domingo, octubre 04, 2009

Crisis de la socialdemocracia europea

Un diagnóstico paralelo

En su último post, Martín Tanaka recomendó la lectura de algunos artículos que daban cuenta de la crisis que actualmente atraviesa la socialdemocracia en Europa, la cual se ha acentuado luego de la reelección de Angela Merkel en Alemania. En general, la crisis de la socialdemocracia es un eco de la crisis que atraviesan los partidos políticos tradicionales en todo el mundo, solo que en el caso de los socialdemócratas es particularmente más grave porque tanto los liberales como los conservadores se han acomodado mejor al nuevo contexto político, sobre todo si es que lo analizamos desde la perspectiva de los votantes.




En What is wrong with Social Democracy? (¿Cuál es el problema con la Socialdemocracia?) Matt Browne, Ruy Teixiera, and John Halpin establecen las causas, limitaciones y posibilidades de la Socialdemocracia en el escenario político europeo actual. Los autores del artículo publicado en Spiegel plantean la siguiente interrogante: ¿Por qué los grupos sociales emergentes, que anteriormente eran próximos a la Socialdemocracia, no votan por ella? Primero, porque los socialdemócratas europeos no han definido bien lo que ellos representan o qué los diferencia de los conservadores. En un post reciente, mencioné que una de las críticas más fuertes contra la centroizquierda era que, después de la caída del Muro de Berlín y el derrumbe del socialismo, se allanaron ante la agenda de la derecha liberal, lo que implicó una renuncia a ciertos principios fundamentales que históricamente la Socialdemocracia había defendido: igualdad, libertad, Estado de Bienestar y más recientemente, multiculturalidad, entre otras. De esta manera, las propuestas progresistas se inhiben con la finalidad de que sus representantes luzcan más modernos, autocríticos y más conectados con el quehacer político-económico actual. Es así que el votante que antes depositó su plena confianza en los socialdemócratas ahora ve con simpatía las propuestas de la derecha liberal, ya que no se distinguen radicalmente de las socialdemócratas, las cuales parecen ser un apéndice de aquellas.

Segundo, los socialdemócratas no han conectado con los valores de los votantes y en consecuencia, tampoco responden al enojo populista que está típicamente arraigado en estos valores. En todo el mundo, es evidente que ha aparecido una nueva clase social emergente producto del desarrollo económico centralizado en algunas zonas del planeta: India, China, sudeste asiático, etc. En Europa ha ocurrido lo propio, pero de manera que esta nueva clase emergente que antes fuera la reserva electoral de la socialdemocracia posee nuevas expectativas que no concuerdan con lo que los progresistas tienen previsto para ellos. Frente a problemas concretos como la delincuencia, la inmigración, el desempleo, la crisis financiera y el terrorismo, la derecha aparece como más determinante, sin medias tintas y con medidas concretas (lo que no quiere decir acertadas) para enfrentar los problemas de interés público. Asimismo, no llaman la atención del gran electorado porque están enfrascados en discusiones intelectuales sobre cuestiones éticas muy loables acerca de lo que "debe ser" y, en consecuencia, olvidan que su agenda también debe incluir las nuevas expectativas de sus votantes. Por ello, los electores terminan por inclinarse hacia la derecha que sí les presta mayor atención.

Tercero, los demócratas sociales se hallan confrontados por una avalancha de nuevos desafíos de la política que la Tercera Vía no previó. Uno de ellos tiene que ver con los conflictos ideológicos que se creían extintos luego de 1989, lo cual alimentó la idea de una nueva etapa postideológica caracterizada por el dominio del capitalismo neoliberal, es decir, por un escenario político-económico unipolar. Sin embargo, el retorno de los fundamentalismos religiosos y del nacionalismo, la amenaza terrorista y la crisis financiera mundial nos han demostrado que lo ideológico sigue vigente, pues tales asuntos alcanzan una dimensión planetaria. ¿Qué tendría que hacer la Socialdemocracia en una etapa marcada por la ausencia de discusión ideológica y marcada por un exacerbado pragmatismo político-económico? Al parecer muy poco y no tanto porque las condiciones no sean las adecuadas (la desigualdad económica, la injusticial social y la restricción de libertades subsisten y la crisis económica mundial brinda una oportunidad a las causas progresistas para que tomen la batuta de la discusión política) sino porque les viene faltando capacidad de reacción. No han aprovechado la actual coyuntura y nuevamente la derecha y los liberales les ganaron por puesta de mano. Creyeron a pie puntillas que la Historia había terminado y con ella los conflictos ideológicos.

Los socialdemócratas, finalmente, no han modernizado su manera de hacer política. Siguen pensando en que un mando central debe dirigir y planificar todas las actividades del partido y olvidan que la discusión política se mudó a otros espacios. La deliberación política de la ciudadanía está cobrando mayor fuerza cada vez en Internet. Los blogs recogen las inquietudes de la población a la manera que lo hacía la radio hasta hace algunas décadas. En la blogósfera circula información sin censura y en tiempo real, e incluso se formulan denuncias que luego se canalizan en los medios oficiales. Los votantes de hoy son menos pasivos y quieren participar de la discusión. Por esta razón, se alinearán con aquella plataforma que recoja sus inquietudes y les dé tribuna para expresarse.

Este diagnóstico sobre la crisis de la socialdemocracia europea puede darnos algunas luces acerca de lo que sucede con la centroizquierda en el Perú. Estas mismas explicaciones sirven también para analizar el rol de los partidos de izquierda en el Perú con una salvedad: no hemos tenido una tradición socialdemócrata en nuestro país. El APRA, que estaba llamado a ser la izquierda democrática, se encuentra hoy a la derecha de la derecha. La izquierda radical, en todos sus matices, intenta recomponerse, pero le cuesta mucho presentarse como tal frente a la opinión pública por lo que prefieren camuflarse dentro de frentes regionales o del nacionalismo. Por su parte, la centroizquierda peruana ha heredado el gen divisionista que ha azotado a la izquierda desde su nacimiento, ya que existen planteamientos microgrupales, pero no se ve la intención de integrarlos en una plataforma más amplia. Aparte de ello, tienen que lidiar con la confusión ideológica que los aproxima a la extrema izquierda y con los prejuicios suscitados a partir del IF CVR, las ONGs y los DDHH.

Si la centroizquierda pretende ocupar el gobierno, debe repensar sus estrategias, sobre todo, su manera de hacer política en el Perú.

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