domingo, agosto 11, 2013

CIENCIA POLÍTICA


Publicado en Diario Noticias de Arequipa, Perú, lunes 12 de agosto de 2013

¿Es posible mantener a la ciencia libre de condicionamientos ideológico-políticos? Es la pregunta que atraviesa el célebre ensayo «Teoría tradicional y teoría crítica» (1937) de Max Horkheimer. La distinción entre dos modos de entender y practicar la investigación científica está para Horkheimer en el grado de reconocimiento de la situación y compromiso contra el poder de parte del científico, es decir, que la asunción de una postura frente a las relaciones de sociales de poder y las determinaciones ideológicas que las constituyen establecen la frontera entre una idea de ciencia que se piensa autónoma y automotivada, y otra idea de ciencia que no soslaya los condicionamientos de la política o la economía sino que los denuncia y combate. Así la teoría tradicional es aquella que sirvió de soporte a una concepción de la actividad científica aislada de los asuntos sociales y por acción u omisión, cómplice de las tramas del poder. La teoría crítica comporta un giro hacia las relaciones entre ciencia, política, ideología, sociedad, economía, etc., es decir, evaluar el quehacer científico en su contexto y situación social adoptando una explícita postura contra el poder.

Horkheimer afirma que la esencia de la teoría es el cuestionamiento constante, por lo cual nada luce más antiteórico o no teórico que fijar dogmas y reproducir sus aplicaciones a fin de conservar el poder que reviste la administración de un saber teórico, manifestado en una clara demostración de violencia epistémica cuando los destinatarios no poseen la capacidad para interpelar lo que se les impone como verdad científica. En este sentido, matices más, matices menos, dependiendo del establecimiento académico, la crítica literaria se ha vuelto acrítica, pues la deificación de la teoría literaria viene produciendo su estancamiento toda vez que la recepción de la teoría no trasciende la mayoría de las veces su correcta divulgación y usufructo político-académico, por lo cual solo en escasas ocasiones, es discutida. Siendo la teoría una actividad primordial dentro del quehacer científico, lo señalado por Horkheimer se traduce en una reflexión acerca de su exterioridad (respecto a sus objetos de estudio) y su interioridad (sobre sus prácticas epistemológicas).

La actividad científica halla una justificación de subsistencia en el progreso tecnológico alentado por la sociedad burguesa, continua Horkheimer. La importancia adquirida por la ciencia en este contexto es indesligable de los avances logrados por la sociedad industrial. De este modo, se comprende por qué actualmente en un horizonte postindustrial las artes y las letras revisten cada vez menor importancia, ya que el espacio dedicado a su investigación o promoción es opacado por la atención que concitan la ciencia y la tecnología, dominada por una concepción tradicional de la teoría que también afecta a las ciencias sociales y las humanidades. Horkheimer agrega que la revolución tecnológica ofrece los hechos que merecen ser estudiados por la ciencia como evidencias en sí mismas, lo que condiciona las líneas de investigación científica. En otras palabras, el modo y los medios de producción capitalista determinan la elección de los objetos de estudio que deberán interesar a la ciencia.

La observaciones del sociólogo y filósofo de la Escuela de Frankfurt, discuten la idea de una ciencia autocontenida, autónoma en sus decisiones y animada exclusivamente por el desarrollo intelectual y revela que, en realidad, ha sido el capitalismo industrial el responsable de los avances científicos, toda vez que los estimuló y generó condiciones favorables para que los hombres de ciencia dispusieran sus esfuerzos a favor de la revolución tecnológica, que a su vez, ha sido funcional a los propósitos del capitalismo. 

Después de la economía y la política, el capitalismo tuvo en la ciencia a su más eficaz colaborador. En el presente se está sumando la cultura como una plataforma para la expansión del capitalismo en clave neoliberal, con el propósito de divulgar la idea de un neoliberalismo como legítima forma de vida, elegible entre tantas otras. Si el neoliberalismo logra incorporar la cultura a sus dominios, podrá más fácilmente convencer de que se trata de un modo legítimo de habitar el mundo y recurrir con éxito al argumento de la excepción cultural tan grata a los multiculturalistas. El mayor logro del capitalismo ha sido disfrazar su carácter ideológico a través de la ciencia y la cultura. Ambas facilitaron al capitalismo lo que la política y la economía no obtuvieron con éxito tan abrumador, entre otras razones, porque cuando el capitalismo acudió a la política y la economía no tuvo reparos para exhibirse como discurso ideológico en pugnas con otros contradiscursos. Medio siglo después de la Gran Depresión, el capitalismo corrigió su error. El empecinamiento de intelectuales y artistas en alejar la ciencia y la cultura de la ideología y la política, a manera de zonas liberadas, y la adopción de un perfil no político de la labor científica y artística también allanaron el camino para edulcorar los ropajes ideológicos del capitalismo. 

De acuerdo con Horkheimer, la agenda del capitalismo fue impuesta al trabajo científico. En consecuencia, la utilidad de saber no estuvo tanto en el análisis riguroso de un objeto de estudio como en el imperativo capitalista de escoger un objeto funcional a sus intereses. ¿A quién beneficia este saber? ¿A quién le es útil? ¿A quién perjudica? Si en algún momento los libros constituyeran una amenaza para el poder, tengamos por seguro que el escenario de Farenheit 451 se haría realidad, y surgirían teorías y categorías en los centros académicos más prestigiosos del mundo que demostrarían ampliamente la inconveniencia de leer. 

Horkheimer observa que la teoría tradicional se movilizó en consonancia con el expansionista del capitalismo más que por superar paradigmas de conocimiento, de modo que, las razones que han guiado el desarrollo científico habría que buscarlas fuera del ámbito de las investigaciones académicas: en las cumbres de mandatarios, foros mundiales y directorios de megacorporaciones, diría hoy Horkheimer, para quien las conquistas de la ciencia han sido en realidad las conquistas del capitalismo, es decir del poder hegemónico. Décadas después, el colectivo decolonial profundizaría la crítica de las relaciones entre el saber y el poder mediante el desarrollo de la colonialidad del poder para dar cuenta de la continuidad de propósitos entre colonialidad y modernidad. La expansión de una teoría hay que apreciarla como parte de un proyecto colonizador, como lo exponen Aníbal Quijano, Walter Mignolo, Santiago Castro-Gómez y el grupo decolonial, pero, además, siguiendo a Horkheimer, como una evidencia, otra más, de la complicidad del saber con el poder. 

La actividad científica es parte de la división del trabajo, anota Horkheimer. La ciencia posee una función definida en la producción de conocimiento útil a propósitos extracientíficos, independientes del compromiso individual de cada científico con su labor. La ciencia es un área especializada en la producción de saber, una tecnología moral, un área dentro de la industria cultural.

Los aportes de la teoría crítica formulados en el seno de la Escuela de Frankfurt adquieren notoria vigencia en un contexto actual tan adverso al pensamiento crítico, en especial en lo que concierne al debate sobre las prácticas epistemológicas, la contextualización de la teoría y la confrontación contra el poder. Como lo advirtiera Edward Said, la preocupación de los humanistas en la profesionalización y el cultivo de la erudición derivó en que las humanidades percibieran el entorno social como una molestia, descuidando que, a fin de cuentas, un saber es lo que hacen aquellos que lo practican, es decir, que las humanidades son lo que piensan y lo que hacen los humanistas, y lo que hicieron la mayoría de ellos en los instantes más dolorosos de la humanidad fue resguardarse en su erudición, pero no emplear un ápice de su saber para transformar la desigualdad. Said nos dice con claridad que los humanistas le dieron la espalda a la humanidad.

Horkheimer contrasta la teoría tradicional con la teoría crítica pero ahondando más en la caracterización de la primera, en las implicancias de la relación que mantuvo con el capitalismo industrial. «Teoría tradicional y teoría crítica» es un agudo balance que arroja como resultado la necesidad de cambiar el modo en que se ha pensado y ejercido la teoría tradicionalmente, para reemplazarla por una teoría crítica frente a las determinaciones impuestas desde el capitalismo.

No hay comentarios.: