jueves, mayo 28, 2009

¿Quién dijo liberalismo?

Cuatro razones por las cuales Aldo Mariátegui no es un liberal

Frecuentemente, Aldo Mariátegui, desde su columna diaria en Correo, sostiene fervientemente que es un liberal y que el término neoliberal carece de sustento, además de llamar ignorantes a quienes lo utilizan. En esta oportunidad, intentaré demostrar por qué el director de Correo no es, de ninguna manera, un liberal y cómo, más bien, sus posturas son próximas al neoliberalismo, del cual niega su existencia, y a las doctrinas del pensamiento único. El título de este artículo es una paráfrasis del libro del filósofo esloveno Slavoj Zizek: ¿Quién dijo totalitarismo?. Cinco tesis equivocadas sobre el mal uso de una noción que se acomoda muy bien a los propósitos que articulan este post.

La integridad del liberalismo: equilibrio político-económico

Un liberal íntegro y consecuente defiende la igualdad de derechos para todos los ciudadanos, no la perpetuación de privilegios. La diferencia entre el Antiguo régimen y la democracia liberal es que el primero concibe a un grupo social de manera estamental (clases sociales fijas y nítidamente diferenciadas) en el que la movilidad social es difícil, sino imposible, salvo por la aparición de súbitas fortunas o el ascenso social a través del matrimonio con un miembro de la clase más alta. Asimismo, el individuo que compone el estrato más bajo, como sucedía dentro del feudalismo, se encontraba en desigualdad de oportunidades frente a la nobleza feudal o al clero, puesto que dicha sociedad estamental organizó las relaciones entre clases sociales en base a privilegios y no en derechos. Es decir, en base a ventajas que se entendían como naturales o de facto, mediante las cuales se legitimaba, por ejemplo, que el señor feudal tuviera la preferencia de la primera noche con una sierva recién casada de su feudo (ius primae nocte). De esta y otras maneras, se legitimaba la desigualdad al grado de naturalizarla y darle un sentido de inevitabilidad. Es más, las clases dominantes consideraban una potencial amenaza cualquier intento de cambiar las reglas sociales de juego, porque, desde la actitud paternal de la nobleza feudal y de la jerarquía eclesiástica, el súbdito o siervo no necesitaba más que protección a cambio de la sumisión total de su voluntad individual, vale decir, de la anulación total de su libertad individual.



La caída del Antiguo régimen y el ascenso de la democracia liberal cambiaron el panorama. Los privilegios cedieron lugar a los derechos y, en consecuencia, los siervos se convirtieron, progresivamente, en ciudadanos. Resalto lo de progresivamente porque los primeros liberales eran muy reticentes a extender la plena ciudadanía a todos los individuos en lo que respecta a la participación democrática para elegir a sus representantes. Sin embargo, ello fue cambiando a través de la historia y, actualmente, cualquiera que se precie de ser liberal no podría afirmar alegremente que la ciudadanía está restringida a un sector social en virtud de su ideología política, credo, raza, sexo, edad o grado de instrucción. Y es que el ser ciudadano, dentro de la democracia liberal, significa estar en la capacidad de ejercer todos los derechos y cumplir las obligaciones sin ningún tipo de restricción no contemplada por la ley vigente. De allí que la igualdad de derechos ante la ley -en buena cuenta el liberalismo es el imperio de la ley- sea la marca distintiva de la democracia liberal.

Esta breve digresión histórica ha sido necesaria para explicar por qué Aldo Mariátegui no es un liberal, puesto que el contenido de sus declaraciones sobre Hilaria Supa y el acontecer político, social y económico nacional y mundial están en la otra orilla de lo que defendería un liberal íntegro: equilibrio entre libertades políticas y libertades económicas. Esto nos conduce a desarrollar otra idea que sustenta la dificultad de calificar al director de Correo como un liberal en el sentido más amplio de término (porque, de cierta forma, lo es, pero en el sentido más reducido, distorsionado e incompleto).

Supremacía moral de la democracia sobre dictaduras y autocracias




Un liberal consecuente defiende el Estado de Derecho y la democracia, por imperfecta que esta sea, y no claudica en esta defensa ante ningún asomo de autoritarismo por más bienintencionado que este se presente ni bajo el pretexto del desarrollo económico. Esto quiere decir, como mencioné líneas arriba, que un liberal íntegro asume que la libertad es una sola y que no es coherente establecer jerarquías entre libertades políticas (democracia, elecciones, libertad de expresión, igualdad de derechos de las minorías ante la ley, etc.) y libertades económicas (libre mercado, libre competencia, propiedad privada, etc.). Tal integridad se fundamenta, precisamente, en cubrir ambos aspectos de la libertad como un todo con el fin de evitar el condicionamiento del desarrollo de una en perjuicio de la otra.

Al respecto, Aldo Mariátegui ha mostrado en sus editoriales un tratamiento diferenciado a las libertades políticas y a las libertades económicas. Al referirse al gobierno de Alberto Fujimori, tiene la convicción de que la lucha antisubversiva estuvo bien dirigida y que los mayores aciertos de esa gestión fueron la recuperacíón económica y la derrota del terrorismo. Desde su óptica, son méritos suficientes para proponer un balance positivo sobre el fujimorato, a pesar de la corrupción liderada por el ex asesor presidencial Vladimiro Montesinos, el tráfico de armas con las FARC, la colaboración y extorsión a los capos del narcotráfico en el Alto Huallaga (como el caso "Vaticano"), los asesinatos selectivos del grupo Colina en Barrios Altos y La Cantuta, la ejecución extrajudicial de presos rendidos en el penal de Castro Castro, la tortura y desaparición de agentes del SIE (caso Leonor La Rosa y Mariela Barreto), el autogolpe del 5 de abril, la millonaria indemnización por tiempo de servicio a Vladimiro Montesinos, la compra de congresistas tránsfugas y de las líneas periodísticas de la mayoría de canales de televisión, y la vergonzosa renuncia de Fujimori a la presidencia de la República vía fax desde el Japón. Para Aldo Mariátegui, la reinserción del Perú en el sistema financiero internacional y la reducción de la inflación no deberían ser opacados por los casos, antes mencionados, de corrupción y atropello contra los derechos humanos. Es así como se comprueba que el desequilibrio entre las libertades políticas y las libertades económicas forma parte de la propuesta "liberal" de Aldo Mariátegui.

Sostener conscientemente tal desequilibrio entre lo político y lo económico es una actitud moralmente censurable, un desliz que un liberal consecuente con los principios del liberalismo clásico no podría permitirse sin rectificarse en el acto. Colocar los resultados, las cifras, los índices, las estadísticas, en suma, los números (lo económico) como valores por encima del respeto al Estado de Derecho y la vida (valores jurídicos y éticos) demuestra que quien asume tal postura posee un concepto muy pobre del ser humano, pues valora el progreso de una sociedad exclusivamente por la cantidad de bienes materiales disponibles, explotables y comercializables, y no por el grado de bienestar social reflejado en situaciones tan cotidianas como obtener justicia, sobre todo durante el gobierno de Alberto Fujimori cuando los poderes del Estado se utilizaron para entorpecer investigaciones como la amnistía concedida a los integrantes del destacamento "Colina", el caso del narcoavión, la sospechosa retractación del narcotraficante "Vaticano", entre otros.

Respeto irrestricto a los derechos humanos

Para el tipo de liberalismo asumido por Aldo Mariátegui, propiamente, neoliberalismo, los valores éticos, humanistas y las libertades políticas representan un estorbo y son prescindibles si es que en una coyuntura se opusieran a la lógica del mercado: costo-beneficio, utilidad-pérdida, oferta-demanda. De esto se sigue que el neoliberalismo promueve una empobrecida definición del ser humano, al cual no toma como finalidad, sino como medio para lograr el desarrollo, es decir, en lugar que el fin supremo de la sociedad sea su realización sin perjuicio de la manera en que aquel elija para cumplirla (aquí radica el pleno ejercicio de su libertad individual, inclusive para elegir mal)para el neoliberalismo el motor del desarrollo social y económico es el mercado, por ende, si se asegura el libre mercado y la inversión privada, las demás libertades, están convencidos, caerán de maduras, sobrevendrán como lógica consecuencia. Por ello defienden primero la libertad económica, pues es el resto son efectos secundarios de aquella.

Los derechos humanos, componente fundamental de las libertades políticas asumidas por el liberalismo, no forman parte de la agenda neoliberal. Una de las más graves implicancias del neoliberalismo, de acuerdo al desequilibrio entre lo económico y lo político, es la eventual intrascendencia de los derechos humanos si es que devienen obstáculo para el mercado. En tal sentido, neoliberales como Aldo Mariátegui no se sobresaltan porque existan Estados que exhiban altos índices de crecimiento económico, celebren tratados de libre comercio, bajísimos niveles de inflación, mercados abiertos a la inversión privada, pero, simultáneamente, graves denuncias por violación de derechos humanos y censura contra medios de comunicación (Chile, Taiwán, China, Corea del Sur, Singapur, etc.) El llamado a la aplicación de la pena de muerte y al retiro del Pacto de San José, así como la periódica descalificación del Informe Final de la CVR y de sus comisionados proviene de la derecha liberal que, como señalé anteriormente, es liberal en lo económico, pero conservadora y confesional en lo político. Las editoriales de Aldo Mariátegui sobre los sucesos de Bagua ilustran completamente lo prescindibles que son los derechos humanos para alguien que en la Amazonía solo observa recursos naturales para explotar y no riqueza y diversidad cultural que legítimamente tiene el derecho a defender su modo de vida. Reconocer esto no implica dispensar a quienes cometieron la masacre contra policías desarmados. La trampa en la que quieren envolver a la opinión pública periodistas como Andrés Bedoya Ugarteche y Aldo Mariátegui es que el reconocimiento de los derechos humanos vulnera el principio de autoridad y que otorga una extraterritorialidad jurídica a quienes los ampara. Ello guarda relación con el siguiente punto a tratar.

Pluralismo y tolerancia. Valores constitutivos del liberalismo clásico

El pluralismo se ubica en la antítesis del pensamiento único. Ser plural significa reconocer que existe diversas formas de "ser" y "hacer". Es admitir la alteridad (otherness) no como una amenaza, sino como una realidad y que para ello es indispensable cultivar la tolerancia. Este valor fue pensado por John Locke, el gran ideólogo e inspirador de la revolución liberal inglesa, en su Carta sobre la tolerancia (1692), notable alegato en favor de la tolerancia religiosa y de la libertad de conciencia, donde, además, rescata la defensa de las libertades individuales y crítica las grandes concentraciones de poder.

El concepto de identidad cultural ayuda a comprender el pluralismo y la tolerancia liberales. Contrariamente al consenso existente durante el Antiguo régimen, el ser humano no está determinado inexorablemente por su lengua, credo, raza, nacionalidad, género u otra variable identitaria, pues la identidad es una categoría que insertada dentro del pluralismo admite flexibilidad ante la voluntad individual. Esta incorporación del pluralismo cultural es regularmente reciente en la historia del liberalismo político y de hecho no estaba totalmente cuajada dentro de las reflexiones de los ideólogos del liberalismo clásico; sin embargo, John Locke y John Stuart Mill (Sobre la libertad, 1859) sentaron las bases de un reconocimiento a la diversidad cultural al defender la diversidad religiosa y el derecho que le asistía a cualquier ciudadano de escoger aquella que lo satisfaga. De igual modo, trasladando este principio al resto de variables de la identidad, tenemos que no existe razón para sostener que un individuo o colectivo sea excluido de la ciudadanía en función de su identidad cultural. Es más, el pluralismo cultural aportó al liberalismo la idea de una identidad multicultural que socava el etnocentrismo y la fanática lealtad a una identidad lingüística, nacional, religiosa, sexual, etc., donde cada una busca dominar un espacio exclusivo en perjuicio del resto de manifestaciones de la identidad. En suma, se plantea que cualquier ciudadano, por ejemplo en nuestro país, puede reclamarse como hombre,peruano,castellanohablante,católico,homosexual,socialista, etc. y eventualmente si fuese su voluntad, cambiar o agregar más variables a su identidad multicultural. El reconocimiento de identidades múltiples y la crítica a la definición única de identidad es desarrollada por Amartya Sen, un liberal muy singular, en Identidad y violencia (2007). Cabe resaltar que estos principios promovidos por el liberalismo cobran gran importancia y actualidad en la realidad latinoamericana, cuya heterogeneidad cultural no necesita mayor demostración.

No obstante, Aldo Mariátegui ha dejado constancia de su intolerancia frente a la diversidad cultural y su pertinaz ignorancia sobre cuestiones que atañen a la realidad cultural de nuestra nación en su tristemente celebre artículo "Supa no supo" en el que sostiene que el dominio de la variedad académica escrita del castellano es signo indubitable del desarrollo intelectual que serviría para discriminar la idoneidad de un congresista de la República. Las réplicas a esta postura han sido ampliamente desarrolladas por especialistas (al respecto, sugiero leer el acertado post de la lingüista Nila Vigil). De mi parte, debo añadir que para el director de Correo su observación fue netamente funcional y práctica, pero no reparó en una de las más graves implicancias de su editorial: que la representación política solo es extensible a los ciudadanos competentes en la variedad académica del castellano. Nada más lejos del pluralismo y la tolerancia liberal.



PARA SABER MÁS












domingo, mayo 03, 2009

Los comunistas liberales según Slavoj Zizek (y según este blogger)


Desde esta tribuna digital, hemos sustentado la posibilidad de un liberalismo de izquierda como alternativa a la vieja izquierda radical y extremista, y a la derecha ultraconservadora, promercado y antiderechos humanos. Personalmente, considero que ninguna doctrina, ideología o teoría agota por sí sola una explicación de los fenómenos que intenta abordar; por ello, me inclino por una solución integral y más ecléctica que contemple lo mejor de cada una de las doctrinas en cuestión (o de todas aquellas que puedan aportar algo), ya que, en lo que respecta al socialismo y al liberalismo, estos tienen, en sus fundamentos iniciales, varios puntos de encuentro que podrían dar lugar a una síntesis en tiempos en los que, por un lado, luego de la caída del Muro de Berlín, del derrumbre de la Unión Soviética y del giro hacia el capitalismo salvaje dirigido por el Partido Comunista chino, y, por el otro, del actual colapso financiero mundial producto del laissez faire ultraliberal en el cual el Estado, hasta hace unos meses, no debía intervenir, tanto el socialismo como el liberalismo contemporáneo (lo llamaré en adelante neoliberalismo) deben repensar su lugar en el nuevo orden mundial.

Del socialismo se ha dicho mucho desde 1989: que ya no tiene nada más qué decir porque la Historia ha demostrado que sus postulados son inviables o que, entusiastas como Francis Fukuyama, la historia ha terminado y ha comenzado el imperio de la globalización en clave neoliberal caracterizado por un mundo unipolar en el que, en cuestión de tiempo, todos los Estados mundiales acabarán por asumir, tarde o temprano, el nuevo paradigma político, social y económico imperante, la democracia liberal, en detrimento de las utopías socialistas de principios y mediados del siglo XX.

Aquellos que desde 1989 hacia adelante saltaron sobre la tumba del socialismo posiblemente hoy están experimentando el mismo drama de aquellos izquierdistas de viejo cuño que ante la evidencia de la realidad no les queda otra opción que reacomodarse en el nuevo orden de manera que el choque no sea tan traumático. La diferencia radica en que el cargamontón que recibieron aquellos que se autodenominaban socialistas (luego de la caída del Muro de Berlín y del derrumbe del socialismo en Europa occidental muy pocos tuvieron las agallas de aceptar abiertamente que lo eran, so pena de lucir como piezas de arqueología política) no se compara al que hoy en día recae sobre los defensores del liberalismo económico global (neoliberalismo). Estos últimos tienen a su favor, aún, que el sistema financiero mundial ha resistido, aunque endeblemente, este primer embate de la crisis. Y digo primero porque, según los especialistas, todavía no es posible avizorar si ya tocamos fondo o si algo peor está por venir. También los favorece que los Estados del primer mundo agrupados en estas asociaciones numéricas tipo G8, G10, G20, APEC, ALC-UE y demás no contemplan otra salida que perpetuar el modelo económico cuyo aplicación ortodoxa y convenida en algunos países, ha ocasionado la actual crisis económica mundial. ¿Acaso alguna de estas sociedades interestatales inició una cruzada para salvar al bloque socialista de la debacle que la amenazaba? Por supuesto que no, ya que la caída del socialismo a nivel mundial allanaba el camino para la expansión global del neoliberalismo.



Sin embargo, a pesar que la tercera vía del liberalismo de izquierda se perfila como una alternativa al fracaso del socialismo y del liberalismo absolutos, un intelectual de izquierda como Slavoj Zizek es muy escéptico frente a esta extraña síntesis postmoderna y postideológica a la cual califica de tibia y cómplice de la derecha. Zizek es un radical en el mejor sentido de la palabra: no va con medias tintas y desconfía abiertamente de opciones como la tercera vía o el socioliberalismo (liberalismo de izquierda o izquierda liberal). En ¿Quién dijo totalitarismo? fustiga a la socialdemocracia europea que luego del derrumbe del socialismo se allanó completamente a la agenda de la derecha liberal al punto de ser cómplice de sus tropelías y traicionar los principios que distinguían a la izquierda de la derecha. Zizek entiende el radicalismo de una manera diferente como tradicionalmente podríamos asumirla. El radical, para Zizek, es aquel que no negocia sus convicciones según las circunstancias y que muere en su ley, pese a que el contexto no le es favorable. Zizek los llama en su libro "radicales libres". Critica a la nueva izquierda que se avergüenza de su pasado y que en aras de no lucir totalitaria, acata todos los preceptos que el imperio neoliberal impone como políticamente correctos, so pena de parecer totalitario si es que la contradice.

De otra parte, en "Los comunistas liberales de Porto Davos", Zizek enfila sus baterías contra los comunistas que asumen el liberalismo como signo de actualidad y progreso a la vez que los sindica como oportunistas que quieren ganar un poco de espacio en el mundo político. Prueba de ello sería que no tienen reparos en participar de las cumbres antiglobalización como en las cumbres del G8, G20 o similares. Estar en Porto Alegre y lanzar vivas contra la globalización no se contradice, para estos comunistas liberales, con asistir a una cumbre en la que se discute sin éxito, el presupuesto mundial para reducir las emisiones de CO2, el desarme nuclear, la transición urgente de la industria a energías renovables o la despenalización de la migración ilegal. Es decir, estar en Lima durante la ALC UE y afirmar que más importante que declarar el libre tránsito de productos sería declarar el libre tránsito de seres humanos, en virtud de una ciudadanía mundial y globalizada, no sería incompatible, para estos comunistas liberales, con participar de la directiva de retorno que dos semanas después aprobó el parlamento europeo, en la cual los países de la Unión Europea penalizaban la migración ilegal con cárcel.

Aunque Zizek lo desconozca, estos comunistas liberales a los que alude bien pueden encajar para algunos en la denominación local de "caviares" con la que algunos medios, políticos, bloggers y comentaristas de blogs han denominado al sector político-académico que representa en nuestro país "lo políticamente correcto", es decir, la defensa de los Derechos Humanos, la importancia del Informe Final de la Comisión de la Verdad, la judicialización de casos contra militares implicados en crímenes de lesa humanidad y el reconocimiento a la sentencia condenatoria a Fujimori, entre otros aspectos. Zizek, en pocas palabras, critica el oportunismo y la frivolidad con que se abordan los asuntos político de partes de estos comunistas liberales a la europea.

Considero aceptable la crítica de Zizek en la medida que la socialdemocracia europea se ha replegado tanto que en su ánimo de lucir moderna, no radical, es decir, de desprenderse de todas las etiquetas que heredó del viejo socialismo, ha claudicado ciertos principios en aras de no perder vigencia y conservar espacios de protagonismo: la reducción progresiva del Estado de Bienestar y apoyo a las leyes antimigratorias o endurecimiento del régimen migratorio son algunos ejemplos de cómo la socialdemocracia europea, en sintonía con los sectores más conservadores y con el clamor de la opinión pública, está ignorando aquellos principios que sentaron las bases de su origen. Sin embargo, es también muy peligrosa la demanda del intelectual esloveno: invocar el radicalismo conlleva el riesgo de despertar aquellas bajas pasiones que soliviantaron el holocausto estalinista, maoísta, polpotiano y gonzalista. Por supuesta que hacer una invocación como esta en Europa no es lo mismo que hacerla en Latinoamérica o África: allá a los manifestantes que protestan contra los despidos o a los sindicatos que paran los ferrocarriles un par de días en Inglaterra o Francia no los llaman "salvajes" ni "bárbaros"; contrariamente, el gobierno y las empresas negocian y procuran llegar a un acuerdo; en cambio, por estos lares, se les acusa de ser obstáculo para el progreso y de no ser interlocutores válidos para el debate, puesto que no son "ciudadanos de primera clase".

Los comunistas liberales de Zizek no equivalen a los tan denostados "caviares" locales. De que hay frivolidad en algún sector de la intelectualidad y de la política peruana de centroizquierda, sí la hay, pero no es exclusividad de ellos, sino propio de cualquier individuo dedicado a este quehacer. Por ello, es injusta esta denominación en muchos casos porque se viene utilizando para descalificar la actuación de aquellos intelectuales y políticos que han tenido una participación decisiva en el cambio de percepción acerca de los derechos humanos (no son solo de los terroristas, sino de todos los ciudadanos), recuperación de la memoria (buscar la verdad, no ocultarla ni olvidar, para hacer verdadera justicia), señalamiento de responsabilidades (todos fuimos víctimas y no hay victimario bueno o justificado: FFAA y terroristas), reparación a las víctimas sin mezquindades por mencionar algunos temas.

El político o intelectual de coctel que asiste a los Foros Mundiales sobre la pobreza y que apoya a la vez el endurecimiento de las leyes migratorias es el verdadero caviar. De hecho, este apelativo surge en los años 60 cuando en las reuniones más distinguidas de las altas esferas de la burocracia socialista de Europa Oriental, el aperitivo más frecuente eran los huevos de esturión. De allí el término de gauche caviar para referirse a esta izquierda de refinado paladar. Tales comunistas no tienen lugar en nuestro país, primeramente porque no tenemos comunistas. (No escucho a ningún político ni siquiera a los más extremistas vociferar a los cuatro vientos que es comunista; tal vez, y eso se lo dejo a los politólogos y científicos sociales, el "comunista" ha sido reemplazado por el "nacionalista" término que recoge del primero el ímpetu radical y confrontacional y que, a la vez, atenúa todos las significaciones monstruosas que contiene el primero: la valoración de la identidad nacional puede unificar a tirios y troyanos contra un enemigo común, de ahí que el nacionalismo sea tan transversal a las ideologías políticas).

Si bien es cierto que la centroizquierda peruana hizo posible la discusión pública de ciertos temas a partir del Informe Final de la CVR y del accionar de algunas ONG's y centros de investigación, se necesita que todo ello se traduzca en acción política organizada que convoque la participación ciudadana. De lo contrario, todas aquellas buenas intenciones se quedarán en eso: intenciones. La dificultad que percibo es que el amplio espectro de la izquierda peruana es tan disperso que dudo puedan elaborar un proyecto común (Ollanta, el padre Arana, Susana Villarán y Javier Diez Canseco no caminan necesariamente por la misma vereda política); y lo otro es que percibo muy poca disposición de los nuevos cuadros políticos de la centroizquierda para involucrarse en un proyecto político; más bien los veo interesados en adherirse a plataformas más amplias o establecer alianzas estratégicas. ¿Acaso hay temor por ensuciarse un poco las manos? lo digo en el sentido de exponerse a la crítica y de "bajar al llano", no de apoyar causas nefastas.

Esperemos que la izquierda peruana, al menos aquella que ha sido autocrítica, tome conciencia de la responsabilidad que tiene frente a la sociedad y se decida de una vez por todas a deliberar con el ciudadano común y corriente. Un primer paso ha sido el IF CVR; ahora toca tomar decisiones políticas desde el Estado y limpiarse la cara un poco. Están en deuda con todos.

Próximamente: ¿Cuál es la deuda de la izquierda peruana con la sociedad?

"A mí Humala no me parece de izquierda"



Hace dos semanas, Hildebrandt entrevistó a Manuel Benza Pflucker quien fuera diputado por IU entre 1985-1990 y ahora secretario de la democracia cristiana del Perú que forma parte del FREPUP (Frente de Fuerzas Populares del Perú) partido por el cual es ahora precandidato a la presidencia de la Región Lima. Este frente se encuentra integrado por "ciudadanos progresistas y demócraticos de ideas cristianas, descentralistas, socialistas antineoliberales,nacionalistas y patrioticas". Según lo que consignan en su blog buscan "la organización política frentista y unitaria de los demócratas, patriotas, nacionalistas, socialistas, cristianos, izquierdistas y progresistas en la Región Lima.


A pesar de la brevedad de la entrevista, Benza Pflucker tuvo algunos comentarios que merecen destacarse. El primero tiene que ver con la importancia de las elecciones primarias dentro de un partido político que aspira a participar de alguna elección. Para que la democracia trascienda la formalidad de asistir periódicamente a una urna y se convierta en una práctica de convicciones, el ciudadano debe atestiguar que el partido al cual pertenece el candidato de su preferencia es democrático en sus procedimientos para elegir a sus representantes. Tal cual viene sucediendo en Chile con los partidos de izquierda cuyos precandidatos participarán de elecciones primarias con miras a las presidenciales, algo similar debería suceder aquí en el Perú. Me agradó la afirmación de que no creía en las candidaturas naturales. El mesianismo político sirve de base para sostener a los caudillos, vengan de izquierda o de derecha; por ello, nada más perjudicial que considerar a un candidato como el líder natural del partido sin que su representación haya sido producto de una elección democrática. Al respecto, en una eventual plataforma de izquierda (muy hipotética por cierto) tendrían que debatir Susana Villarán, Javier Diez Canseco y Ollanta Humala como precandidatos y no, como ha venido siendo, que a su alrededor se diseñe la plancha presidencial. ¿Es que acaso Ollanta Humala fue elegido como representante del Partido Nacionalista mediante voto? ¿No debería someterse a elecciones su representación para las presidenciales del 2011?

Benza Pflucker hizo un llamado a que los demás partidos de democraticen interiormente y a que convoquen a elecciones sino primarias, al menos internas para que se deliberen propuestas y haya debate: "En el Perú, nada se debate", dijo. "Por ejemplo, no se ha debatido qué es el neoliberalismo". Esto último es muy importante porque la formación política del ciudadano hace mucho que no depende de los partidos políticos y mucho menos de los intelectuales, sino de los medios de comunicación que tienden a banalizar la discusión política convirtiéndola en un producto de entretenimiento. Resulta más atractiva para la gran mayoría de la teleaudiencia la imitación y el escarnio de Jorge Benavides y Carlos Álvarez sobre Rómulo y Luciana León que la necesidad de informarse medianamente sobre el particular. Pero volviendo a lo expresado por Benza Pflucker, la discusión sobre lo que se entiende por neoliberalismo es de actualidad porque subsiste una gran confusión en torno a sus diferencias frente al liberalismo clásico, su hegemonía actual en el mundo, sus limitaciones éticas, el posible inicio de su debacle y el análisis e interpretación de su desarrollo como paradigma económico durante las últimas décadas. (Desde esta tribuna hemos contribuido en el esclarecimiento de algunos aspectos). Tales precisiones son necesarias para comprender que la concepción original del liberalismo ha sido pervertida hacia su vertiente pragmatista, utilitarista y económica, la cual define el accionar humano en términos de costo/beneficio u oferta/demanda. (Pronto, publicaremos un artículo sobre el particular).


Finalmente, otra de las afirmaciones de Benza Pflucker que merece destarcarse es que a él Humala no le parece de izquierda con la cual concuerdo plenamente. De manera contraria a lo que generalmente se dice en los medios o es aceptado por la gran mayoría de la opinión pública, la propuesta del Partido Nacionalista dista mucho de ser representativa de una izquierda moderna y democrática (aunque resulta evidente que Humala ha moderado enormemente su discurso etnocacerista-nacionalista distanciándose del radicalismo de su hermano Antauro hasta aproximarse cada vez más al centro) porque el internacionalismo, la conformación de una ciudadanía planetaria, el ecologismo y la pluralidad (cultural, étnica, religiosa, de género, etc.) son algunos temas presentes en la agenda de esa izquierda con la cual el nacionalismo humalista no dialoga o esquiva. El nacionalismo, luego de la caída del Muro de Berlín, resucitó con fuerza en los países de Europa Oriental y sirvió para que los comunistas de ayer remozaran sus discursos totalitarios amparándose en la identidad cultural como punta de lanza de sus propuestas políticas. La izquierda democrática no puede ser (no debería serlo) nacionalista porque aquella reconoce la importancia de la diversidad en todos los ámbitos del acontecer humano y el nacionalismo, enfocado desde una óptica reduccionista, aislacionista, de identidades en conflicto con otras o de culturas enfrentadas, niega el valor de la diversidad.

Democratización de los partidos políticos, debate de propuestas y esclarecimiento de lo que significa ser de izquierda hoy son algunas demandas que, a mi modo de ver, resultan inaplazables, sobre todo cuando las elecciones generales están tan cercanas.

La Real Cárcel de Arequipa a fines de la Colonia: 1780-1824


Por Víctor Condori

Historiador

Universidad Nacional de San Agustín

Cuando se fundaba una ciudad española, como tantas que se fundaron al momento de la conquista, el lugar elegido siempre fue la plaza principal, porque, precisamente allí se encontrarían los principales edificios de la nueva urbe como son: la Catedral, el Cabildo (hoy Municipalidad) y la Cárcel.

Arequipa, no fue una excepción. Su fundación se realizó en el mismo lugar donde hoy se halla la plaza principal, llamada de “Armas” y no, donde algunos poco documentados la imaginaron, es decir, en el antiguo pueblo de indios de San Lázaro.

Así, después de su fundación, se construyeron en la plaza principal los edificios más importantes de la ciudad: La Catedral, sede del poder eclesiástico; el Cabildo, centro del poder civil y la Real Cárcel, símbolo de la justicia del hombre.

Ubicación y descripción

La Real Cárcel de Arequipa se hallaba ubicada en la plaza de armas de la ciudad, a un costado del Cabildo (hoy portal de la Municipalidad), y servía para la reclusión solo temporal de los reos, quienes luego de recibida la sentencia condenatoria, normalmente eran enviados a cárceles de la capital del virreinato.

Hacia fines del siglo XVIII, luego de muchas reconstrucciones realizadas, como consecuencia de los numerosos terremotos que asolaron la región, la Real Cárcel se hallaba constituida por seis calabozos, dos patios interiores, un cuarto para el carcelero, una celda subterránea destinada a los presos de alta peligrosidad y una capilla, para la administración de la liturgia.

A principios del siglo XIX, la cárcel de Arequipa llegó a alcanzar su mayor aforo, albergando cerca de 70 presos, entre algunos locales y muchos “de aquellos que venían de La Paz y Cochabamba”. Siendo los encargados de su administración, el Diputado de Cárcel, el Alcaide y un Carcelero, quien dormía dentro del presidio sin ningún tipo de resguardo policial; y solo a fines del periodo colonial recibieron el “alivio de una guardia de soldados”, manifestaba un funcionario.

Condiciones de seguridad

La Real Cárcel de la ciudad fue saqueada el 15 de enero de 1780, durante la mítica “Rebelión de los Pasquines”; luego, destruida por el terremoto de 1784 y reconstruida durante el gobierno del intendente Antonio Álvarez y Jiménez (1785-1796).

No obstante el empeño puesto en esta última reconstrucción, las condiciones de seguridad fueron siempre deplorables, dando la impresión que en ella “era tan fácil entrar como salir”. No sorprende entonces, las frecuentes fugas de los reclusos. Como aquella ocurrida la noche del 16 de enero de 1821, cuando el reo Romualdo Quispe, condenado a muerte por asesinato, en compañía de otros presos, fugó de la cárcel “escalando y rompiendo una de las puertas”.

Luego de realizarse un reconocimiento de los hechos y circunstancia de la fuga, se llegó a establecer que los reos, pese a su alta peligrosidad se hallaban demasiado libres, ni siquiera estuvieron engrillados, y además:

“Las dos puertas de reja que se desquiciaron para la fuga, estaban flojas, descompuestas y solo como de apariencias, de tal modo que encerrar a los presos con aquellas puertas defectuosas era lo mismo que dejarlos en el patio”.

Actitudes y comportamientos

En general, a fines del periodo colonial, la precariedad de las cárceles fue una normalidad antes que la excepción a la regla, en algunas ciudades del virreinato. Sin embargo, en el caso de Arequipa fue más que una normalidad, debido a que este problema venía desde hacía muchos años atrás. Ya en 1810, el Cabildo de la ciudad discutía “la necesidad urgente de repararla con puertas, llaves y cepo”. No obstante, una década después el carcelero Manuel Barrantes continuaba “haciendo presente muchas veces esta falta” al diputado de la cárcel de entonces, regidor Bruno Llosa. Curiosamente, tal regidor se negaba mandar componer tamañas averías afirmando que los presos “no eran pajaritos para volar por unas paredes tan altas como las tiene la cárcel”.

Dicha actitud bastante despreocupada y hasta negligente del diputado de la cárcel para la seguridad de los presos, no debe ser considerada un hecho excepcional, sino, un comportamiento bastante habitual entre las autoridades carcelarias de la época, llámese alcaide o carceleros. Así, por ejemplo, en julio de 1789 fugó de la cárcel el reo Ignacio Zegarra, en medio de una situación tan absurda que parecía sacada de alguna de las mejores películas del genial Chaplin. La narración de lo sucedido la hizo el propio alcaide, Buenaventura Velásquez:

“Con motivo de haber cumplido años el día de ayer, se le ofreció (el reo) Ignacio Zegarra para festejarlo, trayéndole música. Que el declarante admitió tal ofrecimiento con la mayor sinceridad y en su virtud hizo traer por la noche arpa y guitarra, sacándolo para el efecto de bailar y divertirse del calabozo donde se hallaba a mi sala; que cantando, tocando y bailando hasta muy tarde en la noche, lo echó de menos a cosa de las dos de la mañana, y saliendo en su solicitud no lo encontró”.

Dentro de la misma línea de insensatez, en mayo de 1810 se extendió la orden de prisión contra Nicolás López, quien fuera nada menos que el carcelero de la Real Cárcel de Arequipa, por haber sido descubierto liberando peligrosamente a algunos presos bajo la ingenua condición de que regresen voluntariamente en las noches. Al ser cuestionada su actitud, el carcelero declaró en su defensa que:

“Saca al alto a aquellos presos que no provienen del delito para la seguridad de su persona y la cárcel...y que en algunas ocasiones que se ve ahogado por alguna diligencia se ha acompañado de alguno de estos presos, creyendo que en ninguna manera contravenía a su responsabilidad y mandatos.”

Condiciones de salubridad

Siendo la higiene una cualidad muy poco extendida entre las sociedades Pre-capitalistas, se entiende entonces por qué, las condiciones de salubridad e higiene de la cárcel arequipeña marchaban a la par con las de seguridad. En este sentido, tampoco fue de extrañar que muchos reos viviendo en tales estados de reclusión, enfermasen permanentemente o lo que es peor, murieran. Así les sucedió a Gregorio Mosqueira y Bartolomé Flores, acusados del brutal asesinato de un comerciante, quienes en 1802 murieron del “mal de angina” y “evacuaciones de sangre” respectivamente, luego de dos años de reclusión esperando la sentencia. También, y del mismo modo, ocurrió en diciembre de 1800, cuando la india Ventura Guaita, cómplice de un asesinato, falleció en el hospital de San Juan de Dios “a donde fue llevada enferma desde la cárcel”.

Un medio para la fuga

Paradójicamente, una situación tan lamentable como la experimentada en el único penal arequipeño, favorecía indirectamente la fuga de los reos. En vista de que al ser trasladados por enfermedad al principal hospital de la ciudad, los susodichos aprovechaban la falta de vigilancia del nosocomio para evadirse. Así sucedió con los reos Matías Alpaca e Hilario Quispe, cómplices de un robo a la caja de comunidad del pueblo de Paucarpata, quienes en abril de 1804, fugaron mientras eran conducidos al hospital. De igual manera, tenemos el caso de José Carpio, condenado a un año de destierro al presidio del Callao, quien en febrero de 1802 “profugó del hospital San Juan de Dios en donde se le había puesto a curar”

Con el paso de los años y de las décadas, tales condiciones carcelarias no han variado sustancialmente en el Perú, todo lo contrario diríamos; y hoy pese a contar con sistemas de vigilancia muy avanzados y el rótulo de “Cárceles de Máxima Seguridad”, a dichas instalaciones ingresan y en ella circulan las más diversas e inimaginables mercancías y objetos. Increíblemente, ya no es necesario salir de ellas para realizar algún acto criminal, pues estos se pueden fácilmente organizar desde dentro, con la activa o pasiva complicidad de algunas autoridades penitenciarias.

jueves, abril 30, 2009

El poder de la escritura

Por Mauricio Aguirre

La mirada europea

Cuando llegaron los españoles, llegó con ellos una manera de ver el mundo; está claro, una mirada europea. A la palta la llamaron “pera”; a la llama, “carnero”; al puma, “león”; al ayllu, “familia”. En 1492, luego de la reconquista de la península, la mentalidad española estaba dominada, fundamentalmente, por la supremacía de la religión cristiana frente a la musulmana, por la seguridad otorgada por el poderío de sus armas, pero, también, por el prestigio literario de su “Siglo de Oro”. Con esta mentalidad, las culturas americanas encontradas, o conquistadas, tenían que ser consideradas como civilizaciones inferiores, puesto que tenían dioses paganos, sus armas eran rudimentarias y, sobre todo, no tenían escritura.

El poder sobre las culturas americanas estuvo fundamentado, entonces, en estos tres mecanismos: la religión, las armas y la escritura. Pero estos tres mecanismos no hubieran funcionado automáticamente si los españoles no hubieran estado convencidos de su superioridad y no se hubieran tomado el trabajo de convencer a los indios de ello. Hoy en día, seguimos absolutamente convencidos de ello.

El poder de la escritura

500 años después de la Conquista española, desde las escuelas se nos sigue enseñando que unos fueron superiores a otros y que, por esa misma condición, los inferiores fueron conquistados. Se nos sigue enseñando que, a pesar de que la cultura inca fue “superior” a todas las culturas de la región, era “inferior” a la española. Con estas ideas, nuestros escolares infieren, fácilmente, que, aún en la actualidad, cualquier persona que profese una religión diferente a la “oficial” pertenece a una secta; que cualquier persona que no sabe leer ni escribir es una persona ignorante y sin cultura, y sin ninguna posibilidad de ser un profesional de éxito. Además, estas ideas no quedan en el pensamiento, sino que, comúnmente, se llevan a la acción con lo cual se pasa directamente a la discriminación.

En efecto, en el mundo actual y en nuestro país, a pesar de que aún existen culturas ágrafas que muestran sofisticadas relaciones sociales y, como producto de ellas, diversidad productiva, creencias secularmente establecidas que brindan noción de unidad, costumbres arraigadas en su relación con el mundo que los rodea y maneras distintas de hacer justicia, se mantiene la idea de que los que saben escribir son seres superiores a los que no lo saben.

Es imposible no reconocer la importancia de la escritura en el curso histórico de las ciencias y de la civilización, pero tampoco se puede desconocer que no es el único medio de transmisión de conocimientos. La oralidad es el medio fundamental de las culturas ágrafas para transmitir sus conocimientos y es tan efectivo como la escritura. Sin embargo, a través de la historia, se ha privilegiado a una y subordinado a la otra. Se tratan solo de formas de comunicar el conocimiento, de herramientas. El conocimiento lo produce el pensamiento y cualquier persona o cultura que pueda pensar, independientemente de las herramientas que utilice, puede desarrollar conocimiento. La naturaleza de estas herramientas impide, desde unos criterios lógicos, una comparación y, menos aún, una jerarquización que deviene útil, únicamente, justamente para ejercer poder y dominio de los letrados sobre los iletrados.

El quechua y el castellano

El aprendizaje de una segunda lengua trae, como es natural en todo proceso de aprendizaje, la interferencia de las estructuras (fonéticas, morfológicas, sintácticas y semánticas) de la lengua materna en la lengua meta. Esta se produce tanto a nivel oral como a nivel escrito. Además, la observamos en la forma de hablar de cualquier persona que quiere dominar una segunda lengua, sea esta de la nacionalidad que sea: un francés, un alemán, un norteamericano, un africano, un chino o un quechua-hablante que quiere aprender el castellano pasa por una serie de etapas en las que se muestra con claridad cómo la lengua materna se entromete en la producción de la segunda lengua.

Además, se tiene que anotar que la convivencia de las lenguas andinas y amazónicas y el castellano en este espacio geográfico llamado Perú fue poco armoniosa por decir lo menos. Es decir, el castellano se instituyó como la lengua oficial de la Colonia y así fue también durante la República. Por su lado, las lenguas autóctonas se vieron relegadas a ser utilizadas, básicamente, en los ámbitos domésticos y ya nunca más públicos. Se instauró, pues, en el país, una situación diglósica. Muchos bilingües quechua-castellano, en la actualidad, tienen vergüenza de decir que hablan quechua.

Debido al alto centralismo que ha imperado en el Perú, país multilingüe, en los distintos gobiernos desde la independencia, se ha obligado a los pobladores andinos o amazónicos a aprender el castellano. El castellano producido por este aprendizaje no ha estado exento de emisiones de juicios de valor por los hablantes maternos de castellano. Estos juicios de valor están destinados, justamente, a mantener las relaciones de poder que nos dejó la colonia. En una sociedad clasista como la nuestra, es necesario encontrar maneras de decirle al otro que es inferior a uno y una de estas maneras es atacar su forma de hablar y de escribir. Así, no nos daremos cuenta de que, desde el punto de vista científico, la interferencia de la lengua materna en la segunda lengua es parte de un proceso absolutamente natural de aprendizaje y no de una ignorancia atribuida al nivel cultural.

Una mirada colonialista

Si al razonamiento anterior añadimos que las lenguas andinas y amazónicas han sido consideradas, sin razón lingüística, como inferiores al castellano, comprenderemos entonces que el artículo de Aldo Mariátegui intenta preservar una forma de poder y de dominio cultural. El que una persona no domine la escritura de una segunda lengua no tiene nada que ver con su cultura (entiendo una noción extendida de cultura que he tratado de expresar en este texto y no aquella restringida que tiene ver con los conocimientos enciclopédicos), con su capacidad de representar a una población (como congresista, por ejemplo), ni con su capacidad para aportar con ideas claras. Un artículo como el de Aldo Mariátegui no hace sino confirmar que buena parte de nuestra sociedad está gobernada por un pensamiento sumamente endeudado con nuestro colonial pasado histórico, que buena parte de nuestra sociedad está anclada en ese pasado y que esas cómodas cadenas que lo atan al poder (político, económico y social) son más duras y duraderas que el reconocimiento de los derechos de las personas de no tener el castellano como lengua materna o de hablar un castellano andino. O también puede ser que un artículo como ese se deba a una ignorancia supina y a la tozudez de su autor por no querer aprender cómo está conformada nuestra sociedad con la utilización de un mínimo sentido común.


ENTRADAS RELACIONADAS

La República de Lima César Hildebrandt
Sobre Discrimanción a Hilaria Supa Pronunciamiento de los profesores de la Sección de Lingüística de la Pontificia Universidad Católica del Perú

sábado, abril 25, 2009

Sentencia condenatoria a Alberto Fujimori


CÍRCULO DE ESTUDIOS POLÍTICO-SOCIALES
PRONUNCIAMIENTO

SOBRE LA SENTENCIA CONDENATORIA AL EX PRESIDENTE
ALBERTO FUJIMORI


Los integrantes del Círculo de Estudios Político Sociales, CIREPS, manifestamos nuestro apoyo a la sentencia condenatoria a Alberto Fujimori. El fallo emitido por el tribunal, que tuvo a su cargo el juzgamiento del ex presidente, sienta un precedente histórico en nuestro país y en el mundo entero que contribuirá a esclarecer los nefastos acontecimientos que tuvieron lugar en nuestro país durante las décadas de 1990 al 2000.

Se trata de una sentencia ejemplar tanto por la probidad de los jueces que conformaron el tribunal como por las implicancias que aquella conlleva, debido a que se constituye en un instrumento para extender la aplicación de la justicia a todos aquellos que ejercieron el poder a espaldas del Estado de Derecho en los años previos a 1990. Al respecto, tenemos la convicción de que la responsabilidad no solo implica a los autores materiales de un crimen o delito, sino que detrás de los ejecutores suele existir un aparato siniestro que sostiene, defiende y oculta la verdad de los hechos.

Asimismo, no debemos olvidar que la omisión, la indiferencia y el apoyo de un gran sector de la sociedad peruana contribuyeron a que las instituciones democráticas fueran vulneradas en aras de los resultados inmediatos. Igualmente, la clase política que tuvo a su cargo la conducción del Estado entre 1980 y 2000 es responsable de la ruptura del orden democrático —tanto en las zonas declaradas en emergencia, debido al conflicto armado interno como en el autogolpe del 5 de abril— ya que no pudo articular una propuesta que persuada a la población acerca de la gravedad de avalar una dictadura y tampoco manifestó interés por defender los derechos de los más desposeídos, quienes, finalmente, fueron los más afectados por la violencia, ni por impulsar un real compromiso por investigar los delitos de corrupción y crímenes de lesa humanidad que nvolucraron a los gobiernos de Fernando Belaúnde, Alan García y Alberto Fujimori. Lo anterior explica por la crisis de los partidos políticos, entendida como crisis de representación y crisis de legitimidad, y por la ausencia de relaciones cívico-militares, es decir, que los asuntos de política de Estados se endilgó irresponsablemente a las Fuerzas Armadas. Por ello, la importancia de la sentencia condenatoria a 25 años de cárcel contra el ex presidente Fujimori abre una oportunidad histórica para que la clase política salde su deuda con el pasado.

La sentencia contra Fujimori no reparará el daño ocasionado a los familiares de las víctimas, pero brinda la satisfacción de que, al final, no se encontraron solos en la lucha por descubrir la verdad y por hacer justicia sin importar quién fuera el acusado. Sin embargo, es lamentable atestiguar que quienes solventan la inocencia del sentenciado, lejos de recurrir a la prudencia o de argumentar razones a favor de su causa, continúan maltratando la memoria de los deudos a cuyas víctimas, a pesar de las evidencias a su favor, califican de terroristas como si esto fuera un atenuante que exculpara la responsabilidad del sentenciado Fujimori.

Nos encontramos próximos a una nueva campaña electoral que estará animada por este y otros sucesos. Además, flota en el ambiente la amenaza de un posible indulto de parte de este o de un eventual gobierno fujimorista, lo cual significaría un retroceso irreparable y vergonzoso con el que los ciudadanos que creemos en la democracia y en sus instituciones no podemos estar de acuerdo de ninguna forma. Confiamos, plenamente, en que el tribunal que tiene a su cargo la apelación de la sentencia ratifique el fallo en atención a la razón, la justicia y la verdad que le asisten a los deudos de las víctimas de los crímenes de Barrios Altos y La Cantuta y a una nación que anhela el progreso sin perjuicio de la dignidad.

¿De qué hablamos cuando hablamos de liberalismo de izquierda?

RECOMIENDO LA LECTURA PREVIA O POSTERIOR DE LOS SIGUIENTES POST

Sobre el "liberalismo de izquierda" (Martín Tanaka)
Izquierda Liberal - Cosmovisión (Web de Izquierda liberal)
RAZÓN E IDEOLOGÍA (Blog de Izquierda liberal)


"No puedo ser definitivamente de izquierdas, ni de derechas, ni liberal, ni de centro aunque mis actos, considerados individualmente, sí lo sean. Ningún corsé mental puede ser definitivo porque siempre, en alguna ocasión, la mejor solución estará fuera de él y hay que saber salirse de uno mismo. La verdad nunca está en un solo sitio, ni toda ella, ni demasiado tiempo. Que se lo pregunten a Newton".

Juan José Ibáñez


Arturo Caballero Medina

En reiteradas oportunidades, he insistido en la posibilidad de un proyecto socioliberal o liberal socialista o de izquierda liberal alternativo al liberalismo contemporáneo el cual es predominantemente economicista, libremercadista y demasiado concesivo con las desigualdades sociales y con las dictaduras civiles y/o militares siempre y cuando resguarden las inversiones privadas y dejen la economía en piloto automático para que los tecnócratas la dirijan asépticamente, es decir, sin contaminación política alguna. Al respecto, Martín Tanaka y Gonzalo Gamio y José Alejandro Godoy han expuesto sus pareceres hace ya algún tiempo. A continuación, intentaré ser lo más escueto y didáctico posible para distinguir los criterios que delimitan las fronteras entre izquierda, derecha, socialismo, liberalismo y conservadurismo. Todo ello con el objetivo de dejar en claro lo que es la izquierda liberal y sus posibilidades en el Perú. Este tema, obviamente, será desarrollado en sucesivas publicaciones.

1. ¿Qué es el liberalismo?

En primer lugar, una definición que intente agotar lo que es el liberalismo corre el riesgo de condensar demasiadas nociones, muchas veces encontradas, en poco espacio. Nieztsche dijo una vez que solo los seres ahistóricos admiten una definición exacta. Por ello, resulta más prudente describir el liberalismo que definirlo. El liberalismo no es un cuerpo doctrinario homogéneo sino un cúmulo de tendencias que, si bien comparten un sustrato común (respeto por las libertades individuales, propiedad privada, el libre mercado y el Estado de Derecho), han experimentado a través de la historia diversos cambios que han acentuado algunos aspectos en detrimento de otros. Los primeros liberales (protoliberales) ingleses testigos de la Revolución Francesa, entendieron el liberalismo como una alternativa al Ancien Regime (Antiguo régimen) en el que no existían ciudadanos, sino siervos, y como un sistema en el que un poder parlamentario regulaba al poder real. Para estos liberales, la separación entre Iglesia y Estado era primordial, es decir, la secularización de la sociedad. Las cuestiones de fe eran asuntos individuales en los que ni el Estado ni la Iglesia tenían competencia alguna, sino la libre iniciativa del individuo en pleno ejercicio de sus derechos ciudadanos sin distinción alguna ante la ley.

El Estado debía simplemente abocarse a garantizar las libertades individuales de sus ciudadanos mediante la satisfacción de las necesidades sociales básicas para que cada uno pueda partir de una base más o menos igual, pero finalmente, lograr la realización por sus propios medios. Lo curioso es que estos primeros liberales veían con mucho recelo otorgar el poder de decisión a todas las masas por igual a pesar de que todos eran ciudadanos. Y es que veían con desconfianza que el pueblo tan vulnerable a pasiones cambiantes, tan manipulable debido a la carencia de instrucción y, a su entender, ignorante de los que es mejor para él si es que no es conducido por una clase dirigente capaz de decidir por ellos, se encargue por sí mismo de su propio destino. En este momento, el liberalismo se encontraba en la orilla opuesta a la democracia, algo que hoy en día ningún liberal podría aceptar: es más se asume que ser liberal equivale a ser un demócrata, pero como vemos ambos conceptos estuvieron disociados en un principio.

“El liberalismo burgués había combatido el privilegio aristocrático pero no estaba dispuesto a aceptar una ciudadanía amplia y sus democráticas consecuencias (…) El liberalismo pasó a ser la doctrina de la monarquía limitada y un gobierno del pueblo igualmente limitado, puesto que el voto y la representación siguieron restringidos a una ciudadanía de ingresos elevados” (Merquior 1993:17).


Al respecto Norberto Bobbio señala que Un Estado liberal no es por fuerza democrático: más aún, históricamente se realiza en sociedades en las cuales la participación en el gobierno está muy restringida, limitada a las clases pudientes. Un gobierno democrático no genera forzosamente un Estado liberal: incluso, el Estado liberal clásico está hoy en crisis por el avance progresivo de la democratización. (Bobbio 1996, 7).

La promulgación de los derechos del hombre y del ciudadano, consecuencia de la Revolución Francesa, le dio mayor impulso al liberalismo porque extendió sus valores políticos, sociales, económicos y culturales más allá de Occidente. Es decir, el ideal de progreso que Europa concebía para el resto de sociedades a su alrededor no era sino que el modelo liberal. En gran medida, se asumió que la democracia liberal era la forma política más idónea para el progreso de cualquier sociedad sin importar las variantes culturales o espaciales. Esta democracia liberal osciló entre la representación y la participación, es decir, entre la delegación del poder por parte del pueblo a algunos individuos y la conformación de instituciones sociales (sociedad civil) organizadas para contribuir con la regulación del poder estatal. Se puede considerar como logros liberales a nivel político la libertad religiosa, la universalidad de los derechos humanos, el Estado de Derecho (imperio de la ley), el gobierno representativo, movilidad social, libertad individual; y nivel económico el libre mercado, propiedad privada, libre competencia en líneas bastante generales.

No obstante, la democracia tal como la conocemos hoy no fue una elaboración exclusivamente liberal, sino que, al respaldar la democracia representativa y el pluralismo político tanto los conservadores como los socialistas, cualesquiera que fuesen sus objetivos, evidentemente estaban aceptando los principios liberales. (Merquior, 18).

La acepción más extendida de liberalismo es aquella doctrina política-económica que asume la limitación de los poderes del Estado y que, por ello, se contrapone al Estado absolutista y al Estado socialista. En sus inicios, estuvo disociado de la noción de democracia entendida como la libre participación de las masas en el gobierno. No se trata de un cuerpo homogéneo de ideas, sino de tendencias que asumen tantas interpretaciones y aplicaciones como individuos que lo asumen. Ser liberal en Europa no es lo mismo que ser liberal en los EEUU: aquí “liberal” equivale a progresista o ser de izquierda.

Como conclusión parcial, esta breve exposición nos conduce hacia la siguiente cuestión: las diferencias de grado entre las tendencias liberales han aproximado o alejado a esta doctrina hacia el conservadurismo o el socialismo en la medida que se concedía mayor o menor importancia a las libertades políticas y/o económicas y a la noción de libertad. De la misma manera, dentro del socialismo no existe un bloque sólido sin fisuras: la socialdemocracia de Eduard Bernstein consistió en una lectura revisionista y crítica de los postulados marxista-leninistas. Entonces, era de esperarse que, tarde o temprano los disidentes de izquierda extrema y los disidentes de la aplicación ortodoxa del liberalismo económico encontraran algunos puntos de confluencia. Esto lo desarrollaremos en el siguiente post.

El ciudadano fujimorista

Arturo Caballero Medina

El los últimos días, Gonzalo Gamio y Carlos Meléndez sostuvieron un debate acerca de la ciudadanía fujimorista, debate no pactado y al que el blogger de Bosquejos Postliberales fue introducido in media res, ya que Meléndez, a mi parecer, interpretó antojadizamente un fragmento del post de Gamio en el cual este señala que la ciudadanía debe prepararse ante la conformación de un nuevo escenario político post sentencia a Fujimori en un contexto donde los fujimoristas sacarán a relucir sus mejores y peores recursos.

Ha sido siempre un hábito de Carlos Meléndez no mantener el debate en el campo de las ideas, sino arremeter con mala voluntad repartiendo calificativos sobre su eventual interlocutor. Me parece que es un investigador lo suficientemente documentado y que posee los méritos académicos como para sostener un debate alturado en el que los argumentos fluyan y los lectores se enriquezcan e intervengan defendiendo sus posturas. Por esta razón no entiendo por qué persiste en indisponer con frases que nada se avienen con el debate del momento, lo cual resta contundencia a su postura. Cierta vez, le sugerí que decidiera entre el análisis serio y las bromas. Ganas lectores en un blog no es difícil si aplicamos la doctrina Ferrando-Magaly: "esto es lo que le gusta a la gente". En lo que a mí se refiere, opto por la responsabilidad y la claridad en la exposición de las ideas.

Los bloggers debemos dar el ejemplo de moderación no solo al momento de filtrar los comentarios, sino al momento de debatir. No siempre recibiremos halagos de los comentaristas, pero si establecemos bien las reglas de juego, los visitantes insolentes se eliminarán por selección natural. Particularmente, soy partidario de seleccionar los comentarios en función de su pertinencia con el post, pero hay veces en que la polémica se torna animada y el tema da un giro radical para abordar otros asuntos. Finalizado este breve comentario, paso a exponer mis ideas al respecto de la ciudadanía y de la razón fujimoristas.

Cada sujeto tiene su propia escala de valores y los fujimoristas, me atrevo a generalizar, suelen ser pragmáticos. El gran discurso que el fujimorismo instaló en el Perú es el de la eficacia, la acción, los resultados. No importa cómo conseguirlos: el impacto generará por sí solo los réditos que el movimiento necesita capitalizar. "A la universidad se va a estudiar, no a hacer política"; "cualquier privado puede invertir en educación: enseñemos aquello que sirva"; "si los transportistas hacen huelga, liberalicemos el transporte"; "si los maestros hacen huelga, que dicten los profesionales de especialidad"; "si los medios de comunicacion no son propicios, comprémoslos".

El problema con el pragmatismo exacerbado es que el individuo no cuestiona los medios que utiliza para lograr los fines. Solo cuestionará su proceder en función de los resultados. Por ello es que el fujimorista promedio se fija solo en los resultados empíricos: descenso de la inflación y repliegue del terrorismo, captura de Guzman, Feliciano, paz con el Ecuador, etc., pero no reflexionan sobre las cuestiones éticas que atañen a cualquier individuo que se precie de su humanidad: condolerse con el dolor ajeno. No obstante, este no es un problema generado por el fujimorismo, sino presente en nuestra sociedad hace mucho tiempo. Lo que el fujimorismo ha hecho es fortalecerlo patológicamente.

Los fujimoristas no actúan de esta manera porque sean malas personas o mentes perversas, necesariamente, (no todos son Carlos Raffo, Martha Chávez o Carmen Lozada) sino que el fujimorismo ha tocado una fibra muy sensible del ser humano que puede ser resumida en: "no te metas si no es tu problema, más bien aprovecha a ver si te ganas algo". Indiferencia a la enésima potencia, algo que ya teníamos en nuestra sociedad, pero que el fujimorismo, a mi parecer, repotenció de manera mórbida como lo señalé antes.

Durante el fujimorato, nos dimos cuenta que muchos políticos, periodistas e intelectuales tenían un precio y hoy lo estamos corroborando solo que ya no los compran si no que ellos mismos se venden. La condición de ciudadano no nos la quita nadie, así como la condición de ser humano. Pero ostentar tal condición no garantiza que todas nuestras acciones sean virtuosas. Y cuando esto sucede no dejamos de ser ciudadanos o seres humanos, sino que no nos comportamos a la altura de las circunstancias. Es como un padre de familia que recurre al maltrato físico para corregir la inconducta de sus hijos: nunca dejará de ser su padre, pero con su accionar denigra su condición paternal.

De lo anterior se sigue que aquellos que protestan contra la sentencia a Fujimori argumentando que se sentenció a alguien que hizo mucho por el Perú, ya sea por desconocimiento, oportunismo u otro motivo, no dejan de ser ciudadanos, pero exhiben tal indiferencia por el otro que indigna, lo cual al menos es más sano que la neutralidad cómplice.

Los principios deberían regir la conducta de un ser humano, es lo deseable. Que alguien no se conduela por el dolor ajeno siendo tan evidente lo sucedido (me refiero al padecimiento de los familiares de las víctimas de La Cantuta y Barrios Altos) o al escarnio al que Aldo Mariátegui expuso a la congresista Hilaria Supa, demuestra que semejante individuo pisotea su propia condición de ser humano. Espero que en el futuro, Carlos Meléndez tome distancia de la línea editorial de Correo y del estilo de su director y de Andrés Bedoya porque parece que las páginas impresas y la cantidad de lectores lo seducen mucho.

miércoles, abril 22, 2009

Frecuencia Naranja: Baruch Ivcher coquetea con el fujimorismo


No creo que sea nada casual que en sus últimos programas, Jaime Bayly haya entrevistado a Keiko Fujimori, María Luisa Cuculiza y Rafael Rey; además de contratar al sicario mediático de los 90 llamado Nicolás Lúcar quien pretende reciclarse por enésima vez. A medida que se calienta la pantalla electoral y los políticos van acomodando sus piezas, Frecuencia Latina se coloca a la vanguardia tomando postura por la candidata favorita según las encuestas de CPI: Keiko Fujimori (a pesar que Apoyo lanzó otra encuesta con resultados totalmente diferentes).

Tal cual parece que Ivcher viene calculando lo que se viene en adelante y no duda en disponer de su entrevistador estrella para colocarlo al servicio de la causa fujimorista. Y eligió bien: Jaime Bayly cumple acertadamente su labor de vocero mediático dominical del fujimorismo post sentencia condenatoria a Fujimori. Cada domingo luce más y más disforzado al punto que pareciera que entre corte y corte lo azuzaran para que exagere su histrionismo y complacencia con los invitados fujimoristas. No debería sorprendernos que en adelante invite a Andrés Bedoya, Uri Ben Schmuel, Jaime de Althaus, Lourdes Alcorta, Edgar Núñez o Aldo Mariátegui. ¿Se viene Carlos Raffo en los próximos programas?

Es que Jaime Bayly ha demostrado que hacer periodismo dominical en el Perú es un acto de hechicería como lo es también el hacer política. El otrora niño terrible que se fajó públicamente por el FREDEMO de Vargas Llosa hoy no duda en apoyar al rival de su candidato en el 90 quien recurriera a malas artes en el debate presidencial para indisponer a líder del movimiento Libertad. Eso a Bayly hoy no le importa en absoluto, como tampoco le importa que todas las familias de las víctimas de Barrios Altos y La Cantuta sientan indignación al escuchar que él indultaría a Fujimori si fuera presidente.

La ola naranja que viene invadiendo el canal de Jesús María va a generar que los programas de periodismo de investigación, los noticieros y los programas de reportajes se alinien con el nuevo color. Me atrevo a anticipar que los primeros en pagar el precio serán los Enemigos Íntimos. Miyashiro y Beto no son precisamente la conciencia política moral del país, pero tampoco son tontos y espero no equivocarme. Beto Ortiz dio cobertura durante los años del fujimorismo a aquellos que nadie quiso entrevistar. Esperemos que cuando las papas quemen, no ceda ante la tentación naranja.

Con Nicolás Lúcar también acertó Ivcher. La experiencia del yerno de Croussillat padre en los menesteres mediáticos cuando de demolición se trata de seguro que será puesta al servicio de la causa naranja. Su última célebre intentona con la que se consagró fue la difamación que propaló contra el ex presidente Valentín Paniagua cuando este se encargaba de la transición democrática luego de que supiéramos de los vladivideos y de toda la podredumbre de los propietarios de América TV, Red Global, Panamericana, ATV y Frecuencia Latina con los Winter a la cabeza. Pensó este individuo y aquellos que los dirigían que enlodando el proceso todos quedarían manchados y así nadie distinguiría la basura porque todos, en su razonamiento, serían basura.

Estas son las dos perlitas periodísticas que Frecuencia Latina nos presenta en la previa a la campaña electoral que ya calienta motores. ¿Se vestirán otros canales de naranja también? Al menos en Jesús María, la ola naranja está mojando fuerte.

PARA NO OLVIDAR QUIÉN ES NICOLÁS LÚCAR


sábado, abril 11, 2009

La reserva (in)moral del periodismo fujimorista


Desde que Augusto Álvarez Rodrich dejó dirigir Perú 21 y que se marcharon sus principales y mejores columnistas, ya no me motiva leer ese diario, mucho menos ahora que Fritz Du Bois asumió la dirección y trajo con él a periodistas como Víctor Andrés Ponce que no hacen más que alentar la idea de que las libertades políticas se pueden sacrificar en beneficios del bienestar económico y, recientemente, atenuar la responsabilidad de Fujimori y recalcar los logros de su gobierno.

Sin embargo, suelo leer El Otorongo que, a mi juicio, es lo mejor que tiene el diario porque es un espacio de abierta discrepancia con el oficialismo, entre broma y broma, y también con la línea que ha asumido la nueva dirección. La última portada del Otorongo es genial, verdaderamente mordaz e irónica. Mírenla ustedes mismos.



Esta caricatura me dio la idea de elaborar un mural con los personajes que representan la reserva inmoral del periodismo fujimorista quienes en un acto de inevitable revelación vienen mostrando su verdadero rostro. La periodistas fujimoristas intentan movilizar a la opinión pública distorsionando la información acerca de la sentencia condenatoria contra Fujimori, de la misma manera que lo hicieron durante el fujimorato solo que ahora en vez de ser comprados, se venden por sí mismos. Aquí los dejó con una propuesta ¿Creen que falta alguno?



Jaime Bayly: “Si yo gano las elecciones, yo indulto a tu padre. Sería un gesto de clemencia y gratitud a un peruano que, aunque cometió muchos errores, ya pagó por ellos y derrotó al terrorismo”. Creo que el tribunal (que juzga al ex presidente) va a encontrar culpable a Fujimori y lo va a sentenciar. Sé que muchos se molestarán conmigo, pero no me importa. No sé si perderé adeptos o me convendrá políticamente, pero lo voy a decir por convicción: si yo ganara las elecciones presidenciales, yo indultaría a (Alberto) Fujimori el primer día de mi gobierno”.

Jaime de Althaus: "Pero en el tema de los derechos humanos, Fujimori humanizó la lucha contra el terrorismo. Lo derrotó con una estrategia basada precisamente en el respeto a los derechos humanos. En lugar de balas, las comunidades campesinas empezaron a recibir alimentos, tractores e incluso armas. Cesaron los arrasamientos, las matanzas indiscriminadas. Y las propias comunidades se encargaron entonces de delatar, capturar y perseguir a los senderistas. Así se ganó la guerra, con un acto de empoderamiento social inédito en un país que siempre despreció a la población indígena. El propio traslado de los juicios a los tribunales militares fue un avance humanitario en ese momento puesto que los senderistas capturados dejaron de ser ejecutados extrajudicialmente".

Aldo Mariátegui: El jurado presidido por César San Martín debió por lo menos leer Muerte en el Pentagonito de Ricardo Uceda y El Crimen de La Cantuta de Efraín Rúa antes de declarar tan, tan, tan tajantemente que los abatidos por el grupo Colina de esa universidad no eran senderistas (algo que además no venía a cuento jurídicamente en la sentencia a Fujimori, por lo que sonó a frase politiquera) (...) Nada justifica ese horrendo crimen, pero tampoco San Martín puede aseverar eso con tanta seguridad y sin temer faltar a la verdad.

No le tenemos la menor simpatía a Fujimori, al cual se le debe condenar -absolutamente- por promover la corrupción. Pero, ¡carajo!, tenemos todo el derecho, y eso no respetan estos caviares y rojos, de discrepar de esta ahora sacrosanta sentencia y no hacer una superestrella de rock del juez San Martín. Esa legítima duda -o que la encuesta no les guste- no nos vuelve fujimoristas, no sean tan estúpidos. Tenemos todo el derecho de no creer que se haya determinado que Fujimori se merece 25 años por asesinato y secuestro cuando el único delito con pruebas aquí era el encubrimiento. Tampoco creemos que venía a cuento declarar que los asesinados no eran senderistas, que eso fue pura demagogia para la platea caviar.

Fritz Du Bois Aunque me llamó la atención en la lectura del fallo la aseveración de la sala, en más de una ocasión, respecto de que se había confirmado que las víctimas no eran miembros de Sendero Luminoso. Me pregunto, ¿cómo pueden asegurarlo? Más aún, ¿de haber sido miembros, se hubiera justificado el asesinato? Evidentemente, ambas respuestas son negativas, así que no queda claro por qué realizaron esa continua mención que no venía al caso, lo cual aparecería como una pequeña grieta en el blindaje del tribunal.

Un día después: La pequeña grieta en el blindaje de imparcialidad del tribunal que mencionara en mi anterior columna se ha agrandado de manera significativa. Incluso, son contados los abogados consultados que entienden la motivación –y aún menos los que encuentran justificación– de la aseveración en la sentencia, de que estaba confirmado que las víctimas no eran senderistas.

Andrés Bedoya No estoy acusando de nada a los tres magistrados que han tenido a su cargo la redacción de la sentencia. La tengo aquí a mi lado en el escritorio y la he leído varias veces. Gústeles o no, el estilo es inconfundible. Es una sentencia con adjetivos, con pasión, con ira, y hasta con odio. Pareciera más bien pensada por un dirigente de la CGTP. No lo entiendo. ¿Que no se supone que un juez debe ser más frío que un pescado muerto en el Mar del Norte? También he oído que uno de los magistrados del caso Fujimori fue echado a patadas del Poder Judicial cuando el ingeniero gobernaba el país y que posteriormente fue readmitido ¿Es cierto esto? Y de serlo, ¿no tendría este juez siquiera un poquititititititito de pica al reo, un infinitesimal deseo de joderlo?

Y tiene un detallito muy grave. Los jueces mencionan varias veces que "está probado" que las "víctimas" de La Cantuta "no estaban relacionadas con el terrorismo". ¿Cómo es esto? Las pruebas negativas no existen. Yo no puedo probar que Dios NO existe, como tampoco puedo probar que una taza de capuchino con crema NO está en órbita alrededor de Júpiter, o que soy soltero (puedo probar que soy casado, presentando mi partida de matrimonio). Además, ¿eso qué tiene que ver? ¿De haber sido terrucos habrían estado muy bien sus asesinatos? No, señores vocales. Esa afirmación es falsa y los reto a que la demuestren. Y si esa "prueba" es falsa... ¿cómo confiar en la veracidad de las demás? No cabe duda. El estilacho de la sentencia es caviarismo puro, mondo y lirondo.

Saquen uds., estimados lectores, sus propias conclusiones.

Ecos del juicio a Fujimori

La integridad moral del fujimorismo


Arturo Caballero Medina

Si María Elena Moyano fuera testigo del accionar de su hermana Marta, estoy convencido de que deslindaría todo vínculo con el fujimorismo además de sentirse plenamente decepcionada. Si hubiera presenciado la exhumación de las fosas de los estudiantes de La Cantuta, Putis, Huancasancos, Los Cabitos, la amnistía al Grupo Colina, la difusión de los vladivideos, la campaña por la re reelección, la indemnización millonaria a Montesinos autorizada por Fujimori, su renuncia vía fax y las declaraciones de su hermana a los medios después de la sentencia a Fujimori, estoy seguro de que la embargaría una profunda vergüenza por tal actitud. Porque una mujer que demostró el coraje de enfrentar a Sendero Luminoso abiertamente con la acción transparente y su compromiso como únicas armas no podría jamás avalar la gestión de un gobernante como Fujimori por más colegios, carreteras o donaciones que la hayan beneficiado. Una mujer que murió sin doblegarse ante las amenazas de Sendero nunca se hubiera coludido con el fujimorismo para obtener alguna ventaja personal. Sin embargo, no la tenemos presente y solo podemos proyectar lo que nos dejó su ejemplo de vida.

Marta Moyano se encuentra en la otra orilla del pensamiento y de la acción de su fallecida hermana, pues la integridad moral de la congresista se ha diluido dentro del discurso fujimorista. Entendamos por ello la capacidad que tiende un ser humano para actuar de acuerdo a principios y convicciones, y no por mero cálculo o estrategia. Integridad porque, sin importar las circunstancias, los principios ético-morales se encuentran por encima de cualquier otro tipo de valores sean económicos, ideológicos o políticos. Tal vez a Marta Moyano la muerte de su hermana a manos del senderismo y los resultados obtenidos por el gobierno de Fujimori influyeron para que se adhiera a la causa naranja, lo cual se puede entender, ya que muchos, incluido el autor de esta nota, votamos por Fujimori en 1995 porque creíamos que debía concluirse el proceso iniciado. No obstante, transcurridos más de diez años de su huida y conocidos los pasajes más oscuros de su gobierno, resulta necio continuar justificando a un régimen que envileció a la sociedad peruana al convencer a parte de ella de que el fin justifica los medios, que los estudiantes de La Cantuta y los asistentes a la pollada en Barrios Altos eran terroristas, que no sabía del Grupo Colina ni de las actividades de Montesinos y, en fin, que si no es mi problema y tengo dinero mejor no preguntar ni interesarme por aquellas víctimas porque de hecho que son terroristas, total, gracias al Chino conseguí un empleo, terminé de construir mi casa y de vez en cuando me caía una donación de alimentos.

La integridad moral del fujimorismo es tan endeble como el plan de gobierno de su líder al momento de asumir la presidencia en 1990 o como las disforzadas arengas de Keiko frente a las enardecidas multitudes color naranja que claman la libertad del ex dictador. Por supuesto que no es patrimonio exclusivo del fujimorismo defender causas éticamente censurables: ello es propio de todas las mentalidades fanáticas que depositan su fe en los dones con los que la providencia —según ellos— haya beneficiado a su líder a quien consideran el único capaz de salvar a la comunidad frente a los peligros que la amenazan. En consecuencia, no es casual que gran parte de movimientos ideológicos y/o políticos tengan como etiqueta una extensión del nombre de su fundador: odriísmo, velasquismo, alanismo, humalismo (que cada vez opaca más al nacionalismo), chavismo, castrismo, etc. Lo que demuestra la historia respecto a estos ismos personalizados por el culto mesiánico es que ascienden rápidamente al poder, se instalan por un tiempo y desaparecen progresivamente porque una vez desaparecido el líder el culto ya no es el mismo, ya que suele suceder que el sucesor no se encuentra a la altura de las circunstancias. A lo sumo pueden perpetuar la devoción por el movimiento mediante el traslado de las capacidades del líder hacia sus descendientes, es decir por herencia dinástica, pero finalmente la euforia de los años iniciales de disuelve en el olvido. Por ello, es importante para los fanáticos mantener vivo al líder, a pesar que la vida lo abandone o la salud le exija retirarse a sus cuarteles de invierno.



El fanatismo fujimorista ha nublado el razonamiento de sus seguidores al grado que la incoherencia entre la palabra y la acción es más que evidente. En un principio, la defensa de Fujimori no impugnó a los jueces que emitieron la sentencia condenatoria; de otro lado, en la previa a la sentencia, la bancada fujimorista con Keiko a la cabeza aseguró que, cualquiera fuera el resultado, respetaría el fallo. Pero, al día siguiente, ella misma vociferaba que el Poder Judicial no servía para nada y que, con esta sentencia, ganaba el terrorismo; Luis Aguinaga y Santiago Fujimori cuestionaban la probidad del juez San Martín a quien descalificaban porque fue destituido durante los primeros días del autogolpe. Es el mismo argumento que Alberto Fujimori utilizó para justificar el autogolpe del 5 de abril: desprestigiar a las instituciones democráticas, movimientos sociales, partidos políticos, intelectuales y a cuanto rival surgiera en el camino. Miente, miente que algo queda. (Expreso y La Razón manejan muy bien este recurso). La democracia no sirve para nada, es sinónimo de caos; los senadores y diputados viven a espaldas de la realidad nacional, ellos son los culpables de que no avancen las reformas; las víctimas de La Cantuta y Barrios Altos eran terroristas; Leonor La Rosa nunca fue torturada y se autoinfirió los maltratos físicos; Montesinos es un funcionario público honorable; el Informe Final de la CVR limpia a los terroristas y maltrata a las Fuerzas Armadas, la PUCP es un reducto de marxistas, etc. La lista es amplia.

Los fujimoristas están moralmente desintegrados. Los guía el pragmatismo, el inmediatismo, la finalidad de los medios, el oportunismo. Lo perverso de una mentalidad pragmática y fanática a la vez es que no autocuestiona sus creencias y solo evalúa su conducta en función de los resultados obtenidos y nunca de las premisas que los originaron. Para ellos, la cifra es más importante que los principios. Menos mal que el ocaso del fujimorismo está en ciernes, sus incondicionales defensoras cuidando nietos, la marea naranja a la expectativa de otro outsider y el destino de todas las facciones fujimoristas en manos de Keiko, Kenyi y Santiago Fujimori: ellos ocuparán el primer lugar en los funerales del fujimorismo y de su fundador.

El doble filo político de Jaime Bayly



FELICITACIONES, JAIME, TE ACABAS DE UNIR A LA "RESERVA MORAL" DEL FUJIMORISMO




Lamentable, vergonzosa e indignante fue la entrevista que Jaime Bayly realizó a Keiko Fujimori el pasado domingo en la víspera de la sentencia a su padre. En varias oportunidades, Bayly ha enfilado sus críticas contra el régimen de Hugo Chávez y Fidel Castro a quienes califica como dictadores. Aparentemente, Bayly es un demócrata que se rasga las vestiduras ante cualquier amenaza totalitaria venga de donde venga, pero este domingo comprobamos que, políticamente, no es más que un provocador oportunista que no tiene reparos en brindar su apoyo al fujimorismo y de congraciarse con la futura candidata de este movimiento en aras de mayor sintonía, a pesar de todas las implicancias que este hecho acarrea.

Tal vez, viniendo de él no debería sorprendernos porque durante la última campaña presidencial aprovechó la sintonía de su programa dominical para agraviar a los seguidores de Ollanta Humala a los que calificó como retardados mentales, ya que, a su modo de ver, vivían en alturas donde el enrarecimiento del aire afectaba su raciocinio. Estas declaraciones en países como España, Inglaterra o, aunque parezca increíble, en Estados Unidos habrían generado una corriente de opinión adversa tan fuerte que no solo se habría cancelado su programa, sino que el canal hubiera tenido que ofrecer las disculpas del caso a la teleaudiencia aparte de las querellas legales que el conductor enfrentaría, al menos en el fuero civil. Ello no ocurre en el Perú porque las instituciones de la sociedad civil no ejercen una influencia decisiva en la población y ello, a su vez, porque dicha población siempre mira hacia otro lado cuando los problemas no le tocan directamente; en pocas palabras, vivimos en una sociedad muy poco o casi nada solidaria con los desposeídos. Todo esto explica por qué las declaraciones racistas de Jaime Bayly, del padre de Lourdes Flores o de Ántero Flórez-Araoz no despiertan mayor indignación en la opinión pública y también explican cómo, a pesar del autogolpe del 5 de abril, La Cantuta, Barrios Altos, felicitación e indulto al Grupo Colina, indemnización millonaria Montesinos y renuncia vía fax existen personas que consideran a Fujimori el mejor presidente de la historia del Perú.


Ahora, el autor de No se lo digas a nadie no duda en brindar públicamente su apoyo a un posible indulto a Fujimori sin tomar en cuenta todo el esfuerzo desplegado por la parte civil, los familiares de las víctimas, el Ministerio Público y la procuraduría anticorrupción en extraditar y llevar a juicio a un ex presidente acusado de violación de derechos humanos entre otros cargos. Tal actitud solo demuestra la pobreza moral de un individuo para quien Alberto Fujimori, en el balance, fue un buen presidente porque arregló la economía, realizó obras y fue el artífice de la derrota del terrorismo. Estas afirmaciones bien las podría sustentar el abogado defensor de un padre de familia acusado de asesinar a su esposa o violar a su hija: trabajador, responsable, brindó una buena educación a sus hijos, cubrió todas las necesidades materiales de su familia, en suma, un padre ejemplar que, en un momento de debilidad, cometió un exceso que no debería hacernos olvidar todo aquello que obtuvo por y para su familia ¿Qué haríamos al saber que la esposa, a sabiendas del abuso del cual era víctima su hija, no hizo algo por remediarlo? ¿Qué deberíamos pensar de ella si tenemos la evidencia de frecuentes abusos a lo largo de los años? ¿Necesitaríamos que alguien nos compruebe de hecho que no tiene culpa alguna? ¿Y qué si la esposa se rinde en elogios públicos ante su marido destacando su entrega por la causa familiar? Estoy seguro que la gran mayoría cerraríamos filas a favor de una pena severa tanto para el autor como para el cómplice y que solo una mente perversa o absolutamente pragmática intentaría ensayar alguna defensa de lo indefendible. No obstante, a Jaime Bayly —y a Ximena Ruiz Rosas, hay que decirlo— no les importa los sacrificios ni el sufrimiento de los familiares de las víctimas de Barrios Altos ni de La Cantuta: a Bayly, en particular, solo le interesa el escándalo inútil y, a fin de cuentas, obtener sintonía a toda costa.

Bayly no es un demócrata ni tampoco es un liberal íntegro ni consecuente. Si lo fuera, criticaría, como lo dijo, a cualquier gobernante que usurpara el poder y atropellara el Estado de Derecho sin importar cuan efectivas hayan resultado las medidas económicas porque ser consecuente se trata de una cuestión de principios, no de fines ni de metas ni de cifras. Y de ninguna manera podría aceptarse como atenuante que la línea de su programa no es seria, que quienes lo ven no lo toman en serio, que sus opiniones son intrascendentes o que no se le puede pedir más a un entrevistador que carece de pretensiones de analista político. Aceptar esto significaría considerar que lo vertido en cualquier medio de comunicación no genera efectos inmediatos en la audiencia sobre todo cuando esta es elevada.

A aquellos que recibimos con beneplácito la sentencia contra Fujimori nos consuela que Bayly haya fracasado en todas las campañas políticas que emprendió: a favor del FREDEMO en 1990, el voto en blanco en 2001, los ataques a Humala y su adhesión a Lourdes Flores en 2006, lo cual demuestra que su apoyo, no siempre solicitado, más que sumar, resta. Además, en lo particular, estoy convencido de que al primer signo de agitación social, Bayly no dudaría en abordar el primer avión a Miami o Madrid.

Desde esta tribuna, solo espero que, en el futuro, Bayly sea menos errático y que se defina claramente porque el doble filo en la política es signo de inmoralidad y oportunismo, del más burdo y cobarde oportunismo.

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