lunes, octubre 27, 2008

Una izquierda democrática y renovada



¿Qué es ser de izquierda?
Nicolás Lynch Gamero
Sonimágenes, 2005

Arturo Caballero Medina

A menudo, recibo encendidos comentarios luego de escribir sobre derechos humanos, la Comisión de la Verdad, Fujimori, la PUCP y Cipriani, y temas afines. En dichos comentarios, esta tribuna ha sido calificada por algún lector como “una más de las que se presta al juego de la izquierda podrida”. En diversas oportunidades, respondí a todas aquellas críticas injustas y desinformadas, no porque solamente quisiera deslindar cualquier apoyo a cierto sector de la izquierda, sino porque esta no existe como un bloque homogéneo, lo cual es un problema histórico que enfrenta desde el instante en que se constituyó como alternativa política, y porque, en consecuencia, existe, efectivamente, un sector progresista y otro retrógrado.



El libro de Nicolás Lynch brinda, en este sentido, una clara comprensión de lo que significa la propuesta de la nueva izquierda en el Perú y el mundo después de la caída del Muro de Berlín, de la debacle del bloque socialista y la Unión Soviética, de la transición de China hacia la economía de libre mercado dirigida por el Partido Comunista y de las dos décadas de violencia terrorista en el Perú. Nicolás Lynch escribe con conocimiento de causa: fue militante socialista durante los años universitarios en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, allá por los setentas. Tuvo una destacada participación en la Izquierda Unida y en los movimientos que se opusieron al fujimorato. Su última participación en la gestión pública fue como Ministro de Educación durante el gobierno de Alejandro Toledo. Actualmente, impulsa la conjunción de los grupos de izquierda a través del Partido Democrático Descentralista con el objetivo de fundar una opción socialista renovada en nuestro país.

El libro reúne una serie de ensayos publicados en diferentes revistas pero que confluyen en el mismo tema: la renovación democrática del pensamiento de izquierda, lo cual implica hacer una clara distinción entre la izquierda democrática y la autoritaria (o reaccionaria) y la discusión de nuevas alternativas a la hegemonía neoliberal. Como indica el autor en el prólogo, este proyecto de renovación de la izquierda enfrenta, por un lado, la resistencia de la derecha neoliberal, liberal en lo económico mas no en lo político y defensora de una democracia precaria toda vez que, cuando exige orden, suele estar tentada de tocar la puerta de los cuarteles; y por el otro, a la izquierda autoritaria que persiste en defender algunos postulados que la realidad histórica ha pulverizado como la lucha de clases o la revolución armada.

En un panorama en el que el neoliberalismo aparece como solitario vencedor, aparentemente la izquierda carecería de toda razón de ser. Así lo confirmarían la expansión de la globalización en clave neoliberal, el crecimiento macroeconómico y la confianza de la opinión pública en la democracia liberal representativa. Sin embargo, estos resultados alentadores en el Primer Mundo, poseen un correlato adverso en los países subdesarrollados: crecimiento económico focalizado en las urbes y en sectores sociales privilegiados, concentración de la riqueza en enclaves económicos en perjuicio de las comunidades aledañas, la tentación militarista y populista —creencia de que la “mano dura” sigue siendo la solución a los problemas nacionales y que el ascenso al poder consiste solo en empeñar la palabra para desentenderse luego—. Todo esto indica que la democracia del siglo veintiuno será diferente a la de los ochenta y noventa. Sin ir muy lejos la conciencia planetaria producto del cambio climático nos conduce a replantear la relación entre los modos de producción y el medio ambiente. La ciudadanía mundial es cada vez más sensible a lo que sucede en otras partes del mundo, lo cual evidencia que la participación ciudadana es un elemento importante en la constitución de una plena democracia que trascienda lo meramente formal de la elección periódica de un representante.

Por todo esto, el neoliberalismo no puede formar parte de la solución porque es el agente que provoca el problema: desigualdad y concentración de la riqueza. Una alternativa renovada desde la izquierda democrática que recoja lo mejor del liberalismo político y económico sin claudicar a la igualdad, la justicia social, la libertad y la solidaridad no significa, en modo alguno, traicionar a aquellos ideales con los que nació el pensamiento de izquierda de la mano de la modernidad. La desigualdad social, la precariedad de la democracia y el resurgimiento de movimientos radicales justifican hacer un deslinde de lo que significa ser de izquierda hoy en día en el Perú y el mundo.

El primer ensayo “¿Qué es ser de izquierda?” inicia un recorrido histórico con la finalidad de delimitar el justo sentido de lo que significa ser de izquierda. Mucho antes de la formación de los partidos socialistas, comunistas, socialdemócratas y anarquistas, el pensamiento de izquierda propuso la consecución de la justicia social y la democracia, es decir, un cambio social frente al orden absolutista establecido. En primer momento, este cambio estuvo dirigido por las revoluciones burguesas que lucharon contra el absolutismo para establecer una nueva forma de gobierno basada en la democracia representativa. En un segundo momento, a inicios del siglo XX, el pensamiento de izquierda fue asumido por la clase obrera y por los sectores sociales sumidos en la explotación capitalista, posición desde la cual definieron la lucha de la izquierda mediante la lucha de clases, la dictadura del proletariado y la revolución armada. Luego de la caída del muro de Berlín, la izquierda experimentó un drástico reacomodo producto de cual retomó aquellos principios que fueron relegados, paradójicamente, en su etapa de mayor expansión: la libertad y la democracia. Derechos humanos y el respeto a la diferencia de las identidades culturales entran a formar parte de la agenda de la nueva izquierda que, en alguna medida, estuvieron presentes en las formulaciones de los teóricos de la crítica cultural de los sesenta y setenta como Michel Foucault, Julia Kristeva y Jacques Derrida entre otros y que continua en Slavoj Zizek, Ernesto Laclau y Judith Butler por citar algunos ejemplos.

El sentido de la libertad que acentúa la nueva izquierda no es solo el de la libertad negativa —como la definió Isaiah Berlin— entendida como la no interferencia del Estado en los asuntos de interés individual, sino también la positiva, es decir “el esfuerzo porque la colectividad garantice el bienestar de los individuos por su sola condición de seres humanos” (15). Las desavenencias surgieron al momento que los partidos de izquierda decidían como debía desarrollarse el cambio social: mediante reformas progresivas (socialdemocracia), o a través de la revolución y la lucha de clases (comunismo). Esta última tendencia obtuvo mayor resonancia histórica y fue la responsable de las tropelías cometidas contra los que pensaban distinto: sus variantes estalinista, maoísta, polpotiana, castrista y senderista así lo constatan. El resultado des esta división fueron los graves distanciamientos y derrotas de los movimientos progresistas y de trabajadores en general.

La caída de muro de Berlín, apunta Lynch, debe servir para que la izquierda supere el ese fraccionamiento histórico que derivó en pugnas internas por el poder y sobre todo para ofrecer una imagen real acerca de lo que significa ser de izquierda basado en la recuperación de los ideales originales, algunos de ellos, olvidados y tergiversados durante el gran parte del siglo XX. “Fracasada la vía revolucionaria y sus métodos violentos para alcanzar y mantenerse en el poder, queda el camino reformista y pacífico que se ha demostrado en el siglo XX como el más eficaz para el logro y la permanencia de las conquistas sociales y democráticas” (18).

De otro lado, la nueva izquierda no encuentra contradicción entre la economía de libre mercado, la cual reconoce como un agente importante en el desarrollo de una nación, y la justa redistribución de la riqueza. También, al igual que los liberales clásicos, busca un equilibrio entre libertades políticas y libertades económicas. Asimismo, entiende que la desigualdad no es solo económica, sino que posee otras dimensiones de carácter cultural como la discriminación racial, de género, religiosa, etc. Estas identidades ya estaban presentes en la teoría crítica, en los estudios culturales y dentro de las teorías posmodernas durante los sesenta y setenta. Al parecer, la teoría cultural avizoró anticipadamente aquello que la teoría política recién experimentaría a inicios de los noventa.

Lynch destaca que el nuevo pensamiento de la izquierda se opone a modelo capitalista neoliberal (algo que Chomsky explica muy bien en El gobierno en el futuro) “pero no al capitalismo como tal, con la adecuada regulación y planificación indicativa de la autoridad pública correspondiente” (24). Pero si el desarrollo capitalista no se desprende de su carácter feudal y oligárquico, no cumplirá ese papel progresista que vincula a los menos favorecidos con las fuerzas productivas, sino que consolidará las desigualdades y la exclusión social. El poder económico de las corporaciones capitalistas no debe establecer el derrotero de las políticas de Estado.

El ensayo finaliza con un balance de la actuación de los principales movimientos políticos de izquierda en el Perú, tanto los democráticos como los que iniciaron la lucha armada contra el Estado democrático. La conclusión de Lynch es que el APRA y la izquierda marxista se enfrascaron en una lucha fratricida que fortaleció a las dictaduras militares apoyadas por la burguesía conservadora. Por su parte, Sendero Luminoso y el MRTA contribuyeron a desprestigiar aún más a los partidos de izquierda que sumidos en el fraccionamiento y las luchas intestinas no representaron para la ciudadanía una alternativa de solución. Esto conllevó a que todo proyecto revolucionario fuera identificado como proveniente de la izquierda, cuando, en realidad, como sostiene Slavoj Zizek en ¿Quién dijo totalitarismo? los proyectos de izquierda no siempre están vinculados a planteamientos radicales y viceversa, sino veamos la España de Felipe González, las socialdemocracias de los países nórdicos o la concertación de centro e izquierda en Chile.

Respecto a las estrategias revolucionarias de la izquierda, esta no estuvo exenta de la tentación caudillista como método para posicionarse dentro de las masas. La recurrencia a líderes carismáticos unas veces y románticos en otras favoreció el culto al líder más que la discusión de las ideas y generó una corriente de devotos más que de seguidores deliberantes. Los movimientos populares organizados fueron una respuesta a la ineficacia de la izquierda y de los partidos políticos, en general, para traducir sus demandas. El resultado fue la aparición de frentes cívicos regionales y organizaciones sociales que en apariencia recogían las inquietudes de sus localidades pero que, en muchas ocasiones, se adherían al partido político predominante o procuraban constituirse en uno. El ascenso del populismo a la escena política motiva una reflexión necesaria. El populismo no es consustancial a la izquierda, prueba de ello es que el fujimorato basó su permanencia en el poder apelando al populismo y ejerciendo el autoritarismo simultáneamente, a la vez que recibía el apoyo de una derecha expectante por recuperar los espacios de poder perdidos en 1990.

Lynch destaca la importancia de la refundación democrática del Perú, la cual contempla la participación activa de la sociedad civil y de los poderes locales y regionales. Dicha refundación no será posible mientras el libre mercado continúe siendo un generador de desigualdades y que el empresariado capitalista se preocupe solo por el Estado de Derecho cuando este garantiza sus inversiones pero no cuando se vulneran los derechos de los trabajadores. Culmina invocando a todos los sectores de izquierda (marxista, cristiano, socialista, humanista o populista) a unir esfuerzos por conformar un bloque que retome los postulados primigenios de la izquierda: igualdad, justicia social, libertad y solidaridad.

El resto de ensayos desarrollan las principales líneas trazadas en el prólogo: “Izquierda autoritaria e izquierda democrática” esclarece las diferencias entre la opción revolucionaria y la reformista dentro de la izquierda; “La refundación republicana del Perú”, ensayo plantea la necesidad de transformar las estructuras del Estado para que este sea verdaderamente democrático, pluralista y multicultural; “Por un Partido Socialista para cambiar democráticamente al Perú” constituye una importante reflexión autocrítica acerca de los errores históricos de la izquierda en el Perú así como un balance de sus aportes a la democratización de la sociedad peruana. La relación de la nueva izquierda con su tradición ideológica es de ruptura y continuidad: se abandonan las reivindicaciones violentistas y antidemocráticas, pero se mantienen los ideales originarios antes mencionados; y el último “Resignificar el socialismo en el Perú” propone cambiar el significado de lo que tradicionalmente se ha entendido como socialismo en el Perú —lucha armada, totalitarismo, revolución— con el propósito de dialogar con la sociedad civil que, en su mayoría, aún identifica al socialismo y a la izquierda con opciones violentistas. Este ensayo culmina con un listado de los principales lineamientos del socialismo democrático: democratización social, Estado social y democrático de derecho, economía social de mercado, pacificación nacional y globalización de la democracia entre otros puntos.

La difusión de esta colección de ensayos, en la actualidad, es muy importante porque trata temas sobre los cuales existe una gran desinformación como la posibilidad de un proyecto de izquierda en el Perú como alternativa para superar la desigualdad y la exclusión, y la necesaria distinción de este proyecto frente a las posturas extremistas de izquierda. Lynch expone con claridad sus argumentos y, como debe ser, de manera didáctica desarrolla sus ideas para que todo aquel interesado en el tema pueda comprenderlo. Y es que algunos intelectuales de izquierda parece que solo escriben para su comunidad académica y no deliberan con las masas. Sus estudios no trascienden las cuatro paredes de su aula o del congreso donde dialogan con sus alumnos y colegas, pero no con el ciudadano de a pie. Por ello, es destacable que el autor no se haya detenido mucho en cuestiones relativas a especialistas que podrían desalentar al lector no versado en teoría política, sociología, historia o filosofía.
Además, aunque no lo expresa directamente, en algunos pasajes de los ensayos, se infiere que el socialismo contemporáneo y el liberalismo clásico poseen más puntos de encuentro que de divergencia: respeto a las libertades individuales, reconocimiento de la importancia del libre mercado, equilibrio entre libertades políticas y libertades económicas, pluralismo cultural, tolerancia y valoración de la diversidad

Sin embargo, la razón más importante por la cual recomiendo la lectura de este libro es que sirve para demostrar que “no toda la izquierda está podrida” y que existen algunos socialistas modernos y moralmente íntegros que aceptan los errores históricos de una izquierda que ya no cree que “el poder nace del fusil” ni que tampoco la democracia depende exclusivamente del crecimiento económico o de periódicas consultas electorales, sino, además, de la inclusión social y de una redistribución justa de la riqueza. Al respecto Lynch no tiene reparos en exigir un mea culpa a todos aquellos que, en alguna circunstancia, avalaron los excesos del totalitarismo marxista-leninista.

En las actuales circunstancias en que la crisis económica adquiere dimensiones planetarias y cuando se oyen algunas voces que decretan la muerte del capitalismo neoliberal y del libre mercado, el libro de Lynch representa una lectura obligatoria para comprender como es que la socialdemocracia puede ayudar a replantear los modelos que la realidad histórica demuestra que se están agotando. ¿Reflexionarán los neoliberales dogmáticos antes que sea demasiado tarde o esperarán asistir a su propia debacle como los comunistas de Europa Oriental en los 90? Me parece que la revancha de los socialistas está en ciernes. Solo espero que esta vez no desaprovechen la oportunidad.

miércoles, octubre 15, 2008

¿Qué le espera a Yehude Simon?


Los avatares políticos del nuevo Primer Ministro

Arturo Caballero
acaballerom@pucp.edu.pe

El escándalo de los petroaudios tuvo como epílogo la renuncia del gabinete Del Castillo y el nombramiento de Yehude Simon como primer ministro de un nuevo gabinete parcialmente integrado por algunos ministros de la anterior gestión. La figura de Yehude Simon ha generado inmediatas reacciones algo más favorables que adversas, lo cual muestra que, en apariencia, existe cierto consenso en torno a su nombramiento. Sin embargo, vale la pena analizar las dificultades que enfrentará tanto al interior como fuera del oficialismo y la proyección que este nuevo cargo le permite alcanzar, al que fuera hasta hace unos días presidente regional de Lambayeque, de cara a las elecciones generales del 2011.

En primer lugar, la designación de Simon parece obedecer a la necesidad de brindar una nueva imagen del gobierno ante las regiones —cuya convulsión social venía acrecentándose y que menguó un poco debido a la atención que concentró el escándalo de los petroaudios— y ante los movimientos gremiales mediante una señal de apertura, es decir, colocando en un lugar expectante a un personaje político de izquierda con una gestión destacada en la presidencia regional y de perfil conciliador. Si algo caracteriza a Simon es precisamente su actual talante moderado. En reiteradas oportunidades, deslindó posturas frente a las alucinadas propuestas separatistas de Hernán Fuentes, presidente regional de Puno, y siempre fue partícipe de un entendimiento alturado entre el Ejecutivo y los presidentes regionales. Recordemos que intervino activamente en las reuniones para distender las relaciones entre estos últimos.

Un primer resultado favorable es que los médicos han manifestado que flexibilizarán su pliego de reclamos salariales. A diferencia de Hernán Garrido Lecca quien absurdamente mantuvo una actitud provocadora y confrontacional contra los médicos, Simon proyecta la imagen de un político más dispuesto al diálogo. Al respecto, Del Castillo se fue agotando a medida que iba resolviendo los entuertos de sus ministros, en una labor que excedía sus funciones: recuerden el acta firmada por el ex ministro de agricultura con los cocaleros de la Selva Central; el Moqueguazo; la protesta de las comunidades indígenas y las huelgas y protestas en la sierra sur por mencionar algunos sucesos. Esperemos que Simon haya aprendido del desgaste de su antecesor; al menos no tendrá más a Alva Castro por quien deba dar justificaciones.

Asimismo, su designación podría ser una estrategia para obtener mayor ascendencia sobre los movimientos radicales de izquierda a los que se atribuye la agitación social en provincias. No obstante, considero complicado que pueda persuadir por igual a todas aquellas facciones de la izquierda que sobreviven atomizadas en tantos grupúsculos que solo son visibles cuando se acerca una cumbre internacional. Pero creo que sí puede ser el enganche necesario para tender puentes entre el gobierno —prescindiendo de ese sector conservador compuesto por el fujimorismo y la derecha— y las asociaciones pro derechos humanos, ONGs, CVR y demás organizaciones de la sociedad civil que esperan un rol más comprometido del actual gobierno respecto a las reparaciones a las víctimas del terrorismo.



Simón tiene mucho pan por rebanar en este tema si se trata de lidiar contra Giampietri, Cipriani (quien no es funcionario público pero que en sus sermones se las arregla para lanzar reprimendas a las ONG y a la CVR), Rafael Rey, Carlos Raffo, Lourdes Alcorta y la trilogía fujiderechista conservadora y pseudoliberal de La Razón, Correo y Expreso quienes desde ya enfilarán sus baterías contra un político de izquierda como él y del cual no se cansarán de enrostrarle su pasado radical.

Temo que Simon confíe demasiado en las buenas intenciones de sus contendores políticos y que, en aras del entendimiento, ofrezca muchas concesiones. Es sabido que quien asume un poder con el cual discrepaba, aunque sea en parte, pierde independencia. Me resulta atractiva la idea de que el APRA comparta la escena con un hombre de izquierda que no representa para nada hoy en día una opción anacrónica, sino, más bien, una renovada alternativa de izquierda, mucho más propositiva de la que encontramos en el nacionalismo de Humala o en las cada vez más disueltas facciones que suelen juntarse de vez en cuando. Puede ser el equilibrio que el APRA necesita para repensar su posición en la esfera política nacional y para que recupere ese espíritu social que ha perdido al cobijar al fujimorismo y a la derecha. Es decir, para que se den cuenta de que la socialdemocracia en el Perú debería estar representada por ellos. Ya lo mencionó una vez el propio Jorge Del Castillo: “la izquierda democrática en el Perú es el APRA”. Es hora entonces de demostrarlo con gestos.

No sabemos que hará Yehude Simon una vez terminada su gestión: si integrará una plancha presidencial aprista o si será candidato de su propio partido. Lo cierto es que marchará decidido a la postulación presidencial. De suceder lo primero no le auguro un resultado muy favorable, puesto que la estrategia de García será usar de salvavidas a Simón para darse un respiro: si esta renovación le funciona, la utilizará hasta que reacomode sus piezas, pero de ninguna manera sacrificará a sus cuadros partidarios para cederle paso un hombre de izquierda. De suceder lo segundo, lo mejor que podría pasar es que Simon aglutine a las fuerzas de centro para formar un bloque sólido el 2011 que pueda contrarrestrar la tentación fujimoristas y autoritarias de recuperar el poder y los saltos al vacío que representan los radicalismos populistas.

En fin, si de verdad Yehude Simon desea aprovechar esta oportunidad debe pensar más allá de la vitrina electoral que el cargo le ofrece y distanciarse prudentemente del oficialismo cuando llegue el momento. Simon tiene la oportunidad de recomponer a la izquierda democrática en un partido de centro que comience a participar activamente en la política nacional deliberando con el ciudadano de a pie, haciendo pedagogía política y asumiendo —si es el caso, de manera individual— el costo de un pasado izquierdista radical, pero con miras a un futuro en el que la justicia social y el progreso económico no estén reñidos.

lunes, octubre 13, 2008

Indefiniciones políticas. Sobre el artículo de Luis Carlos Malca




Arturo Caballero
(Recomiendo leer antes el post de Gonzalo Gamio sobre el particular y el artículo de Malca)

Desde hace algunos meses tenía previsto escribir un ensayo sobre cuyo título precisamente era La izquierda reaccionaria. Lo hacía con una intención distinta a la de Luis Carlos Malca, es decir, no para proponer un cambio de términos, sino para distinguir el trigo de la paja. Es que uno de los retos que enfrenta la nueva izquierda, así como la vieja guardia, es la fragmentación interna; en contraste con el espíritu de cuerpo que mayormente caracteriza a los bloques conservadores, reaccionarios y de derecha, la izquierda ha tenido que lidiar sobre todo contra las facciones que amenazaban diluirla en un sinfin de partículas en torno a un líder.

En el artículo "Izquierda reaccionaria", Malca sostiene que el término izquierda caviar debe cambiarse por el de izquierda reaccionaria. Supuestamente esta es la postura que pretende demostrar. Sin embargo, no logra este cometido ni expone los argumentos que persuadan de la validez de su postura. Veámoslo a continuación

Primero, describe a los integrantes de la izquierda caviar como un grupo elitista identificado claramente con una clase social económicamente privilegiada y de piel blanca. De esto último se deduce que los caviares poseen cierto poder que utilizan para refrendar la validez de sus propuestas, lo cual entra en contradicción con lo mencionado por Malca en el mismo texto, o sea, que la izquierda caviar es un grupo indeterminado. ¿Los caviares son un grupo selecto, exclusivo, identificable y diferenciable o son una masa informe e indeterminada? Asimismo, apelar al calificativo de "gente bien" para validar su crítica a los caviares no es un recurso que logre convencer porque en nada esclarece el debate en torno al rol de los cuestionados caviares: lo que hace es retransmitir un prejuicio que, como todo enunciado de ese tipo posee la eficacia de la pincelada efectista y sonora, pero carece de la necesaria profundidad para explicar las debilidades de la propuesta contraria. Si Malca, con mayor tranquilidad hubiera diseñado un análisis suscinto de ideas, habría evitado recurrir a la personalización de adjetivos como suele hacerlo Andrés Bedoya Ugarteche, Aldo Mariátegui, Rafael Romero o Uri Ben Schmuel. Estoy seguro que ni siquiera Eduardo Hernando Nieto ni cualquier otro representante de la derecha pensante podría ampararse en las opiniones de los periodistas antes mencionados; así como, difícilmente, aquellos que nos definimos de izquierda podríamos suscribir los exabruptos de Hugo Chávez o las transnochadas opiniones de Roberto Ledesma.

Otro error de Malca es grupalizar a los sujetos que critica bajo una misma etiqueta (al igual que aquellos que piensan que Humala o Chávez son de izquierda o que representan a la izquierda. Error muy frecuente cuando se abarca un cuerpo muy amplio y por encima de cualquier posibilidad de definición. ¿Quiénes son los destinatarios de la crítica de Malca? Solo leemos adjetivos ya consignados en la trilogía ultraconservadora del periodismo que le hace un flaco favor a los intelectuales de derecha. Caracterizar conductas grupales sin identificar a los sujetos es como pensar que en la noche todos los gatos son pardos. Con esa misma lógica, Eduardo Hernando Nieto y Andrés Bedoya Ugarteche (o Aldo Mariátegui) serían interlocutores igualmente válidos en un debate sobre Derechos Humanos: personalmente preferiría debatir con el primero por la calidad de sus argumentos.



En segundo lugar, indica que detrás de las propuestas de los caviares se esconde un fundamentalismo camuflado mediante ideas como justicia social, derechos humanos y medio ambiente. Tal fundamentalismo consistiría en la defensa de una verdad divina, es decir, que detrás de la defensa de los derechos humanos, por ejemplo, subyace la idea del culto a una verdad como quien rinde culto a Dios. Malca confunde la defensa de una convicción con dogmatismo e intransigencia. Bajo esta lógica, cualquiera que sostenga una creencia por el solo hecho de creer firmemente en ella o por manifestar abierta y recurrentemente su desacuerdo con ciertos temas sería un reaccionario. Una mente dogmática, fundamentalista o fanática no solo cree tener la verdad sino que se empeña en que el Otro crea y sienta esa verdad con la misma intensidad; es más, está muy preocupado en que el Otro se corrija puesto que el fundamentalista asume apriori que el Otro está equivocado. Es así que la línea entre fanatismo y librepensamiento es muy frágil: resulta muy fácil convertirse en fanático del antifanatismo. En tanto, Malca no distingue los matices será difícil saber quiénes son los fanáticos intransigentes que pretenden imponer por la fuerza el credo de los DDHH.

Respecto a las conquistas caducas no me queda claro a qué se refiere exactamente. ¿Le parece que los derechos humanos o la justicia social son reclamos caducos?

Otro aspecto que merece ser comentado es lo referente a la tolerancia con los intolerantes a propósito de algunos comentarios sobre la participación de Malca en la semana de los DDHH en la PUCP. Al menos yo lo tengo muy claro. La pluralidad no implica dar tribuna abierta a los incendiarios para quemar la pradera. Eso es imprudencia y falta de sensatez. No debe confundirse objetividad con dogmatismo o la diversidad con relativismo. En tiempos donde muy pocos se atreven a llamar las cosas por su nombre suele suceder que opiniones polémicas pasan por innovadoras; el insulto procaz con la crítica frontal (sino lean los artículos de Andrés Bedoya Ugarteche). Bajo el argumento de una malentendida apertura entonces justificaríamos a los que irrumpieron en la ceremonia de la CVR+5 en el Ojo que llora, puesto que ejercían su libertad de expresión. Peor todavía si es que se formaliza la participación extemporánea de un expositor que se dedicó a ironizar sobre los asistentes al evento. Si para Punto Edu ello no constituye una ofensa -como aclaran en una respuesta a un lector- no sé qué puede llegar a serlo.

Finalmente, el título del artículo se presenta interesante pero no logra cuajar completamente. Malca debió incidir en definir lo que entendía por izquierda reaccionaria, o sea, en aquellos rasgos que distinguen a esta izquierda de las demás. Malca propone un reemplazo de términos, mas no realiza un análisis serio del término propuesto: lanzar diatribas o calificativos a diestra y siniestra no es el medio para analizar el tema que plantea. Sin embargo, sí estoy de acuerdo en que existe una izquierda reaccionaria, aquella que no deslindó ni deslinda posturas con el terrorismo, aquella que hasta ahora no realiza un mea culpa y que se empeña en sostener posturas anacrónicas como la revolución armada o reducir la injusticia social a la lucha de clases. Esta izquierda es la que merece ser cuestionada y definida como un lastre para la nueva izquierda. De otro lado, también creo que existe una izquierda caviar, frívola, superficial y de cóctel, pero de ninguna manera gravitante a nivel de la ciudadanía y mucho menos intelectualmente. La izquierda a la que se le llama caviar está en otro lado y no en la CVR ni en las ONG pro derechos humanos. Es aquella que teme asumir un rol protagónico en la política nacional y que se niega a comprarse el pleito con sus detractores. Esa izquierda y no otra, merece todo mi rechazo.

jueves, octubre 02, 2008

Para Andrés Bedoya Ugarteche

Estimado Andrés Bedoya Ugartetxe

este es un presente de los integrantes del colectivo Izquierda Libre que aun creemos en los ideales progresistas. Leimos en un foro que ud. es un denodado admirador del comandante. Por ello, nos aunamos a su esfuerzo por difundir estos principios.

Nos complace de sobremanera que un notable periodista de su trayectoria mantenga una imparcialidad tal -como nos manifiestan nuestros compañeros de diversos gremios del sur del Perú- con la cual ud. evalúa la realidad nacional del Perú; agudeza que, vale recalcar, solo un hombre moralmente íntegro y más que medianamente informado sobre cuestiones sociales, puede escribir. En estos tiempos en los que abunda la improvisación, la estulticia, la bazofia, el insulto, sus disertaciones constituyen un espacio de diálogo abierto y tolerante digno de imitar.
Lo cierto es que el aparato de conocimientos políticos que ud. pone en juego nos sobregoce hasta el paroxismo.

Deploramos todas aquellas críticas que lo sindican como un chien de garde de la reacción. Ud., permítanos decirle, es un visionario. Su apertura al diálogo y su pluralidad hacen cada día más falta en los medios regionales donde abunda la pincelada facilista, superficial, atrabiliaria que en nada enriquece el debate.

Nuestros amigos de Arequipa nos enviaran pronto un compendio de sus artículos, los cuales esperamos leer con fruición.(No hemos tenido oportunidad de leerlos directamente pero desde ya, reiteramos nuestro agradecimiento defender las causas de los más desposeídos.

finalmente, haga ud. caso omiso a las críticas mezquinas. Un hombre se defiende con sus acciones y ud, dejeme decirle compañero, ud. nunca renuncie a la verdad. Siga fiel a su estilo frontal, fraterno y, sobretodo, tan bien fundamentado.

Un fraternal y cordial abrazo,

Hasta siempre

Atte,

Colectivo Izquierda Libre

http://www.youtube.com/watch?v=a_V5mUj5kdg&feature=related

Severiano López Manrique CBBA, Bolivia.

Carlos Puebla

Aprendimos a quererte
desde la histórica altura
donde el sol de tu bravura
le puso un cerco a la muerte.

Aquí se queda la clara,
la entrañable transparencia,
de tu querida presencia
Comandante Che Guevara.

Tu mano gloriosa y fuerte
sobre la historia dispara
cuando todo Santa Clara
se despierta para verte.

Aquí se queda la clara,
la entrañable transparencia,
de tu querida presencia
Comandante Che Guevara.

Vienes quemando la brisa
con soles de primavera
para plantar la bandera
con la luz de tu sonrisa.

Aquí se queda la clara,
la entrañable transparencia,
de tu querida presencia
Comandante Che Guevara.

Tu amor revolucionario
te conduce a nueva empresa
donde esperan la firmeza
de tu brazo libertario.

Aquí se queda la clara,
la entrañable transparencia,
de tu querida presencia
Comandante Che Guevara.

Seguiremos adelante
como junto a ti seguimos
y con Fidel te decimos:
hasta siempre Comandante.

Aquí se queda la clara,
la entrañable transparencia,
de tu querida presencia
Comandante Che Guevara.



(agradecemos al administrador de este blog por la publicación)

viernes, septiembre 05, 2008

CVR +5: la derecha juega en “banda”




Arturo Caballero Medina

La orquesta del Siniestro Total

He dedicado los últimos post a las reacciones en contra de la CVR. (José A. Godoy comenta en su blog la carta que el general Donayre envió a La Razón felicitándola por su labor a favor de las Fuerzas Armadas, la cual es verdaderamente vergonzosa. Gonzalo Gamio también trató el tema de la CVR y las críticas suscitadas recientemente contra el informe y los ex comisionados). La semana que pasó Giampietri, Ántero Florez-Aráoz, Edwin Donayre, Rafael Rey y Cipriani han jugado en pared y al unísono para dejar sentir sus desavenencias respecto al Informe Final de la CVR. Pero no fueron los únicos; como ya nos tienen acostumbrados Uri Ben Schmuel (La Razón), Aldo Mariátegui (Correo) y Rafael Romero (Expreso) fungieron de cajas de resonancia de los desaciertos de aquellos personajes. (Después de la patinada de la ministra de Justicia parece que ahora cualquier individuo grato al gobierno puede ser honorable a pesar que tenga un pasado vinculado a la etapa más oscura que haya vivido nuestro país. Los Wolfenson practican el periodismo ad hoc que el fujimorismo añora: complaciente, tendencioso, agresivo, sumiso y manipulador. Se nota que al general Donayre no le interesa esto en absoluto porque se presta al juego).

El fin de fiesta lo dio la barra brava del fujimorismo con Patricia Vásquez Bocanegra de “espontánea” manifestante que siempre porta su cartel del Chino por si acaso haya por ahí alguna manifestación de la CVR. Sin embargo, el APRA no podía estar ausente: Mulder y Cabanillas hicieron lo suyo. Esta última denunció que la editorial Norma publicó de contrabando contenidos ideológicos inadecuados para los escolares que desconocen lo que el Perú vivió durante las dos décadas de violencia terrorista, de las cuales cinco años correspondieron al APRA.

Yo era el Rey de este lugar

Anteanoche Rafael Rey dio una explicación —quizá para él muy didáctica— acerca de los errores de la CVR en torno a la cifra oficial de víctimas. Considera que es un error equiparar las víctimas de las Fuerzas Armadas con las de los terroristas, deslizando la idea que aquellas son también responsabilidad de los terroristas por provocar intencionalmente una reacción violenta. Rey se da cuenta más de 20 años después que la estrategia de Sendero Luminoso fue provocar que las Fuerzas Armadas rompieran la institucionalidad democrática mediante el genocidio, algo que la clase política no evitó al confiar a los comandos político-militares el pleno control de las zonas de emergencia. (Al respecto, hoy miércoles en el marco del juicio a Fujimori, el coronel argentino en retiro José Luis García brindó una brillante exposición acerca de las limitaciones de las Fuerzas Armadas y la zozobra que puede experimentar una sociedad que abdica el control político ante los militares). Además, Rey sostuvo que los crímenes cometidos por las Fuerzas Armadas poseen el atenuante de las circunstancias que enmarcaron la violencia: los soldados actuaron bajo una fuerte presión psicológica lo que derivó en ciertos excesos, que no justifica pero que atenúan la culpabilidad. Frente a la pregunta de Cecilia Valenzuela acerca de qué hacemos para reconciliarnos toda vez que no podemos negar lo que ocurrió, Rey contestó sin mayor desparpajo: “perdonarnos, como lo hicieron en España”.

Ciertamente, muchos de los combatientes contra el terrorismo lucharon en desigualdad de condiciones ya sea porque se enfrentaron a un enemigo desconocido que recurría a la guerra no convencional o porque, y es lo más grave, el Estado y la clase política los abandonaron a su suerte. El Estado tiene una gran deuda no solo con las víctimas sino también con los militares a quienes confirió el control político en las zonas de emergencia. El informe de la CVR consigna las condiciones adversas que los soldados tenían que afrontar en espacios agrestes sin contar con los pertrechos necesarios para la supervivencia. Soccos, Putis, Accomarcca, La Cantuta y Barrios Altos no fueron exabruptos de tres o cuatro oficiales y subalternos que enloquecieron de momento para ajustar cuentas por el compañero caído en combate; no son como diría Ántero Flórez “golondrinas que no hacen un verano”. (Estas golondrinas tienen las alas teñidas de sangre señor ministro). Rafael Rey aun piensa como los curas del poblado de Kíllac en Aves sin nido: las víctimas de la violencia deben resignarse al dolor y el alivio lo encontrarán en el perdón.

De los terroristas debíamos esperar lo peor; ellos declararon la guerra a todos los que no pensáramos como ellos. No obstante, los crímenes de los militares de ninguna manera deben quedar impunes bajo la consigna del perdón y el olvido sin justicia. Si en España recientemente están abriéndose las heridas de la dictadura franquista es porque todos desean saber qué paso con sus familiares y amigos, y no porque tengan una pasión enfermiza por el sufrimiento. (Recomiendo la lectura de El fundamentalismo democrático de Juan Luis Cebrián quien comenta el costo político y social que significa hasta hoy para los españoles olvidar los sucesos del franquismo).

¡Qué siniestra que es nuestra derecha!

Un general que felicita a un diario fujimorista; un ministro que equipara cientos de muertos con eventuales golondrinas veraniegas; otro ministro chien de garde del cardenal; un cardenal que nada dijo cuando debía hacerlo; y un vicepresidente que acató órdenes superiores cuando era militar y que luego se retractó porque su superior es nuevamente su presidente nos muestran lo siniestra que es nuestra derecha peruana.

martes, septiembre 02, 2008

Patricia Vásquez dixit :"Pasaba por ahí con mi cartel del Chino"




Para los fujimoristas barra brava perturbar una reunión no es un acto violento

Patricia Vásquez sindicada por Carlos Raffo como integrante de las bases barra brava del fujimorismo declaró en Prensa Libre que pasaba cerca al lugar donde se conmemoraban cinco años de la entrega del Informe Final de la CVR y, según ella, que hizo legítimo uso de su derecho a manifestarse. Esta señorita pretende hacer creer a la opinión pública que una gavilla de espontáneos de pronto irrumpieron en la ceremonia para protestar contra la CVR. Es decir, que no hubo una acción deliberada para perturbar la ceremonia.

La verdad es que no deben extrañarnos la desfachatez y la insolencia con la cual los fujimoristas barra brava o moderados (¿los hay?) sostienen lo insostenible: cuando todas las evidencias apuntaban a que Montesinos poseía millonarias cuentas en el exterior, los fujimoristas cerraron filas por el ex asesor del SIN y desvirtuaron toda posible iniciativa para investigarlo; luego diseñaron la ley de amnistía para exculpar al Grupo Colina; después justificaron la huida de su líder porque su vida corría peligro; posteriormente, interpretaron la ley sobre la reelección de manera que la primera reelección en realidad no lo era y que esta comenzaba el 2000. En fin, siempre intentan dar la vuelta a la torta, pero esta vez no cuentan con todo el aparato estatal y mediático para estupidizar a la opinión pública como lo hicieron en los 90´s.

Fanatismo fujimorista

Patricia Vásquez dejó testimonio de su fe ciega en Fujimori, de su adhesión al radicalismo, de su mentalidad fanática y de su cercanía al entorno dirigencial del fujimorismo en el video que La República exhibió hace poco. También lo hizo, y ello nos complace, anoche en Prensa Libre donde mostró al desnudo el procedimiento al que recurren los que no tienen argumentos para refutar lo irrefutable: la violencia, el ataque artero, el insulto, la patraña y la victimización. Los fanáticos se caracterizan porque no conciben que en sus creencias pueda haber algún error, ni siquiera admiten la posibilidad de cuestionar sus ideas, es más, están preocupados por ganar adherentes y demostrar en cualquier circunstancia que poseen la verdad. La capacidad de autocrítica está ausente en ellos. De esto adolescen gran parte de los fujimoristas: el culto al líder, ese mesianismo tan extendido en los partidos que adoptan el nombre del líder como emblema de su ideología y que depositan en un sujeto la responsabilidad de guiarlos hacia la luz o la oscuridad. Entre esta devoción y la que sienten las sociedades tribales por sus guías espirituales no hay mayor diferencia: en ambos casos, los seguidores se sienten desposeídos, sus vidas carecen de sentido, fuera del líder nada existe. Suicidios, inmolaciones, autosacrificios bien valen la pena en tanto el líder se salve.

Lo sentimos, pero ahora no es tan fácil

Esta vez el plan les salió tan chueco que estoy seguro que Carlos Raffo y la cúpula fujimorista reconvinieron a la Vásquez para que se inmole en nombre del Chino: esta señorita asumió individualmente su accionar de la noche del 28 de agosto y se encargó de desvincular a Keiko y compañía de sus actos. De seguro los fujimoristas pensaron que podrían generar algún divisionismo en la opinión pública o cierto grado de adhesión a su causa (resaltar que el Chino derrotó al terrorismo y que la CVR miente). Sin embargo, nada de eso sucedió porque la polarización de la hablan los detractores de la CVR (Cipriani, Rafael Rey, Giampietri, Donayre, Antero Flórez-Aráoz y Carlos Raffo entre otros) es sobre todo mediática. La ciudadanía no está dividida en torno a la CVR simplemente porque la gran mayoría no lo ha leído. Salvo en ciertos ambientes académicos, la discusión no ha trascendido en la opinión pública en la dimensión que corresponde. Ese un problema a remediar en el mediano plazo.

No poseo elementos de juicios para invalidar las amenazas de muerte que dice estar recibiendo Patricia Vásquez, pero dado el contexto y la escasa o casi nula capacidad de autocrítica de esta señorita, dudo mucho que sean ciertas. Más parece una estrategia distractora para "ganar aire" mientras la dirigencia fujimorista evalúa como salir indemne de este vergonzoso ataque. Mención aparte merece su abogado; si en algo puedo darle la razón a Aldo Mariátegui es que ciertos abogados son capaces de diseñar un terno a un jorobado.

Lo sentimos señores fujimoristas barra brava o no, pero esta vez no es tan fácil intimidar o persuardir con medias verdades a la población. Piensen en otra estrategia más adecuada, o mejor, sigan en esta ruta porque así revelan la inepcia de sus propuestas y la miseria de lo que son capaces.

lunes, septiembre 01, 2008

CVR for dummies para Giampietri, Donayre y Ántero








Arturo Caballero Medina
acaballerom@pucp.edu.pe

Diversos medios han cubierto esta última semana el quinto aniversario del Informe Final de la CVR, lo cual ha motivado sendas reacciones—que no deben sorprender— de parte de algunos políticos del oficialismo a través de los tres jinetes del Apocalipsis periodístico de la derecha más recalcitrante como son Correo, La Razón y Expreso. Y es que de los reiterados ataques a la CVR y a sus comisionados podemos concluir que sus más denodados críticos no han leído ni siquiera la versión abreviada, Hatun Willakuy, o la conocen de oídas y se cuelgan de los prejuicios ajenos o, definitivamente, no la entendieron. Digo esto porque nada nuevo agregan a sus críticas: que los comisionados son antiguos militantes de izquierda y que por ello no fueron imparciales para juzgar a SL ni al MRTA; que la CVR ha polarizado a la opinión pública; que no hubo violaciones a los derechos humanos de parte de las Fuerzas Armadas, sino excesos y casos aislados; que al otorgar categoría de partido político a SL le facilitan un reconocimiento excesivo; y que las reparaciones a las víctimas del conflicto armado interno sugeridas por la CVR constituyen una ofensa a la memoria de nuestros combatientes y de los ciudadanos asesinados (según esta lógica perversa, las reparaciones u homenajes solo se dirigen a los terroristas). Estas aparecen entre las imputaciones más comunes. Comentemos, a continuación, algunas de estas críticas para que comprendamos la dimensión del error y la necesidad del “trío guayabera” por un manual for dummies acerca de las conclusiones de la CVR.

Efectivamente, algunos de los miembros de la CVR fueron militantes de partidos socialistas o asumen una postura de izquierda o socialdemócrata desde sus estudios académicos. Tal es el caso de Enrique Bernales, ex senador por IU; Carlos Tapia, actual vocero del Partido Nacionalista de Ollanta Humala o Salomón Lerner Febres, más bien dedicado a la investigación filosófica (no necesariamente de izquierda) y a la docencia universitaria. El cuestionamiento a los comisionados de la CVR, tal como lo podemos verificar en los contenidos de los tres diarios mencionados (más adelante comentaré las opiniones de Rafael Romero, director de la página editorial de Expreso), es que su ideología marxista-leninista los descalifica, ya que impide total imparcialidad para analizar el desempeño de las Fuerzas Armadas y el accionar de SL y el MRTA. Esgrimen como argumento que el número de víctimas asignadas a las Fuerzas Armadas (46%) es exagerado, lo cual daría la impresión de que se encuentran casi al mismo nivel de SL y el MRTA. Este cuestionamiento carece de validez habida cuenta que en varios pasajes del Informe Final se recalca que “La causa inmediata y fundamental del desencadenamiento del conflicto armado interno fue la decisión del Partido Comunista del Perú Sendero Luminoso (PCP-SL) de iniciar una ‘guerra popular’ contra el Estado peruano” (Hatun Willakuy, p.18). Y más adelante agregan que “A diferencia de otros conflictos armados internos en América Latina donde los agentes estatales resultaron ser los principales responsables de la pérdida de vidas humanas […] en el caso peruano fue el principal grupo subversivo, el PCP-SL, quien provocó el mayor número de víctimas fatales, sobre todo entre la población civil” (p.18). Y si no son suficientes, sugiero que revisen las conclusiones 12 a la 35 referidas a la responsabilidad de SL y el MRTA.

Asimismo, el análisis de la CVR consistió en separar responsabilidades: la de SL no precisa ahondarse tanto, es evidente, pero denunciar los abusos de las Fuerzas Armadas en aquellos lugares donde, ahora no nos cabe duda, sí se cometieron no implica estar a favor de los terroristas y aquí radica una de las más frecuentes tergiversaciones en las que se enfrascan los detractores del Informe Final para quienes las discusiones de dirimen en blanco y negro sin matices. Es decir, denunciar y exigir justicia por los delitos cometidos por las FFAA equivale a ser antipatriota, caviar o comunista y no valorar el esfuerzo desplegado por ellos contra el terrorismo. ¿Dónde está el sesgo ideológico marxista-leninista? ¿Acaso frente las evidencias de Putis, Los Cabitos, Accomarca, Barrios Altos y La Cantuta la opinión pública debe callar o ser indiferente como muchos actuamos durante los años del terrorismo? Los deudos de las víctimas asesinadas por las FFAA merecen la misma justicia que las de los militares caídos en combate. Un flaco favor les hacen a estos últimos el “trío guayabera” cuando en aras de un malentendido espíritu de cuerpo, lanzan diatribas contra la CVR y sus comisionados acusándolos de antipatriotas porque dan a entender que es admisible la impunidad para los asesinatos de las FFAA. Estoy seguro que ningún deudo desea que a sus familiares los recuerden como asesinos. La verdad acerca de quiénes, dónde y cómo procedieron en las zonas de emergencia es necesaria para separar a los héroes que nos defendieron de los asesinos que no estuvieron a la altura del uniforme. Su memoria también exige justicia.

Otro cuestionamiento sostenido por el inefable “trío guayabera” es que el Informe Final empaña la labor que cumplieron nuestros soldados en las zonas de emergencia mientras combatían contra los terroristas al afirmar que hubo violaciones sistemáticas de los derechos humanos cuando lo más acertado sería hablar de hechos aislados o de malos elementos que actuaron por voluntad propia, pero de ninguna manera, de un accionar organizado y planificado. Respecto a esto la CVR es muy clara: “El término sistemático, de acuerdo con la jurisprudencia internacional y la Corte de Derecho Internacional, se define como ‘un plan o política’ del cual ‘podría resultar la comisión repetida o continua de actos inhumanos. El calificativo de ‘generalizada’ califica a la conducta y no al agente; es decir, la comisión generalizada de un conducta de ninguna manera implica que todos los agentes individuales están implicados en ella”. (p.33). Esto significa que cuando se afirma que hubo una práctica sistemática y generalizada de las FFAA en la comisión de delitos de lesa humanidad, ello no involucra a todos los miembros de la institución, sino a las acciones contra las víctimas que fueron múltiples; en esta multiplicidad radica lo generalizado. De otra parte, tampoco es cierto que la imagen de las FFAA como institución haya sido desvirtuada por la CVR: “La CVR reconoce la esforzada y sacrificada labor que los miembros de las Fuerzas Armadas realizaron durante los años de violencia y rinde su más sentido homenaje a los más de un millar de valerosos agentes militares que perdieron la vida o quedaron discapacitados en cumplimiento de su deber” (p. 442). Después, basta leer con atención que la CVR en ningún momento compromete a las FFAA como institución en la ejecución de delitos contra los derechos humanos (sistemático y generalizado adquieren un sentido dentro del marco jurídico internacional explicado líneas arriba). “La CVR afirma que en ciertos lugares y momentos del conflicto la actuación de miembros de las Fuerzas Armadas no solo involucró algunos excesos individuales de oficiales […], sino también prácticas generalizadas y/o sistemáticas de violaciones de los derechos humanos…” (p. 422). De otra parte, hasta este momento ni siquiera podemos conocer a los buenos o malos elementos, puesto que, a pesar que el registro de víctimas asciende a 9 000, el Ministerio de Defensa no ofrece las facilidades para identificar a los presuntos malos elementos (además de regatear las reparaciones individuales a las víctimas) lo que contribuye a alimentar razonables suspicacias: ¿por qué no brindan esta información? ¿Acaso alguien teme que les apliquen la teoría del dominio del hecho tan mencionada durante el juicio a Fujimori y que por ello caigan más implicados de lo esperado, o la imprescriptibilidad de los delitos de lesa humanidad?

En un próximo post comentaré las declaraciones de Rafael Rey, Cipriani y de algunos comentaristas conocidos en la blogosfera.

miércoles, agosto 27, 2008

"Ud. no sabe nada de liberalismo señor Humala"

Arturo Caballero

La semana pasada sintonizaba el programa de Rosa María Palacios en el que entrevistó a Ollanta Humala. Como siempre que lo invita, Rosa María se las ingenia para provocarlo o hacerlo caer en contradicciones. La parte que más llamó mi atención y la que tomo como pretexto para este post es cuando Humala mencionó que los neoliberales piensan que todo se soluciona con el mercado. Al parecer, la Palacios se sintió aludida, ya que de inmediato quiso descalificar a su entrevistado con un contundente "Ud. no sabe nada de liberalismo señor Humala".

Es conocido para la mayoría de televidentes que Rosa María es una liberal, pero, a diferencia de Aldo Mariátegui o Jaime de Althaus, es más consecuente con un liberalismo que integra lo político y económico, mientras que los anteriormente mencionados consideran, como bien lo dijo Humala, que el libre mercado es el remedio para todos los conflictos sociales. La Palacios en varias ocasiones ha hecho referencia a la importancia de la defensa de los derechos humanos, del estado de derecho y el informe de la CVR por mencionar algunos casos. Estos temas están ausentes en la agenda de muchos que se reclaman liberales pero que en realidad son ultraconservadores políticos y acérrimos defensores del libre mercado; que consideran prescindibles ciertos derechos y que abogan más bien por la "mano dura", el orden y la represión.

Algunas reflexiones. Humala ha ido moderando poco a poco su discurso para zafarse de la etiqueta de candidato antisistema y de opción de "salto al vacío". Esto que resulta evidente, se nota al momento en que lo entrevista la Palacios u otros periodistas políticos. Aparentemente, sus asesores lo estan orientando en cuestiones básicas de políticas, economía y sociedad. La distinción sutil que hizo entre crecimiento y desarrollo fue comentada en extenso por varios analistas quienes confirmaron que, efectivamente, se trata de nociones distintas y no necesariamente correlativas en sus resultados. Otra muestra la dio el ex candidato del Partido Nacionalista al distinguir liberalismo de neoliberalismo y ¡oh, sorpresa! referirse a La riqueza de las naciones y a Adam Smith como un liberal en contraposición a los neoliberales. "El liberalismo tiene sus valores, eso lo saben aquellos que han leído a Adam Smith".

Desde aquí no podemos verificar si Humala leyó ese libro fundamental de Smith o La teoría de los sentimientos morales del mismo autor. Sin embargo, la alusión a un liberalismo con valores no dista de lo que el liberalismo clásico postula: las libertades económicas son inseparables de las libertades políticas. De alguna manera, Humala soltó una distinción que merece ser discutida ampliamente en este momento de "perros del hortelano" y "reformas del alma": que NEOLIBERALISMO Y LIBERALISMO SON NOCIONES TOTALMENTE CONTRAPUESTAS. Gonzalo Gamio lo sintetizó mediante la fórmula NEOLIBERALISMO = LIBERTADES ECONÓMICAS - LIBERTADES POLÍTICAS. Queriendo o sin querer, Humala puede estar iniciando un debate que es necesario para que no ocurra esto de que "todos los gatos son pardos", o sea, que neoliberales pasen por liberales.

Lo curioso es que Humala lo haya mencionado frente a la Palacios, quien no debió "picarse" sino más bien ilustrar (como suele hacerlo cada vez que se deleita con entrevistados poco preparados) las diferencias entre ser neoliberal y liberal. Al espetarle que no sabía nada de liberalismo, Rosa María mostró cierta intolerancia y perdió la oportunidad de aclarar el malentendido.

¿Qué tienen que decir los entendidos en el tema? Espero que los bloggers (liberales, neos, conservas, zurdos y demás) se animen a participar.

martes, agosto 26, 2008

Cecilia Valenzuela y la izquierda peruana

La obsesión de Cecilia Valenzuela


Arturo Caballero

Cecilia Valenzuela acostumbra agotar ciertos temas hasta el hartazgo. Durante el gobierno de Toledo trató tan extensamente cualquier exabrupto presidencial que más bien parecía algo personal entre ella y el matrimonio Toledo que una fiscalización periodística seria. Después durante la última campaña presidencial, lo mismo que la gran mayoría de medios de comunicación, se encargó de brindarle cobertura gratuita a Ollanta Humala, al punto que mientras más lo atacaba, más airoso salía el candidato del nacionalismo; y si llegó a la segunda vuelta, en buena cuenta fue por el efecto victimizador, responsabilidad de los principales periodistas que lo criticaban.

Anoche, la Valenzuela se extendió en una reflexión acerca de la crisis en la selva por motivo de la ley que modificaba el sistema de decisión entre las comunidades indígenas para la cesión de sus tierras a posibles inversionistas. Como suele hacerlo, tanto en el Arequipazo, como en el Moqueguazo y en cualquier protesta, la conductora de La Ventana Indiscreta ve comunistas organizados detrás de las marchas. La izquierda es para ella, la responsable del proyecto desestabilizador de la democracia y de las peores desgracias ocurridas en nuestro país. Llegó a afirmar que las comunidades indígenas son artificiales, puesto que se crearon por decreto durante la dictadura del general Velazco Alvarado. Es decir, para Valenzuela el carácter comunitario, el trabajo solidario y de mutua asistencia que caracteriza a las comunidades indígenas solo existe en nuestro país desde que Velazco lo dispuso. Ignora que el colectivismo es un rasgo característico de tales comunidades frente al cual no se tiene que oponer directamente el modelo liberal (individualista definición) en su versión más extrema (la neoliberal) sino que se debe entender que un modelo que superponga al individuo por sobre la colectividad corre el riesgo de atomizar a la sociedad al desintegrar, precisamente, la libre asociación de sus miembros que comparten iniciativas grupales. Aquellos que critican el colectivismo indígena como un rezago de arcaísmo ignoran que las sociedades modernas más desarrolladas defienden no sólo la libertad individual, sino también la participación organizada de la sociedad civil, lo que a final de cuentas es un colectivo. ¿Qué son entonces sino los colectivos de género, raza, religión o política?


De otro lado, agregó que los intelectuales socialistas que asesoraron a Velazco (antropólogos, sociólogos, etc.) fueron los responsables del problema que ahora el Ejecutivo intenta resolver: la consideración de los nativos como buenos salvajes que deben permanecer así sin contacto con la civilización. El error en el que incurre CV es que siempre en sus comentarios es la izquierda un bloque homogéneo, bien organizado y con propuestas capaces de desestabilizar la democracia. Se fija solo en la izquierda cavernaria, retrógrada y para nada autocrítica con el terrorismo, pero no toma en cuenta a la otra izquierda moderada, intelectual, ética y comprometida con los derechos humanos y con la discusión de lo que significó el conflicto armado interno y la dictadura de Fujimori y Montesinos. No, para ella todos están en el mismo saco, sin matices ni diferencias; es decir, a su modo de ver pareciera que Susana Villarán, Ollanta Humala y Ricardo Letts están en la misma orilla política. Cuando preguntó a Vargas Llosa acerca de la izquierda recibió una respuesta inesperada: el autor de La ciudad y los perros dijo que admira a aquella izquierda ética y progresista que en el primer mundo se acerca al libre mercado y ya no enarbola la violencia como un medio para tomar el poder. Tal respuesta dejó tan descolocada a CV que no atinó a indagar más en ello para no contrariar a su invitado.


Y es que parece que para CV la izquierda que tanto teme, aquella de Patria Roja, el FOCEP, MNI y sus eventuales aliados etnocaceristas, representan una amenaza inminente para la democracia. En esto también se equivoca. Detrás de las protestas del Arequipazo, el Moqueguazo, el Andahuaylazo y de la Amazonas, no existe un aparato partidario de aquella izquierda que tanto teme CV. Esa izquierda hace tiempo que feneció en sus propios errores. Esta en otra parte pero menos allí donde dicen que amenaza al sistema. ¿Eran los miles de pobladores de Moquegua activistas organizados y/o adoctrinados de la vieja guardia comunista? De ninguna manera debemos confundir protestas sociales con proyectos de revolucionarios de izquierda como tampoco pensar que toda propuesta de izquierda se concreta a través de la violencia. Así como muchos intelectuales de izquierda no deslindaron postura frente a Sendero Luminoso, también hubieron otros que abiertamente zanjaron distancia de ellos tales como Salomón Lerner, Henry Pease y Enrique Bernales.

CV debe renovar sus lecturas políticas y de realidad nacional para brindarnos análisis menos superficiales y más sustanciosos en ciertas materias y ya no recaer en los mismos tópicos antiizquierdistas a los que nos tiene acostumbrados diarios como Expreso, La Razón y Correo.

viernes, agosto 22, 2008

VII Encuentro Nacional de Escritores "Manuel Jesús Baquerizo"

Centro Cultural de la Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga
CCUNSHC- Ayacucho
Gremio de Escritores del Perú - GEP

VII ENCUENTRO NACIONAL DE ESCRITORES
“MANUEL JESÚS BAQUERIZO"
Ayacucho, 5 – 8 de noviembre de 2008.

SEDE:
Ciudad de Ayacucho - Centro Cultural de la Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga – Portal Unión Nº 37- Plaza Mayor de Huamanga

TEMARIO:
Literatura peruana en el contexto de la globalización
Literaturas regionales
Poesía, narrativa y teatro peruanos
Literatura andina
El rol del escritor en el contexto de la realidad nacional

ACTIVIDADES:
Conferencias en instituciones educativas
Conferencias magistrales
Ponencias
Talleres
Presentaciones de libros
Recitales
Feria del libro
Noches culturales
Tour turístico
Distinciones y certificación
Clausura

INSCRIPCIONES:
ccunsch@gmail.com
Centro Cultural de la UNSCH - Ayacucho

gremio_de_escritores@yahoo.es
Gremio de Escritores del Perú

Jalla Santiago 2008




Arturo Caballero Medina
acaballerom@pucp.edu.pe

La presente edición de Jalla 2008 ha congregado a diversos especialistas en los estudios literarios latinoamericanos de todo el mundo. Desde Perú llegaron Daniel Matthews (San Marcos),Carlos García Bedoya (San Marcos), Enrique Rosas Paravicino (UNSAAC) y Eduardo Huarag (PUCP). No llegaron Dorián Espezua, Yasmín Lopez Lenci, Marcel Velásquez (San Marcos) y Nécker Salazar (Villarreal). Sin embargo, llegaron ponentes peruanos provenientes de Canadá y EEUU, tales como Ricardo Montoya (Western Ontario), Augusto Voysest (Beloit College, EEUU) y quien escribe esta nota por la PUCP. La organización del evento recayó en el connotado crítico chileno Grinor Rojo quien asumió el reto de reivindicar a la ciudad anfitriona luego de que la edición anterior en Santiago no tuviera la acogida esperada.

Mi ponencia titulada "La democracia liberal, el Arequipazo y el rol de los intelectuales en el Perú" fue programada para el lunes 11 en la segunda mesa que trataría sobre "La democracia en América Latina". La ponencia tuvo una buena recepción de parte del auditorio a pesar de que los sucesos del Arequipazo fueran totalmente desconocidos para los asistentes chilenos, venezolanos, argentinos y brasileños (estos últimos conformaron la delegación más numerosa). Esta distancia acerca del tema me obligó a contrastar los conflictos sociales peruanos con lo de Bolivia, Ecuador y Venezuela, lo cual surtió efecto ya que aproximó a los asistentes a un realidad compartida por todos los latinoamericanos: por qué en momentos de aparente auge económico en algunos países latinoamericanos susbsite la desigualdad y la pobreza y son más frecuentes los conflictos sociales. La ponencia que más que agradó sobre todo por su didactismo y amenidad fue "Poder político y saber académico" de Bernardo Subercasseaux (Universidad de Chile) que giró en torno a los contenidos de los seminarios sobre política y sociedad realizados en Chile durante la dictadura de Augusto Pinochet. Aquella dictadura no solo estuvo avalada por la fuerza sino por cierto discurso investido de academicismo que intentaba justificar la restricción de las libertades individuales, políticas y sociales, en aras del orden interno y la seguridad nacional. Subercasseaux explicó muy bien cómo ciertas nociones como la libertad de prensa y derechos humanos son desestimadas por los regímenes autoritarios al amparo de determinado saber académico que lo refrenda.

Luego de mi intervención y debido a una breve alusión que hice sobre los medios de comunicación en Venezuela, fue que la profesora Gabriela Iturriza (venezolana que cursa estudios de doctorado en Canadá) me preguntó acerca de la correlación de aquellos hechos con la realidad peruana. Acoté que los dictadores de hoy no son como los de antaño: ya no pretenden tomar el poder mediante un golpe de estado sino que llegan a él por las urnas. Y ya aprendieron también que tomando el control de los medios aseguran su influencia en la opinión pública. Solo que mientras algunos lo hicieron muy hábilmente como Fujimori y Montesinos, Chávez puso en movimiento todo un aparato estatal y mediático que internacionalmente lo desprestigió mucho y que, no obstante, generó toda una corriente de respaldo en los países cuyos gobernantes son próximos a Chávez como Ecuador, Bolivia y Nicaragua.

Devolviendo la atención prestada por la profesora Iturriza, asistí a su mesa al día siguiente cuya ponencia "Discurso presidencial, prensa caraqueña y reformas constitucionales" trató sobre el rol de los medios de comunicación en Venezuela en los momentos actuales de evidente intervención y presión del régimen chavista. Igualmente interesante estuvo la ponencia "El femicidio según los medios de comunicación chilenos: otra forma de violencia contra la mujer" de Claudia Lagos quien a través del análisis del discurso y de los estudios de género nos brindó un análisis de las noticias periodísticas vinculadas a crímenes contra mujeres. Claudia mostró cómo la gravedad del crimen se atenúa mediante determinados calificativos y cómo también se invisibiliza a la víctima, lo cual consiste en otra forma de violencia contra la mujer en la medida que no solo se desvirtúa la agresión contra ella, sino que se le imprime una mirada que imposibilita reconocer que existe dicha agresión.

Al iniciarse la ronda de preguntas, Gabriela Iturriza cedió la palabra a la profesora Daniuska González para que respondiera la inquietud que yo plantee acerca de si existía en Venezuela una resistencia intelectual o artística contra el poder chavista. La respuesta de Claudia fue contundente: no la hay, ni siquiera en los espacios que tradicionalmente mantuvieron una postura crítica frente a otros gobiernos, como es el caso de la UCV (Universidad Central de Venezuela). Agregó que el caso venezolano es muy peculiar ya que no puede ser catalogado como “dictadura” o “democracia”: ¿puede ser lo un gobierno que llegó al poder mediante las urnas y que goza de respaldo popular? Sin ánimo de avalar a Chávez, lo cierto es que desde afuera parece más sencillo etiquetar la realidad venezolana; sin embargo, Daniuska nos explicó detenidamente las razones por las que en Venezuela las cosas aun no están tan claras: no existe una teorización sobre el “socialismo del siglo XXI”, frecuentemente mencionado por Hugo Chávez para referirse al proceso revolucionario en su país. Esto pareciera ser más un esfuerzo gaseoso por darle forma o nombre a un proceso que nada tiene que ver con el nuevo socialismo del siglo XXI (socialdemócrata, moderadamente liberal y respetuoso de los derechos humanos e individuales).

Otra ponencia que me agradó fue la del profesor sanmarquino Carlos García-Bedoya titulada “Hacia un nuevo humanismo. Por una epistemología dialógica intercultural” en la que se cuestiona el frecuente ninguneo de parte de la academia norteamericana y europea por los estudios en ciencias sociales realizados en América Latina. A ello contribuyen, en parte, la gran cantidad de información disponible en inglés, lo que obliga a muchos investigadores europeos, asiáticos y latinoamericanos a escribir en la lengua de Shakespeare para asegurar mayor difusión a sus trabajos. Esto redunda en la progresiva marginación de los trabajos publicados en español y portugués que siendo igualmente valiosos, no llegan a ser integrados a las comunidades académicas con la misma velocidad de las publicaciones en inglés. Otro motivo consiste en la masiva cantidad de investigadores que consolidan sus trabajos en las universidades más prestigiosas de EEUU y Europa, pero que pierden distancia de la agenda de investigación de su localidad al insertarse en los planes establecidos por los departamentos académicos del primer mundo. Al preguntarle sobre la necesidad de una teoría literaria latinoamericana, el profesor García Bedoya se inclinó más por la constitución de un diálogo equilibrado entre lo que hacemos aquí y lo que se hace allá, puesto que mientras subsista el ninguneo, todo aquello que se produce en nuestras comunidades no circulará más allá de nuestras fronteras. No se trata entonces de buscar una esencia epistemológica latinoamericana, sino de enriquecernos con los aportes que provengan de afuera, pero sin perder de vista nuestra propia agenda de investigación.

En fin, dar cuenta de todas las ponencias a las que asistí no cabría en este espacio. Simplemente, debo resaltar que la organización del evento estuvo a la altura de las circunstancias y que la mejor de las mesas de Jalla, además de las mencionadas, estuvo en los intermedios, en el café y en el almuerzo, donde se puede compartir, sin el apretado protocolo de una disertación, experiencias, conocimientos e impresiones de realidades latinoamericanas distantes y distintas, pero, a la vez, unidas por la inquietud de querer saber quiénes somos y adónde vamos.

miércoles, julio 30, 2008

EL VINO Y AREQUIPA: Siglos XIX



SIGLO XIX

La llegada del siglo XIX no detuvo a la ascendente industria regional, contrariamente, en las primeras dos décadas previas a la independencia, esta alcanzó superar todos los registros anteriores. En 1810, la producción total en los tres valles llegó a las 600,000 botijas y en 1816, el mayor volumen en toda la historia regional, 643,715 botijas de vino. Este record se obtuvo de manera simultánea en los tres valles (Vítor 120,000; Majes 184,00 y Moquegua 340,000 botijas) y estuvo relacionado directamente con la reapertura de los mercados sur peruanos, luego de la violenta rebelión cuzqueña de 1814-1815.

a. La guerra de Independencia y el inicio de una nueva crisis

El inicio de la guerra de Independencia, significó también el comienzo de una crisis irreversible en la pujante economía vinatera regional. La ocupación de haciendas, el saqueo de propiedades, la confiscación de mulas, vinos y aguardientes y el reclutamiento forzoso de trabajadores, se hicieron más frecuentes a partir de 1821, coincidiendo con el inicio de las incursiones militares del general patriota Guillermo Miller; las mismas que concluyeron con la ocupación de la ciudad de Arequipa por las fuerzas colombianas del general Antonio José de Sucre entre agosto y octubre de 1823.

Tan lamentables acontecimientos provocaron una brusca caída en la producción, la misma que pasó de 420,000 botijas en 1820 a solo 296,000 en 1821. Aunque hubo una breve recuperación durante los años de guerra (316,00 botijas en 1824), las cifras no volverían a ser las mismas. Siendo los valles más comprometidos Majes y Moquegua. El primero de ellos registraba en 1820 unas 120,000 botijas, cayendo a la mitad (61,000) en 1822. Muy por debajo de Vítor, que en 1825 tenía 73,000.

b. La república y el fin de la industria vinatera

Los primeros años republicanos no significaron ninguna recuperación importante, contrariamente, seguirá acentuándose la crisis vinatera hasta su colapso total. Como por efecto de la gravedad, la principal víctima será el mayor valle de la región, Moquegua. Dicho valle en 1820 alcanzó 219,000 botijas; en 1823 tenía 194,000; en 1825 menos de 175,000; en 1828 solo 161,000 y para 1829, las insignificantes 124,000 botijas de vino. Muchas fueron las razones para este lamentable desenlace:

- La destrucción ocasionada por las guerras de la independencia en los principales centros mineros del sur del Perú y Bolivia, en vista que ellos constituían los principales mercados de los vinos y aguardientes arequipeños.

- La escasez crónica de trabajadores, motivada por las continuas guerras civiles de principios de la era republicana. La agricultura arequipeña dependía de trabajadores asalariados, los mismos que frecuentemente eran víctimas de los reclutamientos militares a fin de engrosar los diversos bandos caudillistas. En consecuencia, ante una escasez de fuerza de trabajo, se elevó enormemente el nivel de los salarios, contribuyendo al aumento del costo de los vinos y aguardientes.

- La falta de mulas y el alto costo del transporte. Las requisas constantes de mulas desde la independencia y que se agravó durante la república, provocaron una disminución dramática en este vital medio de transporte. A fines del periodo colonial se estimó unas 8,000 mulas en Tacna y Moquegua y 6,000 en Condesuyos; sin embargo, para mediados del siglo XIX, estas se habían reducido a un tercio del total. Y al igual que la mano de obra, la escasez de mulas elevó considerablemente el costo del transporte, en consecuencia, los precios también se elevaron, aunque disminuyó la ganancia de los vinateros y por ende las ventas en el mercado.

- La creación de Bolivia. El Alto Perú constituyó durante siglos el mayor mercado para Arequipa; con la creación del estado boliviano en 1825, los productores arequipeños pasaron a depender de un estado foráneo y autónomo. Este nuevo gobierno, a fin de proteger su propia industria de licores y aumentar sus magros ingresos, creó elevados impuestos para toda bebida extranjera. Al respecto, un hacendado moqueguano, afirmaba desencantado en 1835: “la estúpida y mal considerada creación del Alto Perú en una república independiente ha sido la ruina de la agricultura moqueguana”.

- La competencia de nuevos licores. Después de la independencia los aguardientes arequipeños tuvieron que hacer frente a una doble competencia, derivada de licores finos provenientes de Europa y los de menor calidad, aguardientes de caña, producidos en Bolivia y Perú. Otro conocedor de la economía y sociedad arequipeña de estos años, John F.Wibel, señala que la competencia del alcohol de caña, producido masivamente en los valles de la costa peruana central y norte, fueron la principal causa en el siglo XIX del declive y posterior destrucción de la viticultura arequipeña, “los licores de caña de azúcar fueron más baratos que aquellos de uvas, por que la caña de azúcar no requería de la constante atención demandada por los vinateros”.

- El conservadurismo de los vinateros locales. Debido a que durante más de un siglo los productores locales se habían acostumbrado a destilar aguardientes y transportarlos al altiplano, tuvieron muy poca inclinación a cambiar de cultivos o a mejorar la misma producción y hacerla más competitiva. Pese a las magníficas condiciones climáticas y edafológicas de la región, que permitían la producción de hasta 18 variedades de uva.

Finalmente, mientras los viñedos del sur desaparecían gradualmente después de la independencia, en algunos valles que no habían destacado por sus viñas como Tambo y Camaná, empezaron a experimentar con el cultivo del arroz y especialmente de algodón. Mientras la economía regional, impulsada por los comerciantes extranjeros, se reorientaba en dirección a las necesidades del nuevo orden económico mundial: las lanas.

Referencias Bibliográficas

BARRIGA, Víctor M. Los Terremotos en Arequipa, 1582-1868. Arequipa 1951.
BROWN, Kendall W. Bourbons and Brandy. Imperial Reform in Eighteenth-Century Arequipa.
University of New Mexico 1986.
BULLER, Carlos E. El surgimiento de una élite comercial importadora en Arequipa durante el
tardío siglo XVIII. Lima: PUCP 1988.
CONDORI, Víctor “Efectos económicos de la independencia en Arequipa: 1820-1824”. (s/f)
DAVIES, Keith A. Landowners in Colonial Peru. University of Texas 1984.
The Rural Domain of the City of Arequipa, 1540-1665. University of Connecticut 1974.
HUERTAS, Lorenzo “Historia de la producción de vinos y piscos en el Perú”. Revista Universum Nº 19. Talca 2004.
WIBEL, John F. The Evolution of a Regional Community within Spanish Empire and Peruvian Nation: Arequipa 1780-1845. Stanford University 1975.

EL VINO Y AREQUIPA: Siglos XVII-XVIII




SIGLO XVII

Víctor Condori
Historiador

Como no hay mal que dure cien años, en las primeras décadas del siglo XVII se percibirá una recuperación progresiva de la industria regional; lo que demostraría que los terremotos y desastres no tuvieron un efecto de larga duración en la economía arequipeña. En este sentido, entre los años 1626-1631, el valle de Vítor alcanzó una producción de 80,000 botijas, y si a ello le sumamos las cosechas de Siguas y del lejano valle de Moquegua, estas llegaron a sobrepasar nuevamente las 200,000 botijas anuales.

No obstante tan alentadoras cifras y la cada vez mayor importancia del valle de Moquegua, dos serán las principales dificultades con las que tendrán que convivir los vinateros locales durante todo el siglo XVII: la escasez de mano de obra y el descenso en los precios.

a. La escasez de mano de obra

En un principio, para el laboreo en las haciendas de viña básicamente se aprovechó la fuerza de trabajo indígena proveniente de las comunidades y encomiendas de la región. Lamentablemente, en poco tiempo las enfermedades traídas por los españoles (viruela y el sarampión), así como las frecuentes fugas masivas relacionadas a los continuos terremotos, provocaron una brusca caída demográfica dentro de la región; la misma que descendió de 201,830 en la década de 1550 a solo 35,500 indígenas en 1620. Todo ello obligó a los propietarios de viñedos a depender cada vez más de los costosos esclavos africanos.

Contrariamente a lo que podría pensarse, no se trató de un simple cambio de fuerza laboral, debido a que, al utilizar trabajadores esclavos los vinateros debieron de invertir un mayor capital para la compra y manutención de los mismos. En relación a la compra, a lo largo del siglo XVII los precios de los esclavos de 18 a 30 años se movieron entre los 500 y 600 pesos y se elevaban aún más en caso de poseer este una profesión u oficio. Como sucedió en abril de 1604, cuando en la ciudad de Arequipa se vendió un esclavo “Oficial de botijero” en la astronómica suma de 1,500 pesos “de a ocho”. En definitiva, con tamaños desembolsos, quedaba muy poco para invertir en modernos sistemas de riego o para realizar “otras medidas de capital”.

b. El descenso de los precios

El descenso en los precios estuvo directamente relacionado a la pérdida de los mercados de Lima y el norte, así como al aumento progresivo en el volumen de producción después de los terremotos de 1600 y 1604. Dicho incremento productivo determinó que la oferta sobrepasara largamente a la demanda y como consecuencia directa, en un mercado más restringido, los precios tendieron a bajar. Antes de los citados terremotos, se pagaba cuatro pesos por botija de vino, pero a mediados del siglo, este había disminuido tanto, que esa misma botija se vendía en tan solo un peso.

En resumidas cuentas, durante el siglo XVII, con un vino que valía solo una cuarta parte de su valor, con una escasez crónica de costosa mano de obra y demasiado vino para su mercado, los viñedos arequipeños “entraron en una amplia depresión”, señala un conocedor de la economía regional como Kendall W. Brown.

SIGLO XVIII

Este nuevo siglo será el de mayor importancia para la industria vinatera en particular y la economía arequipeña en general, gracias al crecimiento extraordinario en su producción, convirtiendo en tan solo un mal recuerdo, la crisis vivida en el siglo anterior. Siendo tres los factores que influyeron en este extraordinario auge: la revitalización del centro minero de Potosí, la aparición del aguardiente arequipeño y el abandono de la costosa fuerza de trabajo esclava.

a. La revitalización de Potosí

A principios de 1700, la producción de plata en Potosí, el principal mercado de los vinos arequipeños, apenas alcanzaba el millón de pesos anuales frente a los seis millones de principios del siglo XVII. A fin de remediar esta lamentable crisis, en 1736 la corona española disminuyó el principal impuesto minero (Quinto Real) de 20% a solo la décima parte de lo producido (10%). Esto provocó un incremento notable en la producción argentífera, alcanzando los dos millones de pesos en 1750; 2.5 millones en 1770 y 3.5 millones entre los años 1780-1800. En términos comerciales ello significaba que, al aumentar la productividad los centros mineros contaron con más dinero para adquirir los vinos y aguardientes arequipeños.

b. El aguardiente arequipeño

Aunque el aguardiente de uva ya se producía en los valles de Ica desde finales del siglo XVI y se embarcaba para su comercialización por el puerto de Pisco, hasta 1698 los vinateros arequipeños solo exportaban vino a sus mercados altoperuanos. Sin embargo, a principios del siglo XVIII se inicia el proceso de destilación del vino para convertirlo en aguardiente, en todos los valles de la región. Llegando en pocas décadas a destilarse casi el 90% de los vinos arequipeños.

Este proceso químico comprometía una gran pérdida de volumen, en un promedio de uno a seis y a menudo tanto como de uno a nueve; es decir, para elaborar una botija de aguardiente se empleaban entre seis a nueve botijas de vino. Pese a ello, el inferior costo del transporte y el superior precio de los aguardientes, compensaban en gran medida la pérdida de volumen en su fabricación. Con respecto al precio, a finales del siglo XVIII los vinos se vendían de tres a cuatro pesos la botija, mientras los aguardientes costaban 10 pesos en la ciudad, 15 pesos en Lima y 19 a 22 pesos en el Alto Perú.

Cabría mencionar que, en tanto el vino fue preferido entre los grupos de españoles y mestizos, los aguardientes fueron consumidos por la numerosa población indígena y esclava; y precisamente, durante este siglo se evidenció un importante crecimiento demográfico en dicha población, frente al colapso de los siglos anteriores.

c. El abandono de la fuerza de trabajo esclava

Durante el siglo anterior los propietarios de haciendas arequipeñas, por fuerza o necesidad, se habían visto obligados a recurrir a la costosa mano de obra esclava. Pero, en el presente siglo, el incremento en las poblaciones indígena y de castas, hizo más atractiva la contratación de estos trabajadores en reemplazo de los caros y problemáticos esclavos. Y si a ello le sumamos que el trabajo en los viñedos no era estable, pues habían prolongados periodos de inactividad, con el trabajo pagado solo se invertía en los peones cuando estos trabajaban.

En la segunda mitad del siglo XVIII, un peón que no era indígena ganaba cuatro reales al día por una jornada de trabajo, mientras los indígenas ganaban solo dos. La inclinación por esta última es comprensible, siendo por lo demás bastante asequible. Gracias al tributo y los repartos del corregidor, la necesidad de dinero para pagar deudas e impuestos aumentó, permitiendo que la oferta de mano de obra indígena se mantuviera siempre en aumento.

d. Un nuevo crecimiento en la producción

A fines del siglo XVIII, la producción en los tres valles más importantes de la región sobrepasó las 500,000 botijas de vino anuales. Siendo Moquegua la de mayor productividad, alcanzando entre 250,000 a 300,000 botijas. En este valle, el 90% de los vinos se destilaban en aguardiente y eran llevados en recuas de mulas hacia los mercados de La Paz, Oruro, La Plata y especialmente Potosí, donde se vendían vinos y aguardientes moqueguanos por cerca de 262,900 pesos en 1791.

El transporte se realizaba principalmente en mulas, provenientes del norte argentino (Córdoba y Tucumán) y conducidas por experimentados arrieros, quienes usaban odres de piel de cabra por ser más adecuadas para el lomo de las mulas que los antiguos cántaros de cerámica. Dicho transporte tenía un elevado costo, pues por carga se cobraba desde Arequipa a Lima 16 pesos, al Cuzco 12 pesos, a Oruro 16 pesos y a Potosí 20 pesos.

Después de Moquegua, los más importantes viñedos de la región estuvieron localizados en el valle de Majes. Estas tierras producían un promedio anual de 100,000 a 140,000 botijas. La mayor parte de este vino era reducido a aguardiente y vendido en las provincias de la sierra como Lampa, Azángaro y Cuzco. Este último mercado, hacía 1787 recibió 86,416 pesos en mercancías de los cuales 61,873 fueron vinos y aguardientes.

El valle de Vítor, cercano a la ciudad de Arequipa fue la tercera área más importante de toda la Intendencia. Su producción de vinos oscilaba entre los 80,000 y 100,000 botijas, de las cuales ¾ partes se reducían en aguardiente y eran enviados a la ciudad de Arequipa, para posteriormente ser reexportados a la sierra, especialmente a Puno y la Paz. El mercado paceño compraba en 1791 cerca de 275,000 pesos en vinos y aguardientes arequipeños de los cuales 60,000 provenían del valle de Vítor.



Tan antiguo valle, pese a ser el más pequeño y tener el menor número de haciendas de viña (107, frente a las 480 de Majes y 240 de Moquegua) fue el más prolífico de los tres. La mitad de sus heredades producían entre 1,000 y 5,000 botijas de vino y una tercera parte, de 500 a 1,000. Asimismo, por su cercanía a la Ciudad Blanca, en él se hallaban las propiedades de las familias más importantes de la región: Goyeneche, Cossío, Gamio, de la Fuente, Masías, Bustamante, Barreda, Benavides, entre otras; y que por tradición dominaban la política de la ciudad. En 1773, todos los regidores del cabildo de Arequipa poseían viñedos en el valle de Vítor.

e. Las reformas borbónicas y la rebelión de 1780

Tal prosperidad económica permitió a las familias más importantes de la región invertir sus enormes ganancias en el comercio y la minería, logrando de este modo dinamizar la economía regional a partir de la segunda mitad de este siglo.

Lamentablemente, dicha prosperidad llamó la atención de las autoridades peninsulares, y en 1777 se creó un impuesto de 12.5 % sobre la producción de aguardiente, al año siguiente se elevó el impuesto a la compra y venta de mercancías (alcabala) de 4 a 6%. En 1779 se ordenó una nueva medición de las haciendas en la región, ante la sospecha de que muchos propietarios venían declarando menos de lo que poseían y como colofón, a principios de 1780 se estableció una aduana en la ciudad, a fin de hacer cumplir rigurosamente todas estas innovaciones fiscales.

Para desgracia de los arequipeños, tales medidas coincidieron con un breve periodo de crisis en la agricultura regional, a partir de 1775. Según Kendall Brown “hacia 1775 la agricultura arequipeña finalizó un ciclo de expansión. Particularmente la vitalidad de los mercados del aguardiente empezaron a declinar. Los precios de mercado cayeron y la producción de vinos se estancó”.

No obstante lo breve de la crisis agrícola, la concomitancia con las reformas fiscales introducidas por la corona española, provocaron un general rechazo de la población. Tal oposición se expresó inicialmente en numerosos pasquines amenazantes colocados en diferentes edificios de la ciudad y concluyó, en los violentos disturbios los días 13,14, 15 y 16 de enero de 1780. Tales sucesos, conocidos como la “Rebelión de los Pasquines”, fueron los primeros en el virreinato peruano contra la introducción de las reformas borbónicas fiscales en el siglo XVIII, y precedieron en diez meses al mayor levantamiento indígena de la colonia: la rebelión de Túpac Amaru.

Al finalizar el siglo, la producción vinatera regional recuperó nuevamente su vitalidad; el valle de Vítor pasó de las 67,000 botijas en 1784 a las 110,000 en 1796. El valor de la agricultura de Arequipa fue estimada por la Guía de Forasteros de 1796 en casi dos millones de pesos.

martes, julio 22, 2008

EL VINO Y AREQUIPA: Siglos XVI


Víctor Condori
Historiador

El vino es tan abundante que después de dar copiosísimo abasto a todo el Obispado (de Arequipa) provee con abundancia al Arzobispado de la Plata, al Obispado del Cuzco, al de la Paz, algunas provincias de Huamanga y han llevado a Lima embarcaciones de este género.

Ventura Travada y Córdova. El suelo de Arequipa convertido en cielo (1752).



La importancia económica de la ciudad y región se iniciaron con la fundación española de la “muy noble y muy leal” ciudad de Arequipa, ocurrida un 15 de agosto, día de la Asunción de la virgen María, de 1540. A partir de ese momento, la futura Ciudad Blanca, comenzó a existir para la historia del Perú.

En los primeros años posteriores a su fundación, la ciudad de Arequipa tuvo una existencia marginal como muchas otras ciudades, frente a los principales centros urbanos: Lima, sede del gobierno virreinal y Cuzco, la antigua capital del Imperio de los Incas. Así, ante la ausencia de grandes minas, abundantes tesoros y numerosas poblaciones indígenas que repartir y aprovechar, la principal fuente de riqueza radicó en la tierra y en los beneficios que de ella se podían extraer.

La explotación del suelo no fue una tarea difícil, pese a la aparente aridez de la región. Con algo de riego y un poco de paciencia los cultivos habrían de surgir prodigiosamente para proporcionar al labriego el producto de su esfuerzo.

Como era de esperarse, la nueva población española de gustos mediterráneos, prescindió de los cultivos autóctonos, es decir el maíz y la papa, a fin de favorecer a aquellos provenientes de la península como el trigo y la vid. De igual modo sucedió con la chicha, ancestral bebida americana, quedando limitada a los sectores indígenas y populares, mientras el vino se hacía imprescindible en las mesas de los vecinos y familias principales de la ciudad.

SIGLO XVI

a. Los inicios de la viticultura

En los primeros años de la ciudad, el abastecimiento de tan apreciado néctar se realizaba desde la península, importándose de la región española de Andalucía. Sin embargo, la irregularidad de los envíos y el alto costo de los mismos, impulsó a ciertos vecinos a experimentar con algunas parras en sus tierras solariegas y así, producir vino de manera domestica que, aunque en pequeñas cantidades, les permitió compensar su frecuente escasez en el mercado local.

Por los años de 1550, ya se podían hallar algunos viñedos plantados en los valles de Socabaya y Tiabaya, cuya producción progresivamente fue desplazando al irregular y costoso vino andaluz. No obstante ello, la producción vinatera debió haber sido todavía muy modesta, no solo por el carácter de su producción, sino, por lo reducido del mercado arequipeño. Así se infiere también de la crónica del observador y prolijo Pedro Cieza de León (1553), quien al referirse a Arequipa no hace ninguna mención al cultivo de la vid, sino más bien al trigo de quien dice “Dase en ella muy excellente trigo, del cual hacen pan bueno y sabroso”.

El descubrimiento del rico yacimiento de Potosí, en 1545 y la consecuente formación de un vasto circuito comercial en torno a este centro minero ubicado en el corazón de la actual Bolivia, generó grandes posibilidades de negocios para los encomenderos y vecinos arequipeños, sobre todo en la exportación de vinos. En este sentido, hacía 1557 el cabildo de Arequipa comisionó a Hernando Álvarez Carmona para investigar la Factibilidad de otorgar tierras en el cercano valle de Vítor, ubicado a un centenar de kilómetros de la ciudad; y en julio de ese año, se midieron numerosos terrenos los mismos que fueron rápidamente repartidos entre los principales vecinos de la ciudad. Aunque se trató de pequeñas propiedades, la tierra era muy buena y el clima, mejor.

A mediados de 1570, una gran parte de los terrenos en el valle de Vítor se hallaban sembrados con viñas y en creciente producción. Muy a pesar de los Edictos Reales que intentaban prohibir la fabricación de vinos en las colonias, para de este modo proteger a los vinateros peninsulares. Pero, como los comerciantes españoles nunca pudieron satisfacer completamente la demanda colonial, ni en cantidad ni en precio, la industria vinatera local siguió creciendo hasta convertirse en la base de la economía regional.

Para el año de 1580, el cultivo de la vid y por ende la elaboración de vinos se habían rápidamente extendido desde Vítor hacia los vecinos valles de Siguas, Majes y Tambo. Consecuentemente, la producción regional que hasta esos años no había pasado de unas cuantas botijas de vino al año, se elevó considerablemente hasta alcanzar las 100,000 botijas. Tan enormes volúmenes se obtuvieron muy a pesar del terremoto del 22 de enero de 1582 (X grados de intensidad), el primero en la historia de la ciudad y que según el padre Víctor M. Barriga “todos los vinos de los valles se perdieron con las vasijas y bodegas”.



Un verdadero boom de la economía regional se experimentó en la última década del siglo XVI, cuando la producción vinatera largamente sobrepasó las 200,000 botijas, alcanzando un valor aproximado de un millón y medio de pesos corrientes por año. Asimismo, las valiosas exportaciones arequipeñas no solo tuvieron como destino los conocidos mercados serranos de Cuzco y Potosí, sino también, estas incursionaron en los mercados de Lima y aún a mayor distancia como los de Trujillo. A decir de un gran conocedor de la economía arequipeña colonial, Keith A. Davies, “a finales del siglo XVI, los arequipeños disfrutaron de uno de sus más prósperos periodos”.

b. La primera crisis

Sin embargo, como tantas otras veces en la historia del Perú, tal prosperidad también fue falaz y solo duró algunos años. La naturaleza sísmica y volcánica de la región se encargaría de frenar tan notable crecimiento. El 19 de febrero del año 1600, una gran catástrofe asoló la región. Se trató de un nuevo terremoto, cuya intensidad alcanzó el grado IX y fue originado por la violenta erupción del volcán Huaynaputina o Quinistaquillas, ubicado a unos 80 kilómetros al este de la ciudad de Arequipa. Tremendo cataclismo no solo destruyó los edificios más importantes de la ciudad, sino también, paralizó la pujante economía local. Cosechas enteras se perdieron, desde frutas y olivos hasta los apreciados viñedos Vítor Siguas y Majes estuvieron entre los valles más afectados. Una densa nube de ceniza volcánica cubrió durante algunos meses el “eterno cielo azul” arequipeño; y una verdadera lluvia de arena y ceniza continuó cayendo por más de año y medio. Consecuentemente, la destacada producción de vinos, que en años anteriores había sobrepasado las 200,000 botijas, dramáticamente se contrajo hasta alcanzar las insignificantes 10,000 botijas, siendo la mayoría de ellas “de pobre calidad”.

Sobre cuernos, palos. Cuando la maltratada economía local intentaba renacer como un ave fénix de las cenizas del Huaynaputina, un nuevo terremoto, aún más violento que el anterior, volvió a castigar la región y a sus afligidos habitantes. Ocurrió el 24 de noviembre de 1604 y fue de grado XI. Como era de esperarse, dejó otra vez en escombros a la ya castigada Ciudad Blanca; asimismo, causó severos daños en los viñedos de los principales valles, aunque en menor proporción que cuatro años antes, por la evidente ausencia de ceniza y arena volcánica.

Observados desde el punto de vista comercial, tamaños desastres de la naturaleza fueron doblemente perjudiciales, por que a raíz de la depresión productiva y la interrupción del abastecimiento de vinos en los mercados de Lima y Trujillo, tales mercados comenzaron a ser progresivamente proveídos con vinos y aguardientes procedentes de los valles de Ica y Pisco, mucho más cercanos a la capital. De este modo, al cabo de unos pocos años, mientras la viticultura local se intentaba recuperar, Ica y Pisco terminaron por desplazar la competencia arequipeña del norte y centro del Perú. (I Parte)