domingo, mayo 03, 2009

"A mí Humala no me parece de izquierda"



Hace dos semanas, Hildebrandt entrevistó a Manuel Benza Pflucker quien fuera diputado por IU entre 1985-1990 y ahora secretario de la democracia cristiana del Perú que forma parte del FREPUP (Frente de Fuerzas Populares del Perú) partido por el cual es ahora precandidato a la presidencia de la Región Lima. Este frente se encuentra integrado por "ciudadanos progresistas y demócraticos de ideas cristianas, descentralistas, socialistas antineoliberales,nacionalistas y patrioticas". Según lo que consignan en su blog buscan "la organización política frentista y unitaria de los demócratas, patriotas, nacionalistas, socialistas, cristianos, izquierdistas y progresistas en la Región Lima.


A pesar de la brevedad de la entrevista, Benza Pflucker tuvo algunos comentarios que merecen destacarse. El primero tiene que ver con la importancia de las elecciones primarias dentro de un partido político que aspira a participar de alguna elección. Para que la democracia trascienda la formalidad de asistir periódicamente a una urna y se convierta en una práctica de convicciones, el ciudadano debe atestiguar que el partido al cual pertenece el candidato de su preferencia es democrático en sus procedimientos para elegir a sus representantes. Tal cual viene sucediendo en Chile con los partidos de izquierda cuyos precandidatos participarán de elecciones primarias con miras a las presidenciales, algo similar debería suceder aquí en el Perú. Me agradó la afirmación de que no creía en las candidaturas naturales. El mesianismo político sirve de base para sostener a los caudillos, vengan de izquierda o de derecha; por ello, nada más perjudicial que considerar a un candidato como el líder natural del partido sin que su representación haya sido producto de una elección democrática. Al respecto, en una eventual plataforma de izquierda (muy hipotética por cierto) tendrían que debatir Susana Villarán, Javier Diez Canseco y Ollanta Humala como precandidatos y no, como ha venido siendo, que a su alrededor se diseñe la plancha presidencial. ¿Es que acaso Ollanta Humala fue elegido como representante del Partido Nacionalista mediante voto? ¿No debería someterse a elecciones su representación para las presidenciales del 2011?

Benza Pflucker hizo un llamado a que los demás partidos de democraticen interiormente y a que convoquen a elecciones sino primarias, al menos internas para que se deliberen propuestas y haya debate: "En el Perú, nada se debate", dijo. "Por ejemplo, no se ha debatido qué es el neoliberalismo". Esto último es muy importante porque la formación política del ciudadano hace mucho que no depende de los partidos políticos y mucho menos de los intelectuales, sino de los medios de comunicación que tienden a banalizar la discusión política convirtiéndola en un producto de entretenimiento. Resulta más atractiva para la gran mayoría de la teleaudiencia la imitación y el escarnio de Jorge Benavides y Carlos Álvarez sobre Rómulo y Luciana León que la necesidad de informarse medianamente sobre el particular. Pero volviendo a lo expresado por Benza Pflucker, la discusión sobre lo que se entiende por neoliberalismo es de actualidad porque subsiste una gran confusión en torno a sus diferencias frente al liberalismo clásico, su hegemonía actual en el mundo, sus limitaciones éticas, el posible inicio de su debacle y el análisis e interpretación de su desarrollo como paradigma económico durante las últimas décadas. (Desde esta tribuna hemos contribuido en el esclarecimiento de algunos aspectos). Tales precisiones son necesarias para comprender que la concepción original del liberalismo ha sido pervertida hacia su vertiente pragmatista, utilitarista y económica, la cual define el accionar humano en términos de costo/beneficio u oferta/demanda. (Pronto, publicaremos un artículo sobre el particular).


Finalmente, otra de las afirmaciones de Benza Pflucker que merece destarcarse es que a él Humala no le parece de izquierda con la cual concuerdo plenamente. De manera contraria a lo que generalmente se dice en los medios o es aceptado por la gran mayoría de la opinión pública, la propuesta del Partido Nacionalista dista mucho de ser representativa de una izquierda moderna y democrática (aunque resulta evidente que Humala ha moderado enormemente su discurso etnocacerista-nacionalista distanciándose del radicalismo de su hermano Antauro hasta aproximarse cada vez más al centro) porque el internacionalismo, la conformación de una ciudadanía planetaria, el ecologismo y la pluralidad (cultural, étnica, religiosa, de género, etc.) son algunos temas presentes en la agenda de esa izquierda con la cual el nacionalismo humalista no dialoga o esquiva. El nacionalismo, luego de la caída del Muro de Berlín, resucitó con fuerza en los países de Europa Oriental y sirvió para que los comunistas de ayer remozaran sus discursos totalitarios amparándose en la identidad cultural como punta de lanza de sus propuestas políticas. La izquierda democrática no puede ser (no debería serlo) nacionalista porque aquella reconoce la importancia de la diversidad en todos los ámbitos del acontecer humano y el nacionalismo, enfocado desde una óptica reduccionista, aislacionista, de identidades en conflicto con otras o de culturas enfrentadas, niega el valor de la diversidad.

Democratización de los partidos políticos, debate de propuestas y esclarecimiento de lo que significa ser de izquierda hoy son algunas demandas que, a mi modo de ver, resultan inaplazables, sobre todo cuando las elecciones generales están tan cercanas.

La Real Cárcel de Arequipa a fines de la Colonia: 1780-1824


Por Víctor Condori

Historiador

Universidad Nacional de San Agustín

Cuando se fundaba una ciudad española, como tantas que se fundaron al momento de la conquista, el lugar elegido siempre fue la plaza principal, porque, precisamente allí se encontrarían los principales edificios de la nueva urbe como son: la Catedral, el Cabildo (hoy Municipalidad) y la Cárcel.

Arequipa, no fue una excepción. Su fundación se realizó en el mismo lugar donde hoy se halla la plaza principal, llamada de “Armas” y no, donde algunos poco documentados la imaginaron, es decir, en el antiguo pueblo de indios de San Lázaro.

Así, después de su fundación, se construyeron en la plaza principal los edificios más importantes de la ciudad: La Catedral, sede del poder eclesiástico; el Cabildo, centro del poder civil y la Real Cárcel, símbolo de la justicia del hombre.

Ubicación y descripción

La Real Cárcel de Arequipa se hallaba ubicada en la plaza de armas de la ciudad, a un costado del Cabildo (hoy portal de la Municipalidad), y servía para la reclusión solo temporal de los reos, quienes luego de recibida la sentencia condenatoria, normalmente eran enviados a cárceles de la capital del virreinato.

Hacia fines del siglo XVIII, luego de muchas reconstrucciones realizadas, como consecuencia de los numerosos terremotos que asolaron la región, la Real Cárcel se hallaba constituida por seis calabozos, dos patios interiores, un cuarto para el carcelero, una celda subterránea destinada a los presos de alta peligrosidad y una capilla, para la administración de la liturgia.

A principios del siglo XIX, la cárcel de Arequipa llegó a alcanzar su mayor aforo, albergando cerca de 70 presos, entre algunos locales y muchos “de aquellos que venían de La Paz y Cochabamba”. Siendo los encargados de su administración, el Diputado de Cárcel, el Alcaide y un Carcelero, quien dormía dentro del presidio sin ningún tipo de resguardo policial; y solo a fines del periodo colonial recibieron el “alivio de una guardia de soldados”, manifestaba un funcionario.

Condiciones de seguridad

La Real Cárcel de la ciudad fue saqueada el 15 de enero de 1780, durante la mítica “Rebelión de los Pasquines”; luego, destruida por el terremoto de 1784 y reconstruida durante el gobierno del intendente Antonio Álvarez y Jiménez (1785-1796).

No obstante el empeño puesto en esta última reconstrucción, las condiciones de seguridad fueron siempre deplorables, dando la impresión que en ella “era tan fácil entrar como salir”. No sorprende entonces, las frecuentes fugas de los reclusos. Como aquella ocurrida la noche del 16 de enero de 1821, cuando el reo Romualdo Quispe, condenado a muerte por asesinato, en compañía de otros presos, fugó de la cárcel “escalando y rompiendo una de las puertas”.

Luego de realizarse un reconocimiento de los hechos y circunstancia de la fuga, se llegó a establecer que los reos, pese a su alta peligrosidad se hallaban demasiado libres, ni siquiera estuvieron engrillados, y además:

“Las dos puertas de reja que se desquiciaron para la fuga, estaban flojas, descompuestas y solo como de apariencias, de tal modo que encerrar a los presos con aquellas puertas defectuosas era lo mismo que dejarlos en el patio”.

Actitudes y comportamientos

En general, a fines del periodo colonial, la precariedad de las cárceles fue una normalidad antes que la excepción a la regla, en algunas ciudades del virreinato. Sin embargo, en el caso de Arequipa fue más que una normalidad, debido a que este problema venía desde hacía muchos años atrás. Ya en 1810, el Cabildo de la ciudad discutía “la necesidad urgente de repararla con puertas, llaves y cepo”. No obstante, una década después el carcelero Manuel Barrantes continuaba “haciendo presente muchas veces esta falta” al diputado de la cárcel de entonces, regidor Bruno Llosa. Curiosamente, tal regidor se negaba mandar componer tamañas averías afirmando que los presos “no eran pajaritos para volar por unas paredes tan altas como las tiene la cárcel”.

Dicha actitud bastante despreocupada y hasta negligente del diputado de la cárcel para la seguridad de los presos, no debe ser considerada un hecho excepcional, sino, un comportamiento bastante habitual entre las autoridades carcelarias de la época, llámese alcaide o carceleros. Así, por ejemplo, en julio de 1789 fugó de la cárcel el reo Ignacio Zegarra, en medio de una situación tan absurda que parecía sacada de alguna de las mejores películas del genial Chaplin. La narración de lo sucedido la hizo el propio alcaide, Buenaventura Velásquez:

“Con motivo de haber cumplido años el día de ayer, se le ofreció (el reo) Ignacio Zegarra para festejarlo, trayéndole música. Que el declarante admitió tal ofrecimiento con la mayor sinceridad y en su virtud hizo traer por la noche arpa y guitarra, sacándolo para el efecto de bailar y divertirse del calabozo donde se hallaba a mi sala; que cantando, tocando y bailando hasta muy tarde en la noche, lo echó de menos a cosa de las dos de la mañana, y saliendo en su solicitud no lo encontró”.

Dentro de la misma línea de insensatez, en mayo de 1810 se extendió la orden de prisión contra Nicolás López, quien fuera nada menos que el carcelero de la Real Cárcel de Arequipa, por haber sido descubierto liberando peligrosamente a algunos presos bajo la ingenua condición de que regresen voluntariamente en las noches. Al ser cuestionada su actitud, el carcelero declaró en su defensa que:

“Saca al alto a aquellos presos que no provienen del delito para la seguridad de su persona y la cárcel...y que en algunas ocasiones que se ve ahogado por alguna diligencia se ha acompañado de alguno de estos presos, creyendo que en ninguna manera contravenía a su responsabilidad y mandatos.”

Condiciones de salubridad

Siendo la higiene una cualidad muy poco extendida entre las sociedades Pre-capitalistas, se entiende entonces por qué, las condiciones de salubridad e higiene de la cárcel arequipeña marchaban a la par con las de seguridad. En este sentido, tampoco fue de extrañar que muchos reos viviendo en tales estados de reclusión, enfermasen permanentemente o lo que es peor, murieran. Así les sucedió a Gregorio Mosqueira y Bartolomé Flores, acusados del brutal asesinato de un comerciante, quienes en 1802 murieron del “mal de angina” y “evacuaciones de sangre” respectivamente, luego de dos años de reclusión esperando la sentencia. También, y del mismo modo, ocurrió en diciembre de 1800, cuando la india Ventura Guaita, cómplice de un asesinato, falleció en el hospital de San Juan de Dios “a donde fue llevada enferma desde la cárcel”.

Un medio para la fuga

Paradójicamente, una situación tan lamentable como la experimentada en el único penal arequipeño, favorecía indirectamente la fuga de los reos. En vista de que al ser trasladados por enfermedad al principal hospital de la ciudad, los susodichos aprovechaban la falta de vigilancia del nosocomio para evadirse. Así sucedió con los reos Matías Alpaca e Hilario Quispe, cómplices de un robo a la caja de comunidad del pueblo de Paucarpata, quienes en abril de 1804, fugaron mientras eran conducidos al hospital. De igual manera, tenemos el caso de José Carpio, condenado a un año de destierro al presidio del Callao, quien en febrero de 1802 “profugó del hospital San Juan de Dios en donde se le había puesto a curar”

Con el paso de los años y de las décadas, tales condiciones carcelarias no han variado sustancialmente en el Perú, todo lo contrario diríamos; y hoy pese a contar con sistemas de vigilancia muy avanzados y el rótulo de “Cárceles de Máxima Seguridad”, a dichas instalaciones ingresan y en ella circulan las más diversas e inimaginables mercancías y objetos. Increíblemente, ya no es necesario salir de ellas para realizar algún acto criminal, pues estos se pueden fácilmente organizar desde dentro, con la activa o pasiva complicidad de algunas autoridades penitenciarias.

jueves, abril 30, 2009

El poder de la escritura

Por Mauricio Aguirre

La mirada europea

Cuando llegaron los españoles, llegó con ellos una manera de ver el mundo; está claro, una mirada europea. A la palta la llamaron “pera”; a la llama, “carnero”; al puma, “león”; al ayllu, “familia”. En 1492, luego de la reconquista de la península, la mentalidad española estaba dominada, fundamentalmente, por la supremacía de la religión cristiana frente a la musulmana, por la seguridad otorgada por el poderío de sus armas, pero, también, por el prestigio literario de su “Siglo de Oro”. Con esta mentalidad, las culturas americanas encontradas, o conquistadas, tenían que ser consideradas como civilizaciones inferiores, puesto que tenían dioses paganos, sus armas eran rudimentarias y, sobre todo, no tenían escritura.

El poder sobre las culturas americanas estuvo fundamentado, entonces, en estos tres mecanismos: la religión, las armas y la escritura. Pero estos tres mecanismos no hubieran funcionado automáticamente si los españoles no hubieran estado convencidos de su superioridad y no se hubieran tomado el trabajo de convencer a los indios de ello. Hoy en día, seguimos absolutamente convencidos de ello.

El poder de la escritura

500 años después de la Conquista española, desde las escuelas se nos sigue enseñando que unos fueron superiores a otros y que, por esa misma condición, los inferiores fueron conquistados. Se nos sigue enseñando que, a pesar de que la cultura inca fue “superior” a todas las culturas de la región, era “inferior” a la española. Con estas ideas, nuestros escolares infieren, fácilmente, que, aún en la actualidad, cualquier persona que profese una religión diferente a la “oficial” pertenece a una secta; que cualquier persona que no sabe leer ni escribir es una persona ignorante y sin cultura, y sin ninguna posibilidad de ser un profesional de éxito. Además, estas ideas no quedan en el pensamiento, sino que, comúnmente, se llevan a la acción con lo cual se pasa directamente a la discriminación.

En efecto, en el mundo actual y en nuestro país, a pesar de que aún existen culturas ágrafas que muestran sofisticadas relaciones sociales y, como producto de ellas, diversidad productiva, creencias secularmente establecidas que brindan noción de unidad, costumbres arraigadas en su relación con el mundo que los rodea y maneras distintas de hacer justicia, se mantiene la idea de que los que saben escribir son seres superiores a los que no lo saben.

Es imposible no reconocer la importancia de la escritura en el curso histórico de las ciencias y de la civilización, pero tampoco se puede desconocer que no es el único medio de transmisión de conocimientos. La oralidad es el medio fundamental de las culturas ágrafas para transmitir sus conocimientos y es tan efectivo como la escritura. Sin embargo, a través de la historia, se ha privilegiado a una y subordinado a la otra. Se tratan solo de formas de comunicar el conocimiento, de herramientas. El conocimiento lo produce el pensamiento y cualquier persona o cultura que pueda pensar, independientemente de las herramientas que utilice, puede desarrollar conocimiento. La naturaleza de estas herramientas impide, desde unos criterios lógicos, una comparación y, menos aún, una jerarquización que deviene útil, únicamente, justamente para ejercer poder y dominio de los letrados sobre los iletrados.

El quechua y el castellano

El aprendizaje de una segunda lengua trae, como es natural en todo proceso de aprendizaje, la interferencia de las estructuras (fonéticas, morfológicas, sintácticas y semánticas) de la lengua materna en la lengua meta. Esta se produce tanto a nivel oral como a nivel escrito. Además, la observamos en la forma de hablar de cualquier persona que quiere dominar una segunda lengua, sea esta de la nacionalidad que sea: un francés, un alemán, un norteamericano, un africano, un chino o un quechua-hablante que quiere aprender el castellano pasa por una serie de etapas en las que se muestra con claridad cómo la lengua materna se entromete en la producción de la segunda lengua.

Además, se tiene que anotar que la convivencia de las lenguas andinas y amazónicas y el castellano en este espacio geográfico llamado Perú fue poco armoniosa por decir lo menos. Es decir, el castellano se instituyó como la lengua oficial de la Colonia y así fue también durante la República. Por su lado, las lenguas autóctonas se vieron relegadas a ser utilizadas, básicamente, en los ámbitos domésticos y ya nunca más públicos. Se instauró, pues, en el país, una situación diglósica. Muchos bilingües quechua-castellano, en la actualidad, tienen vergüenza de decir que hablan quechua.

Debido al alto centralismo que ha imperado en el Perú, país multilingüe, en los distintos gobiernos desde la independencia, se ha obligado a los pobladores andinos o amazónicos a aprender el castellano. El castellano producido por este aprendizaje no ha estado exento de emisiones de juicios de valor por los hablantes maternos de castellano. Estos juicios de valor están destinados, justamente, a mantener las relaciones de poder que nos dejó la colonia. En una sociedad clasista como la nuestra, es necesario encontrar maneras de decirle al otro que es inferior a uno y una de estas maneras es atacar su forma de hablar y de escribir. Así, no nos daremos cuenta de que, desde el punto de vista científico, la interferencia de la lengua materna en la segunda lengua es parte de un proceso absolutamente natural de aprendizaje y no de una ignorancia atribuida al nivel cultural.

Una mirada colonialista

Si al razonamiento anterior añadimos que las lenguas andinas y amazónicas han sido consideradas, sin razón lingüística, como inferiores al castellano, comprenderemos entonces que el artículo de Aldo Mariátegui intenta preservar una forma de poder y de dominio cultural. El que una persona no domine la escritura de una segunda lengua no tiene nada que ver con su cultura (entiendo una noción extendida de cultura que he tratado de expresar en este texto y no aquella restringida que tiene ver con los conocimientos enciclopédicos), con su capacidad de representar a una población (como congresista, por ejemplo), ni con su capacidad para aportar con ideas claras. Un artículo como el de Aldo Mariátegui no hace sino confirmar que buena parte de nuestra sociedad está gobernada por un pensamiento sumamente endeudado con nuestro colonial pasado histórico, que buena parte de nuestra sociedad está anclada en ese pasado y que esas cómodas cadenas que lo atan al poder (político, económico y social) son más duras y duraderas que el reconocimiento de los derechos de las personas de no tener el castellano como lengua materna o de hablar un castellano andino. O también puede ser que un artículo como ese se deba a una ignorancia supina y a la tozudez de su autor por no querer aprender cómo está conformada nuestra sociedad con la utilización de un mínimo sentido común.


ENTRADAS RELACIONADAS

La República de Lima César Hildebrandt
Sobre Discrimanción a Hilaria Supa Pronunciamiento de los profesores de la Sección de Lingüística de la Pontificia Universidad Católica del Perú

sábado, abril 25, 2009

Sentencia condenatoria a Alberto Fujimori


CÍRCULO DE ESTUDIOS POLÍTICO-SOCIALES
PRONUNCIAMIENTO

SOBRE LA SENTENCIA CONDENATORIA AL EX PRESIDENTE
ALBERTO FUJIMORI


Los integrantes del Círculo de Estudios Político Sociales, CIREPS, manifestamos nuestro apoyo a la sentencia condenatoria a Alberto Fujimori. El fallo emitido por el tribunal, que tuvo a su cargo el juzgamiento del ex presidente, sienta un precedente histórico en nuestro país y en el mundo entero que contribuirá a esclarecer los nefastos acontecimientos que tuvieron lugar en nuestro país durante las décadas de 1990 al 2000.

Se trata de una sentencia ejemplar tanto por la probidad de los jueces que conformaron el tribunal como por las implicancias que aquella conlleva, debido a que se constituye en un instrumento para extender la aplicación de la justicia a todos aquellos que ejercieron el poder a espaldas del Estado de Derecho en los años previos a 1990. Al respecto, tenemos la convicción de que la responsabilidad no solo implica a los autores materiales de un crimen o delito, sino que detrás de los ejecutores suele existir un aparato siniestro que sostiene, defiende y oculta la verdad de los hechos.

Asimismo, no debemos olvidar que la omisión, la indiferencia y el apoyo de un gran sector de la sociedad peruana contribuyeron a que las instituciones democráticas fueran vulneradas en aras de los resultados inmediatos. Igualmente, la clase política que tuvo a su cargo la conducción del Estado entre 1980 y 2000 es responsable de la ruptura del orden democrático —tanto en las zonas declaradas en emergencia, debido al conflicto armado interno como en el autogolpe del 5 de abril— ya que no pudo articular una propuesta que persuada a la población acerca de la gravedad de avalar una dictadura y tampoco manifestó interés por defender los derechos de los más desposeídos, quienes, finalmente, fueron los más afectados por la violencia, ni por impulsar un real compromiso por investigar los delitos de corrupción y crímenes de lesa humanidad que nvolucraron a los gobiernos de Fernando Belaúnde, Alan García y Alberto Fujimori. Lo anterior explica por la crisis de los partidos políticos, entendida como crisis de representación y crisis de legitimidad, y por la ausencia de relaciones cívico-militares, es decir, que los asuntos de política de Estados se endilgó irresponsablemente a las Fuerzas Armadas. Por ello, la importancia de la sentencia condenatoria a 25 años de cárcel contra el ex presidente Fujimori abre una oportunidad histórica para que la clase política salde su deuda con el pasado.

La sentencia contra Fujimori no reparará el daño ocasionado a los familiares de las víctimas, pero brinda la satisfacción de que, al final, no se encontraron solos en la lucha por descubrir la verdad y por hacer justicia sin importar quién fuera el acusado. Sin embargo, es lamentable atestiguar que quienes solventan la inocencia del sentenciado, lejos de recurrir a la prudencia o de argumentar razones a favor de su causa, continúan maltratando la memoria de los deudos a cuyas víctimas, a pesar de las evidencias a su favor, califican de terroristas como si esto fuera un atenuante que exculpara la responsabilidad del sentenciado Fujimori.

Nos encontramos próximos a una nueva campaña electoral que estará animada por este y otros sucesos. Además, flota en el ambiente la amenaza de un posible indulto de parte de este o de un eventual gobierno fujimorista, lo cual significaría un retroceso irreparable y vergonzoso con el que los ciudadanos que creemos en la democracia y en sus instituciones no podemos estar de acuerdo de ninguna forma. Confiamos, plenamente, en que el tribunal que tiene a su cargo la apelación de la sentencia ratifique el fallo en atención a la razón, la justicia y la verdad que le asisten a los deudos de las víctimas de los crímenes de Barrios Altos y La Cantuta y a una nación que anhela el progreso sin perjuicio de la dignidad.

¿De qué hablamos cuando hablamos de liberalismo de izquierda?

RECOMIENDO LA LECTURA PREVIA O POSTERIOR DE LOS SIGUIENTES POST

Sobre el "liberalismo de izquierda" (Martín Tanaka)
Izquierda Liberal - Cosmovisión (Web de Izquierda liberal)
RAZÓN E IDEOLOGÍA (Blog de Izquierda liberal)


"No puedo ser definitivamente de izquierdas, ni de derechas, ni liberal, ni de centro aunque mis actos, considerados individualmente, sí lo sean. Ningún corsé mental puede ser definitivo porque siempre, en alguna ocasión, la mejor solución estará fuera de él y hay que saber salirse de uno mismo. La verdad nunca está en un solo sitio, ni toda ella, ni demasiado tiempo. Que se lo pregunten a Newton".

Juan José Ibáñez


Arturo Caballero Medina

En reiteradas oportunidades, he insistido en la posibilidad de un proyecto socioliberal o liberal socialista o de izquierda liberal alternativo al liberalismo contemporáneo el cual es predominantemente economicista, libremercadista y demasiado concesivo con las desigualdades sociales y con las dictaduras civiles y/o militares siempre y cuando resguarden las inversiones privadas y dejen la economía en piloto automático para que los tecnócratas la dirijan asépticamente, es decir, sin contaminación política alguna. Al respecto, Martín Tanaka y Gonzalo Gamio y José Alejandro Godoy han expuesto sus pareceres hace ya algún tiempo. A continuación, intentaré ser lo más escueto y didáctico posible para distinguir los criterios que delimitan las fronteras entre izquierda, derecha, socialismo, liberalismo y conservadurismo. Todo ello con el objetivo de dejar en claro lo que es la izquierda liberal y sus posibilidades en el Perú. Este tema, obviamente, será desarrollado en sucesivas publicaciones.

1. ¿Qué es el liberalismo?

En primer lugar, una definición que intente agotar lo que es el liberalismo corre el riesgo de condensar demasiadas nociones, muchas veces encontradas, en poco espacio. Nieztsche dijo una vez que solo los seres ahistóricos admiten una definición exacta. Por ello, resulta más prudente describir el liberalismo que definirlo. El liberalismo no es un cuerpo doctrinario homogéneo sino un cúmulo de tendencias que, si bien comparten un sustrato común (respeto por las libertades individuales, propiedad privada, el libre mercado y el Estado de Derecho), han experimentado a través de la historia diversos cambios que han acentuado algunos aspectos en detrimento de otros. Los primeros liberales (protoliberales) ingleses testigos de la Revolución Francesa, entendieron el liberalismo como una alternativa al Ancien Regime (Antiguo régimen) en el que no existían ciudadanos, sino siervos, y como un sistema en el que un poder parlamentario regulaba al poder real. Para estos liberales, la separación entre Iglesia y Estado era primordial, es decir, la secularización de la sociedad. Las cuestiones de fe eran asuntos individuales en los que ni el Estado ni la Iglesia tenían competencia alguna, sino la libre iniciativa del individuo en pleno ejercicio de sus derechos ciudadanos sin distinción alguna ante la ley.

El Estado debía simplemente abocarse a garantizar las libertades individuales de sus ciudadanos mediante la satisfacción de las necesidades sociales básicas para que cada uno pueda partir de una base más o menos igual, pero finalmente, lograr la realización por sus propios medios. Lo curioso es que estos primeros liberales veían con mucho recelo otorgar el poder de decisión a todas las masas por igual a pesar de que todos eran ciudadanos. Y es que veían con desconfianza que el pueblo tan vulnerable a pasiones cambiantes, tan manipulable debido a la carencia de instrucción y, a su entender, ignorante de los que es mejor para él si es que no es conducido por una clase dirigente capaz de decidir por ellos, se encargue por sí mismo de su propio destino. En este momento, el liberalismo se encontraba en la orilla opuesta a la democracia, algo que hoy en día ningún liberal podría aceptar: es más se asume que ser liberal equivale a ser un demócrata, pero como vemos ambos conceptos estuvieron disociados en un principio.

“El liberalismo burgués había combatido el privilegio aristocrático pero no estaba dispuesto a aceptar una ciudadanía amplia y sus democráticas consecuencias (…) El liberalismo pasó a ser la doctrina de la monarquía limitada y un gobierno del pueblo igualmente limitado, puesto que el voto y la representación siguieron restringidos a una ciudadanía de ingresos elevados” (Merquior 1993:17).


Al respecto Norberto Bobbio señala que Un Estado liberal no es por fuerza democrático: más aún, históricamente se realiza en sociedades en las cuales la participación en el gobierno está muy restringida, limitada a las clases pudientes. Un gobierno democrático no genera forzosamente un Estado liberal: incluso, el Estado liberal clásico está hoy en crisis por el avance progresivo de la democratización. (Bobbio 1996, 7).

La promulgación de los derechos del hombre y del ciudadano, consecuencia de la Revolución Francesa, le dio mayor impulso al liberalismo porque extendió sus valores políticos, sociales, económicos y culturales más allá de Occidente. Es decir, el ideal de progreso que Europa concebía para el resto de sociedades a su alrededor no era sino que el modelo liberal. En gran medida, se asumió que la democracia liberal era la forma política más idónea para el progreso de cualquier sociedad sin importar las variantes culturales o espaciales. Esta democracia liberal osciló entre la representación y la participación, es decir, entre la delegación del poder por parte del pueblo a algunos individuos y la conformación de instituciones sociales (sociedad civil) organizadas para contribuir con la regulación del poder estatal. Se puede considerar como logros liberales a nivel político la libertad religiosa, la universalidad de los derechos humanos, el Estado de Derecho (imperio de la ley), el gobierno representativo, movilidad social, libertad individual; y nivel económico el libre mercado, propiedad privada, libre competencia en líneas bastante generales.

No obstante, la democracia tal como la conocemos hoy no fue una elaboración exclusivamente liberal, sino que, al respaldar la democracia representativa y el pluralismo político tanto los conservadores como los socialistas, cualesquiera que fuesen sus objetivos, evidentemente estaban aceptando los principios liberales. (Merquior, 18).

La acepción más extendida de liberalismo es aquella doctrina política-económica que asume la limitación de los poderes del Estado y que, por ello, se contrapone al Estado absolutista y al Estado socialista. En sus inicios, estuvo disociado de la noción de democracia entendida como la libre participación de las masas en el gobierno. No se trata de un cuerpo homogéneo de ideas, sino de tendencias que asumen tantas interpretaciones y aplicaciones como individuos que lo asumen. Ser liberal en Europa no es lo mismo que ser liberal en los EEUU: aquí “liberal” equivale a progresista o ser de izquierda.

Como conclusión parcial, esta breve exposición nos conduce hacia la siguiente cuestión: las diferencias de grado entre las tendencias liberales han aproximado o alejado a esta doctrina hacia el conservadurismo o el socialismo en la medida que se concedía mayor o menor importancia a las libertades políticas y/o económicas y a la noción de libertad. De la misma manera, dentro del socialismo no existe un bloque sólido sin fisuras: la socialdemocracia de Eduard Bernstein consistió en una lectura revisionista y crítica de los postulados marxista-leninistas. Entonces, era de esperarse que, tarde o temprano los disidentes de izquierda extrema y los disidentes de la aplicación ortodoxa del liberalismo económico encontraran algunos puntos de confluencia. Esto lo desarrollaremos en el siguiente post.

El ciudadano fujimorista

Arturo Caballero Medina

El los últimos días, Gonzalo Gamio y Carlos Meléndez sostuvieron un debate acerca de la ciudadanía fujimorista, debate no pactado y al que el blogger de Bosquejos Postliberales fue introducido in media res, ya que Meléndez, a mi parecer, interpretó antojadizamente un fragmento del post de Gamio en el cual este señala que la ciudadanía debe prepararse ante la conformación de un nuevo escenario político post sentencia a Fujimori en un contexto donde los fujimoristas sacarán a relucir sus mejores y peores recursos.

Ha sido siempre un hábito de Carlos Meléndez no mantener el debate en el campo de las ideas, sino arremeter con mala voluntad repartiendo calificativos sobre su eventual interlocutor. Me parece que es un investigador lo suficientemente documentado y que posee los méritos académicos como para sostener un debate alturado en el que los argumentos fluyan y los lectores se enriquezcan e intervengan defendiendo sus posturas. Por esta razón no entiendo por qué persiste en indisponer con frases que nada se avienen con el debate del momento, lo cual resta contundencia a su postura. Cierta vez, le sugerí que decidiera entre el análisis serio y las bromas. Ganas lectores en un blog no es difícil si aplicamos la doctrina Ferrando-Magaly: "esto es lo que le gusta a la gente". En lo que a mí se refiere, opto por la responsabilidad y la claridad en la exposición de las ideas.

Los bloggers debemos dar el ejemplo de moderación no solo al momento de filtrar los comentarios, sino al momento de debatir. No siempre recibiremos halagos de los comentaristas, pero si establecemos bien las reglas de juego, los visitantes insolentes se eliminarán por selección natural. Particularmente, soy partidario de seleccionar los comentarios en función de su pertinencia con el post, pero hay veces en que la polémica se torna animada y el tema da un giro radical para abordar otros asuntos. Finalizado este breve comentario, paso a exponer mis ideas al respecto de la ciudadanía y de la razón fujimoristas.

Cada sujeto tiene su propia escala de valores y los fujimoristas, me atrevo a generalizar, suelen ser pragmáticos. El gran discurso que el fujimorismo instaló en el Perú es el de la eficacia, la acción, los resultados. No importa cómo conseguirlos: el impacto generará por sí solo los réditos que el movimiento necesita capitalizar. "A la universidad se va a estudiar, no a hacer política"; "cualquier privado puede invertir en educación: enseñemos aquello que sirva"; "si los transportistas hacen huelga, liberalicemos el transporte"; "si los maestros hacen huelga, que dicten los profesionales de especialidad"; "si los medios de comunicacion no son propicios, comprémoslos".

El problema con el pragmatismo exacerbado es que el individuo no cuestiona los medios que utiliza para lograr los fines. Solo cuestionará su proceder en función de los resultados. Por ello es que el fujimorista promedio se fija solo en los resultados empíricos: descenso de la inflación y repliegue del terrorismo, captura de Guzman, Feliciano, paz con el Ecuador, etc., pero no reflexionan sobre las cuestiones éticas que atañen a cualquier individuo que se precie de su humanidad: condolerse con el dolor ajeno. No obstante, este no es un problema generado por el fujimorismo, sino presente en nuestra sociedad hace mucho tiempo. Lo que el fujimorismo ha hecho es fortalecerlo patológicamente.

Los fujimoristas no actúan de esta manera porque sean malas personas o mentes perversas, necesariamente, (no todos son Carlos Raffo, Martha Chávez o Carmen Lozada) sino que el fujimorismo ha tocado una fibra muy sensible del ser humano que puede ser resumida en: "no te metas si no es tu problema, más bien aprovecha a ver si te ganas algo". Indiferencia a la enésima potencia, algo que ya teníamos en nuestra sociedad, pero que el fujimorismo, a mi parecer, repotenció de manera mórbida como lo señalé antes.

Durante el fujimorato, nos dimos cuenta que muchos políticos, periodistas e intelectuales tenían un precio y hoy lo estamos corroborando solo que ya no los compran si no que ellos mismos se venden. La condición de ciudadano no nos la quita nadie, así como la condición de ser humano. Pero ostentar tal condición no garantiza que todas nuestras acciones sean virtuosas. Y cuando esto sucede no dejamos de ser ciudadanos o seres humanos, sino que no nos comportamos a la altura de las circunstancias. Es como un padre de familia que recurre al maltrato físico para corregir la inconducta de sus hijos: nunca dejará de ser su padre, pero con su accionar denigra su condición paternal.

De lo anterior se sigue que aquellos que protestan contra la sentencia a Fujimori argumentando que se sentenció a alguien que hizo mucho por el Perú, ya sea por desconocimiento, oportunismo u otro motivo, no dejan de ser ciudadanos, pero exhiben tal indiferencia por el otro que indigna, lo cual al menos es más sano que la neutralidad cómplice.

Los principios deberían regir la conducta de un ser humano, es lo deseable. Que alguien no se conduela por el dolor ajeno siendo tan evidente lo sucedido (me refiero al padecimiento de los familiares de las víctimas de La Cantuta y Barrios Altos) o al escarnio al que Aldo Mariátegui expuso a la congresista Hilaria Supa, demuestra que semejante individuo pisotea su propia condición de ser humano. Espero que en el futuro, Carlos Meléndez tome distancia de la línea editorial de Correo y del estilo de su director y de Andrés Bedoya porque parece que las páginas impresas y la cantidad de lectores lo seducen mucho.

miércoles, abril 22, 2009

Frecuencia Naranja: Baruch Ivcher coquetea con el fujimorismo


No creo que sea nada casual que en sus últimos programas, Jaime Bayly haya entrevistado a Keiko Fujimori, María Luisa Cuculiza y Rafael Rey; además de contratar al sicario mediático de los 90 llamado Nicolás Lúcar quien pretende reciclarse por enésima vez. A medida que se calienta la pantalla electoral y los políticos van acomodando sus piezas, Frecuencia Latina se coloca a la vanguardia tomando postura por la candidata favorita según las encuestas de CPI: Keiko Fujimori (a pesar que Apoyo lanzó otra encuesta con resultados totalmente diferentes).

Tal cual parece que Ivcher viene calculando lo que se viene en adelante y no duda en disponer de su entrevistador estrella para colocarlo al servicio de la causa fujimorista. Y eligió bien: Jaime Bayly cumple acertadamente su labor de vocero mediático dominical del fujimorismo post sentencia condenatoria a Fujimori. Cada domingo luce más y más disforzado al punto que pareciera que entre corte y corte lo azuzaran para que exagere su histrionismo y complacencia con los invitados fujimoristas. No debería sorprendernos que en adelante invite a Andrés Bedoya, Uri Ben Schmuel, Jaime de Althaus, Lourdes Alcorta, Edgar Núñez o Aldo Mariátegui. ¿Se viene Carlos Raffo en los próximos programas?

Es que Jaime Bayly ha demostrado que hacer periodismo dominical en el Perú es un acto de hechicería como lo es también el hacer política. El otrora niño terrible que se fajó públicamente por el FREDEMO de Vargas Llosa hoy no duda en apoyar al rival de su candidato en el 90 quien recurriera a malas artes en el debate presidencial para indisponer a líder del movimiento Libertad. Eso a Bayly hoy no le importa en absoluto, como tampoco le importa que todas las familias de las víctimas de Barrios Altos y La Cantuta sientan indignación al escuchar que él indultaría a Fujimori si fuera presidente.

La ola naranja que viene invadiendo el canal de Jesús María va a generar que los programas de periodismo de investigación, los noticieros y los programas de reportajes se alinien con el nuevo color. Me atrevo a anticipar que los primeros en pagar el precio serán los Enemigos Íntimos. Miyashiro y Beto no son precisamente la conciencia política moral del país, pero tampoco son tontos y espero no equivocarme. Beto Ortiz dio cobertura durante los años del fujimorismo a aquellos que nadie quiso entrevistar. Esperemos que cuando las papas quemen, no ceda ante la tentación naranja.

Con Nicolás Lúcar también acertó Ivcher. La experiencia del yerno de Croussillat padre en los menesteres mediáticos cuando de demolición se trata de seguro que será puesta al servicio de la causa naranja. Su última célebre intentona con la que se consagró fue la difamación que propaló contra el ex presidente Valentín Paniagua cuando este se encargaba de la transición democrática luego de que supiéramos de los vladivideos y de toda la podredumbre de los propietarios de América TV, Red Global, Panamericana, ATV y Frecuencia Latina con los Winter a la cabeza. Pensó este individuo y aquellos que los dirigían que enlodando el proceso todos quedarían manchados y así nadie distinguiría la basura porque todos, en su razonamiento, serían basura.

Estas son las dos perlitas periodísticas que Frecuencia Latina nos presenta en la previa a la campaña electoral que ya calienta motores. ¿Se vestirán otros canales de naranja también? Al menos en Jesús María, la ola naranja está mojando fuerte.

PARA NO OLVIDAR QUIÉN ES NICOLÁS LÚCAR


sábado, abril 11, 2009

La reserva (in)moral del periodismo fujimorista


Desde que Augusto Álvarez Rodrich dejó dirigir Perú 21 y que se marcharon sus principales y mejores columnistas, ya no me motiva leer ese diario, mucho menos ahora que Fritz Du Bois asumió la dirección y trajo con él a periodistas como Víctor Andrés Ponce que no hacen más que alentar la idea de que las libertades políticas se pueden sacrificar en beneficios del bienestar económico y, recientemente, atenuar la responsabilidad de Fujimori y recalcar los logros de su gobierno.

Sin embargo, suelo leer El Otorongo que, a mi juicio, es lo mejor que tiene el diario porque es un espacio de abierta discrepancia con el oficialismo, entre broma y broma, y también con la línea que ha asumido la nueva dirección. La última portada del Otorongo es genial, verdaderamente mordaz e irónica. Mírenla ustedes mismos.



Esta caricatura me dio la idea de elaborar un mural con los personajes que representan la reserva inmoral del periodismo fujimorista quienes en un acto de inevitable revelación vienen mostrando su verdadero rostro. La periodistas fujimoristas intentan movilizar a la opinión pública distorsionando la información acerca de la sentencia condenatoria contra Fujimori, de la misma manera que lo hicieron durante el fujimorato solo que ahora en vez de ser comprados, se venden por sí mismos. Aquí los dejó con una propuesta ¿Creen que falta alguno?



Jaime Bayly: “Si yo gano las elecciones, yo indulto a tu padre. Sería un gesto de clemencia y gratitud a un peruano que, aunque cometió muchos errores, ya pagó por ellos y derrotó al terrorismo”. Creo que el tribunal (que juzga al ex presidente) va a encontrar culpable a Fujimori y lo va a sentenciar. Sé que muchos se molestarán conmigo, pero no me importa. No sé si perderé adeptos o me convendrá políticamente, pero lo voy a decir por convicción: si yo ganara las elecciones presidenciales, yo indultaría a (Alberto) Fujimori el primer día de mi gobierno”.

Jaime de Althaus: "Pero en el tema de los derechos humanos, Fujimori humanizó la lucha contra el terrorismo. Lo derrotó con una estrategia basada precisamente en el respeto a los derechos humanos. En lugar de balas, las comunidades campesinas empezaron a recibir alimentos, tractores e incluso armas. Cesaron los arrasamientos, las matanzas indiscriminadas. Y las propias comunidades se encargaron entonces de delatar, capturar y perseguir a los senderistas. Así se ganó la guerra, con un acto de empoderamiento social inédito en un país que siempre despreció a la población indígena. El propio traslado de los juicios a los tribunales militares fue un avance humanitario en ese momento puesto que los senderistas capturados dejaron de ser ejecutados extrajudicialmente".

Aldo Mariátegui: El jurado presidido por César San Martín debió por lo menos leer Muerte en el Pentagonito de Ricardo Uceda y El Crimen de La Cantuta de Efraín Rúa antes de declarar tan, tan, tan tajantemente que los abatidos por el grupo Colina de esa universidad no eran senderistas (algo que además no venía a cuento jurídicamente en la sentencia a Fujimori, por lo que sonó a frase politiquera) (...) Nada justifica ese horrendo crimen, pero tampoco San Martín puede aseverar eso con tanta seguridad y sin temer faltar a la verdad.

No le tenemos la menor simpatía a Fujimori, al cual se le debe condenar -absolutamente- por promover la corrupción. Pero, ¡carajo!, tenemos todo el derecho, y eso no respetan estos caviares y rojos, de discrepar de esta ahora sacrosanta sentencia y no hacer una superestrella de rock del juez San Martín. Esa legítima duda -o que la encuesta no les guste- no nos vuelve fujimoristas, no sean tan estúpidos. Tenemos todo el derecho de no creer que se haya determinado que Fujimori se merece 25 años por asesinato y secuestro cuando el único delito con pruebas aquí era el encubrimiento. Tampoco creemos que venía a cuento declarar que los asesinados no eran senderistas, que eso fue pura demagogia para la platea caviar.

Fritz Du Bois Aunque me llamó la atención en la lectura del fallo la aseveración de la sala, en más de una ocasión, respecto de que se había confirmado que las víctimas no eran miembros de Sendero Luminoso. Me pregunto, ¿cómo pueden asegurarlo? Más aún, ¿de haber sido miembros, se hubiera justificado el asesinato? Evidentemente, ambas respuestas son negativas, así que no queda claro por qué realizaron esa continua mención que no venía al caso, lo cual aparecería como una pequeña grieta en el blindaje del tribunal.

Un día después: La pequeña grieta en el blindaje de imparcialidad del tribunal que mencionara en mi anterior columna se ha agrandado de manera significativa. Incluso, son contados los abogados consultados que entienden la motivación –y aún menos los que encuentran justificación– de la aseveración en la sentencia, de que estaba confirmado que las víctimas no eran senderistas.

Andrés Bedoya No estoy acusando de nada a los tres magistrados que han tenido a su cargo la redacción de la sentencia. La tengo aquí a mi lado en el escritorio y la he leído varias veces. Gústeles o no, el estilo es inconfundible. Es una sentencia con adjetivos, con pasión, con ira, y hasta con odio. Pareciera más bien pensada por un dirigente de la CGTP. No lo entiendo. ¿Que no se supone que un juez debe ser más frío que un pescado muerto en el Mar del Norte? También he oído que uno de los magistrados del caso Fujimori fue echado a patadas del Poder Judicial cuando el ingeniero gobernaba el país y que posteriormente fue readmitido ¿Es cierto esto? Y de serlo, ¿no tendría este juez siquiera un poquititititititito de pica al reo, un infinitesimal deseo de joderlo?

Y tiene un detallito muy grave. Los jueces mencionan varias veces que "está probado" que las "víctimas" de La Cantuta "no estaban relacionadas con el terrorismo". ¿Cómo es esto? Las pruebas negativas no existen. Yo no puedo probar que Dios NO existe, como tampoco puedo probar que una taza de capuchino con crema NO está en órbita alrededor de Júpiter, o que soy soltero (puedo probar que soy casado, presentando mi partida de matrimonio). Además, ¿eso qué tiene que ver? ¿De haber sido terrucos habrían estado muy bien sus asesinatos? No, señores vocales. Esa afirmación es falsa y los reto a que la demuestren. Y si esa "prueba" es falsa... ¿cómo confiar en la veracidad de las demás? No cabe duda. El estilacho de la sentencia es caviarismo puro, mondo y lirondo.

Saquen uds., estimados lectores, sus propias conclusiones.

Ecos del juicio a Fujimori

La integridad moral del fujimorismo


Arturo Caballero Medina

Si María Elena Moyano fuera testigo del accionar de su hermana Marta, estoy convencido de que deslindaría todo vínculo con el fujimorismo además de sentirse plenamente decepcionada. Si hubiera presenciado la exhumación de las fosas de los estudiantes de La Cantuta, Putis, Huancasancos, Los Cabitos, la amnistía al Grupo Colina, la difusión de los vladivideos, la campaña por la re reelección, la indemnización millonaria a Montesinos autorizada por Fujimori, su renuncia vía fax y las declaraciones de su hermana a los medios después de la sentencia a Fujimori, estoy seguro de que la embargaría una profunda vergüenza por tal actitud. Porque una mujer que demostró el coraje de enfrentar a Sendero Luminoso abiertamente con la acción transparente y su compromiso como únicas armas no podría jamás avalar la gestión de un gobernante como Fujimori por más colegios, carreteras o donaciones que la hayan beneficiado. Una mujer que murió sin doblegarse ante las amenazas de Sendero nunca se hubiera coludido con el fujimorismo para obtener alguna ventaja personal. Sin embargo, no la tenemos presente y solo podemos proyectar lo que nos dejó su ejemplo de vida.

Marta Moyano se encuentra en la otra orilla del pensamiento y de la acción de su fallecida hermana, pues la integridad moral de la congresista se ha diluido dentro del discurso fujimorista. Entendamos por ello la capacidad que tiende un ser humano para actuar de acuerdo a principios y convicciones, y no por mero cálculo o estrategia. Integridad porque, sin importar las circunstancias, los principios ético-morales se encuentran por encima de cualquier otro tipo de valores sean económicos, ideológicos o políticos. Tal vez a Marta Moyano la muerte de su hermana a manos del senderismo y los resultados obtenidos por el gobierno de Fujimori influyeron para que se adhiera a la causa naranja, lo cual se puede entender, ya que muchos, incluido el autor de esta nota, votamos por Fujimori en 1995 porque creíamos que debía concluirse el proceso iniciado. No obstante, transcurridos más de diez años de su huida y conocidos los pasajes más oscuros de su gobierno, resulta necio continuar justificando a un régimen que envileció a la sociedad peruana al convencer a parte de ella de que el fin justifica los medios, que los estudiantes de La Cantuta y los asistentes a la pollada en Barrios Altos eran terroristas, que no sabía del Grupo Colina ni de las actividades de Montesinos y, en fin, que si no es mi problema y tengo dinero mejor no preguntar ni interesarme por aquellas víctimas porque de hecho que son terroristas, total, gracias al Chino conseguí un empleo, terminé de construir mi casa y de vez en cuando me caía una donación de alimentos.

La integridad moral del fujimorismo es tan endeble como el plan de gobierno de su líder al momento de asumir la presidencia en 1990 o como las disforzadas arengas de Keiko frente a las enardecidas multitudes color naranja que claman la libertad del ex dictador. Por supuesto que no es patrimonio exclusivo del fujimorismo defender causas éticamente censurables: ello es propio de todas las mentalidades fanáticas que depositan su fe en los dones con los que la providencia —según ellos— haya beneficiado a su líder a quien consideran el único capaz de salvar a la comunidad frente a los peligros que la amenazan. En consecuencia, no es casual que gran parte de movimientos ideológicos y/o políticos tengan como etiqueta una extensión del nombre de su fundador: odriísmo, velasquismo, alanismo, humalismo (que cada vez opaca más al nacionalismo), chavismo, castrismo, etc. Lo que demuestra la historia respecto a estos ismos personalizados por el culto mesiánico es que ascienden rápidamente al poder, se instalan por un tiempo y desaparecen progresivamente porque una vez desaparecido el líder el culto ya no es el mismo, ya que suele suceder que el sucesor no se encuentra a la altura de las circunstancias. A lo sumo pueden perpetuar la devoción por el movimiento mediante el traslado de las capacidades del líder hacia sus descendientes, es decir por herencia dinástica, pero finalmente la euforia de los años iniciales de disuelve en el olvido. Por ello, es importante para los fanáticos mantener vivo al líder, a pesar que la vida lo abandone o la salud le exija retirarse a sus cuarteles de invierno.



El fanatismo fujimorista ha nublado el razonamiento de sus seguidores al grado que la incoherencia entre la palabra y la acción es más que evidente. En un principio, la defensa de Fujimori no impugnó a los jueces que emitieron la sentencia condenatoria; de otro lado, en la previa a la sentencia, la bancada fujimorista con Keiko a la cabeza aseguró que, cualquiera fuera el resultado, respetaría el fallo. Pero, al día siguiente, ella misma vociferaba que el Poder Judicial no servía para nada y que, con esta sentencia, ganaba el terrorismo; Luis Aguinaga y Santiago Fujimori cuestionaban la probidad del juez San Martín a quien descalificaban porque fue destituido durante los primeros días del autogolpe. Es el mismo argumento que Alberto Fujimori utilizó para justificar el autogolpe del 5 de abril: desprestigiar a las instituciones democráticas, movimientos sociales, partidos políticos, intelectuales y a cuanto rival surgiera en el camino. Miente, miente que algo queda. (Expreso y La Razón manejan muy bien este recurso). La democracia no sirve para nada, es sinónimo de caos; los senadores y diputados viven a espaldas de la realidad nacional, ellos son los culpables de que no avancen las reformas; las víctimas de La Cantuta y Barrios Altos eran terroristas; Leonor La Rosa nunca fue torturada y se autoinfirió los maltratos físicos; Montesinos es un funcionario público honorable; el Informe Final de la CVR limpia a los terroristas y maltrata a las Fuerzas Armadas, la PUCP es un reducto de marxistas, etc. La lista es amplia.

Los fujimoristas están moralmente desintegrados. Los guía el pragmatismo, el inmediatismo, la finalidad de los medios, el oportunismo. Lo perverso de una mentalidad pragmática y fanática a la vez es que no autocuestiona sus creencias y solo evalúa su conducta en función de los resultados obtenidos y nunca de las premisas que los originaron. Para ellos, la cifra es más importante que los principios. Menos mal que el ocaso del fujimorismo está en ciernes, sus incondicionales defensoras cuidando nietos, la marea naranja a la expectativa de otro outsider y el destino de todas las facciones fujimoristas en manos de Keiko, Kenyi y Santiago Fujimori: ellos ocuparán el primer lugar en los funerales del fujimorismo y de su fundador.

El doble filo político de Jaime Bayly



FELICITACIONES, JAIME, TE ACABAS DE UNIR A LA "RESERVA MORAL" DEL FUJIMORISMO




Lamentable, vergonzosa e indignante fue la entrevista que Jaime Bayly realizó a Keiko Fujimori el pasado domingo en la víspera de la sentencia a su padre. En varias oportunidades, Bayly ha enfilado sus críticas contra el régimen de Hugo Chávez y Fidel Castro a quienes califica como dictadores. Aparentemente, Bayly es un demócrata que se rasga las vestiduras ante cualquier amenaza totalitaria venga de donde venga, pero este domingo comprobamos que, políticamente, no es más que un provocador oportunista que no tiene reparos en brindar su apoyo al fujimorismo y de congraciarse con la futura candidata de este movimiento en aras de mayor sintonía, a pesar de todas las implicancias que este hecho acarrea.

Tal vez, viniendo de él no debería sorprendernos porque durante la última campaña presidencial aprovechó la sintonía de su programa dominical para agraviar a los seguidores de Ollanta Humala a los que calificó como retardados mentales, ya que, a su modo de ver, vivían en alturas donde el enrarecimiento del aire afectaba su raciocinio. Estas declaraciones en países como España, Inglaterra o, aunque parezca increíble, en Estados Unidos habrían generado una corriente de opinión adversa tan fuerte que no solo se habría cancelado su programa, sino que el canal hubiera tenido que ofrecer las disculpas del caso a la teleaudiencia aparte de las querellas legales que el conductor enfrentaría, al menos en el fuero civil. Ello no ocurre en el Perú porque las instituciones de la sociedad civil no ejercen una influencia decisiva en la población y ello, a su vez, porque dicha población siempre mira hacia otro lado cuando los problemas no le tocan directamente; en pocas palabras, vivimos en una sociedad muy poco o casi nada solidaria con los desposeídos. Todo esto explica por qué las declaraciones racistas de Jaime Bayly, del padre de Lourdes Flores o de Ántero Flórez-Araoz no despiertan mayor indignación en la opinión pública y también explican cómo, a pesar del autogolpe del 5 de abril, La Cantuta, Barrios Altos, felicitación e indulto al Grupo Colina, indemnización millonaria Montesinos y renuncia vía fax existen personas que consideran a Fujimori el mejor presidente de la historia del Perú.


Ahora, el autor de No se lo digas a nadie no duda en brindar públicamente su apoyo a un posible indulto a Fujimori sin tomar en cuenta todo el esfuerzo desplegado por la parte civil, los familiares de las víctimas, el Ministerio Público y la procuraduría anticorrupción en extraditar y llevar a juicio a un ex presidente acusado de violación de derechos humanos entre otros cargos. Tal actitud solo demuestra la pobreza moral de un individuo para quien Alberto Fujimori, en el balance, fue un buen presidente porque arregló la economía, realizó obras y fue el artífice de la derrota del terrorismo. Estas afirmaciones bien las podría sustentar el abogado defensor de un padre de familia acusado de asesinar a su esposa o violar a su hija: trabajador, responsable, brindó una buena educación a sus hijos, cubrió todas las necesidades materiales de su familia, en suma, un padre ejemplar que, en un momento de debilidad, cometió un exceso que no debería hacernos olvidar todo aquello que obtuvo por y para su familia ¿Qué haríamos al saber que la esposa, a sabiendas del abuso del cual era víctima su hija, no hizo algo por remediarlo? ¿Qué deberíamos pensar de ella si tenemos la evidencia de frecuentes abusos a lo largo de los años? ¿Necesitaríamos que alguien nos compruebe de hecho que no tiene culpa alguna? ¿Y qué si la esposa se rinde en elogios públicos ante su marido destacando su entrega por la causa familiar? Estoy seguro que la gran mayoría cerraríamos filas a favor de una pena severa tanto para el autor como para el cómplice y que solo una mente perversa o absolutamente pragmática intentaría ensayar alguna defensa de lo indefendible. No obstante, a Jaime Bayly —y a Ximena Ruiz Rosas, hay que decirlo— no les importa los sacrificios ni el sufrimiento de los familiares de las víctimas de Barrios Altos ni de La Cantuta: a Bayly, en particular, solo le interesa el escándalo inútil y, a fin de cuentas, obtener sintonía a toda costa.

Bayly no es un demócrata ni tampoco es un liberal íntegro ni consecuente. Si lo fuera, criticaría, como lo dijo, a cualquier gobernante que usurpara el poder y atropellara el Estado de Derecho sin importar cuan efectivas hayan resultado las medidas económicas porque ser consecuente se trata de una cuestión de principios, no de fines ni de metas ni de cifras. Y de ninguna manera podría aceptarse como atenuante que la línea de su programa no es seria, que quienes lo ven no lo toman en serio, que sus opiniones son intrascendentes o que no se le puede pedir más a un entrevistador que carece de pretensiones de analista político. Aceptar esto significaría considerar que lo vertido en cualquier medio de comunicación no genera efectos inmediatos en la audiencia sobre todo cuando esta es elevada.

A aquellos que recibimos con beneplácito la sentencia contra Fujimori nos consuela que Bayly haya fracasado en todas las campañas políticas que emprendió: a favor del FREDEMO en 1990, el voto en blanco en 2001, los ataques a Humala y su adhesión a Lourdes Flores en 2006, lo cual demuestra que su apoyo, no siempre solicitado, más que sumar, resta. Además, en lo particular, estoy convencido de que al primer signo de agitación social, Bayly no dudaría en abordar el primer avión a Miami o Madrid.

Desde esta tribuna, solo espero que, en el futuro, Bayly sea menos errático y que se defina claramente porque el doble filo en la política es signo de inmoralidad y oportunismo, del más burdo y cobarde oportunismo.

Enlaces relacionados
CARTA A JAIME BAYLY - Desde el tercer piso

lunes, abril 06, 2009

Rafael Romero y Víctor Robles: más allá de la noticia (y de la verdad)


Javier Torres. Coordinadora Nacional de DDHH



Víctor Robles. IPADES


Carlos Arturo Caballero

Hace tiempo escuché decir a Marco Aurelio Denegri que hablar al "caballazo" y atropelladamente sobre algún tema con total desconocimiento sobre el mismo, pero, a la vez, con postura de especialista, es una costumbre muy arraigada en el Perú. Todos tienen el derecho a opinar, por supuesto; sin embargo, muy pocos sienten el deber de manifestarse con relativa propiedad y/o cautela sobre determinados temas. Ello ocurre a menudo dentro del periodismo, ya que, desde hace un par de décadas tanto en el Perú como en el mundo, los intelectuales han cedido su protagonismo frente a la opinión pública a los periodistas y a los políticos de turno.

La semana pasada sintonicé Más allá de la noticia programa conducido por Rafael Romero en canal 11 RBC. Como seguramente saben, Romero es jefe de la página editorial del diario Expreso. Recientemente, hace un par de meses, se encuentra nuevamente en RBC luego de una breve ausencia en la que Luis Alfonso Morey condujo el programa. La noche que vi el programa, Romero moderó un debate entre Javier Torres, miembro de la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos, que agrupa a las ONG´s peruanas pro derechos humanos, y Víctor Robles, jefe de IPADES (Instituto Paz y Desarrollo). El debate giró en torno al Museo de la Memoria y a la idoneidad de los integrantes de la comisión de alto nivel que tiene a su cargo dicha implementación.

Durante gran parte del debate, Torres tuvo que refutar todas las imprecisiones y deliberadas distorsiones en las que incurrió Víctor Robles cuando este se refería al Informe Final de la CVR. Robles afirmaba que la CVR estaba ideológicamente sesgada y que si el Museo de la Memoria tomaba como referencia el Informe Final, correría el mismo destino. Para demostrarlo, señaló que en el informe se indica que los movimientos terroristas iniciaron la guerra contra el Estado burgués (?). Robles no tiene la menor idea de lo que dice. En ningún momento, el informe se refiere al Estado Peruano en esos términos. Lo que me queda claro es que Robles al igual que toda la plana periodística de La Razón, Expreso y gran parte de Correo, miente deliberadamente y con el objetivo de confundir a la opinión pública acerca de la CVR, las ONG´s y la responsabilidad de Fujimori en la violación de Derechos Humanos (de quien se cuidan minuciosamente de cuestionar o elevar la más mínima crítica en torno a este tema).

Seguramente, Víctor Robles, Uri Ben Schmmuel, Aldo Mariátegui, Edgar Núñez, Andrés Bedoya Ugarteche y Edwin Donayre se hubieran sentido más agusto si la Comisión de la Verdad hubiera estado integrada por Cipriani, Rafael Rey, Luis Giampietri y Martha Chávez. Tal vez dirían que eran los más idóneos porque estuvieron en el Perú y algunos de ellos tuvieron contacto directo con los terroristas o apelarían a la experiencia de un gobierno que aplacó a la subversión. Sin embargo, ¿admitirían remotamente la posibilidad de algún sesgo ideológico en su perspectiva del conflicto? Por supuesto que no. Los detractores de la CVR parten de la premisa de que la filiación política de los miembros de la comisión es una tacha que invalida el informe. De manera similar, recuerdo, en el canal 7 durante la campaña de 1990 se discutía la integridad moral de Mario Vargas Llosa según los contenidos de Elogio de la madrastra.

Si alguna importancia tiene el informe de la CVR esta no pasa por su objetividad al cien por ciento o porque pretenda abrir y cerrar la discusión sobre el conflicto armado interno: se trata de la posibilidad que hoy, más de 20 años después de su inicio, recién estemos comprendiendo la dimensión de lo sucedido, que se discuta la posibilidad de judicializar a los responsables de crímenes de lesa humanidad, que, en fin, aquella parte de la sociedad que fue indiferente hasta que perdió a un familiar o cuando la violencia terrorista tocó a su puerta, pueda reflexionar para que esto no se repita. Sin el informe de la CVR, simplemente, estos asuntos no se discutirían.

Es lamentable que un sector importante del periodismo nacional -al menos en cantidad de lectores y no necesariamente en calidad- esté tan interesado en obstaculizar el conocimiento de la verdad y la comprensión del fenómeno social que asoló el país que aún no termina de desaparecer. La divergencia es saludable siempre y cuando el intercambio de posturas y argumentos no descienda a niveles lumpenescos. Pero si analizamos con detenimiento las críticas que Giampietri, Cipriani, Rey, Núñez, Flórez-Aráoz, Lourdes Alcorta, entre otros, alzan contra la CVR nos damos cuenta de que no leyeron el informe, lo leyeron y no lo comprendieron o que, habiéndolo comprendido, no lo aceptan y consideran que se debe hacer todo lo posible para detener la ejecución de sus recomendaciones, aunque ello signifique mentir o hacer el ridículo. En todas estas críticas sostenidas por la peor derecha peruana, no encontramos propuestas sino diatribas, ataques, epítetos y mentiras. Todo ello me confirma la pobreza de cuadros intelectuales dentro de la derecha, al menos de aquella que delibera a nivel mediático. La derecha periodística carece de cuadros intelectuales.

Y sobre el particular, la actitud de Rafael Romero no hace más que acentuar esta tendencia. Antes de la designación de Vargas Llosa como presidente de la comisión encargada del Museo de la Memoria, muy pocos de los columnistas de opinión de La Razón, Correo o Expreso discrepaban del liberalismo vargallosiano, claro que solo en lo económico. Pero cuando el intelectual peruano más influyente (tanto que convenció a Alan García de su error) apoya el informe de la CVR son capaces de llamarlo "caviar". Rafael Romero dijo que la comisión estaba integrada por "señoritos" y que Vargas Llosa jalaba siempre a su gente. Olvida Romero que fue el presidente quien le encargó esta responsabilidad y que es legítima potestad del designado sugerir a quienes lo acompañarán en su labor.

El asunto, tal como lo veo, es mucho más grave. La falta de capacidad de gran parte de los periodistas políticos para analizar el acontecer nacional no se puede entender sin la falta de interés de la opinión pública por los temas que más le competen. Que el fujimorismo tenga 10 a 15% de seguidores no es cualquier cosa; así como tampoco lo es que Keiko vaya incrementando su aceptación. Mientras los medios de comunicación continúen banalizando la discusión política, la revista Magaly venderá más que Caretas o Le Monde Diplomatique; mientras periodistas desinformados o deliberadamente digitados coloquen por encima el protagonismo que les brinda un medio, la polémica insustancial o las prebendas que obtienen del poder, más importante será para el televidente saber acerca del Puma Carranza y su esposa o cuánta aceptación tiene Jaime Bayly en su carrera a la presidencia.

De continuar esto, nunca estaremos más allá de la noticia.

jueves, marzo 26, 2009

La izquierda (no) tuvo (toda) la culpa

A propósito de un artículo de Carlos Meléndez

Hace unos días, Carlos Meléndez publicó en Correo un artículo titulado "Crecimiento sin izquierda". Allí sostiene la hipótesis de que existe una correlación entre el actual crecimiento económico y la crisis de la izquierda peruana. Si bien una hipótesis no es de carácter concluyente, es una muestra de lo que el autor sostiene, frente a lo cual considero que la impresión de Meléndez es demasiado simplificadora y aventurada por las siguientes razones.

El primer punto que encuentro criticable en el mencionado artículo es que el autor transita entre la certeza y la vacilación. Al inicio consigna datos que son acertados (inflación galopante, terrorismo e inestabilidad social), es decir, hechos cuya veracidad es irrefutable. La presentación de estos datos apocalípticos (en verdad así fue aquella época) en contraste con la actual situación del país, da la impresión, por un momento, que Meléndez posee la convicción de que, efectivamente, la crisis de la izquierda peruana, o sea, su incapacidad para elaborar una propuesta concreta y la pérdida de arraigo popular permitió que en nuestro país pudieran implementarse reformas económicas que, finalmente, están dando frutos. Sin embargo, hacia el final, vemos que tal convicción adopta un tono relativo al señalar una serie de interrogantes cuya respuesta queda suspendida. Al parecer, la contundencia de las evidencias anteriormente presentadas deberían darle el respaldo suficiente a su postura, pero el columnista prefiere, estratégicamente, exponer su postura como una mera hipótesis. Personalmente, hubiera preferido que continuara en la línea inicial porque es muy sencillo lanzar una idea con apariencia de seguridad y luego matizarla: lo más probable es que sus lectores tengan la idea que la izquierda fue la única responsable de la debacle política, social y económica de los 80´s y a pesar de que se trata "solo de una hipótesis" esta última mención se queda en el olvido.

En relación con esto, y en contraposición a lo manifestado por Carlos Meléndez, considero que la izquierda no tuvo toda la culpa. Es cierto que muchos no deslindaron filiaciones de manera tajante con Sendero Luminoso (al respecto, sí me gustaría oír un mea culpa mucho más explícito de aquellos políticos que consideraron a Sendero como una fuerza política deliberante) pero también lo es que muchos líderes de izquierda estuvieron en la mira de Abimael Guzmán y sus huestes. A propósito, el pedagogo Juan Borea nos comentó a un grupo de amigos en una reunión que hubo oportunidades en que miembros de Izquierda Unida eran sindicados como parte del aparato estatal burgués y que cuando visitaba el interior del país iban premunidos de un arma. Es más, las amenazas eran constantes y muy difícilmente se podía realizar alguna concentración en poblados de la selva no solo por el narcotráfico sino porque Sendero debía autorizarlo. Y ser integrante de Izquierda Unida no significaba ninguna garantía de supervivencia. Asimismo, en Puno, existen registros acerca de la participación de Izquierda Unida contra Sendero Luminoso. Entonces, es mejor enfocar el tema con luces más claras y mucho más amplias.

Otra razón por la cual considero que la izquierda no tuvo toda la culpa es porque tanto AP como el PPC, el APRA y el fujimorismo agudizaron la crisis. El gobierno de Belaúnde fue incapaz de combatir el terrorismo (claudicó el poder civil ante el militar en las zonas de emergencia) y la crisis económica al igual que el primer gobierno de García. Fujimori lo hizo a su manera (Cantuta, Barrios Altos, Putis, Los Cabitos, etc.) y hoy asistimos al descubrimiento de más fosas comunes.

Por otro lado, el crecimiento al que Meléndez hace referencia hay que analizarlo con mucho cuidado. Cuando se dice que el Perú ha crecido en los últimos años, ¿significa todo el Perú por igual? ¿Creció Trujillo lo mismo que Arequipa? ¿Lima lo mismo que Huancavelica? De ninguna manera. Así como sucedió en el sudeste asiático entre los 70 - 90´s, y como sucede en China, el crecimiento económico, en estos últimos años, se ha sectorizado geográfica y socialmente. Por ello, los "logros" a los que Meléndez atribuye como resultado de las políticas económicas de mercado hay que medirlos en el sentido de ¿a quién y en dónde? ¿por qué si todo está también yo estoy tan mal? ¿Estamos mejor que antes, pero en qué sentido?

Cabe resaltar que crecimos a costa de un plan de recuperación económica neoliberal que no tuvo parangón alguno en Latinoamérica: nos allanamos en todo y no pusimos resistencia alguna porque, simplemente, no la había. Hacia 1900, todos los partidos políticos, y no solo la izquierda, estaban desacreditados; los sindicatos y los movimientos estudiantiles ya no tenían eco en la opinión pública que los consideraba como posibles extensiones de la subversión. La inflación desbordante y la violencia terrorista debían convencer a la población de la necesidad de medidas radicales, pero no votamos por Vargas Llosa ni su plan liberal, sino por Fujimori quien ofreció un plan progresivo y menos doloroso: ya conocemos la historia. En fin, votamos por la opción moderada y nos retribuyeron la receta neoliberal más extrema.

En suma, la izquierda no fue la única responsable de la crisis aunque tuvo una participación gravitante. Me inclino a afirmar que también hay que analizar el papel de aquella derecha complaciente y hipócritamente liberal que se rindió ante Fujimori, que consintió el autogolpe del 5 de abril, que calló en todos los idiomas cuando se supo de las masacres de La Cantuta y Barrios Altos, que oficia de traductora de los exabruptos de Alan García y que, de vez en cuando, siente la tentación de tocar las puertas de los cuarteles para poner orden cuando las masas se les van de las manos. En lo personal, confío en que el centro, hasta ahora vacío, pueda aglutinar a aquellas fuerzas políticas que contengan una propuesta alternativa y viable a la actual, lo cual no significa un viraje drástico, sino un esfuerzo por no dejar la economía en piloto automático.
P.D.
A PESAR DE QUE EN SU BLOG ACTUALIZÓ Y PRECISÓ LOS ALCANCES DE SU HIPÓTESIS QUE ME PARECEN ATENDIBLES, SIGUE EXISTIENDO EN CARLOS MELÉNDEZ UN CONFLICTO DE PROPÓSITOS: NO SE PUEDE HACER ANÁLISIS SERIO Y A LA VEZ "CHACOTA" PORQUE EL PERSONAJE GRACIOSO OPACA AL POLITÓLOGO QUE CREO ASPIRA A SER. LO OTRO ES QUE, QUERIÉNDOLO O NO, SE CONVIERTE EN UN RETRANSMISOR E INDIRECTAMENTE, AVAL DEL DIARIO DE ALDO MARIÁTEGUI.

miércoles, marzo 18, 2009

Alan García y La teta asustada



Arturo Caballero Medina

"Cuando yo, o las mujeres lo escuchan hablar les hierve la sangre, es como que piensan 'si te viera, te mato, por tu culpa he perdido a mi hijo, por tu culpa pasó esto. Yo lo veo como el presidente del Perú, no le tomo importancia a lo que dice o habla. Hay gente que se muere por conocer al presidente, tocarlo. Yo no siento eso”



“No se puede pasar la página sobre las víctimas del terror, los muertos no pueden esconderse bajo una sábana blanca”.

Arturo Caballero Medina

El estreno de La teta asustada pone sobre el tapete el tema del conflicto armado interno en un momento no muy oportuno para el actual gobierno, es decir justo cuando este rechaza una donación del gobierno alemán que tenía por finalidad implementar el Museo de la Memoria. Tal decisión ha sido, a todas luces, desacertada y, al igual que la estratégica abstención de nuestro presidente por manifestar un abierto reconocimiento a esta cinta, evidencia los temores del actual gobierno por divulgar lo ocurrido durante las dos décadas de violencia terrorista.

Por otro lado, la cinta de Claudia Llosa recibió una andanada de críticas basadas en prejuicios de quienes emitieron opinión, sobre todo de corte ideológico-político, antes de ver la película o que rebotaron impresiones similares sin formarse una propia de primera mano, a diferencia de los críticos y actores nacionales quienes, en su mayoría, reconocieron el trabajo de la producción, la dirección de Claudia Llosa y la interpretación de Magaly Solier. Asimismo, en una semana en la que el Congreso por intermedio de la congresista Beteta condecoró a Magaly Medina y en Palacio de Gobierno se homenajeó a la boxeadora Kina Malpartida, sorprende (¿debería?) que nuestro presidente no haya tenido la misma deferencia en reconocer el premio que la academia berlinesa otorgó a La teta asustada.

¿Curioso, verdad? Fue el gobierno alemán el que ofreció una donación para implementar el Museo de la Memoria, la cual fue luego rechazada por el gobierno peruano, y fue también en Alemania donde se premió a una cinta dirigida por una peruana ante lo cual el Ejecutivo prefirió aplaudir con una sola mano.



Es comprensible el porqué Alan García se abstuvo estratégicamente de aparecer con Claudia Llosa y Magaly Solier de la misma manera que con Kina Malpartida, Sofía Mulanovich, Juan Diego Flórez, los Jotitas o con los artistas que apoyaron la última Teletón. Y no creo que fuera porque a nuestro presidente le desagrade el protagonismo mediático (recordemos el baile del teteo, la patadita al orate que se interpuso en su camino o el baile con Gisela). Brindar un abierto espaldarazo a La teta asustada hubiera significado una flagrante incoherencia, ya que se expondría aún más a los cuestionamientos sobre la responsabilidad política de su primer gobierno respecto a la violación de derechos humanos en las zonas de emergencia.

El rechazo a la donación alemana, el tibio reconocimiento a La teta asustada y las prejuiciosas críticas a esta película son síntomas de una sociedad cuya clase política, líderes de opinión y parte de la opinión pública en general se muestran reticentes, en el mejor de los casos, si es que no deliberadamente indiferentes frente a todo aquello que esté relacionado con revelar la verdad de lo sucedido durante los años del conflicto armado interno. Sin embargo, el efecto más importante que puede generar esta película en los meses que vienen es precisamente despertar nuestro interés por conocer la verdad. En este sentido, La teta asustada es un excelente motivo para volver a reflexionar acerca de lo que como sociedad podemos hacer no solo con los responsables (Fuerzas Armadas, Sendero o MRTA), sino, particularmente, con las víctimas.

El segundo gobierno de Alan García pasará a la historia, entre otras cosas, porque en esta gestión se detuvieron o dilataron todos los procesos de reparaciones a las víctimas de la violencia armada —militar o terrorista—; y por la escasa o casi nula voluntad del Ejecutivo por esclarecer la identidad de los mandos militares sindicados como presuntos violadores de derechos humanos, esto con el objetivo de judicializar tales casos para hacer justicia. El énfasis que la película coloca en la tragedia de aquellos que, a pesar de que no experimentaron directamente la violencia la heredaron del vientre materno, provoca, inevitablemente, una aguda reflexión sobre el papel que le corresponde al Estado y a la sociedad en la recuperación de su estatura moral, muy venida a menos por acción u omisión frente al drama de las víctimas.

No faltaran quienes califiquen a Claudia Llosa como parte de la maquinaria caviar que aprovecha la premiación en Berlín para defender el Informe Final de la CVR, las reparaciones a los terroristas, el Museo de la Memoria y el juicio contra los militares que combatieron contra el terrorismo o que utiliza a Magaly Solier de una manera pintoresca y oportunista. Lo cierto es que quienes sostienen todo eso suelen ser los mismos que defienden la impunidad de los crímenes de lesa humanidad calificándolos de costos de guerra, que distorsionan intencionalmente los contenidos del Informe, que alegremente afirman que “tu memoria no es la mía”, que celebran la recuperación económica del Fujimorato, pero que nada tienen que decir frente al autogolpe, La Cantuta y Barrios Altos, o que consideran, como Ántero Flórez-Araóz, que el Perú no necesita museos.

Al parecer, a Alan García lo asusta recordar y enfrentar la verdad. En cambio, las víctimas la conocen, pero como a Fausta, les asusta no poder olvidarla.

lunes, marzo 16, 2009

EN DEFENSA DE WILLIAMSON



Gabriel Icochea Rodríguez

El caso ya es conocido por todos, el Monseñor Richard Williamson fue entrevistado en un programa de la televisión sueca y desconoció el genocidio nazi contra los judíos. Enunció cifras lejanas a las que nos tienen acostumbrados los historiadores, 300 000 o 400 000 víctimas, y no los seis millones que difunde incluso la cultura mediática.

La reacción del Vaticano fue inmediata: lo destituyeron del puesto que ejercía como director de un seminario a las afueras de Buenos Aires y días después, argumentando un problema burocrático fue conminado a salir de Argentina por iniciativa del ministerio del interior. El argumento de la burocracia es casi una nimiedad: Williamson declaraba trabajar para una ONG y no como sacerdote.

El personaje tiene una historia controversial, había sido excomulgado años atrás por sus posiciones ultra conservadoras al interior de la iglesia (más específicamente lefebrevistas) y hacía poco tiempo fue rehabilitado por el mismo Benedicto XVI.

Difícil coincidir con Williamson. Su postura arriesga una hipótesis casi improbable: nadie habría muerto en cámaras de gas durante la segunda guerra mundial. Claro, apela a historiadores revisionistas y a una investigación prolija que él mismo, supuestamente, habría realizado durante mucho tiempo. Pero la demostración de tales hipótesis es más difícil de probar que su contraria. Es decir, aún existen sobrevivientes de dichos campos y todos ellos han brindado testimonios aterradores de estos.

Sin embargo, se viola su derecho a opinar libremente. Más aún, se le desconoce dicho derecho en una democracia, lo cual ya es un atentado serio contra un derecho fundamental y antiguo. La tolerancia en su versión prístina es la aceptación de la diferencia, de lo distinto. Una herencia lejana de las guerras de religión que hicieron posible la paz en Europa: Más aún, la tolerancia reflejaba la separación de Iglesia y Estado: una cosa eran las cuestiones de fe y otra eran las cuestiones civiles.

En su condición de clérigo su opinión tiene autoridad cuando abarca tanto asuntos de moral como de teología. Todo lo demás es opinable. Williamson emitía un juicio sobre un asunto histórico en lo cual podía ser totalmente falible, su estatuto era el de un ciudadano más. Sin duda, está recibiendo un castigo inmerecido.

Su caso es un proceso que ha funcionado así: primero el Vaticano da un paso al costado y acepta la destitución de su cargo como jefe del seminario y luego el gobierno argentino lo expulsa arguyendo una irregularidad burocrática.

¿Dónde están los defensores de las libertades y de los derechos? ¿Dónde están los intelectuales que defienden el pensamiento débil o la verdad dialógica? ¿Dónde están los defensores de la idea de una verdad construida a través del diálogo que daría por superada la verdad positivista que cree ser única? ¿Dónde están quiénes se oponen al peligro de dicha verdad por considerarla potencialmente autoritaria?

A nadie gusta demasiado el personaje: un ultraconservador enemigo de las libertades y amante de la tradición, pero del mismo modo se comete una injusticia contra él. El clérigo en una de sus opiniones cree que debe librarse una lucha contra la izquierda en el mundo presumiendo que existe sólo una derecha en el mundo. Hay una derecha que cree en el holocausto y es firme aliada de los Estados Unidos. Y hay varias izquierdas también.

Me imagino que los acontecimientos fortalecen a la derecha que Williamson suscribe. Su principal argumento será que no existe una verdadera democracia, ya que no se respeta el derecho a opinar libremente. Que la democracia es una farsa manejada por un celoso poder de un grupo. Estas posturas son muy semejantes a las que levanta la ultraizquierda contra el mismo sistema político.

Los derechos son universales incluso para aquellos cuyas opiniones pueden herir nuestra sensibilidad. Pero el caso es más grave cuando comprobamos que Williamson no opina al interior del Estado de Israel sino de un país lejano, Argentina.

Aquí en el Perú una corriente fuerte de los historiadores de la Universidad Católica ha insistido que en el siglo XVI, el período de la conquista, el monstruoso descenso demográfico de 11 millones a menos de un millón luego de 30 años fue producto de epidemias y no de los maltratos que trajo la encomienda y la mita. En un país en el que la mayoría son indígenas o mestizos descendientes de tales. Un Estado que dice representar a todos no los castiga ni a nadie se le ocurriría razonable. Es paradójico y contradictorio. Porque una lectura que sí cabe en ese caso es que la diferencia que hay entre los judíos victimados en cámaras de gas y los indios o los descendientes de ellos que habitan el Perú, es que los primeros tienen el poder financiero y son una raza vencedora y los segundos siguen siendo mayoritariamente pobres e históricamente vencidos.

Nadie debe ser castigado por sus ideas a menos que defienda la destrucción de la propia democracia. Ni Williamson ni los indigenistas ultrarradicales, todos pueden opinar y tener un lugar y un estado que garantice por igual sus derechos inalienables.