Henry Rivas
revistanaufrago@yahoo.es
Son nuestros dirigentes arequipeños ¿revolucionarios o revoltosos? Con esta interrogante, trataré de argumentar algunas ideas para intentar explicar el proceso político que vive el sur del Perú, especialmente, la ciudad de Arequipa. Este ensayo tendrá como objetivo ubicar el radio de acción de los dirigentes populares arequipeños en una de las siguientes categorías: revolucionarios o revoltosos. Primero, analizaremos el porqué los dirigentes arequipeños convocan paros y marchas; y segundo, analizaremos las consecuencias de estos actos en relación al futuro del sur del Perú, en especial, de Arequipa.
Con este propósito, trataremos de definir el concepto de “revolucionario” y de “revoltoso”. La palabra “revolucionario” procede del término revolución. Esta tiene, según la RAE siete definiciones no muy congruentes entre sí. La que tomamos en cuenta para nuestra reflexión es la segunda: “Cambio violento en las instituciones políticas, económicas o sociales de una nación”. (Mariátegui diferencia estos dos términos desde sus raíces francesas). Ahora este cambio puede realizarse o resolverse de múltiples formas. En la historiografía, se habla de tres tipos de revoluciones: la política, la social y la económica. “Revoltoso” tiene en cambio, según la RAE solo tres significados parecidos: (De revuelta, alboroto).1. Adj. Sedicioso, alborotador, rebelde. 2. Adj. Travieso, enredador. 3. Adj. Que tiene muchas vueltas y revueltas, intrincado.
La huella del Arequipazo
Desde el “Arequipazo” de 2002, nuestra ciudad ha liderado las protestas en contra de los gobiernos de turno. El “Arequipazo” fue una victoria popular y de todos los estratos sociales en contra de la privatización de las empresas de energía y agua de Arequipa. Desde la revolución del 50, no se experimentaba una insurgencia popular tan cohesionada en nuestra ciudad que involucrara a distintos estratos y que motivara un efluvio de identidad —que conviene estudiar en un ensayo aparte—. A partir de esa victoria, la posición arequipeña ha centrado su protesta en distintos temas. Principalmente, el costo de vida, la suba de combustibles y la política neoliberal del gobierno. En este contexto, las últimas paralizaciones fueron convocadas por la recién fundada APPA, “Asamblea Popular de los Pueblos de Arequipa”.
Curiosamente en los aspectos medulares y donde la dirigencia arequipeña pudiese tener un éxito trascendente, es decir, el aspecto minero y sus contribuciones al Estado y a la región, las paralizaciones han sido parciales y, en los últimos actos de lucha, nulas. A pesar de que la minera Cerro Verde de Arequipa ha incumplido en muchas ocasiones con los ofrecimientos que de buena fe pactó con la población, o los ha ido ejecutando de una forma perezosa, ya no es objeto de un cuestionamiento por parte de la dirigencia arequipeña.
La representatividad de la casta dirigencial ha variado. En décadas anteriores, el principal movimiento popular era AUPA (Asociación de Urbanizaciones Populares de Arequipa), que agrupaba principalmente a los pueblos jóvenes. Después de la caída de Fujimori, estos movimientos se reactivaron y dieron paso a la formación de otras agrupaciones como el FACA (Frente Amplio Cívico de Arequipa) —de mayor carácter inclusivo y representativo— que tuvo una actuación trascendente en la gesta del “Arequipazo”. Ahora se da paso a la FDTA (Federación de Trabajadores de Arequipa), y, por último, a la APPA (Asamblea Popular de los Pueblos de Arequipa) que antes de representar un frente popular, es un frente de corte socialista que no dialoga ni promueve una plataforma de lucha regional real, sino más bien, unilateral e impositiva.
Estas organizaciones tienen, a su vez, conflictos de representatividad y pugnas internas que van desde lo ideológico-político a las ambiciones personales. Los conflictos no son solo entre distintas clases o una “lucha de clases” como lo planteaba Marx; sino también, se dan dentro de las propias clases como apunta Antonio Cornejo Polar en La formación de la tradición literaria en el Perú: “Las contradicciones clasistas se mezclan con otras de contenido étnico, como es el caso del Perú, donde ambas categorías se entrecruzan sin cesar; la ambigüedad de los sujetos sociales se hace mucho más profunda. Complejas de por sí, por separado, las clases y las etnias cuando aparecen juntos y mixturadas son verdaderos abismos de inestabilidad y poliformismo”.
En las últimas paralizaciones la casta dirigencial arequipeña no ha logrado sus propósitos . La reducción del precio de los alimentos no se regula por protestas: la llamada “política neoliberal” ha resultado fortalecida por los elevados índices de crecimiento con que defiende el gobierno el rodillo económico que maltrata a los que no pueden participar de esa fiesta internacional que es la globalización. Asimismo, no existe una cohesión política e ideológica de la casta dirigente en nuestra ciudad. Todos se mueven de manera individual, torpe e irresponsable ante la problemática real del sur y, en particular, de Arequipa.
Si antes las revoluciones arequipeñas hacían caer a gobiernos o modificaban sustancialmente sus políticas, la actual casta sería definida como de “revoltosos”, carentes de cohesión e ideología , sus pugnas internas y de representatividad han debilitado su plataforma y las acciones que propugnan y promueven los asemejan más a una tribu de bárbaros sin horizonte y sin la formulación siquiera de un “Proyecto Nacional” o al menos de un “Proyecto para el Sur” o un “Proyecto para Arequipa”.
El efecto boomerang
Si colocamos en una balanza los beneficios y perjuicios de las últimas protestas arequipeñas el saldo será negativo. En este momento, Arequipa con 23,8 % de pobreza en toda su región, ha dejado de ser la segunda ciudad del país: Tacna con 20,4, Lima con 19,4, Tumbes con 18,1, Madre de Dios con 15.6 y, por último, Ica ,con 15,1 % de su población nos dan muestras generales, aunque no específicas, de que nuestro departamento no se dirige al éxito económico. Por su tradición, Arequipa no debería estar por debajo del segundo lugar. Sabemos que estas cifras del INEI sobre la pobreza en el Perú son refutables, pero si tomamos en cuenta que para ciertos grupos de empresarios Trujillo ha ocupado, después de Lima, un lugar seguro para las inversiones privadas, seguida por Piura y Chiclayo, entonces hay que tomar el problema con seriedad. Lamentablemente, Arequipa no presenta ese avance ni es beneficiada con las cifras de crecimiento. Si todavía ocupamos el segundo lugar en la presión tributaria, no es porque la reactivación económica haya sido positiva en nuestra región, sino porque el precio de los minerales se ha disparado en el mercado internacional, además que la presión tributaria en Arequipa (a los mortales, claro, no a los poderosos) es superior inclusive a la de Lima. Así, ese crecimiento en la presión tributaria es solo minera y producto de una eficiente y hasta a veces abusiva fiscalización tributaria (a un amigo empresario le hicieron pagar el IGV correspondiente al menú que obsequiaba a sus trabajadores) que no abarca los demás estamentos de la población y el mercado.
Si comparamos la actividad de protesta en Trujillo y Arequipa, encontraremos un factor clave para analizar la diferencia de crecimiento entre las dos ciudades. La inversión de capital que fomenta el trabajo y el movimiento económico tiene como soporte principal a Lima, seguida por Trujillo. Estas inversiones no toman en cuenta ciudades cuyos procesos sociales sean negativos y conflictivos, por lo tanto, inseguro para sus inversiones. La casta dirigencial en Arequipa tiene una responsabilidad grave en este asunto.
Esta situación produce un círculo vicioso en el sur ante el publicitado crecimiento económico del país la distribución de esa riqueza o “Chorreo”como la llaman los economistas, el cual no llega a los estratos pobres, produciendo una doble frustración: la primera, porque se siente que el gobierno no estimula la lucha contra la pobreza (aunque los gobiernos regionales devuelvan el dinero por incapacidad de gasto ) y la segunda, porque al ser los arequipeños líderes morales de las protestas de todo el país, esto no representa una solución real para nuestra región.
Desde Lima, el gobierno y gran parte de la prensa, interpretan el carácter de las protestas como focos de sedición y terrorismo opuestos a todo progreso. Aquí la frase que diría Octavio Paz cuando cayó el muro de Berlín sería la más apropiada: “Que las respuestas fuesen equivocadas, no quiere decir que las preguntas no fuesen las correctas”. A esto, hay que agregar que el gobierno, al no ejecutar una reforma estructural del Estado, no combate ese acceso desigual a la riqueza, a la propiedad, a la educación, etc. Esa ineptitud produce que estos defectos sociales se acrecienten.
En este contexto, específicamente en Arequipa, cuyo mercado capital es débil, la educación pública deficiente y el sistema judicial corrupto, los marginados, los ciudadanos pobres y sin acceso a la cultura se quedan al margen del crédito, a los empleos de calidad, y a la oportunidad de aprovechar la modernidad y globalización.
En la globalización, existen dos protagonistas: los ganadores y los perdedores: Los ganadores son los ciudadanos con acceso al conocimiento y a la tecnología, que se pueden insertar y beneficiar de esta corriente mundial; en cambio, los perdedores son los que, por falta de educación y adecuación a esta tecnología, no tendrán otra opción que la pobreza y la exclusión.
Finalmente, entendemos que la “forma” como se han ejecutado las protestas y paralizaciones en nuestra ciudad, más que beneficiar nos han perjudicado. No es el fin el que justifica los medios, sino los medios los que deben justifican el fin.
Si las paralizaciones se ejecutan acompañadas de bloqueo de carreteras, de asaltos, de violaciones y de hurto; deslegitimamos nuestras justas reivindicaciones. Si nuestra protesta representa realmente un contrato social y un proyecto nacional o de Arequipa, esta debe hacerse con una casta dirigencial verdaderamente representativa y no impuesta. Sigamos la tradición: Revolucionarios sí, revoltosos no.
Con este propósito, trataremos de definir el concepto de “revolucionario” y de “revoltoso”. La palabra “revolucionario” procede del término revolución. Esta tiene, según la RAE siete definiciones no muy congruentes entre sí. La que tomamos en cuenta para nuestra reflexión es la segunda: “Cambio violento en las instituciones políticas, económicas o sociales de una nación”. (Mariátegui diferencia estos dos términos desde sus raíces francesas). Ahora este cambio puede realizarse o resolverse de múltiples formas. En la historiografía, se habla de tres tipos de revoluciones: la política, la social y la económica. “Revoltoso” tiene en cambio, según la RAE solo tres significados parecidos: (De revuelta, alboroto).1. Adj. Sedicioso, alborotador, rebelde. 2. Adj. Travieso, enredador. 3. Adj. Que tiene muchas vueltas y revueltas, intrincado.
La huella del Arequipazo
Desde el “Arequipazo” de 2002, nuestra ciudad ha liderado las protestas en contra de los gobiernos de turno. El “Arequipazo” fue una victoria popular y de todos los estratos sociales en contra de la privatización de las empresas de energía y agua de Arequipa. Desde la revolución del 50, no se experimentaba una insurgencia popular tan cohesionada en nuestra ciudad que involucrara a distintos estratos y que motivara un efluvio de identidad —que conviene estudiar en un ensayo aparte—. A partir de esa victoria, la posición arequipeña ha centrado su protesta en distintos temas. Principalmente, el costo de vida, la suba de combustibles y la política neoliberal del gobierno. En este contexto, las últimas paralizaciones fueron convocadas por la recién fundada APPA, “Asamblea Popular de los Pueblos de Arequipa”.
Curiosamente en los aspectos medulares y donde la dirigencia arequipeña pudiese tener un éxito trascendente, es decir, el aspecto minero y sus contribuciones al Estado y a la región, las paralizaciones han sido parciales y, en los últimos actos de lucha, nulas. A pesar de que la minera Cerro Verde de Arequipa ha incumplido en muchas ocasiones con los ofrecimientos que de buena fe pactó con la población, o los ha ido ejecutando de una forma perezosa, ya no es objeto de un cuestionamiento por parte de la dirigencia arequipeña.
La representatividad de la casta dirigencial ha variado. En décadas anteriores, el principal movimiento popular era AUPA (Asociación de Urbanizaciones Populares de Arequipa), que agrupaba principalmente a los pueblos jóvenes. Después de la caída de Fujimori, estos movimientos se reactivaron y dieron paso a la formación de otras agrupaciones como el FACA (Frente Amplio Cívico de Arequipa) —de mayor carácter inclusivo y representativo— que tuvo una actuación trascendente en la gesta del “Arequipazo”. Ahora se da paso a la FDTA (Federación de Trabajadores de Arequipa), y, por último, a la APPA (Asamblea Popular de los Pueblos de Arequipa) que antes de representar un frente popular, es un frente de corte socialista que no dialoga ni promueve una plataforma de lucha regional real, sino más bien, unilateral e impositiva.
Estas organizaciones tienen, a su vez, conflictos de representatividad y pugnas internas que van desde lo ideológico-político a las ambiciones personales. Los conflictos no son solo entre distintas clases o una “lucha de clases” como lo planteaba Marx; sino también, se dan dentro de las propias clases como apunta Antonio Cornejo Polar en La formación de la tradición literaria en el Perú: “Las contradicciones clasistas se mezclan con otras de contenido étnico, como es el caso del Perú, donde ambas categorías se entrecruzan sin cesar; la ambigüedad de los sujetos sociales se hace mucho más profunda. Complejas de por sí, por separado, las clases y las etnias cuando aparecen juntos y mixturadas son verdaderos abismos de inestabilidad y poliformismo”.
En las últimas paralizaciones la casta dirigencial arequipeña no ha logrado sus propósitos . La reducción del precio de los alimentos no se regula por protestas: la llamada “política neoliberal” ha resultado fortalecida por los elevados índices de crecimiento con que defiende el gobierno el rodillo económico que maltrata a los que no pueden participar de esa fiesta internacional que es la globalización. Asimismo, no existe una cohesión política e ideológica de la casta dirigente en nuestra ciudad. Todos se mueven de manera individual, torpe e irresponsable ante la problemática real del sur y, en particular, de Arequipa.
Si antes las revoluciones arequipeñas hacían caer a gobiernos o modificaban sustancialmente sus políticas, la actual casta sería definida como de “revoltosos”, carentes de cohesión e ideología , sus pugnas internas y de representatividad han debilitado su plataforma y las acciones que propugnan y promueven los asemejan más a una tribu de bárbaros sin horizonte y sin la formulación siquiera de un “Proyecto Nacional” o al menos de un “Proyecto para el Sur” o un “Proyecto para Arequipa”.
El efecto boomerang
Si colocamos en una balanza los beneficios y perjuicios de las últimas protestas arequipeñas el saldo será negativo. En este momento, Arequipa con 23,8 % de pobreza en toda su región, ha dejado de ser la segunda ciudad del país: Tacna con 20,4, Lima con 19,4, Tumbes con 18,1, Madre de Dios con 15.6 y, por último, Ica ,con 15,1 % de su población nos dan muestras generales, aunque no específicas, de que nuestro departamento no se dirige al éxito económico. Por su tradición, Arequipa no debería estar por debajo del segundo lugar. Sabemos que estas cifras del INEI sobre la pobreza en el Perú son refutables, pero si tomamos en cuenta que para ciertos grupos de empresarios Trujillo ha ocupado, después de Lima, un lugar seguro para las inversiones privadas, seguida por Piura y Chiclayo, entonces hay que tomar el problema con seriedad. Lamentablemente, Arequipa no presenta ese avance ni es beneficiada con las cifras de crecimiento. Si todavía ocupamos el segundo lugar en la presión tributaria, no es porque la reactivación económica haya sido positiva en nuestra región, sino porque el precio de los minerales se ha disparado en el mercado internacional, además que la presión tributaria en Arequipa (a los mortales, claro, no a los poderosos) es superior inclusive a la de Lima. Así, ese crecimiento en la presión tributaria es solo minera y producto de una eficiente y hasta a veces abusiva fiscalización tributaria (a un amigo empresario le hicieron pagar el IGV correspondiente al menú que obsequiaba a sus trabajadores) que no abarca los demás estamentos de la población y el mercado.
Si comparamos la actividad de protesta en Trujillo y Arequipa, encontraremos un factor clave para analizar la diferencia de crecimiento entre las dos ciudades. La inversión de capital que fomenta el trabajo y el movimiento económico tiene como soporte principal a Lima, seguida por Trujillo. Estas inversiones no toman en cuenta ciudades cuyos procesos sociales sean negativos y conflictivos, por lo tanto, inseguro para sus inversiones. La casta dirigencial en Arequipa tiene una responsabilidad grave en este asunto.
Esta situación produce un círculo vicioso en el sur ante el publicitado crecimiento económico del país la distribución de esa riqueza o “Chorreo”como la llaman los economistas, el cual no llega a los estratos pobres, produciendo una doble frustración: la primera, porque se siente que el gobierno no estimula la lucha contra la pobreza (aunque los gobiernos regionales devuelvan el dinero por incapacidad de gasto ) y la segunda, porque al ser los arequipeños líderes morales de las protestas de todo el país, esto no representa una solución real para nuestra región.
Desde Lima, el gobierno y gran parte de la prensa, interpretan el carácter de las protestas como focos de sedición y terrorismo opuestos a todo progreso. Aquí la frase que diría Octavio Paz cuando cayó el muro de Berlín sería la más apropiada: “Que las respuestas fuesen equivocadas, no quiere decir que las preguntas no fuesen las correctas”. A esto, hay que agregar que el gobierno, al no ejecutar una reforma estructural del Estado, no combate ese acceso desigual a la riqueza, a la propiedad, a la educación, etc. Esa ineptitud produce que estos defectos sociales se acrecienten.
En este contexto, específicamente en Arequipa, cuyo mercado capital es débil, la educación pública deficiente y el sistema judicial corrupto, los marginados, los ciudadanos pobres y sin acceso a la cultura se quedan al margen del crédito, a los empleos de calidad, y a la oportunidad de aprovechar la modernidad y globalización.
En la globalización, existen dos protagonistas: los ganadores y los perdedores: Los ganadores son los ciudadanos con acceso al conocimiento y a la tecnología, que se pueden insertar y beneficiar de esta corriente mundial; en cambio, los perdedores son los que, por falta de educación y adecuación a esta tecnología, no tendrán otra opción que la pobreza y la exclusión.
Finalmente, entendemos que la “forma” como se han ejecutado las protestas y paralizaciones en nuestra ciudad, más que beneficiar nos han perjudicado. No es el fin el que justifica los medios, sino los medios los que deben justifican el fin.
Si las paralizaciones se ejecutan acompañadas de bloqueo de carreteras, de asaltos, de violaciones y de hurto; deslegitimamos nuestras justas reivindicaciones. Si nuestra protesta representa realmente un contrato social y un proyecto nacional o de Arequipa, esta debe hacerse con una casta dirigencial verdaderamente representativa y no impuesta. Sigamos la tradición: Revolucionarios sí, revoltosos no.
7 comentarios:
buen articulo Henry, esperamos mas como este que nos digan como se perciben los conflictos desde alla
saludos
Arturo
Este ensayo es esclarecedor sobre lo que pasa en una tierra muy confundida como arequipa, lo que no me queda claro es si el autor quiere hacer la revolución con nuevos dirigentes o está en contra de la violencia.
Porque citar a Marx es sinónimo de violencia
Creo que Henry se refiere a que reclamos legitimos se desvirtuan en las manos equivocadas, por eso se tiene la imagen de que los movimientos sociales son organizaciones antisistema. Henry me parece, esta en la linea de la reforma progresiva mas que en la revolucion radical violenta. Marx tiene sus bemoles y como toda ideologia o doctrina que aspira a una explicación total de la realidad tiene fisuras. Pero la crisis del capitalismo neoliberal pone en actualidad algunas tesis de Marx como el posible cambio de horizonte economico cuando el capitalismo se consuma a si mismo. La lucha de clases en tanto confrontación armada y violenta no la veo en el articulo. En conclusión, veo al articulista mas proximo a la socialdemocracia que al marxismo. En todo caso, el mismo debera aclarar las ideas.
Cuando me refiero a revolucionarios sí, es que debemos civilizar la protesta, no bloqueando carreteras o sembrando el clima de terror para el aprovechamiento de los delincuentes.
Las protestas son válidas cuando el Estado o alguna de sus autoridades permiten la injusticia y la desigualdad.
Cito a Marx en ese contexto, criticando a mis paisanos dirigentes que anteponen sus apetitos a la protesta justa y real.
Creo que la violencia no es el camino correcto. Y creo también que si al pensamiento marxista no lo podemos aceptar como doctrina, sí como gran aporte para solucionar algunas fallas del capitalismo, como lo detallo en mi artículo.
La paralizaciones del sur, de Arequipa, de Moquegua, de Tacna le hacen un daño irreparable al país, creo que lo mejor que le sucedería al Perú es desprenderse del Sur, se lo regalamos a Chile con todos sus resentimientos. Creo que el Perú está en su gran momento de dar el salto y que el Sur le está sujetando de las piernas.
El autor del ensayo me parece ingenuo si espera que el sur sea revolucionario y no revoltoso. Esa separación podría suceder en un país civilizado, en el Sur del Perú, no.
Aquí al final hay una actitud poco reflexiva sobre el tema, muy pasional y algo discriminatoria. Hay planteamientos que son ciertos en lo que afirman pero falsos en lo que niegan: los daños materiales y las pérdidas económicas existen, pero no es menos cierto que el Ejecutivo pudo prever esta situación y que se acostumbro a apagar el incendio mediante premier, comisión de alto nivel y concesiones anestésicas hasta nuevo aviso. El Ejecutivo está pagando el precio de una política ineficiente de repartición del canon: tanto las mineras como el Estado acostumbraron a los pobladores a que los ingresos por la explotación de los recursos les pertenece a ellos y solo ellos. Las mineras se lavan las manos soltando el dinero, no es su responsabilidad, es el Estado quien debe diseñar una politica de redistribución equitativa como sucede por ejemplo en Colombia donde el 32% del canon regional se distribuye en todo el pais.
A no ser que trate de locos, los resentimientos no son gratuitos se construyen y reafirman a lo largo del tiempo (sino expliquemos la discriminación en todas sus manifestaciones) porque una de las partes no es atendida o peor, es maltratada a pesar de que sus reclamos son legítimos.
Lo del gran salto amigo hay que matizarlo ¿de quien? ¿para quién?con 40% de pobreza (INEI) y Huancavelica con 80% la más alta de Latinoamérica, ese gran salto es para un grupo reducido y concentrado en la zona urbana. en un país donde a algunos se les llama "nativos" y no ciudadanos la exclusión es evidente. Ejemplos como estos hay muchos para que sin ser pesimistas, pisemos tierra y con calma meditemos si realmente podemos "organizar una olimpiada".
Que el sur nos sujeta las piernas, bueno viendolo de otro sentido, nos mantiene con los pies en la tierra: nos recuerda que el progreso economico es desigual y que si hay un cambio de actitud TODOS nos vamos a beneficiar.
El Perú no puede prescindir del Sur, sí lo haría perdería gran parte del combustible del salto de que habla el anónimo(sería bueno saber con quién dialogamos, El cobre del Sur es la garrocha con que está creciendo todo el Perú, sin garrocha no hay salto. A loque yo me refiero al hablar de revolucionario es primero, a una tradición arequipeña, no descabellada, por cierto, sino racional y progresista. EL arequipazo no fue irracional, fue una Gesta del pueblo arequipeño por un abuso y una traición de parte del ese entonces presidente Toledo.
Un pueblo tiene derecho a sublevarse si el caso lo amerita. En lo que no estoy de acuerdo es en la revuelta vulgar y aprovechada, delincuencial y provocadora.
En Lima, donde se supone que no debe existir este tipo de cosas, la gente toma la carretera central porque las autoridades no pueden tener la responsabilidad de colocar un semáforo.
Si el Estado no funciona y te perjudica, la gente pierde los papeles.
No somos los arequipeños, como muchos creen, los que queremos apartarnos del Perú. Fuimos la única región que aposto por la MAcroregión cuando todo el Perú le dijo que no, a pesar que la capital sería¨Puno.
SAludos a todos por sus comentarios.
Henry Rivas
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