sábado, junio 29, 2013

ESTUDIOS CULTURALES: UN CONTEXTUALISMO RADICAL

Publicado en Revista Latinoamericana de Ensayo.19-06-2013


Desde su irrupción en el ámbito académico, los estudios culturales han suscitado intensos debates y combates en el ámbito académico, especialmente entre los sectores más convencionales de las ciencias sociales y humanidades. Falta rigurosidad metodológica, banalización de la investigación, moda intelectual importada y pasajera figuran entre las más frecuentes objeciones. En esta controversia, la antropología ocupa un lugar expectante, como lo muestra Carlos Reynoso en Apogeo y decadencia de los estudios culturales (2000), un libro que puede leerse como una síntesis de las reticencias de la antropología frente a los estudios culturales.

La expansión de los Cultural Studies en América Latina tuvo lugar durante los años noventa, periodo caracterizado por la proliferación de programas de grado, diplomados, maestrías y doctorados, eventos académicos y publicaciones, a tal punto que el término «Estudios culturales latinoamericanos», que reivindica una tradición en estudios culturales independiente de la anglosajona, ha adquirido notoriedad dentro de la comunidad académica norteamericana y regional. Todo parece indicar que los estudios culturales llegaron para quedarse, afirma el antropólogo Eduardo Restrepo, en su libro Antropología y estudios culturales. Disputas y confluencias desde la periferia (2012).

Eduardo Restrepo posee una amplia trayectoria académica vinculada a la antropología y los estudios culturales. Es autor de Tumaco: Haciendo ciudad (en coautoría con Michel Agier, Manuela Álvarez y Odile Hoffmann) (1999), Políticas del conocimiento y alteridad étnica (2003), Teorías de la etnicidad. Stuart Hall y Michel Foucault (2004), Políticas de la teoría y dilemas de los estudios de las colombias negras (2005), Inflexión decolonial: fuentes, categorías y cuestionamientos (coautoría con Axel Rojas) (2010), Intervenciones en teoría cultural (2012), además de múltiples artículos sobre teoría social contemporánea, políticas de la representación, articulaciones entre etnia y raza, y colombianidad y afrodescendencia.

En Antropología y estudios culturales, Restrepo sintetiza los encuentros y desencuentros que dividen y aproximan a estos saberes sobre la cultura, trazando previamente sus especificidades, divergencias internas y la posición de los establecimientos académicos latinoamericanos dentro de la geopolítica global del conocimiento. La estructura tripartita del libro facilita la identificación de estos aspectos: la primera y segunda parte dedicadas a la antropología y estudios culturales, respectivamente, así como un recuento final a modo de epílogo donde se contrastan sus disputas y confluencias. Además de exponer, dialogar y contrastar posturas, Restrepo discute los presupuestos que giran en torno a la práctica de la antropología y los estudios culturales, enfatizando en todo momento el lugar que ocupan dentro de la comunidad académica latinoamericana.

La primera parte examina el lugar de enunciación del discurso antropológico hegemónico y periférico dentro de la geopolítica global del conocimiento. Restrepo realiza un ejercicio de antropología crítica de la antropología, puesto que no ha sido frecuente que los antropólogos examinen sus prácticas intelectuales a la luz de las teorías que emplean en sus investigaciones. Los contextos administrativos, laborales, profesionales y académicos en torno al ejercicio de la antropología a menudo se mantuvieron distantes de las discusiones teóricas.

El panorama descrito por Restrepo da cuenta de antropologías varias tanto en los establecimientos académicos hegemónicos como en los periféricos. Y que si bien desde Europa y los Estados Unidos se ejerce hegemonía epistemológica, también en esos espacios existen disputas entre perspectivas dominantes y subalternas, lo mismo que en los establecimientos académicos latinoamericanos. De otro lado, analiza las desigualdades en el campo antropológico transnacional entre antropologías hegemónicas y antropologías subalternizadas. Observa que la asimetría entre las antropologías no obedece exclusivamente a la acción manifiesta de un establecimiento por dominar a otro sino en la recepción acrítica del saber que facilita la subalternización. Entre los procedimientos que subalternizan una antropología a favor de otra, la escritura destaca como un recurso utilizado para controlar la producción disciplinaria: artículos, monografías, ponencias, tesis, informes, documentos de trabajo, etc., poseen formatos, registros textuales, estrategias argumentativas, sistemas de cita, propiedad intelectual y modos de distribución que garantizan accesos privilegiados a información no disponible para quienes no estén insertos en el sistema de divulgación académico. 

Esta situación motivó el surgimiento de la Red de Antropologías del Mundo (RAM-WAN), a modo de respuesta ante la falta de compromiso por examinar el lugar de enunciación de la epistemología antropológica. El proyecto RAM-WAN no apunta a esencializar las antropologías periféricas ni las considera más auténticas porque se enuncien desde el margen. Por el contrario, busca abandonar una lectura esencialista de la «antropología» para dirigirse hacia las «antropologías» y discutir las condiciones de posibilidad de la teoría antes que aplicarla y divulgarla de manera eficiente. Interpelar políticamente el ejercicio de la antropología mediante la intervención en el saber más que su instrumentalización fue unos de los objetivos centrales de este proyecto.

¿Es posible definir los estudios culturales? ¿Acaso una definición no corre el riesgo de excluir una amplia diversidad de perspectivas que no siempre reconocen confluencias entre sí? La segunda parte aborda las particularidades de los estudios culturales. En un sentido contrario al de sus detractores, quienes afirman que carecen de especificidad, Restrepo considera que es necesario aclarar qué son los estudios culturales a fin de evitar confusiones que deriven en una disolución de su singularidad y, en consecuencia, en una pérdida de su vocación política, lo que Stuart Hall y Lawrence Grossberg convendrían llamar el corazón de los estudios culturales. Sin embargo, plantea una definición no tan teórica como empírica, es decir, más fundamentada en las prácticas intelectuales de quienes identifican su trabajo con los estudios culturales.

Luego de esclarecer que no basta con citar a Stuart Hall, Raymond Williams, E.P. Thompson o Richard Hoggart; ni adoptar cultura, ideología o poder como objetos de estudio; manifestar amplitud interdisciplinaria o cuestionar el establishment académico dominante, Restrepo ensaya una definición de estudios culturales sobre la base de las características más notables de esta práctica intelectual: «los estudios culturales remiten a ese campo transdisciplinario que busca comprender e intervenir, desde un enfoque contextual, sobre cierto tipo de articulaciones concretas entre lo cultural y lo político» (p.157). Primero, significa entender lo transdisciplinario no como la superposición de metodologías varias, sino criticar el parcelamiento disciplinario que impide reformular los métodos para adecuarlos a nuevas circunstancias. Esto supone, en segundo lugar, una actitud antirreduccionista que abre la posibilidad de lecturas, pues el estudio de la cultura no es exclusivamente un asunto cultural; es también político, económico, social, jurídico, etc. Asimismo, exige al investigador una explícita voluntad política, pues los estudios culturales tienen como finalidad intervenir para transformar, es decir, utilizar la teoría para provocar cambios en las relaciones de poder y no solo la elaboración de complejos aparatos conceptuales. En otras palabras, teorizar lo político y politizar lo teórico. Finalmente, ello explica por qué contextualizar la teoría es primordial en los estudios culturales: la teoría no debería ignorar las condiciones de posibilidad que determinan a sus objetos de estudios ni su propio lugar de enunciación dentro de una geopolítica del conocimiento. El abordaje de los objetos de estudio en sus manifestaciones concretas pone límites a una hiperteorización que tiende a nivelar todos los contextos, lo que constituye un ejercicio de violencia epistémica, acentuando el colonialismo intelectual. 

Restrepo no soslaya las duras críticas a los estudios culturales, pero al mismo tiempo, subraya que en la mayoría de ocasiones son producto de prejuicios y desinformación; e incluso observa que la recepción irreflexiva de los estudios culturales provocó tergiversaciones que a la postre contribuyeron a su desprestigio; por ejemplo, la convicción de que los métodos y teorías de las antiguas disciplinas eran obsoletos; confundir estudios culturales con estudios sobre la cultura; creer que su institucionalización fortalecería la intervención de la intelectualidad en los asuntos sociales; o que podría homologarse sin más a los estudios culturales con la teoría poscolonial, los estudios subalternos, la teoría posmoderna o el posestructuralismo. De algún modo, la imagen distorsionada de los estudios culturales es resultado de sus seguidores acríticos como de sus detractores desinformados. 

Stuart Hall es muy consciente de que el trabajo realizado por los investigadores del Centro de Estudios Culturales Contemporáneos de la Universidad de Birmingham no representa el único modo de hacer estudios culturales. Asumir el contextualismo radical exige que esta práctica intelectual sea resultado de las demandas y adaptaciones surgidas en diferentes establecimientos académicos. En tal sentido, ¿existen los estudios culturales latinoamericanos? Raúl Bueno Chávez considera que América Latina posee una tradición propia que precede a la escuela de Birmingham considerada habitualmente lugar de origen de los estudios culturales. Jesús Martín-Barbero también declaró que en América Latina se hacía estudios culturales mucho antes que apareciera la etiqueta. Del mismo modo, García-Canclini y Beatriz Sarlo se adhieren a esta postura.

Sin embargo, Restrepo discute esta idea sobre los estudios culturales latinoamericanos sostenida por un amplio sector de la crítica cultural latinoamericana. Señala que calificar como estudios culturales la producción ensayística de fines del siglo XIX y durante el siglo XX en América Latina es confundir estudios culturales con estudios sobre la cultura. Definitivamente, Sarmiento, Alberdi, Bello, Rodó, Mariátegui, Fernando Ortiz, Antonio Cornejo Polar, Ángel Rama, Roberto Fernández Retamar, etc., se interesaron por la idea de cultura pero ello no significa que estuvieran realizando estudios culturales. Asimismo, anota que la necesidad de delimitar la especificidad de un proyecto regional de estudios culturales corre el riesgo de obliterar la heterogeneidad de las investigaciones desarrolladas en América Latina esencializando su práctica. Y porque la cualidad «latinoamericanos» es problemática porque remite a un doble lugar de enunciación: ¿son latinoamericanos los estudios culturales pensados desde o sobre América Latina? ¿lo son por la procedencia del investigador o por sus intereses académicos? Aparte de esto, Restrepo nos recuerda que el origen de la etiqueta está relacionado a los area studies de la academia estadounidense, donde Latin American Cultural Studies involucra una vasta combinación de intereses sobre los países de América Latina. Se trata, como podemos apreciar, de una adjetivación que no oculta sino que pone en evidencia la geopolítica del conocimiento.

La recepción de un libro sobre estudios culturales enfrenta el desafío de aportar algo nuevo a la monumental cantidad de trabajos disponibles en la actualidad, sobre todo los que provienen de la academia estadounidense y británica. Al respecto, el valor de Antropología y estudios culturales no radica en la sustentación de una primicia teórica ni en la exposición de los resultados de una investigación, sino en la selección y síntesis de las disputas en y entre ambos saberes, lo cual trasciende la simple comparación, puesto que apunta al reconocimiento de vínculos silenciados y a tomar distancia de la «política de la ignorancia», causante del desconocimiento y descalificación de los avances en ambas formaciones.

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