viernes, junio 01, 2012

SABOTAJE. UN ARMA POLÍTICA




Manuel Asensi está en la Argentina invitado por la Universidad de Buenos Aires y la Universidad Nacional de Córdoba a presentar su noción de crítica como sabotaje. En la semana que termina, un nutrido grupo de estudiantes de diversos posgrados en letras, ciencias humanas y ciencias políticas participamos del curso dictado por Asensi en el Centro de Estudios Avanzados de la Universidad Nacional de Córdoba. Luego de la última sesión, tuvo lugar la presentación de su libro Crítica y sabotaje (2011), en el que desarrolla ampliamente sus planteamientos acerca de la crítica literaria, la lectura, la ideología, lo subalterno y principalmente la categoría de sabotaje.

Asensi (Valencia, 1960) es catedrático de Teoría de la literatura y de Literatura Comparada en la Universidad de Valencia y profesor visitantes en diferentes universidades europeas y americanas. Ha publicado Literatura y filosofía (1996), Historia de la teoría de la literatura (2003), Los años salvajes de la teoría: Ph. Sollers, Tel Quel y el surgimiento del postestructuralismo francés (2007). También elaboró la traducción y la edición crítica del ensayo de Gayatri Spivak, ¿Pueden hablar los subalternos? (2009).

Un primer contacto con la idea de sabotaje nos remite de inmediato a la deconstrucción de Jacques Derrida, lo cual no es gratuito, pues Asensi fue su alumno y además se ha dedicado en profundidad al estudio del pensamiento derrideano como a la aplicación de la deconstrucción para el análisis de diversos discursos. Esta filiación es manifiesta al momento en que el sabotaje se propone como un acercamiento que desmonta una estructura discursiva y luego la vuelve a reestructurar. El potencial subversivo que posee el sabotaje le viene precisamente de la deconstrucción. Pero, contrariamente a lo que manifestaba Derrida, Asensi enfatiza que el sabotaje sí es una teoría y un método. Otra diferencia es la reconstrucción del contexto en que circula el discurso dado. Derrida consideraba que un contexto nunca se puede recuperar y que por ello había que practicar la descontextualización. Pero Asensi propone un enfoque historicista para reconstruir un polisistema determinado (una matriz compleja de discursos cruzados), es decir, el contexto en el cual se producía y circulaba tal o cual discurso hegemónico. Definitivamente, la reproducción fiel no es posible, pero lo que sí es viable es la recomposición de un aspecto de ese polisistema que sea de interés analizar. De otro lado, la confianza en decir la "verdad" sobre el discurso es otra diferencia con la deconstrucción. La crítica como sabotaje quiere decir la verdad, entendida no como la correspondencia entre proposición y realidad, sino como indicio fiable de una situación producto de una mirada sufriente, subalterna. En otras palabras, la verdad se debe indagar en los silencios y omisiones confinadas al olvido por lo hegemónico; para ello es indispensable adoptar el punto de vista del sujeto subalterno, su mirada sufriente.

Por este motivo, el sabotaje exige al crítico una fuerte cuota de intervención política, demanda que se halla en la metáfora que encierra la palabra «sabotaje». Dentro de la teoría ha sido muy frecuente el uso de metáforas para representar categorías analíticas (rizoma, entre-lugar, mirada oblicua, ecualización, hibridismo, etc.). Asensi declara que el sabotaje es una metáfora y no lo es. Lo es en el sentido de que establece una analogía entre el texto o el discurso como una máquina a la cual el crítico debe sabotear (inhabilitar, desmontar, dañar) luego de tener bien en claro el contexto en el que opera dicha maquinaria discursiva y si se trata de un discurso hegemónico o no, pues, de lo contrario, habría que tomar partido por la subalternidad, no sabotearla sino potenciar el sabotaje que promueve lo subalterno. Y no lo es en el sentido de que el sabotaje se concibe no solo como una categoría analítica de discursos cuyo destino sea un trabajo académico, sino que demanda una acción política por parte del crítico que trascienda lo académico y se instale en lo público.

Lo anterior nos conduce a los diálogos que el sabotaje mantiene con otras teorías. Al análisis crítico del discurso (ACD), en la orientación de Teun Van Dijk, lo une precisamente el gesto político del crítico a favor de lo subalterno —y no solo la contemplación o descripción de las jerarquías o de las estructuras discursivas— la visibilización de los discursos hegemónicos, el análisis ideológico del discurso y la relevancia del contexto en la significación de los discursos. Asensi le concede una gran atención a la ideología entendida como un sistema de creencias que ofrece una visión coherente del mundo y que representativa de un grupo social, y también a poder performativo de la ideología y de todo discurso en general. De Foucault le viene al sabotaje el interés por el orden del discurso, pues en aquella conferencia inaugural, el autor de Las palabras y las cosas expuso una metodología de análisis que consistía en no perder de vista la posición que ocupa un discurso en un determinado contexto; también la genealogía del discurso en cuestión, que implica una abundante documentación en especial del material invisible, silenciado o no oficial; y por supuesto, la idea de poder. Lo mismo que Terry Eagleton en The Subject of Literature, Asensi considera que la literatura es una de las tecnologías morales más influyente en la modelización de subjetividades. La hegemonía de los discursos ideológicos, la maquinaria que los produce y las subjetividades modelizadas tienen una gran deuda con la teoría posmarxista de Louis Althusser y sus Aparatos ideológicos de Estado. De otro sector de la crítica marxista y los Cultural Studies, las referencias Raymond Williams y Stuart Hall orientan al sabotaje a indagar en los mecanismos que relegan lo contrahegemónico y la cultura popular.

No obstante, si hay una noción muy presente, esa es la subalternidad. Asensi realizó seguimiento de este concepto en los trabajos de Gayatri Spivak, desde la publicación de Can the Subaltern Speak? y las sucesivas versiones de este ensayo, así como de los debates suscitados por la idea del sujeto subalterno sostenida por Spivak. No acogió la propuesta de Spivak en su totalidad, sino que la saboteó, como también lo hizo con las posteriores interpelaciones a la subalternidad. Para Asensi la condición subalterna no es una esencia ni una función, sino una relación que deviene esencia, lo que significa que el subalterno se define como la posibilidad de una movilidad permanente entre lo hegemónico y lo marginal que se construye a partir de la relación entre los dos extremos y no unilateralmente por el propio sujeto subalterno. En este punto, la teoría poscolonial ocupa un lugar importante en la crítica como sabotaje.

La metodología propuesta por el sabotaje consiste en reconstruir el contexto del discurso, preguntarnos por la posición del discurso dentro de un polisistema, dilucidar si se trata de un discurso hegemónico o si de lo contrario es reactivo contra él. Si fuera el primer caso, es una responsabilidad del crítico inhabilitar la maquinaria discursiva; en el segundo, el crítico debe proseguir el sabotaje del discurso subalterno. En este instante es primordial el análisis del silogismo implicado en el discurso, o sea, la razón del discurso.

Ese silogismo sostiene un razonamiento que favorece una oposición engañosa, pero que luce muy estructurado y más aun, natural, de sentido común: técnicos/políticos; criollos/andinos; civilización/barbarie; alta cultura/cultura popular, cosmopolita/provinciano, etc. El discurso sostenido por el silogismo así no solo comunica o informa, sino que performa, invita a la acción. Allí, el crítico debe desmontar el silogismo entimemático, agredirlo, o no hacerlo si es que ya es saboteador. De este modo, la lectura es un acto de guerra, no solo una actividad placentera, porque es mucho lo que el lector se juega en la lectura. Ante un discurso hegemónico, el crítico saboteador debe impedir que aquel funcione. Visto de ese modo, el sabotaje es una crítica política, porque inhabilita sistemas represivos mediante el boicot de los silogismos que lo apuntalan.

El sabotaje supone una poética relacional, una superación del inmanentismo, de los análisis estructurales, formales, textuales, por ejemplo, desde una perspectiva retórica, estilística o lingüística, porque ello no nos revela cuál es la ubicación del discurso dentro del polisistema. Para este fin, es necesario reconstruir el contexto del discurso o analizarlo en el nuevo polisistema en el que está funcionando, ya que la transversalidad histórica explica como un texto funciona en distintos contextos. Esta labor se obtiene a través de un minucioso y paciente trabajo de archivo, una genealogía.

Sin embargo, ¿el sujeto subalterno no es susceptible de sostener silogismos entimemáticos, engañosos? ¿Qué hacer allí? ¿El énfasis en lo metodológico no lo conducirá a una instrumentalización que banalice su potencial subversivo? ¿En la confianza de que el crítico pueda decir la verdad de un discurso hegemónico y en su capacidad para modificar las jerarquías no hay acaso un retorno a la autonomía del sujeto moderno? Asensi responde que en un contexto de repliegue de las humanidades y de avanzada técnico-científica promovida por el neoliberalismo, aquellos son riesgos que se deben asumir. La inmovilidad ya no puede ser un lugar seguro para la crítica.

En suma, la crítica como sabotaje es un emplazamiento político a la crítica literaria como institución, que exige del crítico la asunción de una postura frente a los discursos hegemónicos, o sea, demanda de él una intervención a favor de los que su voz ha sido silenciada.

2 comentarios:

Curro Esbrí dijo...

No conocía este libro y creo que no tardaré mucho en conseguirlo.¡Muchas gracias por esta entrada!

Charly Caballero dijo...

Gracias a ti tambi,én Curro. Agradecemos la difusión. Saludos,