¿A qué le teme el gobierno?
La publicación de De puño y letra (Abimael Guzman, 2009) ha alborotado al gobierno aprista al punto que el ministro de Justicia, Aurelio Pastor, manifestó ante los medios con total convicción que el contenido de ese libro es una indudable muestra de apología terrorista. En consecuencia, se ha prohibido su circulación y en este momento es casi imposible obtener un ejemplar original del libro. Ni siquiera en la librería El Virrey del centro de Lima, donde inicialmente se vendía desde el día siguiente de su presentación, es posible adquirirlo ahora. Ayer estuve toda la tarde en el centro buscando inútilmente el libro de Guzmán para formarme una opinión de primera mano antes de comentarlo. Todos los libreros de Quilca y Camaná respondían lo mismo: "Esta agotado", "está prohibida su venta". Alguno me ofreció una copia de muy mala calidad a 30 soles, lo cual me negué a pagar porque no me garantizaba que todo el contenido estuviera completo. Llegada la noche me convencí de que habría que esperar un poco más antes de volver a ver este libro en las librerías o en el circuito pirata. Tal como andan las cosas, lo segundo es más posible.
Algunos vendedores parecían sorprendidos por mi inquietud para conseguir el libro del máximo líder de Sendero Luminoso. Me daba la impresión de que sí tenían el libro, pero que no se querían arriesgar a venderlo por precaución. Otros afirmaban con total seguridad que en cuestión de días volvería salir un nuevo tiraje, pero esta vez pirata. No me importaría comprarlo en pirata siempre y cuando esté legible, pero si demora este tiraje obviamente que el comentario del mismo perderá cierta actualidad.
No puedo aventurarme a dar una opinión sobre el libro, así como no puedo tener la certeza de que se trata de apología al terrotismo, pero sí puedo manifestarme acerca de la reacción que este ha suscitado en las esferas del gobierno. A mi parecer, le están otorgando la importancia que su autor y sus seguidores esperan y, peor aún, ahora que han ordenado el retiro de su circulación. Nuevamente, vemos que los políticos del oficialismo y ciertos medios de comunicación gratos al gobierno tienen una doble moral cuando se trata de juzgar un hecho que los favorece o que los perjudica.
Cuando se trata de juzgar los calificativos abiertamente racistas de Aldo Mariátegui contra Hilaria Supa o los constantes agravios también racistas y el lenguaje procaz de Andrés Bedoya Ugarteche en contra de cualquier persona que no concuerde con sus ideas, la libertad de expresión es el argumento más manido para defender lo indefendible. Por ello, no extrañan que Aldo Mariátegui exigiera la excarcelación de Magaly Medina, puesto que para él el derecho a la libertad de opinión está por encima del derecho a la intimidad y a la buena imagen. Obviamente, que un periodista fuera encarcelado por propalar información falsa es algo que a él le toca directamente, ya que gran parte de sus editoriales están plagadas de medias verdades y antojadizas deducciones. Desde el gobierno el rechazo contra tales muestras de cotidiana intolerancia y racismo son tomadas con mucha calma. De igual manera, las asociaciones de medios no intervienen efectivamente para que estos dos sicarios mediáticos moderen sus expresiones. Eso sí, cuando hay que protestar contra la censura en Venezuela, ponen en movimiento toda su logística y son los primeros en defender la democracia (y eventualmente entrevistan a los políticos que también la censuraron).
Pero cuando se trata del libro de Abimael Guzmán, cuya publicación les resulta inoportuna en la actual coyuntura -rebrote del terrorismo o narcoterrorismo- censurar una publicación no es para ellos de ninguna manera un atentado contra la libertad de expresión, sino una acción que busca proteger a la ciudadanía de la demencia ideológica de líder de Sendero Luminoso. Por supuesto que levantar un show mediático le es muy rentable al gobierno. Desviar la atención hacia el caso Fefer, por un lado; y perseguir los libros de Guzmán, por el otro, le da cierto respiro a este régimen que cada vez da más signos de que "algo se pudre en Dinamarca".
Existen muchos ejemplos históricos de censura contra libros y persecución de escritores. Recientemente, un periodista ruso reveló los archivos de la policía secreta de Stalin, la cual consignaba los datos de muchos escritores rusos que este carnicero comunista ordenó asesinar porque comprometían a la revolución. A menudo, la censura sirvió más para alimentar la curiosidad de los lectores y para engrandecer la figura de los escritores perseguidos, los cuales no siempre resultaban ser grandes escritores y hallaban en la censura una forma peculiar de ingresar en la historia literaria de sus naciones. No siempre la calidad artística tenía un correlato con el hecho de ser perseguido político, pero ello importaba muy poco o nada a los censores: lo importante era no permitir que el veneno se esparza entre la gente.
La publicación de De puño y letra (Abimael Guzman, 2009) ha alborotado al gobierno aprista al punto que el ministro de Justicia, Aurelio Pastor, manifestó ante los medios con total convicción que el contenido de ese libro es una indudable muestra de apología terrorista. En consecuencia, se ha prohibido su circulación y en este momento es casi imposible obtener un ejemplar original del libro. Ni siquiera en la librería El Virrey del centro de Lima, donde inicialmente se vendía desde el día siguiente de su presentación, es posible adquirirlo ahora. Ayer estuve toda la tarde en el centro buscando inútilmente el libro de Guzmán para formarme una opinión de primera mano antes de comentarlo. Todos los libreros de Quilca y Camaná respondían lo mismo: "Esta agotado", "está prohibida su venta". Alguno me ofreció una copia de muy mala calidad a 30 soles, lo cual me negué a pagar porque no me garantizaba que todo el contenido estuviera completo. Llegada la noche me convencí de que habría que esperar un poco más antes de volver a ver este libro en las librerías o en el circuito pirata. Tal como andan las cosas, lo segundo es más posible.
Algunos vendedores parecían sorprendidos por mi inquietud para conseguir el libro del máximo líder de Sendero Luminoso. Me daba la impresión de que sí tenían el libro, pero que no se querían arriesgar a venderlo por precaución. Otros afirmaban con total seguridad que en cuestión de días volvería salir un nuevo tiraje, pero esta vez pirata. No me importaría comprarlo en pirata siempre y cuando esté legible, pero si demora este tiraje obviamente que el comentario del mismo perderá cierta actualidad.
No puedo aventurarme a dar una opinión sobre el libro, así como no puedo tener la certeza de que se trata de apología al terrotismo, pero sí puedo manifestarme acerca de la reacción que este ha suscitado en las esferas del gobierno. A mi parecer, le están otorgando la importancia que su autor y sus seguidores esperan y, peor aún, ahora que han ordenado el retiro de su circulación. Nuevamente, vemos que los políticos del oficialismo y ciertos medios de comunicación gratos al gobierno tienen una doble moral cuando se trata de juzgar un hecho que los favorece o que los perjudica.
Cuando se trata de juzgar los calificativos abiertamente racistas de Aldo Mariátegui contra Hilaria Supa o los constantes agravios también racistas y el lenguaje procaz de Andrés Bedoya Ugarteche en contra de cualquier persona que no concuerde con sus ideas, la libertad de expresión es el argumento más manido para defender lo indefendible. Por ello, no extrañan que Aldo Mariátegui exigiera la excarcelación de Magaly Medina, puesto que para él el derecho a la libertad de opinión está por encima del derecho a la intimidad y a la buena imagen. Obviamente, que un periodista fuera encarcelado por propalar información falsa es algo que a él le toca directamente, ya que gran parte de sus editoriales están plagadas de medias verdades y antojadizas deducciones. Desde el gobierno el rechazo contra tales muestras de cotidiana intolerancia y racismo son tomadas con mucha calma. De igual manera, las asociaciones de medios no intervienen efectivamente para que estos dos sicarios mediáticos moderen sus expresiones. Eso sí, cuando hay que protestar contra la censura en Venezuela, ponen en movimiento toda su logística y son los primeros en defender la democracia (y eventualmente entrevistan a los políticos que también la censuraron).
Pero cuando se trata del libro de Abimael Guzmán, cuya publicación les resulta inoportuna en la actual coyuntura -rebrote del terrorismo o narcoterrorismo- censurar una publicación no es para ellos de ninguna manera un atentado contra la libertad de expresión, sino una acción que busca proteger a la ciudadanía de la demencia ideológica de líder de Sendero Luminoso. Por supuesto que levantar un show mediático le es muy rentable al gobierno. Desviar la atención hacia el caso Fefer, por un lado; y perseguir los libros de Guzmán, por el otro, le da cierto respiro a este régimen que cada vez da más signos de que "algo se pudre en Dinamarca".
Existen muchos ejemplos históricos de censura contra libros y persecución de escritores. Recientemente, un periodista ruso reveló los archivos de la policía secreta de Stalin, la cual consignaba los datos de muchos escritores rusos que este carnicero comunista ordenó asesinar porque comprometían a la revolución. A menudo, la censura sirvió más para alimentar la curiosidad de los lectores y para engrandecer la figura de los escritores perseguidos, los cuales no siempre resultaban ser grandes escritores y hallaban en la censura una forma peculiar de ingresar en la historia literaria de sus naciones. No siempre la calidad artística tenía un correlato con el hecho de ser perseguido político, pero ello importaba muy poco o nada a los censores: lo importante era no permitir que el veneno se esparza entre la gente.
Lo que el gobierno va a lograr con la censura a De puño y letra es fortalecer la causa de los criminales terroristas que purgan cadena perpetua y de quienes los avalan con estas publicaciones. A este tipo de manifiestos se les debe combatir con buenas ideas y pedagogía política. Lo malo es que el gobierno carece de cuadros competentes en esta materia y sus aliados no son precisamente unas luminarias intelectuales. Cuánta falta le hace al APRA un Luis Alberto Sánchez, un Manuel Seoanne o un Luis Felipe de las Casas que "pise la pelota" y brinde claridad donde solo hay ruido y tinieblas.
Los editores y todos aquellos que lanzaron vivas a Guzmán en la presentación del libro no están interesados en ganar dinero, sino en obtener notoriedad porque la opinión pública no cree en ellos. Ya los olvidamos y por ello necesitan resucitar a su líder o lo poco que queda de él para sobrevivir. Que no nos sorprenda que el libro circule en ediciones piratas o que sea colgado en Internet para su descarga gratuita. La tecnología brinda muchas facilidades para burlar la censura y esto debería comprenderlo muy bien Aurelio Pastor. En lugar de comprar estos libros o de requisarlos, debería promover conversatorios a todo nivel en los principales centros de discusión de la capital y de provincias e invitar a los mejores analistas para que libro en mano, rebatan punto por punto lo que allí se expone, sobre todo en una época en la que muchos jóvenes no tienen absoluto conocimiento de lo que fue Sendero Luminoso. Eso es hacer pedagogía política.
Mientras tanto, esperaré con paciencia mi edición pirata de De puño y letra para comenzar mi tarea en solitario. Aunque, quien sabe la encuentre colgada en Internet.
1 comentario:
Busco el libro de A.G.R. todavía no lo puedo encontrar, el que encuentro no esta completo si alguien sabe donde puedo conseguir el completo se le agradecería que publicara el enlace....
Publicar un comentario