lunes, junio 25, 2007

LOS JÓVENES Y SU FUTURA PARTICIPACIÓN POLÍTICA

Por Clarisa Yerovi

Recientes encuestas afirman que existe un desinterés general por la política, especialmente entre los jóvenes. La situación ha cambiado considerablemente Recientes encuestas afirman que existe un desinterés general por la política, especialmente entre los jóvenes. La situación ha cambiado considerablemente si la comparamos
con aquella de hace tres o cuatro décadas atrás. En los sesentas y setentas se vivieron tiempos sumamente políticos; en el plano internacional el enfrentamiento entre capitalismo y comunismo de la Guerra Fría y en el plano local, las protestas estudiantiles ante el gobierno dictatorial vivido en el gobierno militar. De esa época ha quedado en la mente de muchos que los jóvenes son revolucionarios y políticos. ¿Qué es lo que ha cambiado de una generación a otra? Mucho, entre lo cual se encuentra el gran impacto de la globalización. Proceso que ha logrado modificar la personalidad de los jóvenes. El individualismo y escepticismo son los rasgos característicos de esta juventud. Esta generación ha perdido la idea de un nosotros como nación y no es tan idealista como lo fue la hippie, más consciente de la realidad y escéptica ante ella, en especial de la política.

Somos conscientes de que la política es necesaria por el bien de la sociedad. Dado el carácter imprescindible de esta ciencia sus participantes también lo son. Sin ellos la política no perduraría y ello generaría un grave problema social. Los jóvenes no se muestran interesados en política, pero dentro de poco o inclusive ahora es necesaria su participación. ¿Es esta generación individualista y escéptica capaz de asumir retos políticos? A pesar de todos los adjetivos con los que se le ha calificado a esta generación, creo firmemente que la juventud sí es capaz de asumir retos políticos.

En el siguiente ensayo analizaremos por qué el individualismo y escepticismo pueden ser revertidos hacia un interés y posible participación política. Además analizaremos como los adultos e instituciones políticas deben contribuir para que lo anterior suceda. Por último, revisaremos algunos ejemplos en los cuales sí hay una participación política entre los jóvenes.
Como ya se describió previamente, la juventud de hoy tiene un marcado carácter individualista. En el mundo globalizado en el que vivimos estamos expuestos a influencias culturales de todas partes del mundo. Ello ha generado un proceso llamado destradicionalización. La pérdida de tradiciones y cultura, lo cual aumenta las posibilidades del hombre de poder planear y configurar su vida independientemente. (Bendit, 2000:26). Valores como autorrealización y autonomía desplazan a otros más tradicionales como respeto y disciplina.

Uno piensa primero en sus metas y luego en las de todos. Existe un discurso que se repite entre los jóvenes “progresando yo, progresa el resto” (Chávez Granadino, 1998: 34). Hasta cierto punto esto es verdadero; el progreso de uno contribuye en la mejora de los demás, pero el desarrollo personal puede no darse de no existir un avance colectivo. El hombre al desenvolverse en la sociedad necesita del bienestar de esta. Es imprescindible que el individuo entienda que por si mismo no va a lograr mucho y es por esta razón que debe velar por el bien de la sociedad. El mecanismo más directo hacia ello es la política. Errados están los que creen que poco o nada importa la política.
El carácter individualista de una persona lo aleja del interés y por tanto de la participación política. Práctica la cual exige una preocupación por los intereses colectivos. Por ello, la creación de una consciencia social es vital para la futura participación de los jóvenes en la política. Consciencia que se crea básicamente en la etapa escolar y universitaria, principalmente a través de los cursos de Historia y Cívica o ciencia social. A su vez, la percepción individualista de los problemas de la vida cotidiana impide a los jóvenes establecer un nexo directo entre sus problemas y aspiraciones, y las cuestiones políticas y sociales implícitas en mucha de la información que reciben a lo largo de la educación. (Chávez Granadino, 1998: 45)

Es por esta razón que muchos consideran que los jóvenes no son capaces de asumir retos políticos. Pero la barrera antes mencionada puede ser derribada con una adecuada información, la cual puede ser influencia directa en el incremento del interés de los jóvenes en participar de actividades de extensión académica, entre ellas la política. Por adecuada información se refiere a crear en la juventud un “bichito”, un interés por las actividades académicas, la necesidad de tener una consciencia social, la importancia de la política. En las instituciones privadas hacerles evidentes su situación de privilegiados y por tanto su responsabilidad de ser los que lideren en el futuro. Es importante recordar que el hombre al ser un ser social, solo hay que despertar este interés latente en cada uno de nosotros.

La década de los noventas ha sido considerada por muchos autores como “los setentas al revés”. El idealismo de la ­­época hippie ha quedado en el pasado. El cual ha sido suplantado por un escepticismo generalizado, que abarca todos los campos, uno de los más afectados el campo político. Escepticismo que se traduce en las encuestas producidas en los últimos años, las cuales muestran una clara desconfianza de la mayoría del pueblo en las instituciones estales y menos aún en sus representantes elegidos.

Los jóvenes se muestran también escépticos ante el futuro. Ellos creen que no vana a vivir tiempo de grandes cambios, en el hipotético caso que estos se den no será hasta en un futuro lejano. Percepción completamente opuesta a la profesada por los jóvenes del setentas, quienes inclusive creían ser los protagonistas de grandes cambios. La juventud no tiene esperanza ni interés por el futuro. Basándose en hechos pasados y en el actual escepticismo, los jóvenes (en el caso peruano), han generado una “cultura al fracaso”; “¿Por qué pensar en un mundial si nunca vamos a clasificar?”, “¿por qué pensar a futuro si nada va a cambiar?”.El Perú no es una maravilla, tiene problemas como todos los demás países y para solucionarlos se necesitan de cambios, todos demandamos cambios, pero sin embargo, ¿qué hacemos para lograrlos? La respuesta es nada, no hacemos absolutamente nada, simplemente esperamos que alguien lo hago por nosotros.

Sin interés por lo que viene y mostrándonos escépticos ante el cambio, poco probable que los jóvenes quieran participar en la política, ya que ella demanda un interés por el futuro y la fe por el cambio. Por ello, es necesario alimentar en la juventud una cultura de esperanza y en cierto grado idealista, porque para llevar a cabo metas primero hay que soñarlas. De lo contrario estaríamos viendo a una generación sin ideales, pragmática y conformista, lo cual puede llegar a ser muy peligroso. Un mundo sin ideales es uno sin rumbo; donde habrían cambios, pero no necesariamente aquellos que quiere le gente, sino unos que irían totalmente en contra de ellos. Si el hombre no llega aspirar y esta contento con lo que tiene, el mundo se encontrará estancado, porque sin aspiraciones no hay cambio. Dudo mucho que lo anterior se concrete, ya que el hombre por naturaleza es idealista y no se conforma tan fácilmente. Vuelvo repetir que es importante que se despierte este sentimiento en los hombres que ahora último se encuentra adormecido.

Quienes afirman que el escepticismo, característico de esta generación, impide un posible interés en la política están equivocados. Es cierto que ello dificulta el acceso al campo político pero no es un factor determinante. El escepticismo no es del todo negativo, para el autor de “Renegar la Utopía”, (Eduardo Dargent) este permite una posición crítica, desconfianza de las grandes verdades y de las fáciles promesas. Los jóvenes no se dejan engañar tan fácilmente por los políticos. El escepticismo entonces nos permite una posición mucho más realista, así la próxima generación se planteará metas que se puedan concretar.

No sólo se necesita modificar el individualismo y escepticismo característico de la juventud sino también el escenario político. La poca participación de los jóvenes en la política no se debe sólo a ellos sino también la clase política que no facilita el acceso a ella. Como dice Bendit: “Faltan organizaciones y estructuras adecuadas con las cuales se puedan identificar (los jóvenes) y generar cambios en la sociedad” (2000: 35). Los jóvenes no encuentran un camino definido hacia la política. Los canales actuales de participación política son considerados formales y ficcionales. (Miranda y Balardini, 2000: 144). Quienes están interesados en política pueden no llegar a ella por lo tedioso, difícil y trabado del camino. Por ello se necesitan crear instituciones estatales o modificarlas de manera que inviten a la juventud a la participación política.

Los adultos, en especial aquellos que conforman la clase política, se preocupan por el bajo interés que muestran los jóvenes por la política. Pero lo que ellos no perciben es que son actores que motivan esta conducta, al desapropiar a los jóvenes de credibilidad. Ello genera una juventud que no es escuchada ni tomada en cuenta. (Miranda y Balardini, 2000: 143) En la actualidad existen muchas iniciativas y opiniones de las cuales no sabemos mucho o nada, gracias a la poca credibilidad que se les confiere a los jóvenes. Adultos deben reconocer los esfuerzos hechos por la juventud en el aspecto político y social, porque de lo contrario la desconfianza política crecerá y los jóvenes al no ser reconocidos no volverán a intentarlo.

Quienes sí les prestan atención a los jóvenes interesados en política son los partidos políticos tradicionales. De las canteras de estos partidos emergen gran cantidad de políticos para el futuro. Los partidos más tradicionales cuentan con jóvenes partidarios. Por ejemplo, el APRA cuenta con CHAP (Chicos del APRA del Perú) conformado por niños de siete a catorce años. Cumplida esta edad uno pasa a ser parte de JAP (Juventud Aprista del Perú), donde son adoctrinados en política e historia aprista. Los JAP cuentan con miembros de catorce a veinticinco años. Pero no sólo de los partidos nacen los políticos de la política universitaria también. Raúl Diez Canseco es un vivo ejemplo de ello, presidente del centro federado de Ciencias Sociales, líder estudiantil de los setentas quien logró sentarse en un curul por largos años.

Además existen diversos grupos juveniles que contienen una gran preocupación social, desarrollando múltiples obras de caridad. Mucho de ellos son agrupaciones religiosas como “Cruz Blanca” y otras de carácter autónomo como lo es un “techo para mi país”.

Como ya se dijo previamente, los gobiernos, por lo general, no promueven una participación política juvenil. El actual gobierno del presidente Alan García Pérez promulgó, entre sus primeras actividades como jefe de Estado, la “Ley del Concejal Joven”. En ella se establece que los partidos políticos, alianzas electorales y movimientos políticos tendrán que contar con jóvenes menores de 29 años entres sus aspirantes como candidatos a regidores en las elecciones municipales (Diario La República, 2006). Los jóvenes deben representar por lo menos el 20% de la lista total de regidores presentada. Así según el lugar encontraremos entre once y un regidor por municipio. Esta legislación sin duda contribuye en la participación política de los jóvenes y bastante. Ahora los partidos deben tomar más en cuenta al sector juvenil, legitimarlos y reclutarlos. Además, ahora los jóvenes cuentan con un acceso mucho más directo hacia la política que antes.
Como hemos visto, gracias a la globalización mucho ha cambiado entre la generación de los sesentas y setentas con la actual. La juventud no es idealista y colectiva como lo fue en esa época. El escepticismo e individualismo representan a esta generación, pero ello no significa que no puedan asumir retos políticos. Hasta cierto punto ello es beneficioso, sólo se debe despertar el interés colectivo y las aspiraciones tan naturales en el hombre. A través de este trabajo también hemos descubierto el rol importantísimo que cumple la clase política y las instituciones estatales en la participación política de los jóvenes. Los cuales necesitan de instituciones las cuales estén abiertas a sus sugerencias y una clase política que los tome en cuenta. Dentro de poco esta generación deberá estar gobernando, pero no hay que alarmarse, en el futuro sí tendremos gobernantes capaces de asumir los retos políticos necesarios, a pesar del actual desinterés por la política mostrado por los jóvenes.

sábado, junio 16, 2007

La democracia liberal, el arequipazo y el rol de los intelectuales en el Perú



Arturo Caballero Medina
acaballerom@pucp.edu.pe


A cinco años de las protestas de junio de 2002, contra la privatización de las empresas eléctricas en Arequipa, suceso conocido como el “arequipazo”, es necesario un análisis de los hechos tomando en cuenta el contexto político y cultural que rodea a América Latina. Y es que, tal como lo plantean muchos analistas, libertad de expresión, libre mercado y democracia serían conceptos y prácticas inseparables al interior de una sociedad que se precie de estar insertada en un mundo globalizado; ambos caracterizarían la esencia de una democracia liberal en camino hacia el progreso. En este panorama, la intervención de los medios de comunicación y las protestas populares son vistas como una expresión de totalitarismo, antidemocracia y retroceso que desprestigia al gobierno que la aplica o a los grupos que las convocan. El problema central es que la mayoría de analistas políticos nacionales no perciben las contradicciones de la democracia liberal, ni el rol de la globalización que la convierte en la única receta política, sociocultural y económica ante la cual el resto de sociedades debieran integrarse. La discusión de este tema cobra, actualmente, suma importancia, por cuanto en las dos últimas décadas, un gran sector de la población peruana manifiesta su desconfianza en la democracia a la vez que apoya propuestas como la fujimorista, o la del nacionalismo etnocentrista.

Los sucesos del “arequipazo”, en el marco de una protesta contra la privatización de las empresas eléctricas, pusieron en tela de juicio el arraigo de la praxis democrática en la ciudadanía y, además, el deterioro de la imagen del político tradicional en el imaginario popular, ya que quienes asumieron el liderazgo de la protesta se comportaron más como caudillos tribales que como líderes que sustentan una propuesta racional. Lo ocurrido en Arequipa no fue un hecho aislado de lo que sucedió en Ilave, Andahuaylas, Bolivia, Ecuador, Venezuela y años antes, en México con el movimiento zapatista. Todo ello tuvo lugar en un contexto generalizado de descontento de las masas luego de que la receta neoliberal aplicada en América Latina en la década del 90, acentuara las diferencias económicas y, sobre todo, la exclusión social de las mayorías. Es así que considero al “arequipazo” como una clara señal de que las luchas ideológico-políticas están siendo reemplazadas por conflictos entre identidades culturales, lo cual demuestra que el “fin de la historia” y la universalización de la democracia liberal como lo presagiara Francis Fukuyama, son poco viables para las civilizaciones que aún no se han consolidado dentro de la modernidad.

En Un mundo desbocado, Anthony Giddens propone que para “democratizar la democracia” esta “debe volverse transnacional” (2000:88). El problema que Giddens no percibe es que la transnacionalización de la democracia liberal occidental, impulsada por globalización, acentúa la reafirmación de las identidades culturales regionales en dos niveles: entre civilizaciones que comparten una misma cultura en oposición a las que no; y al interior de una misma civilización entre grupos étnicos diferentes, más específicamente, multicultural como el Perú.

¿Cuál es el rol que la globalización juega en este asunto? Ser el resorte que impulsa la difusión de las bondades de la democracia liberal por todos los rincones del planeta: consumismo, confort, libre mercado, libertad de expresión, libertad individual, etc., además de propalar el “fracaso” de la izquierda y el fin del antagonismo izquierda/derecha. La globalización significa hoy una nueva versión de la expansión capitalista con un discurso remozado que ya no alude a un enfrentamiento ideológico-político (la magnificación de la amenaza comunista) sino que toma ribetes más triviales y sutiles, ligados a lo que Slavoj Zizek denomina el “goce”, el imperativo del sujeto postmoderno occidental u occidentalizado que lo lleva a satisfacer un deseo que jamás encontrará satisfacción porque este deseo no es el deseo de un objeto, sino el signo de una falta constante, cuyo vacío es inconmensurable; de ahí que el deseo sea el deseo de desear[1]. En segundo lugar, significa la expansión del poder económico[2] de los Estados Unidos, mediante la propagación del libre mercado; y en lo político, implica derechos humanos y democracia electoral al estilo estadounidense, (Huntington 1996). En resumen, globalizar la democracia es globalizar cultura, política y economías particulares de un estado que impone o pretende imponer su agenda al resto del mundo no precisamente por vías pacíficas.

Entonces, ¿por qué transnacionalizar la democracia? Porque por medio de la globalización se logra consolidar la estrategia, aparentemente no violenta, de asegurar el dominio occidental, principalmente estadounidense, sobre el resto de civilizaciones. Creo que propuestas como esta tienen su origen en que: a) la visión triunfalista occidental luego de la caída del Muro de Berlín, la disolución de la URSS y el despegue económico de China bajo un sistema capitalista, b) la democracia surge de la ecuación libre mercado más libertad de expresión; y c) la expansión de la democracia liberal demuestra que el marxismo fracasó y que al resto de estados no les queda otra opción que igualarse con el vencedor (Fukuyama 1989:4,18). El error de esta apreciación es la imprecisa noción de democracia con la que se debate: los defensores de la democracia liberal equiparan “democracia” con “democracia liberal” sin tomar en cuenta las contradicciones al interior de la segunda. La primera contradicción está en la adherencia de nuestra derecha y su interpretación sobre la democracia liberal; son, como afirma Julio Cotler, liberales en lo económico pero conservadores en lo político: apoyaron las reformas económicas liberales durante el fujimorato —como antes lo hicieron con Vargas Llosa[3]— pero califican el descontento popular frente a la privatización como una “maniobra de la izquierda”, “horda de bárbaros”, “gente que no sabe lo que se pierde por ignorancia”; condenan el terrorismo, pero censuran el informe de la Comisión de la Verdad; descalifican a Humala como el enemigo de la democracia y el candidato antisistema, pero no censuran abiertamente el autogolpe del 5 de abril, enmudecen si se trata de condenar a Fujimori y alguno hasta es capaz “de solicitar asesoramiento a Vladimiro Montesinos en materia de seguridad del Estado si la ocasión lo ameritara[4]”; están a favor de un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, pero apoyan el retiro del Perú de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, la fiscalización a las ONG’s y la instauración de la pena de muerte, siendo esta última medida muy “popular”, pero nada “cristiana”. La segunda contradicción, siguiendo la línea de Isaiah Berlin, es que igualdad y libertad son conceptos más antagónicos de lo que parecían cuando se enarbolaron durante la Revolución Francesa. Para asegurar la igualdad de todos los individuos se tienen que restringir las libertades públicas e individuales. Es por ello que “democrático” y “liberal” son también conceptos en tensión porque mientras el primero desea mantener la soberanía popular, el segundo se basa en el imperio de la ley, la separación de poderes y derechos individuales: lo “popular” y lo “individual” entran en conflicto porque, dada la complejidad de las sociedades modernas, la soberanía popular no se puede ejercer directa, sino representativamente y, en consecuencia, la voluntad popular se somete a la voluntad individual.

¿Cómo se explica entonces el resurgimiento del nacionalismo, el etnocentrismo indígena y el colectivismo en América Latina en momentos en que la democracia liberal parece culminar su proceso de expansión mundial? Primeramente, porque América Latina ni bien ingresó a una modernidad forzada y en conflicto se encontró décadas después con la postmodernidad en ciernes. En el acomodo nos quedamos, como diría Alberto Hidalgo, “muertos, heridos y contusos”. Detrás de la violencia popular de junio de 2002 en Arequipa, se escondía la frustración de un sector de la población que no se siente integrado a la modernidad. No fue, como se interpretó desde la metrópoli limeña, la reacción primitiva, bárbara, popular, ignorante y desinformada de la población arequipeña —o no solamente eso— sino la evidencia de una modernidad inconclusa y excluyente. Más que bárbaros premodernos, los sectores populares de Arequipa se comportaron como sujetos atrapados dentro de una modernidad inacabada. Este hecho se corresponde —en segundo lugar— con que “la democracia supone una promesa de derechos. La gente comprende que se le deben derechos. Entonces hay un descontento porque la democracia siempre tiene que dar. Y hay expectativas muy elevadas por temas como la globalización” (Cotler 2005). Hay muchas demandas insatisfechas y esto se agrava más cuando no hay vías para canalizarlas hacia las instituciones correspondientes, sencillamente porque estas no existen. Entonces se recurre a la violencia.

Esta violencia —en tercer lugar— también es resultado de la mirada que le imprime la metrópoli a los cocaleros, campesinos y población andina como “ignorantes y bárbaros”. En la medida que se les otorgue reconocimiento, representación y respeto, habrá más posibilidades de disminuir aquella violencia. Las declaraciones de Fernando Rospigliosi fueron desafiantes y ausentes de una total capacidad de negociación[5]; la acuciosidad con la que Rosa María Palacios suele preparar sus entrevistas y su dominio en materia legal, no surtieron el efecto esperado: lograr que se entienda el problema sobre la privatización de las empresas eléctricas en el grueso de la población arequipeña[6]. El nivel del discurso de la notable abogada y periodista peruana estuvo impregnado de un hálito de superioridad racional-intelectual-urbana-moderna-limeña en oposición a la barbarie-ignorancia-intolerancia-violencia-provinciana-arequipeña[7], como se interpretó la protesta desde la metrópoli capitalina. (citar declaraciones de Rosa Maria Palacios y otros periodistas). No fue el contenido del mensaje sino la actitud del emisor lo que indignó a gran parte de la población arequipeña e impidió que la información precisa llegara intacta a su destinatario: que no existía una base legal para acreditar que la región Arequipa era dueña de las empresas eléctricas; que el Estado Peruano era el legítimo propietario; que, en consecuencia, las autoridades arequipeñas y dirigentes populares mentían a la población. Esta información se discutió en los medios, pero poniendo énfasis en la incapacidad de la población arequipeña para poder entenderlos más que en argumentar razones a favor de la sensatez. El éxito de la explicación se basa en el entendimiento de lo explicado y los comunicadores sociales capitalinos y locales no lograron este cometido.





Los medios de comunicación también jugaron su partido ¿Qué esperaban los creadores del comercial a favor de la privatización en Arequipa? Un viejito cascarrabias se niega a escuchar razones tapándose los oídos, mientras su joven hijo insiste inútilmente en convencerlo de las ventajas que traerá la privatización en la región. Por otro lado, los comentaristas radiales y conductores de programas de opinión en la televisión colaboraron directamente en alentar la violencia enarbolando la bandera de “Arequipa revolución” o “Arequipa ciudad caudillo”. La deficiente comprensión de la protesta por parte de los medios de Lima tuvo su correspondencia en la irresponsabilidad de varios medios locales al realizar la cobertura de los hechos y la falta de rigor y profundidad para analizarlos. Los periodistas de Radio Melodía y Radio Líder comentaban los hechos con la superficialidad propia de un aficionado; no brindaron explicaciones a la población sino que la azuzaron a la violencia, y en el peor de los casos, justificaron el vandalismo. El abogado Alberto Núñez Borja, conductor de “La ventana de Alberto”, advertía a la población que se venía un estado de sitio y que se suspenderían las garantías constitucionales para restablecer el orden en la ciudad y que para resistir a ello, recomendaba a la población arequipeña atrincherarse y enfrentar a las fuerzas del orden. En el clímax de las protestas, lanzó un desafío al jefe del comando político-militar general de división del Ejército, Oscar Gómez de la Torre Ovalle, advirtiéndole en vivo que no se dejaría amedrentar y a que se atreviera a intervenir la emisora para silenciarlo, en una actitud verdaderamente paranoica. La cuota de sensatez la puso una joven televidente que por teléfono instó al abogado a dejar de victimizarse y alarmar a la población. En síntesis, la falta de profesionalismo de los comunicadores sociales locales, el oportunismo de las autoridades y dirigentes populares y la ausencia de un discurso alternativo a la interpretación de los medios capitalinos, colaboraron a que la violencia generalizada opacara una protesta que entrañaba un reclamo legítimo.

Una tercera explicación para resurgimiento el nacionalismo etnocentrista, la agudización de los conflictos culturales y el desplazamiento de las luchas ideológicas es, además del escepticismo posmoderno, la falta de pedagogía política de parte de nuestros políticos, intelectuales y comunicadores sociales de opinión, además del repliegue de la izquierda, situación que no solo es evidente en el Perú y en Latinoamérica, sino también en Europa. Nacionalismo y etnocentrismo indígena tienen acogida en las masas precisamente porque han llenado el espacio que la izquierda ha abandonado. Por ello, es un error considerar que detrás de toda manifestación popular exista una maniobra desestabilizadora de la izquierda para atentar contra la democracia. Ejemplo de esto es el frecuente recurso neoliberal de vincular toda manifestación populista y radical con proyectos de la izquierda. El resurgimiento de los fundamentalismos étnicos no implica necesariamente, un proyecto de la izquierda; y de la misma forma, los planteamientos libertarios de la izquierda no se exponen necesariamente en términos de violencia social (Zizek 2002:15). En el panorama actual, más en Latinoamérica y un poco menos en Europa, la izquierda está en otro lado y no precisamente en las masas o detrás de toda revolución popular o nacionalista. La lectura equivocada de algunos políticos y funcionarios del oficialismo como Fernando Rospigliosi, veían en las protestas provincianas un complot de la izquierda radical (Patria Roja, Sendero Luminoso), del nacionalismo etnocacerista de los hermanos Humala, y del aprismo. Aunque es innegable que estos grupos hayan participado en los acontecimientos del “arequipazo”, Ilave y Andahuaylas —exceptuando en los dos últimos al APRA—, no coincido con la opinión de que fueron los agentes motivadores del levantamiento. El papel que desempeñaron los grupos antes mencionados (sobre todo Patria Roja y los etnocaceristas) fue el de magnificar y organizar la violencia añadida, además de coludirse indirectamente con el sistema al que deseaban desestabilizar al momento en que pudimos apreciar que los dirigentes de AUPA y del Frente Amplio Cívico compartían el escenario con los alcaldes distritales liderados por Juan Manuel Guillén en calidad de alcalde provincial. Fueron satélites que utilizaron la coyuntura del momento para adquirir notoriedad pero de ninguna manera los ideólogos o los traductores del sentir popular.

La ausencia de pedagogía política deja el espacio abierto para que la desinformación campee a cual mejor. A los ojos del ciudadano de a pie, liberalismo, neoliberalismo y derecha son iguales; la privatización implica necesariamente desempleo y alza de tarifas o generación de empleo y eficiencia empresarial; y Lourdes Flores representa el “partido de los ricos” así como etnocacerismo de los Humala el verdadero nacionalismo. A los ojos del político improvisado y del analista miope, las protestas populares ahuyentan la inversión y deterioran la imagen del país en el extranjero, el TLC es la oportunidad de nuestra vida y Ollanta Humala es un “cadáver político”. Ante la ineficacia de nuestros políticos, los intelectuales son los llamados a discutir sobre los grandes temas nacionales: cultura, educación y política. De lo contrario, estos se encontrarán en manos de quienes ignoran por completo la problemática nacional. Aparte de discutir en las aulas universitarias, en congresos y seminarios, deben hacerse conocidos para el ciudadano “de a pie” posicionándose en los medios sin importar su filiación ideológica. Los intelectuales tienen una responsabilidad social, tanto como la sociedad civil y los medios de comunicación. Es vano esperamos que los medios de comunicación inicien esta pedagogía. Mientras sigan esgrimiendo el argumento de la “irrestricta libertad de expresión” entendida como la capacidad del medio para emitir y del televidente para elegir qué ver o qué no ver, la pobreza informativa estará más que asegurada. Argumentarán que la intervención de la sociedad civil para regular los contenidos televisivos se convertirá en un grave atentado contra la libertad de información y, por extensión, contra la democracia. Uno de los éxitos de la globalización ha sido, justamente, transnacionalizar la idea de que la democracia liberal es el único orden político correcto y que toda crítica a este sistema sea vista como una amenaza totalitaria[8].Y nos preguntamos ¿es verdaderamente democrática la televisión en el Perú? No es nada democrático que para acceder a televisión de calidad una cantidad cada vez mayor de televidentes tengamos que pagar televisión por cable. No creo en una televisión democrática dentro de una democracia liberal donde “se ponen límites al ejercicio de la soberanía del pueblo” (Mouffe 2003:22) y porque los intereses privados de las corporaciones, la mayor de las veces, no coinciden con los de la sociedad civil, sino más bien, que los medios de comunicación diseñan la agenda que la sociedad debe seguir.[9]

BIBLIOGRAFÍA
Berlín, Isaiah.
1998 “Dos conceptos de libertad”. Cuatro ensayos sobre la libertad. Madrid: Alianza Universidad. 187-243.

CHOMSKY, Noam
2005 El gobierno del futuro. Barcelona: Anagrama.

DIOSES, Carlo Mario y María Antonieta ALVA
2005 “Interview with Julio Cotler”. Perú Económico. Agosto.

LIPOVETSKI, Gilles
2002 Ensayos sobre el individualismo contemporáneo. Barcelona: Anagrama.

FUKUYAMA, Francis
1989 “The End of History”.The Nacional Interest nº 16, pp. 4,18.

HUNTINGTON, Samuel
1996 El choque de civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial. Barcelona: Paidós.

JAMESON, Frederic.
1992 El posmodernismo o la lógica cultural del capitalismo avanzado. Buenos Aires: Paidós.

LACLAU, Ernest. La razón populista.
2006 La razón populista. Segunda edición. México: Fondo de Cultura Económica.
MOUFFE, Chantal.
2003 La paradoja democrática. Barcelona: Gedisa.

ZIZEK, Slavoj
2002 ¿Quién dijo totalitarismo? Cinco tesis equivocadas sobre el mal uso de una noción. Valencia: Pre-textos


NOTAS

[1] La globalización de la cultura del consumo ha generado un acceso masivo al crédito. Un modesto taxista o trabajador independiente con un sueldo mínimo puede acceder a una tarjeta de crédito como CMR que le provoque el placer de comprar primero y pagar después, placer que quince años atrás era solo privilegio de un selecto grupo de clientes Diners, Visa, American Express o Mastercard. Paradójicamente hoy, los ricos del primer mundo están en rojo: tener deudas es ahora síntoma de riqueza puesto que solo puede endeudarse aquel que puede consumir; hemos pasado del ahorro al consumo y esto ha sido posible por la masificación del crédito. La ética protestante en la que se apoyó la modernidad se basaba en el ahorro: juntemos ahora para el porvenir, gastemos con mesura, impongámonos restricciones.
[2] El FMI es un ejemplo de globalización por medio de la economía en un momento en el que es posible sumergir en la miseria a un país si no cumple con los requerimientos del libre mercado, bajo amenaza del retiro de los fondos de inversión (Jameson 2000:6). El proletariado de los Estados Unidos es hoy en día transnacional: está en Singapur, China. Taiwán, Corea y Latinoamérica.
[3] A la luz de estas contradicciones recién puedo comprender cómo Rafael Rey, conservador y católico confesional, se adhirió al movimiento Libertad, liderado por un agnóstico Vargas Llosa partidario de la legalización del aborto, del consumo de drogas, y de un estado laico. Pareciera que a Rey, el besamanos de Alan García al cardenal Cipriani cuando aquel asumió la presidencia, lo convenció de que estaba en el lado equivocado y apresuró su migración hacia el oficialismo aprista.
[4] Sincero exabrupto del actual ministro de la Producción, Rafael Rey, al ser consultado sobre el ex asesor de Alberto Fujimori.
[5] El general en retiro de la ex Región Militar del Sur, Oscar Gómez de la Torre Ovalle, una vez más recordó que el Arequipazo (junio del 2002), que dejó como saldo dos personas fallecidas, no fue producto de la oposición a la privatización de Egasa, sino de los insultos del ex ministro del Interior, Fernando Rospigliosi Capurro. “Me insultó a mí y a Arequipa y la gente no le perdonó esta falta, eso fue lo más grave ” […]sostuvo que la orden explícita de Rospigliosi en la base de La Joya fue: “Se tiene que restablecer el orden en Arequipa, bajo cualquier costo, así hayan cien muertos, se tiene que cumplir con el orden en la ciudad”. (Correo, 11 de junio del 2007, Locales).
[6] A pesar de que la entrevista realizada al constitucionalista Arturo Avendaño —en la cual este explicó que legalmente la región Arequipa no era dueña de las empresas eléctricas tal como lo afirmaban el alcalde Juan Manuel Guillén, y su séquito de oportunistas alcaldes distritales, entre los que destacaba Simón Balbuena, dirigentes populares como Andrés Mamani de AUPA y los miembros del Frente Amplio Cívico de Arequipa, simplemente porque no existía la entidad jurídica “región Arequipa”— fue muy ilustrativa.
[7] Recuerdo un infeliz comentario de Jaime Bayly acerca de los simpatizantes de Ollanta Humala. Dijo que no importaría que en su programa él hablara mal del líder etnocacerista ya que en provincia sus seguidores no tienen televisión. Por su lado, Aldo Mariátegui no se queda atrás en los calificativos que tiene para con los arequipeños: “Tras el irracional “Arequipazo” pensé que ya tendrían a la Ciudad Blanca enterrada a pesar de la sinergia que Egasa les supondría. Si el presidente regional Guillén tuviera dos neuronas –cosa que a veces dudo” […] “¡Tiene la sartén por el mango! Pero Guillén y los mistianos están congelados en los 80…”. (Correo, 11 de junio del 2007, “La columna del director”).

[8] “… los bellacos liberales conformistas pueden encontrar una satisfacción hipócrita en su defensa del orden existente: saben que hay corrupción, explotación, y todo lo que se quiera; pero cualquier intento de cambiar las cosas se denuncia como éticamente peligroso e inaceptable, como una resurrección del fantasma del totalitarismo” (Zizek 2002:14)
[9] El responsable de que el cerdo se alimente de basura no es el animal sino su criador; los responsables de que el grueso de la población sea adicta al consumo de “televisión basura” son los medios de comunicación que asumen un rol netamente empresarial y poco o nada social. El argumento de la libertad de elección y de expresión que sustentan es endeble porque, en la situación de desinformación y analfabetismo político-cultural en la que está sumergida gran parte de la población, es irrisorio pensar que será la misma sociedad la que se autorregule confiando en su capacidad de elección. ¿De dónde elegir cuando la parrilla televisiva no brinda variedad de opciones? Con este tipo de oferta la elección se reduce —exceptuando al canal del estado— simplemente a cambiar de canal pero no de contenidos.

viernes, junio 08, 2007

El pastor de la CIA

"El cine ya no hace preguntas, sólo busca diversión. Soy uno de los pocos cineastas que todavía hace lo que quiere, y siempre he querido evocar el cine europeo y americano de los años 70, un cine en el que lo que importaba eran los problemas políticos y sociales. Con las nuevas tecnologías, Hollywood ha destruido aquel sueño de los años 70, convirtiendo en cineastas marginales, en perdedores, a todos lo que no caben en sus parámetros. lvidan que sin perdedores no existiría su gran cine de los años 40, 50 y 70".

Emir Kusturika

(Sarajevo, Bosnia, 1954)



Arturo Caballero Medina
acaballerom@pucp.edu.pe

Robert De Niro retorna con pie derecho luego de su primera cinta como director en Una historia del Bronx (1993). Esta vez nos presenta El buen pastor (The good sheperd), una cinta que relata la historia de la formación de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos (CIA). Matt Damon interpreta a Edward Wilson, un joven que es invitado a integrar la sociedad secreta “Skull and Bones” mientras estudia en la universidad de Yale. Discreción y lealtad son las cualidades que lo llevarán a ser recomendado como miembro de la OSS (Agencia de Servicios Estratégicos) durante la Segunda Guerra Mundial.

Convencido de que es necesario proteger a la nación americana de los enemigos que la amenazan, Wilson se entrega totalmente a la institución en la cual se planean conspiraciones, sabotajes, asesinatos y derrocamiento de gobiernos próximos a la órbita comunista. A medida que transcurren los años, Wilson se da cuenta de que la confianza entre los miembros de la CIA no tiene cabida en una situación en que la Guerra Fría se manifiesta hasta en las relaciones cotidianas: desconfianza, traición, engaño son las armas que los agentes utilizan no solo contra los enemigos de la nación sino también contra sus compañeros. Wilson sacrifica su matrimonio cuya relación se ve deteriorada por las largas ausencias por las que no pudo entablar una relación sólida con su único hijo (Eddie Redmayne), quien creció lleno de inseguridades, por la indiferencia de su padre. Su esposa Margaret, a quien todos llaman “Clover” (Angelina Jolie) reclama inútilmente mayor dedicación a su familia.

De Niro no improvisó la trama sino que fue asesorado por un ex agente de la CIA jubilado. Milton Bearden quien condujo al actor-director por Afganistán, Pakistán y Moscú para obtener datos que le fueran útiles para la realización de la película. De ahí que para el espectador resulten familiares varios acontecimientos históricos como la crisis de los misiles y la Revolución Cubana.

La actuación de Matt Damon personificando al agente Wilson alcanza su mejor momento luego de películas como Salvando al soldado Ryan (1998), El talentoso señor Ripley (1999), Ocean's eleven (2002), Syriana (2005) y la recientemente aclamada Infiltrados (2006) de Martin Scorsese en la cual, a pesar del protagonismo de Di Caprio, supo mantener el perfil que el personaje le exigía. En contraste, la participación de Angelina Jolie es más bien discreta. Acostumbrados a verla como mujer fatal o chica mala —etiqueta que limita sus interpretaciones— parecía que en el personaje de “Clover” veríamos más de lo mismo. El cambio de carácter de Margaret (Angelina Jolie) es radical luego de su matrimonio y me desconcertó que después de presentarla en su juventud como “chica mala” que seduce a Wilson y casi poco más que lo fuerza a tener sexo, se transforme luego en una señora que acepta el drama de ser una esposa que no es amada por su esposo.

Lo mejor de El buen pastor está en la puesta en escena de los conceptos que De Niro demuestra conocer muy bien: trama, técnica narrativa, documentación y la intuición de apostar por un actor como Matt Damon que viene demostrando que puede protagonizar roles estelares variados, alejado de lo que mayormente Hollywood promueve en sus megaproducciones. Algunos críticos consideran que esta cinta tiene ecos de El padrino, pero no me parece justa esta apreciación. La cinta de Coppola es inmensamente superior por muchas razones, entre ellas las grandes interpretaciones por igual de todo el reparto; por otro lado tampoco creo que el tono épico este presente en El buen pastor como lo está en la saga de la familia Corleone. No hay grandes hazañas ni mucho menos Wilson se aproxima a Michael Corleone, lo que sí hay son grandes sacrificios: Wilson renuncia a su vida propia por una causa de la cual se decepciona. El punto flaco es la excesiva duración que retrasa la comprensión de los datos escondidos y la actuación desaprovechada de Angelina Jolie quien solo acompaña al protagonista como una figura decorativa.

La escena con la cual me quedo es el interrogatorio al verdadero científico ruso mientras detrás del espejo lo observa impasible, el impostor, y también podría ser la frustrada boda del hijo de Wilson por la muerte de su esposa arrojada desde un avión.

¿Qué hubieran hecho Coppola u Scorsese con este material? No lo sabemos, pero dentro de la parrilla cinematográfica nacional, es lo mejor que nos ha llegado de los Estados Unidos. Felicitaciones maestro De Niro

Reflexiones en torno a un cuento

“El artista no tiene tiempo para escuchar a los críticos. Los que quieren ser escritores leen las críticas, los que quieren escribir no tienen tiempo para leerlas. El crítico también está tratando de decir: "Yo pasé por aquí". La finalidad de su función no es el artista mismo. El artista está un peldaño por encima del crítico, porque el artista escribe algo que moverá al crítico. El crítico escribe algo que moverá a todo el mundo menos al artista”.

William Faulkner
(New Albany, 1897 – Hollywood, 1962)






Arturo Caballero Medina
acaballerom@pucp.edu.pe


Hurgando entre mis documentos, la semana pasada encontré un archivo que contenía el cuento de un antiguo alumno quien, luego de ingresar a la universidad, me confió la difícil tarea de comentar un cuento suyo. Digo difícil puesto que la valoración de un poema o de un cuento puede ser muy dura viniendo de alguien que, debido al oficio de estudioso de la literatura o al cúmulo de lecturas predilectas, descalifique el texto por su carácter iniciático. Muchas veces me sucedió, y me sigue sucediendo, que por cierta admiración a un maestro, le mostré con cierto recelo mis primeros, segundos y terceros versos. Pocos en verdad, se dieron el trabajo de una lectura sesuda, y los menos me dijeron la verdad acerca de mis deficiencias (todavía mi primer poemario duerme el sueño de los justos en algún rincón de la biblioteca de Yolanda Westphalen y Marco Martos debe estar fatigado por mis constante llamadas). Es por ello que decidí responder lo más sinceramente a la inquietud de este joven alumno.

El cuento referido tiene buenos momentos y es lo que destaqué en aquella oportunidad —tres años aproximadamente—; si mi alumno tuviera la oportunidad de leer esta nota, deseo que la tome con mucha cautela, puesto que seguramente habrá decidido abandonar la escritura por otro oficio mucho más “saludable”. De lo contrario, nos sentiremos muy honrados si es que nuestro joven amigo continua en la brega por convertirse, en algún momento, en escritor. Estas reflexiones van dirigidas a todos aquellos que deseen escribir, pero con la siguiente advertencia:

“Estimado y muy caro amigo.

Te escribo estas líneas en calidad ya no de profesor puesto que no me considero más tu profesor, (tengo un concepto distinto —y muy malo— de los profesores de academias preuniversitarias, siento que son meros mercaderes, showman, alguna vez lo fui, al menos intento serlo cada vez en menor grado, creo que son cualquier cosa menos profesores, pero me hago responsable de esa opinión), sino tu amigo. Aquí van mis apreciaciones

Me gusta la intención que tienes en cuanto a la experimentación al narrar, las digresiones cambios de perspectiva y de tiempo, y los monólogos del narrador. Eso indica que tienes ciertas nociones sobre la narración moderna y es un buen comienzo.

Pero la técnica, si bien es muy importante en el cuento, no lo es todo. Primeramente hay que encontrar la historia, sin historia no hay cuento. Y no quiero decir con ello una “buena” historia porque no hay buenas o malas historias. Con historia quiero decir “algo qué contar”, para que el lector sea capaz de leerlo de un solo tirón.
Los errores de sintaxis, ortografía o de concordancia son irrelevantes porque se corrigen en un instante, no hay mayor problema, pero debes ordenar las secuencias de tu relato para que quede todo bien claro al lector y no hayan lagunas. Me encantó el inicio, le veo algo o bastante de Borges a tu cuento: esto de los sueños recurrentes y el intertexto o sea, las citas en inglés y las letras en cursiva que le dan otra sensación al lector de meterse en los pensamientos del narrador o personaje, uno dentro de otro, ¿me equivoco? Bueno tal vez has leído a Borges y es buen maestro. Pero por la línea de tu relato que tiende a lo fantástico te recomiendo además Edgar Allan Poe Narraciones extraordinarias, y Julio Cortázar Las armas secretas, Todos los fuegos el fuego, Bestiario; Juan José Arreola, Confabulario, Julio Ramón Ribeyro, todos los cuentos (La palabra del mudo es lo más común) y Augusto Monterroso, Viaje al centro de la fábula.

Recuerda: el protagonista del cuento siempre debe enfrentar una situación conflictiva cuyo desenlace debe resolverse a favor o en contra. Quítale los enclíticos díjote, acercáseme, etc., porque te quitan naturalidad, además no eres Valdelomar (es una broma), pero quítalos, están de más.
Tu historia está, lo que falta es darle forma a lo que ya tiene en parte; no busques muchos adjetivos, se más directo usa verbos y sustantivos, a no ser que quieras describir una situación, paisaje o personaje. El cuento es breve y requiere por ello de mucha acción.

Esto para mí es lo mejor de tu cuento:

Si tuviéramos el valor de enfrentarnos a aquello que nos sustrae y atemoriza. Realmente podríamos cambiar o es que no se puede. Talvez formamos parte de un pensamiento o la fantasía de un ser superior, quizás no somos más que vana alucinación. Entonces no estamos ni estuvimos nunca. Y si existimos los demás no están, o forman parte de nuestra fantasía, o será que nosotros formamos parte de la suya.

Finalmente LEE LO MÁS QUE PUEDAS; aprovecha que tienes tiempo, ya ingresaste, deja las matemáticas y el cálculo —¿no te bastó todo un año de preparación?— si realmente quieres escribir en serio para publicar. Si solo es un pasatiempo entonces olvida todo lo que dije antes.

…primero, la decisión por escribir es totalmente distinta a la decisión por publicar; el círculo se cierra cuando el lector conoce lo escrito y si no lo conoce, simplemente, el escritor no existe; segundo, el buen lector será casi siempre un buen escritor, siempre y cuando pase a la acción, y la acción pasa por escribir.Buena suerte y aquí te dejo con mis dos favoritos Mario Vargas Llosa y William Faulkner".

Entrevista a William Faulkner

-¿Existe alguna fórmula que sea posible seguir para ser un buen novelista?
-99% de talento... 99% de disciplina... 99% de trabajo. El novelista nunca debe sentirse satisfecho con lo que hace. Lo que se hace nunca es tan bueno como podría ser. Siempre hay que soñar y apuntar más alto de lo que uno puede apuntar. No preocuparse por ser mejor que sus contemporáneos o sus predecesores. Tratar de ser mejor que uno mismo. Un artista es una criatura impulsada por demonios. No sabe por qué ellos lo escogen y generalmente está demasiado ocupado para preguntárselo. Es completamente amoral en el sentido de que será capaz de robar, tomar prestado, mendigar o despojar a cualquiera y a todo el mundo con tal de realizar la obra.
-¿Qué técnica utiliza para cumplir su norma?
-Si el escritor está interesado en la técnica, más le vale dedicarse a la cirugía o a colocar ladrillos. Para escribir una obra no hay ningún recurso mecánico, ningún atajo. El escritor joven que siga una teoría es un tonto. Uno tiene que enseñarse por medio de sus propios errores; la gente sólo aprende a través del error. El buen artista cree que nadie sabe lo bastante para darle consejos, tiene una vanidad suprema. No importa cuánto admire al escritor viejo, quiere superarlo.
-Entonces, ¿usted niega la validez de la técnica?
-De ninguna manera. Algunas veces la técnica arremete y se apodera del sueño antes de que el propio escritor pueda aprehenderlo. Eso es tour de force y la obra terminada es simplemente cuestión de juntar bien los ladrillos, puesto que el escritor probablemente conoce cada una de las palabras que va a usar hasta el fin de la obra antes de escribir la primera. Eso sucedió con Mientras agonizo. No fue fácil. Ningún trabajo honrado lo es. Fue sencillo en cuanto que todo el material estaba ya a la mano. La composición de la obra me llevó sólo unas seis semanas en el tiempo libre que me dejaba un empleo de doce horas al día haciendo trabajo manual. Sencillamente me imaginé un grupo de personas y las sometí a las catástrofes naturales universales, que son la inundación y el fuego, con una motivación natural simple que le diera dirección a su desarrollo. Pero cuando la técnica no interviene, escribir es también más fácil en otro sentido. Porque en mi caso siempre hay un punto en el libro en el que los propios personajes se levantan y toman el mando y completan el trabajo. Eso sucede, digamos, alrededor de la página 275. Claro está que yo no sé lo que sucedería si terminara el libro en la página 274. La cualidad que un artista debe poseer es la objetividad al juzgar su obra, más la honradez y el valor de no engañarse al respecto. Puesto que ninguna de mis obras ha satisfecho mis propias normas, debo juzgarlas sobre la base de aquélla que me causó la mayor aflicción y angustia del mismo modo que la madre ama al hijo que se convirtió en la madre ama al hijo que se convirtió en ladrón o asesino más que al que se convirtió en sacerdote.
-Usted dijo que la experiencia, la observación y la imaginación son importantes para el escritor. ¿Incluiría usted la inspiración?
-Yo no sé nada sobre la inspiración, porque no sé lo que es eso. La he oído mencionar, pero nunca la he visto.
Consejos a un joven novelista Mario Vargas Llosa
“No hay novelistas precoces. Todos los grandes, los admirables novelistas, fueron, al principio, escribidores aprendices cuyo talento se fue gestando a base de constancia y convicción”.
“El novelista que no escribe sobre aquello que en su fuero recóndito lo estimula y exige, y fríamente escoge asuntos o temas de una manera racional, porque piensa que de este modo alcanzará mejor el éxito, es inauténtico y lo más probable es que, por ello, sea también un mal novelista (aunque alcance el éxito: las listas de bestsellers están llenas de muy malos novelistas)”.
“La historia que cuenta una novela puede ser incoherente, pero el lenguaje que la plasma debe ser coherente para que aquella incoherencia finja exitosamente ser genuina y vivir”.