miércoles, octubre 15, 2008

¿Qué le espera a Yehude Simon?


Los avatares políticos del nuevo Primer Ministro

Arturo Caballero
acaballerom@pucp.edu.pe

El escándalo de los petroaudios tuvo como epílogo la renuncia del gabinete Del Castillo y el nombramiento de Yehude Simon como primer ministro de un nuevo gabinete parcialmente integrado por algunos ministros de la anterior gestión. La figura de Yehude Simon ha generado inmediatas reacciones algo más favorables que adversas, lo cual muestra que, en apariencia, existe cierto consenso en torno a su nombramiento. Sin embargo, vale la pena analizar las dificultades que enfrentará tanto al interior como fuera del oficialismo y la proyección que este nuevo cargo le permite alcanzar, al que fuera hasta hace unos días presidente regional de Lambayeque, de cara a las elecciones generales del 2011.

En primer lugar, la designación de Simon parece obedecer a la necesidad de brindar una nueva imagen del gobierno ante las regiones —cuya convulsión social venía acrecentándose y que menguó un poco debido a la atención que concentró el escándalo de los petroaudios— y ante los movimientos gremiales mediante una señal de apertura, es decir, colocando en un lugar expectante a un personaje político de izquierda con una gestión destacada en la presidencia regional y de perfil conciliador. Si algo caracteriza a Simon es precisamente su actual talante moderado. En reiteradas oportunidades, deslindó posturas frente a las alucinadas propuestas separatistas de Hernán Fuentes, presidente regional de Puno, y siempre fue partícipe de un entendimiento alturado entre el Ejecutivo y los presidentes regionales. Recordemos que intervino activamente en las reuniones para distender las relaciones entre estos últimos.

Un primer resultado favorable es que los médicos han manifestado que flexibilizarán su pliego de reclamos salariales. A diferencia de Hernán Garrido Lecca quien absurdamente mantuvo una actitud provocadora y confrontacional contra los médicos, Simon proyecta la imagen de un político más dispuesto al diálogo. Al respecto, Del Castillo se fue agotando a medida que iba resolviendo los entuertos de sus ministros, en una labor que excedía sus funciones: recuerden el acta firmada por el ex ministro de agricultura con los cocaleros de la Selva Central; el Moqueguazo; la protesta de las comunidades indígenas y las huelgas y protestas en la sierra sur por mencionar algunos sucesos. Esperemos que Simon haya aprendido del desgaste de su antecesor; al menos no tendrá más a Alva Castro por quien deba dar justificaciones.

Asimismo, su designación podría ser una estrategia para obtener mayor ascendencia sobre los movimientos radicales de izquierda a los que se atribuye la agitación social en provincias. No obstante, considero complicado que pueda persuadir por igual a todas aquellas facciones de la izquierda que sobreviven atomizadas en tantos grupúsculos que solo son visibles cuando se acerca una cumbre internacional. Pero creo que sí puede ser el enganche necesario para tender puentes entre el gobierno —prescindiendo de ese sector conservador compuesto por el fujimorismo y la derecha— y las asociaciones pro derechos humanos, ONGs, CVR y demás organizaciones de la sociedad civil que esperan un rol más comprometido del actual gobierno respecto a las reparaciones a las víctimas del terrorismo.



Simón tiene mucho pan por rebanar en este tema si se trata de lidiar contra Giampietri, Cipriani (quien no es funcionario público pero que en sus sermones se las arregla para lanzar reprimendas a las ONG y a la CVR), Rafael Rey, Carlos Raffo, Lourdes Alcorta y la trilogía fujiderechista conservadora y pseudoliberal de La Razón, Correo y Expreso quienes desde ya enfilarán sus baterías contra un político de izquierda como él y del cual no se cansarán de enrostrarle su pasado radical.

Temo que Simon confíe demasiado en las buenas intenciones de sus contendores políticos y que, en aras del entendimiento, ofrezca muchas concesiones. Es sabido que quien asume un poder con el cual discrepaba, aunque sea en parte, pierde independencia. Me resulta atractiva la idea de que el APRA comparta la escena con un hombre de izquierda que no representa para nada hoy en día una opción anacrónica, sino, más bien, una renovada alternativa de izquierda, mucho más propositiva de la que encontramos en el nacionalismo de Humala o en las cada vez más disueltas facciones que suelen juntarse de vez en cuando. Puede ser el equilibrio que el APRA necesita para repensar su posición en la esfera política nacional y para que recupere ese espíritu social que ha perdido al cobijar al fujimorismo y a la derecha. Es decir, para que se den cuenta de que la socialdemocracia en el Perú debería estar representada por ellos. Ya lo mencionó una vez el propio Jorge Del Castillo: “la izquierda democrática en el Perú es el APRA”. Es hora entonces de demostrarlo con gestos.

No sabemos que hará Yehude Simon una vez terminada su gestión: si integrará una plancha presidencial aprista o si será candidato de su propio partido. Lo cierto es que marchará decidido a la postulación presidencial. De suceder lo primero no le auguro un resultado muy favorable, puesto que la estrategia de García será usar de salvavidas a Simón para darse un respiro: si esta renovación le funciona, la utilizará hasta que reacomode sus piezas, pero de ninguna manera sacrificará a sus cuadros partidarios para cederle paso un hombre de izquierda. De suceder lo segundo, lo mejor que podría pasar es que Simon aglutine a las fuerzas de centro para formar un bloque sólido el 2011 que pueda contrarrestrar la tentación fujimoristas y autoritarias de recuperar el poder y los saltos al vacío que representan los radicalismos populistas.

En fin, si de verdad Yehude Simon desea aprovechar esta oportunidad debe pensar más allá de la vitrina electoral que el cargo le ofrece y distanciarse prudentemente del oficialismo cuando llegue el momento. Simon tiene la oportunidad de recomponer a la izquierda democrática en un partido de centro que comience a participar activamente en la política nacional deliberando con el ciudadano de a pie, haciendo pedagogía política y asumiendo —si es el caso, de manera individual— el costo de un pasado izquierdista radical, pero con miras a un futuro en el que la justicia social y el progreso económico no estén reñidos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

SALVO EL PODER…TODO ES ILUSIÓN


¡Salvo el poder todo es ilusión! entonaban los maoístas. Han cambiado las ideas o su proyección. Nos quieren hacer creer que sí. La única diferencia entre los gansters y los comunistas es que los primeros no han logrado construir una épica romántica de una montaña de cadáveres. No han logrado convertir el cruce del Leteo en un acto heroico por transformar el mundo, mueren por dinero, lucro; punto, no hay actos heroicos, ni miradas angelicales cogiendo una bandera manchada de sangre mientras gritan la palabra libertad. Toda juventud comunista es heroica; su madurez es dura; ya no canta, calcula.
¡Salvo el poder! Es el nuevo canto de los desposeídos; de los desposeídos de la política. Y basta que un pobre hombre se asome a ese umbral para que le llenen los bolsillos con amenazas disfrazadas de esperanza. A un pobre hombre es lo que representa el señor Premier. Y el Primer mandatario debe observarlo como se observa a un roedor de tómbola, que en su nerviosismo y desesperación intenta la carrera desesperada para entrar en cualquier caja. Y a esa desesperación la llaman esperanza. No importa a que número logré hacer ganar, la suerte no acompañara a este animalito del señor.
Este pobre hombre presidenciable? Es un alma buena y la cárcel es un lugar duro; ablanda el alma. Y el nunca fue un hombre duro. Solo fue un muchacho de clase media que creyo que el cambio era la revolución. Hoy sabe que la revolución nunca será.
La revolución no existe porque es un invento de un grupo de mafiosos para mantener cautiva una ilusión. La revolución es sangre en las manos por poder y dinero. Ojala alguna vez se incluya a los clásicos de la revolución como personajes de El padrino o Los sopranos. Sería un lindo homenaje.


Juan Cuenca

Charlie Caballero dijo...

Hola Juan que bueno que te animaste a participar debo reconocer que este comentario es uno que estilisticamente tiene una prosa cautivante. ¡Qué tal pulso hermano! Concuerdo, revolución no, reforma sí. De ninguna manera avalaría la lucha armada o eso del poder que nace del fusil. Que Simon es un tonto útil cada vez me convenzo más que sí, pero me despeirta la ilusión de que pueda agrupar a aquella izquierda que sí tiene una propuesta verdaderamente progresista y que nada tiene que ver con bloqueos de carreteras o recorte de inversiones privadas. Llamale socialdemocracia, izquierda caviar (que no me gusta pero en fin) o como fuera pero es "otra izquierda".

un abrazo amigo mío

Arturo