total,si nosotros no recibimos nada a cambio,espero no se molesten los amigos del sur como puno ,moquegua ,tacna y el cusco.

joel pinto esquia
jl_gentil@hotmail.com
952877927