Eifel Ramírez Avilés.
Los sucesos que están ocurriendo en mi universidad quisiera que merezcan ser informados a la comunidad, pues, digo, que lo lamentable es que en otros lugares se informe mal. Intentaré hacer un reportaje de contraparte a la prensa nacional.
Primeros hechos. Desde el año pasado se dio la iniciación de un “By pass” (construcción vial que mejora el transporte público), en una esquina de la Universidad San Marcos. El tráfico de vehículos por ahí es intenso, lo cual hace necesario la obra. Sólo que este by pass, según el proyecto oficial planteado requería un pedazo de tierra para la construcción de una oreja vial. Ésta reemplazaría a un parque que es parte de la universidad, es decir, se cortaría la institución pública para dar paso a la oreja. Aparte, por la paralela de la universidad (av. Universitaria), se cercenarían los muros de ésta para dar paso a calles más amplias. Igual por otra paralela (la av. Venezuela)…: el trabajo se está realizando.
Sin embargo, vienen ahora los problemas. La oreja vial arrancará el parque, pero pasarán automóviles por el costado de nuestra facultad de Derecho; será lo mismo por las paralelas de la universidad: acercará la contaminación sonora a las aulas de estudio. El otro punto es el convenio. Todo el acuerdo de la construcción se ha hecho a espaldas de los estudiantes; ni siquiera firmado el contrato se ha llamado a un referéndum; también, se ha considerado a este parque, donde muchos transitamos, como un “Predio rústico”, siendo todo lo contrario, un “Predio urbano”. Por último, se propuso una “Reformulación del By pass”. No se hizo caso a esta reformulación –que por supuesto, presentaba las garantías necesarias para un mejoramiento del tránsito vehicular-, ni el Rectorado ni la Municipalidad de Lima (los dos contratantes). Desde el año pasado se insistió en esto…: los obreros proseguían.
Segundos hechos. Para los ingenieros ya era necesario cortar el parque, y por tanto, tumbarse los muros de la universidad. Cuando estaba en el comedor, comiendo la cena, varios compañeros vinieron corriendo, yo no escuché al principio: “¡Los tractores están tumbando los muros!” Muchos, dejaron sus platos de comida y corrieron hacia los derrumbes. Yo, llegando a los hechos, vi algunos muros derruidos. “¿Qué pasó?”, inquirí. “Una chica se pegó a los muros y salvó al resto de ellos, delante del tractor”, me respondieron. Creo que nunca se me hubiera imaginado hacer eso, ¡vivan las mujeres! Luego se hicieron vigilias para cuidar los muros, noche y día. La esperanza había renacido. Estaba en juego nuestra casa de estudios, nuestro derecho de estudiar. Rápidamente se tomaron varias facultades (Ciencias Sociales, Derecho, Biología, Letras, Electrónica). Las marchas hacia el Rectorado se intensificaron. Las arengas y pancartas trepaban por cualquier sitio. Las clases estaban paralizadas…: la universidad se hacía cada vez un caos.
Si el derecho de vivir o de morir son verificables en el Perú –aunque yo no daría mucha ratificación-, el derecho de estudiar es algo faltable en su realidad. Porque el derecho de estudiar no es únicamente educación primaria y secundaria obligatorias, sino muchas otras condiciones. Es el caso de las universidades públicas, donde en un país pobre, no puede rendir las expectativas, puesto que para estudiar no sólo necesitas libros, también comida y techo. Y sobre todo, nadie debe venir y violar nuestra autonomía universitaria. El bien puede ser del Estado, pero éste se detiene en una voluntad popular diferente y con garantías legales. Pues la universidad, señor alcalde Castañeda Lossio y vuestro panteón municipal, es de todos, del universo entero. Acá hay lo que se puede tener, quien quiera puede venir y estudiar, no nos lo quite irrazonablemente, ya que le propusimos la Reformulación. Yo, como mis compañeros, queremos ir a nuestras aulas para estudiar y que el único ruido sea lo que el profesor haga y no los motores del costado. Lo que queremos ver, a través de las ventanas, es árboles y palomas, no coches. El derecho de estudiar no es tener solamente una universidad, sino sentirnos bien en ella.
Terceros hechos. Las paralizaciones continúan. No hay clases. Sin embargo, el Rector Izquierdo Vásquez cedió a la protesta y aprobó la Reformulación, por lo menos en teoría. Sólo falta la Municipalidad de Lima. Lo que sí hay de nuevo son los policías, que ya están permanentemente en las puertas de la universidad. Varios grupos de alumnos junto con tres profesores fuimos a realizar clases magistrales cerca de la Municipalidad, en símbolo de protesta. Los policías frustraron tal acto. Decidimos retirarnos por el jr. De la Unión, sólo los alumnos, y arengando. Los policías nos siguieron, nos desviaron. Llegado a un punto, por una esquina, se apareció el famoso “Pinocho” (carro grande que por un conducto lanza chorros de agua). ¿Nos iban a intimidar? Levantamos las manos en son de paz. Al llegar al recodo, ante tal sorpresa de nuestros actos, es decir, el de no atacarlos, no quedó de otra a los policías que hacer funcionar su máquina. Grandes chorros de agua nos azotaron. Les grabamos la escena con los celulares –¡bendita sea la modernidad!-… pero apresaron a nuestro compañero-camarógrafo junto con otros dos. Todos nos dispersamos y volvimos a la universidad, donde se llevaba a cabo una batalla campal. El conflicto fue entre obreros y estudiantes, vinieron la policía, fue luego entre ésta y nosotros. Los universitarios desde adentro tiraban piedras a los de afuera. Yo no hice eso. Pero la razón de los sanmarquinos fue que los obreros capturaron a un compañero y lo llenaron de puños, y para peor, los policías se llevaron al compañero atacado. Me parece indignante. Al siguiente día se anunció una marcha a las calles de todos los estudiantes. Nunca vi tanta San Marcos unida. Avanzamos pero los policías ya estaban en las puertas con su Pinocho. “La marcha era ilegal”, era el argumento de los inspectores*. Es cierto. Pero, inspectores, la ilegalidad se acaba con un derecho. Vuestro contrato es también ilegal: a espaldas de los estudiantes y la no aceptabilidad de revisión de un convenio que afecta gravemente a una de las partes. ¿Desea acaso que les vayamos a pedir por favor para salir a las calles? A manos alzadas intentamos pasar, yo con algunos compañeros lo logramos, estando luego detrás de los policías. Me tocó ver lo malo que piensan estos hombres de verde. Vi inspectores que llamaban refuerzos, vi cómo un verde gigantón le arrebata abusivamente una pancarta a mi compañero, vi cómo uno le decía al chofer de Pinocho: ´´Échales agua a estos miserables´´… Qué les costaba señores policías ponerse a un lado y no provocar. A mano alzada se intentaba avanzar pero inmediatamente los hombres verdes respondieron con sus golpes a palo. Vi cómo le pegaban con uno de esos al estómago de una chica. Reclamamos, y otra batalla campal empezó. El Pinocho actuó y las bombas lacrimógenas trepidaban ya por los cielos. Desde dentro de la universidad respondieron los radicales con sus piedras, que sólo atacaban hombres de verde. Éstos tiraban contra cualquiera. Burdos, los gorilas, orgullosos y necios, nunca pensaron en dejar a los estudiantes marchar y evitar estos vandalismos. Los inspectores, inteligentes, pudieron retirar las tropas a una distancia considerable; sólo que cogitaron en función de que Lima es ahora una ciudad perfecta, sin protestas. Después de más de una hora de ataque y contraataque, inteligentemente, los inspectores ordenaron la entrada de los gorilas, sus monigotes, a la universidad. Invadieron éstos hasta llegar al comedor, donde algunos alumnos comían su almuerzo. Obviamente, los gorilas no razonaron, y lanzaron bombas lacrimógenas a un lugar ¡cerrado! ¿Imaginaron que en el comedor se habían atrincherado? Los que estaban ahí respondieron a platanazos. Los que aún no sabían de la situación eran expulsados por los gorilas –policías que me refiero sólo a estos hechos-¡Oh! cuándo hacías entrar en razón a uno de éstos, no había más respuesta que una majadería o un palo enfrente de tu cabeza.
Nuestra dignidad y derecho de estudiar se reducen en estos momentos a esos muros, que ahora ya no nos parecen meros ladrillos pegados sino partes de nuestro cuerpo. La prensa peruana –que tanto pedía no prensarse** en tiempos de la dictadura- se prensa a ella misma: “Los estudiantes son los revoltosos y la policía hace bien en detenerlos". Señor alcalde Castañeda y el panteón municipal, señores inspectores, toda Lima quiere ser moderna. ¡Hagan de Lima un París! Pero no se metan con la Universidad y con un derecho. El Perú y el universo se los agradecerá. De lo contrario, tampoco San Marcos agachará la cabeza, ustedes, serán parte de su historia negra y cada alumno los tendrán en cuenta al juzgarlos moralmente, y no les aconsejaría entrar a ella, pues verán caricaturas, esperpentos, escenas graciosas, sacadas de vuestras contexturas, pintadas por mucha paredes.
No voy a acabar con una frase de algún autor famoso, sino con algo sacado de los corazones de los estudiantes cuando alzábamos las manos:
“¡No somos delincuentes, somos estudiantes!”
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* Inspectores son los dirigentes de los guardias policiales. O también los que perteneces al Servicio de Inteligencia.
** Del verbo prensar.
Eifel Ramírez Avilés.
Los sucesos que están ocurriendo en mi universidad quisiera que merezcan ser informados a la comunidad, pues, digo, que lo lamentable es que en otros lugares se informe mal. Intentaré hacer un reportaje de contraparte a la prensa nacional.
Primeros hechos. Desde el año pasado se dio la iniciación de un “By pass” (construcción vial que mejora el transporte público), en una esquina de la Universidad San Marcos. El tráfico de vehículos por ahí es intenso, lo cual hace necesario la obra. Sólo que este by pass, según el proyecto oficial planteado requería un pedazo de tierra para la construcción de una oreja vial. Ésta reemplazaría a un parque que es parte de la universidad, es decir, se cortaría la institución pública para dar paso a la oreja. Aparte, por la paralela de la universidad (av. Universitaria), se cercenarían los muros de ésta para dar paso a calles más amplias. Igual por otra paralela (la av. Venezuela)…: el trabajo se está realizando.
Sin embargo, vienen ahora los problemas. La oreja vial arrancará el parque, pero pasarán automóviles por el costado de nuestra facultad de Derecho; será lo mismo por las paralelas de la universidad: acercará la contaminación sonora a las aulas de estudio. El otro punto es el convenio. Todo el acuerdo de la construcción se ha hecho a espaldas de los estudiantes; ni siquiera firmado el contrato se ha llamado a un referéndum; también, se ha considerado a este parque, donde muchos transitamos, como un “Predio rústico”, siendo todo lo contrario, un “Predio urbano”. Por último, se propuso una “Reformulación del By pass”. No se hizo caso a esta reformulación –que por supuesto, presentaba las garantías necesarias para un mejoramiento del tránsito vehicular-, ni el Rectorado ni la Municipalidad de Lima (los dos contratantes). Desde el año pasado se insistió en esto…: los obreros proseguían.
Segundos hechos. Para los ingenieros ya era necesario cortar el parque, y por tanto, tumbarse los muros de la universidad. Cuando estaba en el comedor, comiendo la cena, varios compañeros vinieron corriendo, yo no escuché al principio: “¡Los tractores están tumbando los muros!” Muchos, dejaron sus platos de comida y corrieron hacia los derrumbes. Yo, llegando a los hechos, vi algunos muros derruidos. “¿Qué pasó?”, inquirí. “Una chica se pegó a los muros y salvó al resto de ellos, delante del tractor”, me respondieron. Creo que nunca se me hubiera imaginado hacer eso, ¡vivan las mujeres! Luego se hicieron vigilias para cuidar los muros, noche y día. La esperanza había renacido. Estaba en juego nuestra casa de estudios, nuestro derecho de estudiar. Rápidamente se tomaron varias facultades (Ciencias Sociales, Derecho, Biología, Letras, Electrónica). Las marchas hacia el Rectorado se intensificaron. Las arengas y pancartas trepaban por cualquier sitio. Las clases estaban paralizadas…: la universidad se hacía cada vez un caos.
Si el derecho de vivir o de morir son verificables en el Perú –aunque yo no daría mucha ratificación-, el derecho de estudiar es algo faltable en su realidad. Porque el derecho de estudiar no es únicamente educación primaria y secundaria obligatorias, sino muchas otras condiciones. Es el caso de las universidades públicas, donde en un país pobre, no puede rendir las expectativas, puesto que para estudiar no sólo necesitas libros, también comida y techo. Y sobre todo, nadie debe venir y violar nuestra autonomía universitaria. El bien puede ser del Estado, pero éste se detiene en una voluntad popular diferente y con garantías legales. Pues la universidad, señor alcalde Castañeda Lossio y vuestro panteón municipal, es de todos, del universo entero. Acá hay lo que se puede tener, quien quiera puede venir y estudiar, no nos lo quite irrazonablemente, ya que le propusimos la Reformulación. Yo, como mis compañeros, queremos ir a nuestras aulas para estudiar y que el único ruido sea lo que el profesor haga y no los motores del costado. Lo que queremos ver, a través de las ventanas, es árboles y palomas, no coches. El derecho de estudiar no es tener solamente una universidad, sino sentirnos bien en ella.
Terceros hechos. Las paralizaciones continúan. No hay clases. Sin embargo, el Rector Izquierdo Vásquez cedió a la protesta y aprobó la Reformulación, por lo menos en teoría. Sólo falta la Municipalidad de Lima. Lo que sí hay de nuevo son los policías, que ya están permanentemente en las puertas de la universidad. Varios grupos de alumnos junto con tres profesores fuimos a realizar clases magistrales cerca de la Municipalidad, en símbolo de protesta. Los policías frustraron tal acto. Decidimos retirarnos por el jr. De la Unión, sólo los alumnos, y arengando. Los policías nos siguieron, nos desviaron. Llegado a un punto, por una esquina, se apareció el famoso “Pinocho” (carro grande que por un conducto lanza chorros de agua). ¿Nos iban a intimidar? Levantamos las manos en son de paz. Al llegar al recodo, ante tal sorpresa de nuestros actos, es decir, el de no atacarlos, no quedó de otra a los policías que hacer funcionar su máquina. Grandes chorros de agua nos azotaron. Les grabamos la escena con los celulares –¡bendita sea la modernidad!-… pero apresaron a nuestro compañero-camarógrafo junto con otros dos. Todos nos dispersamos y volvimos a la universidad, donde se llevaba a cabo una batalla campal. El conflicto fue entre obreros y estudiantes, vinieron la policía, fue luego entre ésta y nosotros. Los universitarios desde adentro tiraban piedras a los de afuera. Yo no hice eso. Pero la razón de los sanmarquinos fue que los obreros capturaron a un compañero y lo llenaron de puños, y para peor, los policías se llevaron al compañero atacado. Me parece indignante. Al siguiente día se anunció una marcha a las calles de todos los estudiantes. Nunca vi tanta San Marcos unida. Avanzamos pero los policías ya estaban en las puertas con su Pinocho. “La marcha era ilegal”, era el argumento de los inspectores*. Es cierto. Pero, inspectores, la ilegalidad se acaba con un derecho. Vuestro contrato es también ilegal: a espaldas de los estudiantes y la no aceptabilidad de revisión de un convenio que afecta gravemente a una de las partes. ¿Desea acaso que les vayamos a pedir por favor para salir a las calles? A manos alzadas intentamos pasar, yo con algunos compañeros lo logramos, estando luego detrás de los policías. Me tocó ver lo malo que piensan estos hombres de verde. Vi inspectores que llamaban refuerzos, vi cómo un verde gigantón le arrebata abusivamente una pancarta a mi compañero, vi cómo uno le decía al chofer de Pinocho: ´´Échales agua a estos miserables´´… Qué les costaba señores policías ponerse a un lado y no provocar. A mano alzada se intentaba avanzar pero inmediatamente los hombres verdes respondieron con sus golpes a palo. Vi cómo le pegaban con uno de esos al estómago de una chica. Reclamamos, y otra batalla campal empezó. El Pinocho actuó y las bombas lacrimógenas trepidaban ya por los cielos. Desde dentro de la universidad respondieron los radicales con sus piedras, que sólo atacaban hombres de verde. Éstos tiraban contra cualquiera. Burdos, los gorilas, orgullosos y necios, nunca pensaron en dejar a los estudiantes marchar y evitar estos vandalismos. Los inspectores, inteligentes, pudieron retirar las tropas a una distancia considerable; sólo que cogitaron en función de que Lima es ahora una ciudad perfecta, sin protestas. Después de más de una hora de ataque y contraataque, inteligentemente, los inspectores ordenaron la entrada de los gorilas, sus monigotes, a la universidad. Invadieron éstos hasta llegar al comedor, donde algunos alumnos comían su almuerzo. Obviamente, los gorilas no razonaron, y lanzaron bombas lacrimógenas a un lugar ¡cerrado! ¿Imaginaron que en el comedor se habían atrincherado? Los que estaban ahí respondieron a platanazos. Los que aún no sabían de la situación eran expulsados por los gorilas –policías que me refiero sólo a estos hechos-¡Oh! cuándo hacías entrar en razón a uno de éstos, no había más respuesta que una majadería o un palo enfrente de tu cabeza.
Nuestra dignidad y derecho de estudiar se reducen en estos momentos a esos muros, que ahora ya no nos parecen meros ladrillos pegados sino partes de nuestro cuerpo. La prensa peruana –que tanto pedía no prensarse** en tiempos de la dictadura- se prensa a ella misma: “Los estudiantes son los revoltosos y la policía hace bien en detenerlos". Señor alcalde Castañeda y el panteón municipal, señores inspectores, toda Lima quiere ser moderna. ¡Hagan de Lima un París! Pero no se metan con la Universidad y con un derecho. El Perú y el universo se los agradecerá. De lo contrario, tampoco San Marcos agachará la cabeza, ustedes, serán parte de su historia negra y cada alumno los tendrán en cuenta al juzgarlos moralmente, y no les aconsejaría entrar a ella, pues verán caricaturas, esperpentos, escenas graciosas, sacadas de vuestras contexturas, pintadas por mucha paredes.
No voy a acabar con una frase de algún autor famoso, sino con algo sacado de los corazones de los estudiantes cuando alzábamos las manos:
“¡No somos delincuentes, somos estudiantes!”
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* Inspectores son los dirigentes de los guardias policiales. O también los que perteneces al Servicio de Inteligencia.
** Del verbo prensar.
Eifel Ramírez Avilés.
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