sábado, junio 16, 2007

La democracia liberal, el arequipazo y el rol de los intelectuales en el Perú



Arturo Caballero Medina
acaballerom@pucp.edu.pe


A cinco años de las protestas de junio de 2002, contra la privatización de las empresas eléctricas en Arequipa, suceso conocido como el “arequipazo”, es necesario un análisis de los hechos tomando en cuenta el contexto político y cultural que rodea a América Latina. Y es que, tal como lo plantean muchos analistas, libertad de expresión, libre mercado y democracia serían conceptos y prácticas inseparables al interior de una sociedad que se precie de estar insertada en un mundo globalizado; ambos caracterizarían la esencia de una democracia liberal en camino hacia el progreso. En este panorama, la intervención de los medios de comunicación y las protestas populares son vistas como una expresión de totalitarismo, antidemocracia y retroceso que desprestigia al gobierno que la aplica o a los grupos que las convocan. El problema central es que la mayoría de analistas políticos nacionales no perciben las contradicciones de la democracia liberal, ni el rol de la globalización que la convierte en la única receta política, sociocultural y económica ante la cual el resto de sociedades debieran integrarse. La discusión de este tema cobra, actualmente, suma importancia, por cuanto en las dos últimas décadas, un gran sector de la población peruana manifiesta su desconfianza en la democracia a la vez que apoya propuestas como la fujimorista, o la del nacionalismo etnocentrista.

Los sucesos del “arequipazo”, en el marco de una protesta contra la privatización de las empresas eléctricas, pusieron en tela de juicio el arraigo de la praxis democrática en la ciudadanía y, además, el deterioro de la imagen del político tradicional en el imaginario popular, ya que quienes asumieron el liderazgo de la protesta se comportaron más como caudillos tribales que como líderes que sustentan una propuesta racional. Lo ocurrido en Arequipa no fue un hecho aislado de lo que sucedió en Ilave, Andahuaylas, Bolivia, Ecuador, Venezuela y años antes, en México con el movimiento zapatista. Todo ello tuvo lugar en un contexto generalizado de descontento de las masas luego de que la receta neoliberal aplicada en América Latina en la década del 90, acentuara las diferencias económicas y, sobre todo, la exclusión social de las mayorías. Es así que considero al “arequipazo” como una clara señal de que las luchas ideológico-políticas están siendo reemplazadas por conflictos entre identidades culturales, lo cual demuestra que el “fin de la historia” y la universalización de la democracia liberal como lo presagiara Francis Fukuyama, son poco viables para las civilizaciones que aún no se han consolidado dentro de la modernidad.

En Un mundo desbocado, Anthony Giddens propone que para “democratizar la democracia” esta “debe volverse transnacional” (2000:88). El problema que Giddens no percibe es que la transnacionalización de la democracia liberal occidental, impulsada por globalización, acentúa la reafirmación de las identidades culturales regionales en dos niveles: entre civilizaciones que comparten una misma cultura en oposición a las que no; y al interior de una misma civilización entre grupos étnicos diferentes, más específicamente, multicultural como el Perú.

¿Cuál es el rol que la globalización juega en este asunto? Ser el resorte que impulsa la difusión de las bondades de la democracia liberal por todos los rincones del planeta: consumismo, confort, libre mercado, libertad de expresión, libertad individual, etc., además de propalar el “fracaso” de la izquierda y el fin del antagonismo izquierda/derecha. La globalización significa hoy una nueva versión de la expansión capitalista con un discurso remozado que ya no alude a un enfrentamiento ideológico-político (la magnificación de la amenaza comunista) sino que toma ribetes más triviales y sutiles, ligados a lo que Slavoj Zizek denomina el “goce”, el imperativo del sujeto postmoderno occidental u occidentalizado que lo lleva a satisfacer un deseo que jamás encontrará satisfacción porque este deseo no es el deseo de un objeto, sino el signo de una falta constante, cuyo vacío es inconmensurable; de ahí que el deseo sea el deseo de desear[1]. En segundo lugar, significa la expansión del poder económico[2] de los Estados Unidos, mediante la propagación del libre mercado; y en lo político, implica derechos humanos y democracia electoral al estilo estadounidense, (Huntington 1996). En resumen, globalizar la democracia es globalizar cultura, política y economías particulares de un estado que impone o pretende imponer su agenda al resto del mundo no precisamente por vías pacíficas.

Entonces, ¿por qué transnacionalizar la democracia? Porque por medio de la globalización se logra consolidar la estrategia, aparentemente no violenta, de asegurar el dominio occidental, principalmente estadounidense, sobre el resto de civilizaciones. Creo que propuestas como esta tienen su origen en que: a) la visión triunfalista occidental luego de la caída del Muro de Berlín, la disolución de la URSS y el despegue económico de China bajo un sistema capitalista, b) la democracia surge de la ecuación libre mercado más libertad de expresión; y c) la expansión de la democracia liberal demuestra que el marxismo fracasó y que al resto de estados no les queda otra opción que igualarse con el vencedor (Fukuyama 1989:4,18). El error de esta apreciación es la imprecisa noción de democracia con la que se debate: los defensores de la democracia liberal equiparan “democracia” con “democracia liberal” sin tomar en cuenta las contradicciones al interior de la segunda. La primera contradicción está en la adherencia de nuestra derecha y su interpretación sobre la democracia liberal; son, como afirma Julio Cotler, liberales en lo económico pero conservadores en lo político: apoyaron las reformas económicas liberales durante el fujimorato —como antes lo hicieron con Vargas Llosa[3]— pero califican el descontento popular frente a la privatización como una “maniobra de la izquierda”, “horda de bárbaros”, “gente que no sabe lo que se pierde por ignorancia”; condenan el terrorismo, pero censuran el informe de la Comisión de la Verdad; descalifican a Humala como el enemigo de la democracia y el candidato antisistema, pero no censuran abiertamente el autogolpe del 5 de abril, enmudecen si se trata de condenar a Fujimori y alguno hasta es capaz “de solicitar asesoramiento a Vladimiro Montesinos en materia de seguridad del Estado si la ocasión lo ameritara[4]”; están a favor de un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, pero apoyan el retiro del Perú de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, la fiscalización a las ONG’s y la instauración de la pena de muerte, siendo esta última medida muy “popular”, pero nada “cristiana”. La segunda contradicción, siguiendo la línea de Isaiah Berlin, es que igualdad y libertad son conceptos más antagónicos de lo que parecían cuando se enarbolaron durante la Revolución Francesa. Para asegurar la igualdad de todos los individuos se tienen que restringir las libertades públicas e individuales. Es por ello que “democrático” y “liberal” son también conceptos en tensión porque mientras el primero desea mantener la soberanía popular, el segundo se basa en el imperio de la ley, la separación de poderes y derechos individuales: lo “popular” y lo “individual” entran en conflicto porque, dada la complejidad de las sociedades modernas, la soberanía popular no se puede ejercer directa, sino representativamente y, en consecuencia, la voluntad popular se somete a la voluntad individual.

¿Cómo se explica entonces el resurgimiento del nacionalismo, el etnocentrismo indígena y el colectivismo en América Latina en momentos en que la democracia liberal parece culminar su proceso de expansión mundial? Primeramente, porque América Latina ni bien ingresó a una modernidad forzada y en conflicto se encontró décadas después con la postmodernidad en ciernes. En el acomodo nos quedamos, como diría Alberto Hidalgo, “muertos, heridos y contusos”. Detrás de la violencia popular de junio de 2002 en Arequipa, se escondía la frustración de un sector de la población que no se siente integrado a la modernidad. No fue, como se interpretó desde la metrópoli limeña, la reacción primitiva, bárbara, popular, ignorante y desinformada de la población arequipeña —o no solamente eso— sino la evidencia de una modernidad inconclusa y excluyente. Más que bárbaros premodernos, los sectores populares de Arequipa se comportaron como sujetos atrapados dentro de una modernidad inacabada. Este hecho se corresponde —en segundo lugar— con que “la democracia supone una promesa de derechos. La gente comprende que se le deben derechos. Entonces hay un descontento porque la democracia siempre tiene que dar. Y hay expectativas muy elevadas por temas como la globalización” (Cotler 2005). Hay muchas demandas insatisfechas y esto se agrava más cuando no hay vías para canalizarlas hacia las instituciones correspondientes, sencillamente porque estas no existen. Entonces se recurre a la violencia.

Esta violencia —en tercer lugar— también es resultado de la mirada que le imprime la metrópoli a los cocaleros, campesinos y población andina como “ignorantes y bárbaros”. En la medida que se les otorgue reconocimiento, representación y respeto, habrá más posibilidades de disminuir aquella violencia. Las declaraciones de Fernando Rospigliosi fueron desafiantes y ausentes de una total capacidad de negociación[5]; la acuciosidad con la que Rosa María Palacios suele preparar sus entrevistas y su dominio en materia legal, no surtieron el efecto esperado: lograr que se entienda el problema sobre la privatización de las empresas eléctricas en el grueso de la población arequipeña[6]. El nivel del discurso de la notable abogada y periodista peruana estuvo impregnado de un hálito de superioridad racional-intelectual-urbana-moderna-limeña en oposición a la barbarie-ignorancia-intolerancia-violencia-provinciana-arequipeña[7], como se interpretó la protesta desde la metrópoli capitalina. (citar declaraciones de Rosa Maria Palacios y otros periodistas). No fue el contenido del mensaje sino la actitud del emisor lo que indignó a gran parte de la población arequipeña e impidió que la información precisa llegara intacta a su destinatario: que no existía una base legal para acreditar que la región Arequipa era dueña de las empresas eléctricas; que el Estado Peruano era el legítimo propietario; que, en consecuencia, las autoridades arequipeñas y dirigentes populares mentían a la población. Esta información se discutió en los medios, pero poniendo énfasis en la incapacidad de la población arequipeña para poder entenderlos más que en argumentar razones a favor de la sensatez. El éxito de la explicación se basa en el entendimiento de lo explicado y los comunicadores sociales capitalinos y locales no lograron este cometido.





Los medios de comunicación también jugaron su partido ¿Qué esperaban los creadores del comercial a favor de la privatización en Arequipa? Un viejito cascarrabias se niega a escuchar razones tapándose los oídos, mientras su joven hijo insiste inútilmente en convencerlo de las ventajas que traerá la privatización en la región. Por otro lado, los comentaristas radiales y conductores de programas de opinión en la televisión colaboraron directamente en alentar la violencia enarbolando la bandera de “Arequipa revolución” o “Arequipa ciudad caudillo”. La deficiente comprensión de la protesta por parte de los medios de Lima tuvo su correspondencia en la irresponsabilidad de varios medios locales al realizar la cobertura de los hechos y la falta de rigor y profundidad para analizarlos. Los periodistas de Radio Melodía y Radio Líder comentaban los hechos con la superficialidad propia de un aficionado; no brindaron explicaciones a la población sino que la azuzaron a la violencia, y en el peor de los casos, justificaron el vandalismo. El abogado Alberto Núñez Borja, conductor de “La ventana de Alberto”, advertía a la población que se venía un estado de sitio y que se suspenderían las garantías constitucionales para restablecer el orden en la ciudad y que para resistir a ello, recomendaba a la población arequipeña atrincherarse y enfrentar a las fuerzas del orden. En el clímax de las protestas, lanzó un desafío al jefe del comando político-militar general de división del Ejército, Oscar Gómez de la Torre Ovalle, advirtiéndole en vivo que no se dejaría amedrentar y a que se atreviera a intervenir la emisora para silenciarlo, en una actitud verdaderamente paranoica. La cuota de sensatez la puso una joven televidente que por teléfono instó al abogado a dejar de victimizarse y alarmar a la población. En síntesis, la falta de profesionalismo de los comunicadores sociales locales, el oportunismo de las autoridades y dirigentes populares y la ausencia de un discurso alternativo a la interpretación de los medios capitalinos, colaboraron a que la violencia generalizada opacara una protesta que entrañaba un reclamo legítimo.

Una tercera explicación para resurgimiento el nacionalismo etnocentrista, la agudización de los conflictos culturales y el desplazamiento de las luchas ideológicas es, además del escepticismo posmoderno, la falta de pedagogía política de parte de nuestros políticos, intelectuales y comunicadores sociales de opinión, además del repliegue de la izquierda, situación que no solo es evidente en el Perú y en Latinoamérica, sino también en Europa. Nacionalismo y etnocentrismo indígena tienen acogida en las masas precisamente porque han llenado el espacio que la izquierda ha abandonado. Por ello, es un error considerar que detrás de toda manifestación popular exista una maniobra desestabilizadora de la izquierda para atentar contra la democracia. Ejemplo de esto es el frecuente recurso neoliberal de vincular toda manifestación populista y radical con proyectos de la izquierda. El resurgimiento de los fundamentalismos étnicos no implica necesariamente, un proyecto de la izquierda; y de la misma forma, los planteamientos libertarios de la izquierda no se exponen necesariamente en términos de violencia social (Zizek 2002:15). En el panorama actual, más en Latinoamérica y un poco menos en Europa, la izquierda está en otro lado y no precisamente en las masas o detrás de toda revolución popular o nacionalista. La lectura equivocada de algunos políticos y funcionarios del oficialismo como Fernando Rospigliosi, veían en las protestas provincianas un complot de la izquierda radical (Patria Roja, Sendero Luminoso), del nacionalismo etnocacerista de los hermanos Humala, y del aprismo. Aunque es innegable que estos grupos hayan participado en los acontecimientos del “arequipazo”, Ilave y Andahuaylas —exceptuando en los dos últimos al APRA—, no coincido con la opinión de que fueron los agentes motivadores del levantamiento. El papel que desempeñaron los grupos antes mencionados (sobre todo Patria Roja y los etnocaceristas) fue el de magnificar y organizar la violencia añadida, además de coludirse indirectamente con el sistema al que deseaban desestabilizar al momento en que pudimos apreciar que los dirigentes de AUPA y del Frente Amplio Cívico compartían el escenario con los alcaldes distritales liderados por Juan Manuel Guillén en calidad de alcalde provincial. Fueron satélites que utilizaron la coyuntura del momento para adquirir notoriedad pero de ninguna manera los ideólogos o los traductores del sentir popular.

La ausencia de pedagogía política deja el espacio abierto para que la desinformación campee a cual mejor. A los ojos del ciudadano de a pie, liberalismo, neoliberalismo y derecha son iguales; la privatización implica necesariamente desempleo y alza de tarifas o generación de empleo y eficiencia empresarial; y Lourdes Flores representa el “partido de los ricos” así como etnocacerismo de los Humala el verdadero nacionalismo. A los ojos del político improvisado y del analista miope, las protestas populares ahuyentan la inversión y deterioran la imagen del país en el extranjero, el TLC es la oportunidad de nuestra vida y Ollanta Humala es un “cadáver político”. Ante la ineficacia de nuestros políticos, los intelectuales son los llamados a discutir sobre los grandes temas nacionales: cultura, educación y política. De lo contrario, estos se encontrarán en manos de quienes ignoran por completo la problemática nacional. Aparte de discutir en las aulas universitarias, en congresos y seminarios, deben hacerse conocidos para el ciudadano “de a pie” posicionándose en los medios sin importar su filiación ideológica. Los intelectuales tienen una responsabilidad social, tanto como la sociedad civil y los medios de comunicación. Es vano esperamos que los medios de comunicación inicien esta pedagogía. Mientras sigan esgrimiendo el argumento de la “irrestricta libertad de expresión” entendida como la capacidad del medio para emitir y del televidente para elegir qué ver o qué no ver, la pobreza informativa estará más que asegurada. Argumentarán que la intervención de la sociedad civil para regular los contenidos televisivos se convertirá en un grave atentado contra la libertad de información y, por extensión, contra la democracia. Uno de los éxitos de la globalización ha sido, justamente, transnacionalizar la idea de que la democracia liberal es el único orden político correcto y que toda crítica a este sistema sea vista como una amenaza totalitaria[8].Y nos preguntamos ¿es verdaderamente democrática la televisión en el Perú? No es nada democrático que para acceder a televisión de calidad una cantidad cada vez mayor de televidentes tengamos que pagar televisión por cable. No creo en una televisión democrática dentro de una democracia liberal donde “se ponen límites al ejercicio de la soberanía del pueblo” (Mouffe 2003:22) y porque los intereses privados de las corporaciones, la mayor de las veces, no coinciden con los de la sociedad civil, sino más bien, que los medios de comunicación diseñan la agenda que la sociedad debe seguir.[9]

BIBLIOGRAFÍA
Berlín, Isaiah.
1998 “Dos conceptos de libertad”. Cuatro ensayos sobre la libertad. Madrid: Alianza Universidad. 187-243.

CHOMSKY, Noam
2005 El gobierno del futuro. Barcelona: Anagrama.

DIOSES, Carlo Mario y María Antonieta ALVA
2005 “Interview with Julio Cotler”. Perú Económico. Agosto.

LIPOVETSKI, Gilles
2002 Ensayos sobre el individualismo contemporáneo. Barcelona: Anagrama.

FUKUYAMA, Francis
1989 “The End of History”.The Nacional Interest nº 16, pp. 4,18.

HUNTINGTON, Samuel
1996 El choque de civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial. Barcelona: Paidós.

JAMESON, Frederic.
1992 El posmodernismo o la lógica cultural del capitalismo avanzado. Buenos Aires: Paidós.

LACLAU, Ernest. La razón populista.
2006 La razón populista. Segunda edición. México: Fondo de Cultura Económica.
MOUFFE, Chantal.
2003 La paradoja democrática. Barcelona: Gedisa.

ZIZEK, Slavoj
2002 ¿Quién dijo totalitarismo? Cinco tesis equivocadas sobre el mal uso de una noción. Valencia: Pre-textos


NOTAS

[1] La globalización de la cultura del consumo ha generado un acceso masivo al crédito. Un modesto taxista o trabajador independiente con un sueldo mínimo puede acceder a una tarjeta de crédito como CMR que le provoque el placer de comprar primero y pagar después, placer que quince años atrás era solo privilegio de un selecto grupo de clientes Diners, Visa, American Express o Mastercard. Paradójicamente hoy, los ricos del primer mundo están en rojo: tener deudas es ahora síntoma de riqueza puesto que solo puede endeudarse aquel que puede consumir; hemos pasado del ahorro al consumo y esto ha sido posible por la masificación del crédito. La ética protestante en la que se apoyó la modernidad se basaba en el ahorro: juntemos ahora para el porvenir, gastemos con mesura, impongámonos restricciones.
[2] El FMI es un ejemplo de globalización por medio de la economía en un momento en el que es posible sumergir en la miseria a un país si no cumple con los requerimientos del libre mercado, bajo amenaza del retiro de los fondos de inversión (Jameson 2000:6). El proletariado de los Estados Unidos es hoy en día transnacional: está en Singapur, China. Taiwán, Corea y Latinoamérica.
[3] A la luz de estas contradicciones recién puedo comprender cómo Rafael Rey, conservador y católico confesional, se adhirió al movimiento Libertad, liderado por un agnóstico Vargas Llosa partidario de la legalización del aborto, del consumo de drogas, y de un estado laico. Pareciera que a Rey, el besamanos de Alan García al cardenal Cipriani cuando aquel asumió la presidencia, lo convenció de que estaba en el lado equivocado y apresuró su migración hacia el oficialismo aprista.
[4] Sincero exabrupto del actual ministro de la Producción, Rafael Rey, al ser consultado sobre el ex asesor de Alberto Fujimori.
[5] El general en retiro de la ex Región Militar del Sur, Oscar Gómez de la Torre Ovalle, una vez más recordó que el Arequipazo (junio del 2002), que dejó como saldo dos personas fallecidas, no fue producto de la oposición a la privatización de Egasa, sino de los insultos del ex ministro del Interior, Fernando Rospigliosi Capurro. “Me insultó a mí y a Arequipa y la gente no le perdonó esta falta, eso fue lo más grave ” […]sostuvo que la orden explícita de Rospigliosi en la base de La Joya fue: “Se tiene que restablecer el orden en Arequipa, bajo cualquier costo, así hayan cien muertos, se tiene que cumplir con el orden en la ciudad”. (Correo, 11 de junio del 2007, Locales).
[6] A pesar de que la entrevista realizada al constitucionalista Arturo Avendaño —en la cual este explicó que legalmente la región Arequipa no era dueña de las empresas eléctricas tal como lo afirmaban el alcalde Juan Manuel Guillén, y su séquito de oportunistas alcaldes distritales, entre los que destacaba Simón Balbuena, dirigentes populares como Andrés Mamani de AUPA y los miembros del Frente Amplio Cívico de Arequipa, simplemente porque no existía la entidad jurídica “región Arequipa”— fue muy ilustrativa.
[7] Recuerdo un infeliz comentario de Jaime Bayly acerca de los simpatizantes de Ollanta Humala. Dijo que no importaría que en su programa él hablara mal del líder etnocacerista ya que en provincia sus seguidores no tienen televisión. Por su lado, Aldo Mariátegui no se queda atrás en los calificativos que tiene para con los arequipeños: “Tras el irracional “Arequipazo” pensé que ya tendrían a la Ciudad Blanca enterrada a pesar de la sinergia que Egasa les supondría. Si el presidente regional Guillén tuviera dos neuronas –cosa que a veces dudo” […] “¡Tiene la sartén por el mango! Pero Guillén y los mistianos están congelados en los 80…”. (Correo, 11 de junio del 2007, “La columna del director”).

[8] “… los bellacos liberales conformistas pueden encontrar una satisfacción hipócrita en su defensa del orden existente: saben que hay corrupción, explotación, y todo lo que se quiera; pero cualquier intento de cambiar las cosas se denuncia como éticamente peligroso e inaceptable, como una resurrección del fantasma del totalitarismo” (Zizek 2002:14)
[9] El responsable de que el cerdo se alimente de basura no es el animal sino su criador; los responsables de que el grueso de la población sea adicta al consumo de “televisión basura” son los medios de comunicación que asumen un rol netamente empresarial y poco o nada social. El argumento de la libertad de elección y de expresión que sustentan es endeble porque, en la situación de desinformación y analfabetismo político-cultural en la que está sumergida gran parte de la población, es irrisorio pensar que será la misma sociedad la que se autorregule confiando en su capacidad de elección. ¿De dónde elegir cuando la parrilla televisiva no brinda variedad de opciones? Con este tipo de oferta la elección se reduce —exceptuando al canal del estado— simplemente a cambiar de canal pero no de contenidos.

403 comentarios:

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